sábado, 19 de octubre de 2019

"LA COBRA DE DETROIT"

LA PELEA QUE LO CONSAGRÓ A "TOMMY HEARNS"



La noche del 2 de agosto de 1980 en Detroit, se esperaba que se dieran resultados apegados a la lógica y al favoritismo. El mexicano Pipino Cuevas y el boricua Samuel Serrano defendían sus títulos que conservaban desde hacía 4 años. Sus rivaleseran pegadores peligrosos pero se presumía que sortearían con solvencia los problemas que presentarían los aspirantes.


Pero lo que parecía una tranquila jornada de boxeo, se convirtió para la afición latina en una “Noche Negra”. Los mexicanos y boricuas que vieron –en vivo o Tv-, aquellos combates, se acostaron con la sensación de haber visto una “película de terror”.

El Campeón Welter, hasta entonces, Pipino Cuevas era un hombre de recio carácter, un pegador asesino y rematador despiadado que había noqueado a 10 de 11 rivales ante los que había defendido la corona. Nunca había caído a la lona. Su mandíbula era una roca de granito. Entraba al ring con una seriedad y una mirada amenazante que intimidaba a sus rivales. Thomas Hearns, su retador, era oriundo de Detroit y estaba invicto con la mayoría de sus triunfos por Ko. El hecho de que su Promotor llevara a Pipino a su casa por un millón de $$$, le daba mala espina a algunos.

Pipino llegó a la oportunidad titular sin haber acumulado grandes pergaminos. Habia perdido varias peleas y su última actuación había sido una derrota a manos del “Halcón” Andy Price. Tal vez por esto la gente del monarca welter AMB, Angel Espada lo prefirió antes que al propio Price, pensando que sería una defensa cómoda. Pero así no tenía previsto el destino las cosas y el 17 de julio del 76 en la Plaza de toros Calafia de Mexicali, el joven Pipino enganchó al “Cholo” Espada con su potente izquierda y lo acabó espectacularmente en el 2do round.

Lo que vino después fue sensacional para el mexicano. De las once defensas exitosas, 10 las ganó por Nocaut. Sólo Randy Shields le llegó al  límite de los 15 rounds. Noqueó cinco retadores en el 2do round: el argentino Miguel Angel Campanino, el canadiense Clyde Gray y los norteamericanos, Billy Backus, Scott Clark y Pete Ranzany. A los otros cinco: el japonés Shoji Tsujimoto Ko en 6, al ex Campeón Angel Espada lo noqueó dos veces más, una en Puerto Rico en el round 11 y en Los Ángeles en el 10mo, al norteamericano Harold Weston lo noqueó en el noveno, y al alemán Harold Volbrecht en el 5to.

El larguísimo Thomas Hearns era parte del grupo de estrellas del gimnasio Kronk de Detroit en el cual impartía enseñanzas el entrenador Emanuel Steward. Sus principales estrellas eran el Campeón Ligero AMB, Hilmer Kenty, recién coronado luego de noquear al venezolano Ernesto España en la misma “Arena Joe Louis” hacía pocos meses, y el propio Thomas Hearns, que marchaba invicto y con gran número de Kos.

Aunque no era muy nombrado, su record incluía destacados púgiles como el venezolano Pedro Rojas, Bruce Curry, Harold Weston, Sansak Muansuring, Mike Colbert y el ex Campeón Angel Espada a los cuales despachó por la vía del nocaut. No obstante, no era lo mismo noquear a estos hombres que soportar el pavoroso gancho de izquierda de Pipino Cuevas con el cual se suponía que podía matar un carnero si se lo pegaba.

El “Joe Louis Arena” estaba preparado para albergar una cantidad de fanáticos que en su mayoría, auparían al muchacho de la casa. Ya uno de ellos había conseguido una corona, Hilmer Kenty, ahora le tocaba el turno al más grande. En Amateur se había topado con Aaron Pryor, representante de Cincinnati quien lo había dejado fuera de los trofeos y de la selección.

Con los hombres en el ring, ya se notaba la enorme ventaja física a favor de Hearns, mucho más alto y fornido. El árbitro sería el griego nacionalizado surafricano Stanley Christodoulou. Los jueces el puertorriqueño Roberto Ramírez y el japonés Yusaku Yoshida, este último referee de las peleas entre Alfredo Marcano e Hiroshi Kobayashi en Aomori, Japón Y de la Betulio González-Masao Oba en Tokyo.

Inmediatamente Hearns tomó la ofensiva, apenas sonó la campana. Fuertes jabs de izquierda, seguidos de largas y potentes derechas estremecieron a un Pipino timorato e intimidado. El round se desarrolló siempre en la misma tónica. Hearns buscando colocar sus golpes con dañinas intenciones y Pipino dando marcha atrás, pero frecuentemente sacudido por las andanadas del retador.

El segundo comenzó de igual forma. Pipino no encontraba un lugar en el ring donde se sintiera a salvo de los cañonazos de Hearns. Ya las piernas se le veían vacilantes. El público rugía viendo a su muchacho dándose un banquete con el feroz –hasta a aquel día- campeón Welter. Hearns seguía pegando muy fuerte y a placer mientras Pipino, las pocas veces que intentaba responder, se quedaba corto ante el paso atrás que daba el moreno del Kronk.

Corría el tercer minuto del round cuando se pararon en el centro del ring. Hearns estiró su largo brazo izquierdo como apuntando a Pipino para la estocada. Este, inocentemente, también estiró el suyo, pero con esto lo que hizo fue dejar espacio para que la derecha de Hearns se pudiera estrellar en su mandíbula. La bomba detonó seguidamente. Pipino sintió que un corrientazo le recorría el cuerpo. Se resistió a caer, pero estaba semi inconsciente y las piernas no le respondían. Por fracciones de segundo se bamboleó hacia adelante y hacia atrás.

Pero mientras Pipino “flotaba”, Hearns tuvo tiempo de recomponer su derecha y la pegó nuevamente, esta vez en la sien izquierda del mexicano que cayó de bruces. El árbitro Stanley Christodoulou, aplicó el conteo de protección. Pipino se reincorporó casi inconscientemente. Las piernas casi no lo sostenían y la mirada estaba en el más allá. El entrenador del mexicano, Don Lupe Sánchez, le facilitó las cosas a Christodoulou y entró al ring en señal de rendición.

Todo había terminado en poco más de cinco minutos. Hasta aquí llegó el largo y brillante reinado de Pipino Cuevas en la división de los Welter. Nunca más, aunque lo intentó, Pipino volvió a ser el mismo. Nunca, siquiera, calificó para volver a pelear por el título. Hearns, en cambio, pese a sufrir algunas derrotas, se coronó hasta en cinco divisiones más y se convirtió en uno de los mejores peleadores de la década de los 80 y de la historia del boxeo.

Este 2 de agosto del 80 terminó siendo “La noche negra del Boxeo Latino”. Tres grandes campeones (Pipino, Serrano y Pambelé) resultaron noqueados y despojados de sus coronas de la AMB. Serrano volvió a reconquistarla, pero Pipino y Pambelé se acabaron para siempre, pese a que pelearon de nuevo pero nunca se recuperaron.
Por Simón Piña
FUENTE: SOLO BOXEO.COM

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