domingo, 27 de octubre de 2019

"EL BÚFALO" DEL GOL

JUAN GILBERTO FUNES. SU HISTORIA:


Fuente: Agencia San Luis


Juan Gilberto Funes, “El Juan” o “Juancito” fue uno de los mejores delanteros del fútbol argentino en la década de los ’80. Nacido en San Luis, inició su carrera deportiva en su querido e inolvidable Club Huracán. “La estrella del sur puntano”, bajo la tutela de Pedro Páez. Institución que lo vio debutar en primera división. Hijo de doña Martha Baldovino y Pedro Funes, tenía un hermano Pablo Saturnino y dos hermanas; Gladys y Julia.



“El Juan” nació un 8 de marzo de 1963 y murió el 11 de enero de 1992, víctima de una endocarditis protésica que le había sido detectada en el Niza de Francia. Hoy se cumplen 26 años de su paso a la eternidad.


Una particularidad, su muerte se produjo a las 23:00 de Buenos Aires, las 0:00 en San Luis. En esa época, había una hora de diferencia. Juan era un ser amado por todos, buen pibe, humilde, generoso, dócil, educado, buen hijo y buen jugador de fútbol que rápidamente mostró condiciones innatas para el puesto en el que había debutado.


En 1982 jugó para tres clubes; Sarmiento de Junín, Jorge Newbery de Villa Mercedes y Sportivo Estudiantes de San Luis. Al año siguiente, en 1983, pasó a jugar en Gimnasia y Esgrima de Mendoza, club que le sirvió de espaldarazo para que Millonarios de Colombia lo contratara y se lo llevara a jugar en 1984 donde terminó de “explotar”.


En la temporada de 1985, el sanluiseño convirtió 33 goles y fue segundo goleador detrás de otro argentino: Miguel Osvaldo González, que había anotado 34. Juan Funes hizo un total de 47 tantos. La revista de la institución bogotana lo destacó en la tapa en varias ediciones, incluso un grupo de cumbia lo inmortalizó con un disco doble de 33 revoluciones. Juan había pasado a ser “El Búfalo de San Luis”, mote que legítimamente se ganó cuando convirtió los goles 2.999 y 3.000 para el Millonarios de Bogotá.


Juan era un eterno enamorado de los autos, pasión heredada de su padre que tenía un taller en la avenida Julio Argentino Roca y Maipú. Tuvo la posibilidad de correr varios rallies provinciales e incluso fabricó un auto al que llamó “El Potro-buggy” con el que se divertía con sus amigos a más no poder mostrando su larga cabellera negra.


La dirigencia de River Plate, con la conducción en el banco de Héctor Rodolfo Veira, el “Bambino”, ya habían mostrado interés en su contratación y volvió a la Argentina en 1986 para consagrarse como campeón de América anotando goles decisivos en Cali y Buenos Aires. Un año después, en 1987, obtenía la Copa Interamericana bajo la conducción de Carlos Timoteo Griguol y posteriormente la Copa Intercontinental, en Japón.


“Al Juan de San Luis o el Búfalo”, lo vinieron a buscar de Grecia para que llevara sus goles y su personalidad cargada de simpleza al Olimpiacos donde estuvo un año. En 1987, Juan fue incluido en el plantel argentino que jugó la Copa América de ese año y también entrenó con la Selección que iría al Mundial de 1990 con Carlos Salvador Bilardo como DT.


Parecía que ése no era su destino deportivo en 1988, el Nantes de Francia lo tuvo en sus filas. Pero también mostró interés el Niza (también francés) y allá se fue con sus ilusiones y sus goles. Fue un mazazo al corazón. Los médicos de esa institución le detectaron esa enfermedad que un tiempo después lo llevaría a la muerte. Hubo cientos de estudios y miles de consultas. ¡No podía ser!! Nadie lo creía. No obstante y pese a la mala noticia, Juan Gilberto vino a la Argentina a jugar en Vélez donde señaló 12 goles en 25 cotejos. Al tiempo que Boca también mostraba su interés.


Corría el año 1990 y Juan quería seguir jugando pese a los consejos médicos y el largo y duro tratamiento al cual era sometido. Se sumó a las filas de Defensores del Oeste de San Luis donde intervino en varios amistosos “para despuntar el vicio”, decía.


Juan Gilberto nunca abandonó su humildad, su hombría de bien, su caballerosidad, su solidaridad. Era un muchacho comprometido con sus amigos, con su pueblo al que amaba profundamente. Nunca dijo que no a un partido amistoso, fuera donde fuera, incluso en el penal puntano.


Por esos años, su esposa Ivana Bianchi, señalaba: “Juan vivió y murió como quiso, dio todo, nunca dijo que no a nada. Amaba entrañablemente a su hijo. Fue una excelente persona, un marido ejemplar y un padre extraordinario”.

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