sábado, 29 de junio de 2019

EL ROJO LOGRABA SU SEXTA COPA LIBERTADORES

EMPEZABA A AFIANZARSE EL MOTE DE REY DE COPAS 

El 29 de junio de 1975 Independiente volvía a ser campeón de América. Obtenía la Copa Libertadores por cuarta vez consecutiva y así alcanzaba algo que nunca antes ningún equipo había logrado y que nunca más se podría igualar. Se ganaba el mote de “Rey de Copas” ostentando ni más ni menos que seis conquistas continentales. En síntesis, pasaba a la historia por siempre.




Fue triunfo sobre Unión Española de Chile por 2 a 0, en la tercera final disputada en el estadio Defensores del Chaco de Asunción, Paraguay. Ricardo Ruiz Moreno y Ricardo Daniel Bertoni fueron los goleadores. El equipo que dirigía tácticamente Pedro Dellacha gozaba de una gran calidad técnica y buen juego. Contaba con la madurez defensiva compuesta por ‘Pancho’ Sá, Pavoni, Commisso, pero sobresalía por su juventud en el ataque con futbolistas que hacían maravillas como Bochini y Bertoni.



Pero el título no fue fácil de lograr. Independiente era ya cinco veces campeón de América y una vez campeón Intercontinenta. En ese momento era tricampeón de América al hilo, pues con un equipo inolvidable liderado por Bochini y Bertoni había ganado en las ediciones de 1972, 73 y 74. Aunque sería injusto decir que sólo ellos eran el equipo, pues ninguno estaba en el primer equipo en el 72, y el primer título de ambos sería el del 73. 





Con las tres Copas seguidas, igualaban el récord del Estudiantes de Zubeldía, que también consiguió tres seguidas unos años antes: 1968, 69 y 70. Se quedó a un paso del tetracampeonato, pues llegó a la final del 71, pero perdió ante Nacional. Y superarlo y ser el primer tetracampeón de América era el sueño de la gente de Independiente, pero tras dos partidos de semifinales el sueño se esfumaba, o casi, pues estaba virtualmente eliminado: eximido de fase previa por ser el campeón, en semifinales le tocó, en un grupo de tres, Cruzeiro de Brasil y Rosario Central, argentino también. 




Y estaba virtualmente eliminado porque perdió 2-0 con ambos. Como Cruzeiro le ganó también 2-0 a Central, la clasificación estaba (a 2 puntos por victoria) así; Cruzeiro 4 puintos, Central 2 e Independiente 1. Sólo se clasificaba el primero a la final. Así que sólo un milagro podía hacer clasificar a Independiente.




El siguiente partido de la liguilla lo jugó Independiente con Central, en la Doble Visera, y se abrió un pequeño rayo de esperanza, pues se igualó el marcador de la ida, 2-0 con una notable actuación de Ricardo Bochini que marcó un golazo con todas las letras.



El siguiente partido era en el Gigante de Arroyito, si Cruzeiro ganaba o empataba, era finalista. El Canalla buscaba ganar, y que hubiera una diferencia de más de dos goles para darle la vuelta y colocarse primero, y si ganaba por dos, dependería de lo que ocurriera en el último partido. Ganó Rosario 3-1, dejándole una pequeña esperanza a Independiente. Ganar 3-0 o más. Los goles fuera de casa del duelo directo valían doble, por lo que si Cruzeiro metía 1, Independiente tenía que meter cinco, y si metía dos, los diablos debían meter nada más y nada menos que ocho goles.


EL PARTIDO DEL MILAGRO: Independiente 3 Cruzeiro 0






Aquel Cruzeiro era un equipo maravilloso, con jugadores como Raúl, Nelinho, Wilson Piazza, Dirceu López, Roberto, Batata, Palhinha, Joaozinho, que al año siguiente le ganaría la Copa a River, y dos después, perdería la Copa con Boca en los penales del partido de desempate.



La Doble Visera se llena a reventar para intentar el milagro. Pero Cruzeiro, demuestra que no ha venido de paseo y al minuto de juego Nelinho estrella un tiro en el travesaño y hace correr el miedo por todo el estadio. pero Independiente se hace con el partido y arrolla y acorrala a los brasileños. A los 34 del primer tiempo hay un penal a favor del Rojo, cometido sobre Comisso al ser agarrado por dos brasileños. Lo tira Pavoni, lateral izquierdo, y  lo cambia por gol.  Queda todo el partido por delante y hacen falta dos goles.



A los 21:30 del segundo tiempo, Bertoni saca un córner, que se cierra y se cierra, el arquero no llega a tapar y el balón se mete en la red, gol olímpico de Daniel Bertoni para que la Doble Visera explote, el Rojo está a un sólo gol del milagro.



A los 30 minutos Independiente, por medio de Pavoni, bota un nuevo saque de esquina. Todo Cruzeiro en su área, todo Independiente salvo el arquero y un defensor también. Va a sacar Pavoni, como digo, entran varios hombres a rematar, pero sólo llega Ruiz Moreno, el delantero, que cabecea a la red para que la Doble Visera se venga abajo, los diablos ha vuelto ha obrar un milagro, están por cuarto año consecutivo en la final de la Libertadores, tras estar prácticamente eliminados, la mística copera de Independiente ha podido con todo.



En la final contra Unión Española de Chile comenzó con derrota como visitante por 1 a 0 (Ahumada).



La revancha en Avellaneda fue triunfo rojo por 3 a 1 (Percy Rojas, Elbio Pavoni y Bertoni; Las Heras para la visita)


y finalizó con victoria por 2 a 0 (Ruiz Moreno y Bertoni) en Asunción del Paraguay.



LOS PARTIDOS 

Semifinales 

Fecha          Lugar                            Rival                  Res.   Goles
06/05/75      Rosario                          Rosario Central  0-2
23/05/75      Belo Horizonte, Brasil  Cruzeiro              0-2
30/05/75      Avellaneda                    Rosario Central   2-0    Pascuttini e/c y Bochini
06/06/75      Avellaneda:                   Cruzeiro Elbio    3-0     Pavoni, Bertoni y Ruiz Moreno



Finales

Fecha       Lugar                            Rival                  Res.   Goles
18/06/75   Santiago, Chile              Unión Española  0-1
25/06/75  Avellaneda:                    Unión Española  3-1      Percy Rojas, Elbio Pavoni y Bertoni
29/06/75   Asunción, Paraguay       Unión Española 2-0      Ruiz Moreno y Bertoni





GOLEADORES

RICARDO BERTONI, 3 goles
Ricardo Ruiz Moreno y Ricardo Pavoni, 2
Ricardo Bochini, Percy Rojas y Pascuttini en contra, 1



FUENTE: HISTORIADEINDEPENDIENTE.BLOGSPOT.COM


viernes, 28 de junio de 2019

HUBO UN TIEMPO EN QUE........


PIRAÑA: “UN CLUB EMBLEMA EN SU EPOCA”:


Muchos equipos se fueron del fútbol de ascenso de AFA entre los años 1950 y 1980, pero no por ello se borro el recuerdo. Hoy recordamos al equipo con ese nombre simpático, a esa institución que en una parte especifica de la cancha , como dice Alejandro Dolina en su libro “Crónicas del Ángel Gris”, acechaba el mismísimo 
diablo




LA HISTORIA

El Club Atlético Piraña nació un 4 de Septiembre de 1942 en el porteño barrio de Parque de los Patricios. Su curioso nombre tiene como referencia el apodo del goleador Jaime “Piraña” Sarlanga (actuó en Ferro, Tigre y Boca Juniors) que mantenía una estrecha amistad con el presidente y fundador del equipo, Alcides Solé.


Entre las diversas actividades que se practicaban en la institución, obviamente estaba el fútbol que se fue organizando seriamente hasta solicitar en el año 1961 su afiliación a la categoría Aficionados junto a Arsenal de Sarandi y Villa Dalmine. Curiosamente su primer partido oficial lo disputo contra el equipo de “Los Grondona” que finalizo 1-1.



En 1965 llegarían al club los jugadores que pondrían a Piraña en toda conversación futbolística de la época, estamos hablando de Héctor “Chirola” Yazalde y Delfín Benítez (Sobrino de Delfín Benítez Cáceres, goleador en la década del 30).Con ellos en la delantera, Piraña peleo palmo a palmo el campeonato de aquel año, en donde perdieron la final con General Mitre por 3-2. A pesar de la frustración de no poder ascender, el club se vio beneficiado , ya que Independiente compro a “Chirola” en la suma de $1.800.000 de aquella época.




Durante más de una década el equipo tuvo muchos altibajos en la última categoría, hasta 1978 cuando gano de punta a punta el campeonato disputando la final con J.J.Urquiza , en la vieja cancha de tablones de Argentinos Juniors, al que derroto por 4-1.



En 1979 llego a una Primera C que tenia grandes equipos: Lanus, Deportivo Español –que gano el campeonato-, San Telmo, Dep. Morón etc. La Campaña no fue la esperada, salio ultimo ganando tan solo 2 partidos, empatando 7 y perdió 29, todo esto con la suma de 115 goles en contra.



Con el descenso consumado las autoridades del club decidieron desafiliarse , ya que no podían hacerse cargo económicamente del equipo, a pesar de ello la institución siguió funcionando a nivel social y manteniendo algunos deportes.






LA CAMISETA


Su camiseta era de color blanco con 2 franjas en rojo y azul. La alternativa era totalmente roja pero con las franjas en azul y blanco.



También utilizo como uniforme oficial el color rojo, aunque siempre dependieron de las camisetas que podían llegar a conseguir, entonces su equitación oficial variaba del rojo , al blanco y hasta el azul como color predominante.



FUENTE: PIEL DE ASCENSO


jueves, 27 de junio de 2019

RECUERDOS ACADEMICOS


RACING Y UN PARTIDO PARA EL RECUERDO:

En el año 2009 la institución de Avellaneda vivió una situación curiosa cuando Rodolfo Molina, entonces presidente de la Academia, anunció la llegada de Lothar Matthaus a la conducción técnica del equipo. Finalmente, aquello quedó en la nada. Pero Racing y Alemania tienen una historia poco conocida: la visita del Bayern Munchen para enfrentar al Equipo de José en el Cilindro. En Xenen vamos a recordar aquel partido histórico.

Por Carlos Aira (info@xenen.com.ar)






No hay club en Argentina que tenga una historia tan plagada de lugares infrecuentes como Racing Club. En octubre de 2009, en pleno caos de su fútbol profesional, Rodolfo Molina llamó a conferencia de prensa anunciando la llegada de Lothar Matthaus como entrenador. Finalmente, no se concretó. Es más, el penta mundialista jamás arribó a Avellaneda. Si el ex capitán del seleccionado alemán campeón del mundo 1990 hubiera tomado el vuelo que lo hubiera llevado al dulce infierno que significa el mundo Racing, habría sido el primer germano en dirigir en nuestro medio. La realidad es que Lothar dijo niet por SMS y Claudio Vivas, una opción más terrenal, tomó un equipo que en aquellos días peleaba por no descender de categoría. Pero la historia de Racing y Alemania se tocaron en 1966. Aquel dorado 1966 en blanco y celeste.



La historia tiene su génesis en agosto de 1966. Santiago Saccol, presidente de Racing, firmó contrato con la Siemens para la instalación de un nuevo sistema lumínico en el Cilindro (que no podía llamarse Presidente Perón por aquello de las proscripciones). El estadio de Avellaneda tendría la mejor iluminación de Sudamérica y una de las mejores del mundo. Recordemos que en aquellos años una de las grandes deficiencias de nuestros estadios era la iluminación. Como ejemplo, el mítico Gasómetro de San Lorenzo tuvo durante años una iluminación compuesta por cables que bordeaban los laterales del campo de juego; colgados de ellos, enormes y vetustos tachos de luz y un sin fin de focos que llenaban de bichos la noche. De iluminación, poco y nada.



Una de las clausulas del contrato era la presencia, en el partido inaugural, de un equipo alemán. El Bayern Munchen era el mejor equipo de Alemania Federal, campeón de la Bundesliga 1965/66 viajó hacia el Río de la Plata. Dirigido por el croata Zlatko Čajkovski, el equipo bávaro tenía en sus filas tres figuras de excepción. Ellos eran Sepp Maier, considerado el mejor arquero del mundo en aquellos días. Un joven Franz Beckenbauer, sin dudas la gran figura del fútbol europeo de sus días. También vino Gerd Muller. Con sólo 22 años, en el Cilindro dio muestras de por qué, años después, sus compatriotas lo bautizarían El Bombardeo de la Nación.





El partido se jugó el miércoles 21 de diciembre de 1966. Un mes antes, Racing se había consagrado campeón revolucionando al fútbol argentino. El Equipo de José. Se presagiaba un partidazo. Pasadas las nueve de la noche, los equipos salieron al campo de juego. Una luz excepcional por lo blanquecina iluminó el campo de juego. La Academia formó con Carrizo; Martín, Chabay, Basile y Díaz; Rulli, Mori y JJ Rodríguez; Martinoli, Cárdenas y Bocha Maschio. El gran ausente fue Roberto Perfumo. El Mariscal se casó aquella misma noche.  Por su parte, los alemanes salieron con Sepp Maier; Kunstwald, Kupferschmidt, Olk y Chwarsenbeck; Ohlhauser, Beckenbauer y Rigotti; Nafringer, Gerd Muller y Brenninger.




Muchos testigos coinciden en afirmar que el partido tuvo un ritmo sensacional. La visita tenía velocidad y mecanización en sus movimientos. Racing le opuso técnica y el torbellino propio de aquel equipo. El Cilindro estuvo lleno aquella noche. Recordemos que por disposición de ubicaciones de aquel entonces, ingresaban más de setenta mil hinchas cómodos.



Nadie especuló. Bayern se puso en ventaja por intermedio de Gerd Muller a los diez minutos. El empate llegó pronto, con un cabezazo de Rubén Panadero Díaz. Un sueño: una cancha repleta, un partido de altísimo vuelo, lleno de figuras. El segundo tiempo fue histórico. No sólo por los goles, sino también por la enorme calidad de juego y actuaciones superlativas. Muller puso nuevamente en ventaja a los teutones. Una definición fantástica ante la salida del ingresado Agustín Mario Cejas. Beckenbauer se llevaba todos los aplausos; pura admiración de los hinchas presentes cada vez que Franz levantaba la cabeza y encabezaba los ataques de su equipo. Pero aquel Racing era nervio y corazón. Cárdenas le ganó al defensor Kupferschmidt y definió con clase ante la salida de Sepp Maier. La historia es injusta con el Chango. Tiene el cielo ganado luego del zurdazo en el Centenario, pero fue un goleador lleno de recursos. Goleador en la década del sesenta, cuando – por estadística – las defensas le ganaron a los ataques.




2 a 2. Un partido frenético. Miguel Angel Mori jugó su mejor partido con la camiseta de la Academia. La ambición de Racing fue la misma que mostró al año siguiente cuando ganó una extenuante Copa Libertadores. Pizzuti hizo debutar al brasileño Joao Cardoso, que días atrás era jugador de Independiente. Maschio, recostado sobre la izquierda, jugó un partido excepcional. Años más tarde, el uruguayo Rubén Paz jugaría en el mismo sector de la cancha. El ingresado Fernando Parenti también tuvo un gran partido, vital en la jugada previa al gol del triunfo racinguista, conseguido por el veterano Juan José Rodríguez, uno de los tantos desahuciados para el mundo futbolero que Tito Pizzuti reposicionó para hacer historia.



Pasadas las 23:30 finalizó el partido. Los aplausos bajaron como cataratas. Una noche increíble para Racing. Por una iluminación soñada, por un equipo que se animaba a jugarle de igual a igual a los mejores del mundo. También por un momento del fútbol argentino en el cual existían posibilidades de traer a las mejores figuras del fútbol internacional y testearlas en nuestras canchas.



FUENTE XENEN.COM.AR

miércoles, 26 de junio de 2019

EL GRAN VICENTE DE LA MATA


HACIA “CAPOTE” EN TODOS LADOS

En tiempos donde esconder la historia es ley, reencontrarnos con nuestras glorias es una necesidad. El 15 de enero pasado se cumplieron 100 años del nacimiento de Vicente de la Mata. Capote De la Mata. Entre 1935 y 1952 llenó de fútbol nuestras canchas. Surgido en Central Córdoba, llegó a la gloria en Independiente y la Selección Nacional, donde fue autor de goles antológicos. Metete de lleno en la historia.




Por Carlos Aira (info@xenen.com.ar)


Rosario, capital del fútbol argentino. El Barrio República de la Sexta está intimamente ligado a la actividad portuaria y ferroviaria. “Barrio portuario y ferroviario, porque allí estaba el FC Puerto Belgrano. Es un barrio que dio grandes jugadores, porque además de Capote fue cuna de Gabino Sosa, Federico Monestés, Indalecio López, entre otros”, nos dice Julio Rodriguez, investigador de la historia del Club Central Córdoba. Autor de un hermoso libro sobre la vida de Gabino Sosa. A orillas del Paraná, en el hogar de una familia de emigrantes gallegos, un caluroso martes 15 de enero de 1918 nació una criatura bautizada Vicente de la Mata. Hijo de Vicente De la Mata y Elena García.




“La familia De la Mata tenía una quinta ubicada atrás de la cancha de Central Córdoba”, nos dice Rodríguez. La infancia de Vicente coincidió con el despegue nacional del fútbol rosarino. Las goleadas a los gringos que venían de Europa y caían goleados. Así pasaron Real Madrid, Barcelona o Chelsea. Eran tiempos donde la inmensa figura de Gabino Sosa, crack charrúa, brillaba con luz propia a nivel nacional. Para más, en 1929 el equipo representativo de la ciudad se consagró Campeón Argentino con una mítica delantera: Agustín Peruch, Francisco Scaroni, Adolfo Cristini, Luis Indaco y Francisco Barreiro.




En 1930, con 12 años, fichó para Central Córdoba, club del cual era hincha fanático. Dueño de un cuerpo menudo, fue ascendiendo de a poco peldaños en las divisiones inferiores. Los entrenadores le veían un algo especial. Un amor singular por la pelota y la gambeta. Pero su cuerpo no pegaba el estirón. Lo cuidaban. Tanto lo cuidaban que en muchos partidos no lo ponían. En 1933 llegó la titularidad en las divisiones inferiores y un mediodía de gloria aquel 11 de febrero de 1934. Final de la Copa Beccar Varela. En la vieja cancha riverplatense de Tagle y Alvear (actual Libertador), final entre Central Córdoba y Racing Club. El preliminar lo jugaron las quintas divisiones de Córdoba y Tigre. No importó el 2-7 en contra, el pibe De la Mata estuvo presente cuando los muchachos de Gabino se alzaron – en forma singular – el máximo logro de la institución charrúa en su historia.




Finalmente, llegó la primera división. Año 1935. Fue el propio Gabino quién pidió a los dirigentes que subieran al pibe que se cansaba de gambetear rivales. También el reto en forma de un “Largala pibe, te van a lastimar“. Julio Rodríguez nos comentó el debut del pibe de la Mata con la camisa azulgrana de Córdoba: “El 12 de Mayo de 1935 hizo su estreno en el estadio de Belgrano ubicado en el barrio del mismo nombre. El partido se suspendió por incidentes del público y continuó el 23 a la mañana con cinco mil hinchas en las tribunas. Se completaron 17 minutos y apenas iba uno de juego cuando De la Mata recibió un pase de Stagi y mediante un tiro bajo marcó su primer gol. Un debut inolvidable. En dicha temporada redondeó 17 juegos y 13 goles”.



El campeonato rosarino de 1936 fue la consagración local. Un jugador maravilloso que no tenía la mayoría de edad. Digno heredero de Gabino Sosa. Su tarde memorable fue el 23 de noviembre. Central Córdoba goleó 5 a 1 a Rosario Central con tres goles del Gallego, como lo conocía la tribuna. Julio Rodríguez visibilizó la crónica de un periódico local: “Vicente De la Mata ha sido fuera de toda duda uno de los jugadores nuevos que en forma más rápida llegó al camino de la consagración, el domingo último actuando como centro delantero y ocupando el puesto que llenara por tantos años Gabino Sosa, tuvo, podemos decir su consagración definitiva como director de la línea de ágiles. (…) Puso De la Mata el domingo último los mismos al servicio de una voluntad amplia de triunfar y de esa manera llegó al final de la lucha con un saldo amplio a su favor y sin dejar de reconocer que tuvo en sus demás compañeros a colaboradores eficaces puede decirse sin temor a equivocarse que mucho de la victoria de los charrúas se debe a la labor brillantísima de su centro delantero”.





SUDAMERICANO 1937

La vuelta olímpica llegó en diciembre de 1936. Los grandes de Buenos Aires se preguntaban quién era ese pibe rosarino del cual todos hablaban. Gabino Sosa, el gran crack rosarino, nunca había querido dejar su ciudad salvo un breve paso por Instituto de Córdoba, por cuestiones de su labor ferroviaria. Durante mucho tiempo hubo una guerra fría entre Buenos Aires y Rosario. A la vera del Paraná entendían que sus jugadores eran postergados en combinados nacionales. Pero los dirigentes porteños, con el nuevo orden establecido en 1931, buscaban cracks del interior por todos lados. En 1936 Racing había contratado al genial Enrique García de Rosario Central. Todos querían a de la Mata, pero antes de pagar un dineral querían verlo jugar en un ámbito donde no les quedaran duras. La única chance era probarlo con los grandes. Por eso presionaron para su convocatoria al Campeonato Sudamericano que debía jugarse en enero de 1937 en Buenos Aires.



De la Mata debutó con la camiseta nacional ante Perú, tercer partido de Argentina en el campeonato. El día anterior había cumplido 19 años. El equipo formó: Juan Estrada; Luis Fazio y Juan Iribarren; Antonio Sastre, José María Minella y Celestino Martínez; Carlos Peucelle, Francisco Varallo, Alberto Zozaya, Roberto Cherro y Enrique García. Esa noche en el Gasómetro, el pibe rosarino veía el partido tirado en el césped, detrás de uno de los arcos. A los quince minutos del segundo tiempo, el Negro Manuel Seoane pegó el grito: “Parate rosarino, que entrás“.  Reemplazó a Cherrito, crack de la época de su ídolo Gabino.



Días más tarde fue titular ante Uruguay. Ese debía ser su partido pero su actuación fue decepcionante. Perdimos 2-3. En el entretiempo, Seoane lo reemplazó por el veterano Alberto Zozaya. El propio De la Mata recordó años después: “Cuando me sacaron con los uruguayos, me desmoralicé. Sudado, me quedé a ver el segundo tiempo. Me enfermé, no sé si de enfermedad o de amargura”. Lo que nunca hubiera imagino fue que aquella noche nació el apodo que lo inmortalizó: “Apenas toqué la gramilla, se me acercó el Cuila Sastre y me dijo: – Pibe, juntate conmigo que entre los dos vamos a hacer capote”.




A pesar de la mala actuación, Independiente – con el consejo de Sastre – pagó 27.000 pesos por su pase en pleno campeonato Sudamericano. En la madrugada del 1 de febrero de 1937 se definió el torneo y Capote fue decisivo.



El partido estuvo interrumpido varias veces por incidentes. Esta vez el camino fue diferente al de Uruguay. Capote ingresó sobre el final del partido por Pancho Varallo, único sobreviviente en cancha de la final mundialista de 1930 quién salía con la sangre en el ojo por no haberle convertido un gol a los orientales. Capote pegó dos veces en el suplementario. Argentina campeón de América. Una vez en el vestuario, la foto histórica: Bernabé, el veterano de mil batallas, abrazando al pibe que comenzaba a hacer historia. El trasvasamiento generacional. Las figuras que comenzaron en el estertor del llamado amaturismo se despedían de la selección nacional: Enrique Guaita, Alberto Zozaya, Alejandro Scopelli, Bernabé Ferreyra, Carlos Peucelle y Pancho Varallo. Comenzaba otra etapa, inmensa para el fútbol argentino.



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INDEPENDIENTE


A comienzos de la década, Independiente arañaba campeonatos. Había formado un equipo competitivo alrededor de la figura del polifuncional Antonio Sastre y el uruguayo Juan Carlos Corazzo. Independiente tenía una defensa sólida, pero – a pesar de contar con Arsenio Erico – el equipo no era goleador. Esa situación se profundizó en 1936.



Llegó la reestructuración. Para el campeonato de 1937, Independiente contrató a Capote y a Emilio Reuben, insider izquierdo proveniente de Vélez Sarsfield. La presencia de Capote cambió la cara del equipo. Un equipo que durante tres años hará historia. Independiente, modelo `37: Fernando Bello; Fermín Lecea y Sabino Coletta; Luis Franzolini, Raúl Leguizamón y Celestino Martínez; Antonio Sastre, Vicente De la Mata, Arsenio Erico, Emilio Reuben y Adolfo Martínez.



Independiente fue subcampeón detrás de River Plate, pero la sociedad De la Mata-Erico se llevó todos los aplausos. Si bien el paraguayo llegó a la fabulosa suma de 47 goles, Capote convirtió 15 (al igual que Reuben). Aparte, los rojos vencieron los dos clásicos a Boca Juniors (1-0 en la Boca y 3-0 en Avellaneda); también a la Academia (1-4 en Cuyo y Mozart y 3-1 en la Visera).




Pero 1938 fue el año de Independiente. Sastre reemplazó a Reuben en la ala izquierda. José Zorrilla a Adolfo Martínez y se sumó José Vilariño. Si una década atrás Independiente inmortalizó una delantera que la muchachada bautizó los Diablos Rojos (Zoilo Canavery, Alberto Lalín, Luis Ravaschini, Manuel Seoane y Raimundo Orsi), ahora tenían sus nuevos diablos: Vilariño-De la Mata- Erico – Sastre – Zorrilla. Los números de aquel 1938 fueron fabulosos. 25 triunfos, 3 empates y sólo cuatro derrotas. La delantera más goleadora (115 goles a favor) y la valla menos vencida (37 goles en contra). Erico, nuevamente goleador del torneo, con 43 goles.




1939 será otro gran año de Independiente. Nuevo cambio en la delantera roja: Juan José Maril por Sastre, que pasó a jugar de half. Pero será el gran año de Capote.  No solamente porque su equipo se consagró nuevamente campeón, sino porque ingresará en la historia del fútbol argentino por un gol mítico. Fue el domingo 12 de octubre de 1939. Independiente visitó a River Plate en la herradura del Monumental. Eran dos seleccionados. Los locales vencían 1 a 0 gracias a un cabezazo de Carlos Peucelle. Cinco minutos más tarde, Fernando Bello cortó un avance millonario. Levantó la cabeza y con su mano derecha le pasó la pelota a Capote que había bajado a su campo. Allí el rosarino emprendió una veloz corrida hacia el arco desnudo de cemento del Río de la Plata. Gambeteó en fila a Moreno, Minella, Vassini, Santamaria y al tucumano Cuello dos veces y otra vez a Santamaría. Cuando el arquero Sirni salió desesperado, De la Mata definió al primer palo. La corrida de todos los tiempos antes que la mítica de Maradona en México 1986.




Independiente ganará 3 a 2 aquella tarde. El propio Capote le restará méritos a su obra maestra: ” “Cuando entré al área, otra vez amagué tocar hacia Erico, que venía por el medio, pero me abrí hacia la izquierda para dejar atrás a Cuello. Se me vino encima Santamaría, ya recuperado de la primera vez que lo pasé y tuve que eludirlo abriéndome aún más a mi lado zurdo. Después de esto, quedé en una posición muy difícil para tirar al arco y para darle con mi pierna hábil, que era la derecha. Como llegaba Erico, intenté darle el pase de zurda. Sirni  intuyó la maniobra y tiró su cuerpo hacia el medio. Pero como yo le dí con la de palo, salió un tiro corto y defectuoso que se metió entre Sirni y el primer palo. Los engañé a todos. Incluso a mí, que quise tirar el centro”.




Curiosamente, para Capote aquel gol que lo inmortalizó no fue el más importante de su carrera: “Yo diría que a ese gol lo hizo famoso la gente. No creo que fuera para tanto. Es más, en ese tiempo todos los goles tenían algo de golazo. Es que la calidad de los futbolistas producía goles de ese tipo. Para muchos fue el mejor gol de mi campaña, pero yo me quedo con los dos que le marqué a Brasil en el Sudamericano”.



Hacia fines de 1939, con el nuevo campeonato rojo, Capote era el mejor insider derecho del fútbol argentino. Para Borocotó, de El Gráfico, no cabían dudas: “Fue el rosarino el más alto valor de esa línea donde actúa un Erico. Atraviesa De la Mata un momento excepcional de su vida. Está en pleno auge. Tiene una enorme facilidad de desplazamientos, una rápida y precisa concepción de las jugadas, depurada habilidad para infiltrarse. No solamente fue en la temporada que toca (1939) el más alto valor de su línea, sino que no existe en el fútbol argentino un hombre que en estos momentos le iguale. Y ha logrado en el año marcar un gol que será siempre recordado: el que señaló a River Plate luego de eludir a toda la defensa contraria y colocal la pelota en la red desde un ángulo tan cerrado, que metió la ball rozando el poste. No debe ser guía para ningún futboler una jugada personal y que, posiblemente, hubiera sido muy criticada al no tener la rúbrica de la conquista que la ennoblece, pero si como demostración de capacidad personal, de la Mata dio en esa tarde una prueba magnífica”.



Sus marcas particulares eran marca registrado: desgarbado, peinado a la gomina con la raya geométricamente al medio. Una nariz como gancho. La sempiterna seriedad que lo hacía parecer más de lo que realmente era.




En la década del cuarenta Capote fue la gran referencia de Independiente. En aquellos años el equipo no logró la perfección encontrada en el trienio 1937-1939 y estuvo lejos de los títulos. Algunos cracks iban dejando la institución, otros aparecían, como Camilo Cervino. En esos días difíciles, de la Mata fue la bandera. El grito de guerra se escuchaba en los tranvías que se dirigían hacia Avellaneda. Agitando banderas rojas y blancas, los hinchas se preguntaban y respondían: “¿A dónde va la gente? ¡A ver a Don Vicente!“. Se tejieron mitos populares. Cómo que Capote nunca dio un pase antes de haber gambeteado, por lo menos, a dos rivales.  En 1948 la alegría fue a medias. Un campeonato que lideró Racing que parecía romper una racha negra que se extendía desde 1925 en la Avellaneda blanca y celeste; pero la huelga de profesionales dejó a la Academia sin campeonato e Independiente logró el título. Fue su canto de cisne.



Capote había dejado una marca indeleble en Avellaneda. Entre 1937 y 1950, Vicente de la Mata disputó 362 partidos en Independiente, convirtiendo 151 goles. En ese lapso conquistó los campeonatos de Primera División 1938-1939 y 1948. También las Copas Ibarguren (1938-1939), Adrián Escobar (1939) y Aldao (1938-1939). Una campaña sencillamente excepcional. El Gráfico publicó: “El extraordinario delantero se ha desligado del club Independiente después de haberle prestado su inestimable concurso a lo largo de catorce temporadas. Ha sido uno de los más grandes gambeteadores del fútbol argentino”.





SELECCION ARGENTINA



Luego del Sudamericano de 1937 el paso de Capote en la Selección se extendió por años pero en muy pocos partidos. Le tocó una época plena de cracks. En su posición podían jugar futbolistas de la talla de José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Antonio Sastre o Tucho Méndez.  De 1937 su convocatoria regresó en 1943 como suplente de Alfredo Borgnia en una serie ante Paraguay por la copa Chevallier Boutell.



En 1945 comenzó como titular en aquel maravilloso equipo que ganó la Copa América en Santiago de Chile: Juan Muñoz, Vicente de la Mata, René Pontoni, Rinaldo Martino y Félix Loustau. Fue también un triunfo del fútbol rosarino. Junto a Capote, cruzaron los Andes Armando Fógel, Roberto Yebra, Rodolfo De Zorzi, Héctor Ricardo, Angel Perucca, Rinaldo Martino y René Pontoni. De la Mata marcó goles en los triunfos 4-0 sobre Bolivia y 4-2 ante Ecuador. Para el partido ante Colombia perdió la titularidad con Tucho Méndez. Será nuevamente convocado para el Sudamericano de 1946. El mismo se disputó en Buenos Aires durante los meses de enero y febrero. Jugó cuatro partidos como titular y será expulsado – toda una rareza – en la final contra Brasil, luego del escándalo, las piñas y la suspensión del partido por largo tiempo debido a la fractura de Chico a José Salomón. Aquel 10 de febrero de 1946, Capote de la Mata jugó su último partido con la celeste y blanca donde jugó 13 partidos, marcando 6 goles.




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LA VUELTA A CASA


En enero de 1951 regresó a Rosario. No lo hizo vistiendo la camiseta de Central Córdoba. Firmó contrato para Newells Old Boys. Debutó con la camiseta sangre y luto en la primera fecha del campeonato. 15 de abril, en el Cilindro, ante Racing. Newells formó: Julio Musimessi; Cabrera y Kasparian; Lombardo, Faina y Puisegur; Carlini, Manlizza, Fochi, de la Mata y Ortiguela. Igualaron 1 a 1.



La etapa de Capote leproso no fue extensa. A los 33 años, las lesiones eran recurrentes. Se lesionó en la 4º fecha ante Quilmes, regresando recién en la 16º frente a Lanús. Su único gol lo convirtió el 12 de junio de 1952, cuando en el Parque, su equipo derrotó 2 a 1 a Boca Juniors. Fueron 22 partidos, con ese gol. Era hora de regresar a casa.



En el verano de 1953 lo esperó Central Córdoba. Era el regreso al primer amor. Ya no era la Liga Rosarina, sino el campeonato de Primera B. Lo hacía como entrenador y jugador. El Gráfico publicó: “Ha vuelto a su Central Córdoba después de un período en que vistiera en el pecho la E de entrenador. No aguantó el retiro. Aquel pibe que quería jugar es el mismo que quiere jugar aunque ya tenga 36 almanaques, ¿hasta cuándo? Hasta siempre”. Julio Rodíguez nos dice que en su vuelta jugó 80 partidos, con 11 goles. Su último partido fue en el barrio Tablada. 19 de noviembre de 1955. Victoria 3 a 1 ante Excursionistas. Una trayectoria notable de 20 años. Estiró su campaña unos meses en el club Leones de Córdoba. Fútbol chacarero para sacarse el gusto.




VICENTE DE LA MATA


Casado, padre de María Alida y Vicente. Su hijo fue parte del plantel de Independiente en los años sesenta. Llegó a tener brillo propio en aquel equipo que se consagró campeón de las Copas Libertadores de 1964 y 1965 y de los campeonatos de 1963 y los Nacionales de 1967 y 1970. En el año 2000, Vicente hijo abrió su corazón y habló de su padre en el diario Olé: “Mi papá fue ídolo de ídolos. Con mi hermana íbamos a la cancha y teníamos que caminar detrás de los hinchas que lo querían ver“;
“Me aconsejaba para bien y yo me enojaba. Después vino el arrepentimiento. Tuve grandes discusiones con él, de ésas de no hablarnos por tres días. Hoy me doy cuenta de cuánta razón tenía“; “Me decía que corría demasiado, que tenía que hacer mejor el trabajo en la cancha. Me insistía: –Tenés un padre que fue futbolista, que te aconseja y no lo aprovechás. Después te va todo para el diablo. Tenía razón. ¿Qué lo iba a escuchar? No lo quería escuchar. Después había más discusiones y yo, que era rencoroso, lo hacía sufrir a mi viejo“; finalmente, declaró: “Mi apellido me jugaba en contra, porque de la Mata en Independiente fue Gardel. Hay un sector de la Doble Visera que lleva su nombre… Todo eso era un peso para mí. Jugaba contra el rival y contra mi nombre. Si las cosas me salían mal, la gente me insultaba de arriba abajo, no me perdonaban una“.



A pesar de estar en contra de los entrenadores, se puso el buzo. Dirigió a Central Cordoba, Dock Sud, Deportivo Morón, y obviamente, a Independiente. Se fue alejando de las canchas. A partir de los años 60s, con los cambios tácticos y la perdida de preciosismo en el juego, dijo que todos los jugadores eran sifones. Cuando un periodista le preguntó por su hijo, dijo: “Es un sifoncito, con algo de gas“. En los años 70s regresó a Rosario. Jornadas en su bar de Corrientes y Urquiza. Allí algunos lo sorprendían al verlo servir las mesas como mozo. Seguía manteniendo sus críticas hacia el fútbol añorando lo que vivió: “El fútbol de antes era mucho mejor, era extraordinario. Ahora, algunos directores técnicos lo complican. No voy más a las canchas. Se juega mal y no me quiero amargar. Antes, la gran diferencia estaba en que todos eran inteligentes para jugar; hoy no. Corren y la tiran larga. Salvo algunos, como Bochini, Alonso y Maradona”.



Julio Rodríguez nos pinta la introvertida personalidad del crack: “Siempre tuvo un perfil muy bajo. Cada vez que podía volvía a Rosario y a su barrio. Compartía largas tertulias con en el club Defensores del Charrúa. Mi abuelo contaba que cuando él jugaba en Independiente y había receso de verano, Capote jugaba torneos nocturnos que se organizaban en la cancha de Córdoba. Jugaba en el equipo Tomate, junto a Gabino Sosa y Waldino Aguirre. Hoy resulta impensado que un jugador participe en este tipo de torneos que se jugaban por plata“; y agregó: “Muy amigo de sus amigos. Un tipo bondadoso. En la década del 70s trabajó como mozo en su bar. En aquel tiempo muchos futbolistas incursionaron en el rubro gastronómico“.



Fumador empedernido. De dos atados por día. El vicio le pasó factura. Su salud comenzó a quebrarse. Finalmente, a las cinco de la mañana del lunes 4 de agosto de 1980, la vida de Capote comenzó a ser historia. Vicente de la Mata falleció con 62 años.  El hombre que gambeteaba rivales como sifones y metió un gol para todos los tiempos.



FUENTE: XENEN.COM.AR







lunes, 24 de junio de 2019

EL ULTIMO PARTIDO MUNDIALISTA DE MARADONA

ARGENTINA 2-NIGERIA 1 MUNDIAL DE ESTADOS UNIDOS 1994





Si a un editor de fotografía de un medio argentino le pidieran una imagen, sólo una imagen y nada más que una imagen que resumiera el Mundial de Estados Unidos 1994, seguramente elegiría una escena extrafutbolística. Sería una foto que ya vimos decenas de veces y que no por repetida deja de ser simbólica, esa que muestra el campo de juego del estadio Foxboro de Boston, pero no durante un gol, un festejo ni una acción de juego, sino en el contexto de una aparición inquietante: la de una joven vestida de enfermera y pegada como estampilla a Diego Maradona. 





Como una mujer sobre el césped de una cancha es señal de que algo fuera de lo común está sucediendo, un terremoto sacudió el 25 de junio de 1994 después de Argentina 2-Nigeria 1: esa imagen del genio acompañado por una rubia algo rolliza y con un atuendo blanco y cruz verde sobre el pecho se convertiría en la iconografía del desastre. 





Es el momento en que Maradona comienza su peregrinación hacia el control antidoping. Lo espera la guillotina y no lo sabe. Tampoco sospecha que, en cuestión de minutos, nunca más volvería a ponerse la camiseta de la Selección. Su fascinante –y a partir de entonces, también tormentosa– relación con la historia de los Mundiales está a punto de apagarse. De la mano de una chica. Y en una imagen para todos los tiempos. 





¿Pero quién es esa mujer? ¿Quién se infiltró en la antología más triste del fútbol nacional sin ser jugador, entrenador ni dirigente –ni tampoco hombre–? ¿Quién apareció de la nada en la vida de Maradona y se esfumó con la misma rapidez, todo en un pestañeo, como si no fuera una auxiliar de la FIFA, sino un espectro? ¿Por qué, y sobre todo para qué, se acercó a Maradona esa joven que pocos días después, una vez conocido el positivo por efedrina, se transformaría en el mayor alegato de las teorías conspirativas anti–Diego? 





Miles de dardos pasaron a apuntarle. En conversaciones informales de bares y veredas de Buenos Aires y del resto del país nacieron frases que, 20 años después, continúan en vigencia en las redes sociales: “A la gordita la mandó la FIFA” o “Nunca se vio a una enfermera yendo a buscar un futbolista para el control antidoping” o, simplemente, “la rubia lo entregó”.





Esa mujer que emergió y se desvaneció sin que nadie supiera siquiera su nombre, pero sobre cuyas intenciones todavía se conjetura –y, sobre todo, se desconfía–, es estadounidense, nació en Los Angeles, se llama Sue Carpenter y en 1994 tenía 33 años. La primera confusión gira alrededor de su profesión: no era enfermera, sino que trabajaba en la organización de eventos, muchos de ellos deportivos. Durante el Mundial, la FIFA la había designado como auxiliar del control antidoping en Boston. Dos años más tarde, en los Juegos Olímpicos de Atlanta, Carpenter ocuparía otro rol, el de encargada del estadio de Birmingham, la subsede de fútbol. En 1996 nadie la había reconocido hasta que ella misma, durante una charla ocasional ante un grupo de periodistas argentinos, comentó que era la chica que había acompañado a Maradona tras aquel partido contra Nigeria. Los cronistas dudaron algunos segundos –estaba cambiada, con algunos kilos menos y con un peinado diferente– pero, tras su propia presentación, la reconocieron. Carpenter no mostraba remordimiento por un pecado que no había cometido.






En realidad, su irrupción en el día trágico de la carrera de Maradona –y su coprotagonismo en la foto más emblemática del Mundial 94– fue accidental. El libro El último Maradona, cuando a Diego le cortaron las piernas, de Alejandro Wall y Andrés Burgo, reconstruye que Carpenter terminó al lado del 10 por una serie de casualidades y no por una búsqueda premeditada. La rubia esperaba el final del partido junto a sus tres compañeras sin saber que Maradona había sido sorteado para el antidoping. No había nada atípico hasta entonces: el de Estados Unidos 94 fue el único Mundial en el que, por una particular disposición, un policía y una auxiliar –esas chicas vestidas como si trabajaran en un hospital- debían entrar a la cancha para acompañar a los futbolistas desde el campo de juego hasta la sala de control. Creer que sólo hubo “enfermeras” para Maradona es un error. Y también una victimización: las hubo para los cuatro jugadores sorteados en cada uno de los partidos del torneo. Basta con chequear en YouTube el final de esos juegos.





La chica de la foto, la rubia maldita para la inquisición de los hinchas, entró en escena cuando faltaban minutos para que terminara Argentina-Nigeria. Bajo las tribunas de un estadio que se derrumbaba para ovacionar el último esfuerzo de Maradona, un Maradona genial en lo futbolístico y tan resistente en lo físico que corría como si fuera un fondista keniata por el valle del Rift, se produjo un diálogo casual entre dos personas que hasta entonces nunca se habían visto ni tratado. Una era Carpenter, que estaba junto al resto de las mujeres de guardapolvo blanco. El otro era Roberto Peidro, el médico número dos de la selección argentina –detrás de Ernesto Ugalde, en ese momento ubicado en el banco de suplentes–, y que también esperaba el final del partido. 





Peidro había llegado a la boca del túnel después de haber sacado con sus manos las bolillas del control antidoping con los números 2, el de Sergio Vázquez, y el 10. Aunque el sorteo se había realizado en el entretiempo en una dependencia del Foxboro, las bolillas elegidas al azar por Peidro permanecieron guardadas en un sobre y finalmente se mostraron a los 30 minutos del segundo tiempo. En medio de la euforia por el inminente triunfo de Argentina y por la nueva reinvención de Maradona, Carpenter se acercó al médico. Entonces nació una charla que torcería el rumbo fotográfico de esta historia: 





—Yo estuve casada con un argentino —le dijo Carpenter a Peidro, como se supone que le habría dicho al médico nigeriano si su ex marido hubiese nacido en Abuya, Lagos o cualquier otra ciudad de ese país del oeste africano. Fue ese tipo de diálogos en el que nos acercamos a un desconocido para contarle que, en realidad, tenemos un mínimo contacto en común. 




—Ah, sí, ¿de dónde? —le preguntó el médico.





—De Congreso. Nunca pude ir y me quedé con las ganas de conocer —contestó la mal llamada enfermera, que en 1994 ya estaba separada de aquel argentino, de apellido Rodríguez.





—¿Congreso? Yo vivo en Congreso —le correspondió Peidro.






—No lo puedo creer. ¿Qué significa Congreso?




Peidro le explicó entonces que el barrio le debía el nombre al palacio legislativo. Ya estaba por terminar el partido y el médico, que le había caído en gracia a la enfermera, le dijo la frase por la cual se desató el mayor malentendido del doping más célebre del fútbol.



—Andá a buscar a Maradona. Así salís en la tapa de todos los diarios. Vení que le digo que le tocó el doping.






Entonces pasó parte de lo que todos vimos: Carpenter avanzó con menos discreción que las otras tres enfermeras, aunque una de ellas también aparece en mitad de cancha, en las fotos de hace 20 años, al lado de Vázquez. En la escena del falso crimen estaban además Peidro y un joven dirigente de la FIFA, el chileno Harold Mayne Nicholls. El médico argentino les avisó a Maradona y a Vázquez que debían ir al control antidoping. El 10 se sorprendió por la presencia de Carpenter y consultó al chileno.




—Pibe, ¿y esta mina?




—Diego, saliste para el doping y ella es la enfermera. Te tiene que escoltar hasta allá —le respondió Mayne Nichools, que muchos años después sería el presidente de la Federación de Fútbol de Chile.





—Perfecto —aceptó Maradona.





Entonces Diego le tendió la mano a Carpenter y se acercó a las tribunas para festejar junto a su esposa, Claudia, y el resto de la mesa chica maradoniana: allí estaban su padre, sus hijas y los profesionales que lo trataban, el preparador físico Fernando Signorini y el personal trainer devenido en dietólogo, o sea el hombre que le había dado las pastillas con efedrina, Daniel Cerrini. Todo era fiesta. Había vuelto el mejor Maradona. No el de 1986, pero sí uno a la altura de su mito. 





Su participación en el Mundial había estado en duda pocos meses atrás: su físico le pasaba el costo de tantos excesos y en el primer semestre de 1994 no había tenido un club para jugar durante los fines de semana. Y sin embargo, otra vez, Maradona había renacido. A Grecia le había convertido un golazo y esa tarde, contra Nigeria, había habilitado a Caniggia para el segundo gol tras aquel célebre pedido del delantero: “Diego, Diego”. Recién se habían jugado dos partidos, pero Argentina era un equipo con los colmillos afilados y con derecho a plantearse un objetivo grande.






Maradona se reía camino al antidoping. Se creía limpio. Nadie sospechaba de la efedrina, ni siquiera Cerrini –mucho menos Diego-, aunque esa es otra historia. Estaba radiante cuando le tomó la mano a la enfermera, llegó a pocos metros de la tribuna y le lanzó una broma a Claudia. 






—¿Sabés cómo la vacuno a esta? Ahora me voy con ella —gritaba Diego y su esposa se descostillaba de la risa.






En YouTube hay imágenes que no fueron captadas por la transmisión central y que muestran a Diego y a Carpenter en las entrañas del estadio continuando su camino hacia al control. Un país celebraba a la distancia. Un poco por la Selección, pero sobre todo por Maradona. El mito del eterno retorno. Ya en la dependencia del doping, Diego siguió divirtiéndose. Mientras esperaba para orinar —Vázquez, que no había jugado y no estaba deshidratado, lo hizo primero—, empezó un diálogo con Efan Ekoku, uno de los dos nigerianos que habían sido sorteados. El africano le había dejado un corte en la pierna derecha. Diego lo reconoció y dijo en voz alta.





—Uy, al perro este también le tocó el doping.






El último Maradona, cuando a Diego le cortaron las piernas reconstruye que Ekoku le pidió una foto. Maradona le mostró la herida que le había causado y le dijo:






—Hijo de puta, mirá lo que me hiciste.






Todos se reían. También el nigeriano, que no entendía el castellano. Y Maradona se la siguió con onomatopeyas. 






—Vos sos un perro, sos un guau guau. —Lo apuntaba con el dedo.






En rigor, en Estados Unidos, la onomatopeya para el ladrido es “arf arf” en lugar de “guau guau”, pero por supuesto daba lo mismo. Lo central es que Maradona estaba despreocupado: no pensaba que le estaban metiendo el perro.






Tres días después, en el atardecer del martes 28 de junio, dos días antes del partido contra Bulgaria y cuando nadie pensaba en la rubia, a Maradona le contaron la terrible noticia: en su orina habían encontrado dos sustancias prohibidas, efedrina y seudoefedrina. En la concentración argentina se desató una catarata de estrategias para salvar a Maradona: el caso Calderé, la invocación a las gotitas de los antigripales Nastizol y Decidex y hasta un sondeo informal —y no de parte de los dirigentes o empleados de la AFA— para que Ugalde se hiciera cargo del error que él tampoco había cometido. Todas estrategias que serían en vano. Y entonces alguien recordó a la enfermera.





—Hija de puta, lo entregó a Diego. La mandaron a propósito.





Maradona fue excluido del Mundial el jueves 30 y lanzó una de sus grandes frases: “Me cortaron las piernas”. La FIFA intentó proteger a Carpenter. De inmediato se dio a conocer un nombre falso, Ingrid María, hasta que recién en 1996, en los Juegos de Atlanta, la supuesta enfermera confesó su nombre: Sue Carpenter. 




Pero la villana favorita, la rubia maldita, era inocente.




Por: Andrés Burgo / Fotos: Archivo El Gráfico.



FUENTE: EL GRAFICO


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