martes, 22 de septiembre de 2020

DE LA DINASTIA KILLER

BREVE SEMBLANZA DE ALFREDO

Defensor, hermano menor de Daniel y Mario, se formó en las divisiones juveniles de Rosario Central; por el parecido físico con Daniel, recibió el sobrenombre de Potrillo, ya que a aquél lo llamaban Caballo. Debutó oficialmente el 26 de julio de 1981, en un partido válido por la 31.° fecha del Metropolitano ante Racing Club, empate 1-1 con Ángel Zof como entrenador. 

Jugó en la Selección de fútbol de Argentina sub-23, convocado para tres encuentros bajo la dirección técnica de Carlos Salvador Bilardo. En 1982 comenzó a ser habitual su participación como titular, formando dupla de marcadores centrales con Edgardo Bauza. También se destacó marcando goles; el más trascendente fue en el clásico rosarino disputado el 20 de junio de 1983, cuando anotó el segundo de su equipo en la victoria ante Newell's 2-1.



Las continuas ventas de futbolistas y la no incorporación de jugadores de buena valía llevaron a Central a cumplir flojas campañas, que desembocaron en la pérdida de categoría en 1984. Killer se mantuvo en el equipo para la campaña en la Primera B 1985, en la cual Rosario Central se coronó campeón con holgura y obtuvo el rápido retorno a la máxima divisional. Dejó Central con 142 partidos y 8 goles en su haber.

Prosiguió en Quilmes (1986), Toros Neza de México (1986-88), Estudiantes de La Plata (1988), Atlante de México (1989), Toronto Blizzard de Canadá (1989) y Argentino de Rosario (1991-93).

El único partido oficial en el que coincidieron los tres hermanos Killer en cancha fue el disputado el 30 de septiembre de 1984, en el que Alfredo y Mario jugaron para Rosario Central y Daniel lo hizo para Unión de Santa Fe, finalizando el encuentro con marcador favorable a los tatengues por 3-0.

Además de ser durante varios años entrenador en las inferiores del club, en 2011 formó parte del cuerpo técnico de Omar Palma cuando éste tomó la conducción del primer equipo centralista.

FUENTE:FUTBOLISTASDEROSARIOCENTRAL.BLOGSPOT.COM

sábado, 19 de septiembre de 2020

UN GRANDE DEL RELATO

 ENZO ARDIGÓ: " GOLES SON AMORES, NO BUENAS RAZONES":


Uno siempre confesó que los periodistas que más lo marcaron, fueron “Pepe” Ardizone, quien mezclaba, el futbol, la poesía, el lunfardo, la historia y la noche  en donde un whisky no podía faltar.


Eran tiempos de Fioravanti, Zabatarelli, en donde también se destacaba Enzo Ardigó. Ese comentarista que acompañó al querido “Gordo” Muñoz. Ese que decía como frase de introducción: “Evidentemente amigos míos, en el fútbol hay que hablar claro”.

Cultura e enciclopedia, fueron sus cartas de presentación ante alguna duda futbolera o de cualquier duda.

Ardigó fue protagonista de los más notables programas deportivos  de la época. En Noviembre de 1951 acompañó a Ernesto Veltri como relator del primer partido televisado: San Lorenzo y River, jugado en el viejo gasómetro.

En el año 1966, en el mundial de Inglaterra, ante la desagradable actuación del arbitro alemán Rudolf Kreitlen, quién había expulsado al “Rata” Rattin , Ardigó tuvo la bronca y el coraje de calificarlo como “caradura calvo alemán”, lo que en nuestros días significaría un terrible insulto.

El 20 de febrero de 1977, cuando ya tenía 66 años, falleció cumpliendo el sueño de todo hombre de las canchas y las cabinas. Ocurrió en el estadio Centenario de Uruguay.

“Goles son amores y no  buenas razones” era otra de sus frases más proverbiales. Por eso y mucho más se lo seguirá recordando como uno de los periodistas con más verba, sin el “rebusque” y la incorrección a la que estamos mal acostumbrados en el fútbol , por estos días.

Enzo Ardigó es uno de los más respetables hombres de la radiofonía deportiva,  y de los que marcaron con su pluma la línea estrecha entre la cultura y la barbarie, muy distinto a lo que ocurre hoy cundo uno enciende una radio o un televisor.

 Don Enzo Ardigó, quién dio cátedra de esta profesión y murió como los apasionados sueñan, en una cabina de fútbol, sintiendo el coro de ángeles, bajando de una tribuna, siempre tendrá el respeto de los seguidores del fútbol.


FUENTE: JUJUY AL MOMENTO

viernes, 11 de septiembre de 2020

NO LO PODÍAN DETENER

EL FERROCARRIL MIDLAND QUE ERA INVENCIBLE 

No es una fábula de barrio. Es una historia concebida en la placenta de la localidad de Libertad, al oeste del Gran Buenos Aires, y conectada al cordón umbilical de un campeón, de un invicto, de un récord. 




Los padres de la hazaña hasta hoy inigualable no son superhéroes conocidos. Al contrario: lo más valioso de aquel Midland del 88/89 podría ser que gente ordinaria hizo algo extraordinario. 


No es una afirmación antojadiza, basta con correr la mirada del pasado y enfocarla en el presente. El que ahora lleva su auto a arreglar es un muchacho común, con apellido común –Cardozo– que va ahí porque en ese taller, dice, el dueño sabe de electricidad mecánica como nadie. El tipo chiquito, pelado, es el mayor experto en encendido de motores, según Cardozo. 


Si no fuera porque es verdad, cualquiera sospecharía que no pudo ser lo que sucedió hace casi 30 años. Que el morocho, el que lleva el auto a arreglar siempre al mismo lugar, fue el capitán del Midland campeón de la D que ganó un campeonato invicto, que luego se extendió a 50 partidos sin perder. 


Y menos, muchos menos, que el otro, Alfredo, el que mide menos de 1,70 metros, fue el goleador temible que con 20 conquistas arrastró a Midland a lo que ningún equipo logró en la historia del profesionalismo en Sudamérica. “Villa era un crack, nosotros hacíamos todo para darle la pelota y él se encargaba de hacer el gol”, le cuenta Juan Pablo Cardozo a Enganche. Villa es Alfredo y lo que dice Cardozo es cierto, no es una fábula de barrio: una vez existió un equipazo al que nadie le podía ganar. 



La primera pista del mapa genético de un equipo imbatible hay que rastrearla en el torneo anterior de la D al del 88/89, en el que se consagró campeón Lugano. De ese club pasaron a Midland al campeonato siguiente el DT, Carlos Ribeiro, y seis jugadores: Miguel Zahzú, Cardozo, Julio Berón, Juan Vega, César Carrizo y Luis Coronel. Cinco fechas antes de terminar el torneo del 87/88, Lugano fue a la cancha de Midland y fue empate 2 a 2. Ribeiro, que fue atormentado por la hinchada local, cuando terminó el partido giró, miró detrás del alambrado al jefe de la barra de Midland y, como si hubiese tenido una epifanía, le gritó: “En unos meses los dirijo a ustedes y los saco campeones”. Fue peor. 

Pero un año después, la barra de Midland incorporó en su cancionero un hit en el que se nombraba al entrenador: “Que nos traigan la falopa y el Resero, de la mano de Ribeiro la vuelta vamos a dar”. “El jefe de la hinchada, que cuando estaba en Lugano me quería matar, después me amaba”, contó Ribeiro en el especial del programa Fuimos Héroes de Fox Sports, realizado en 2009. “Ribeiro era un loco de la guerra”, lo define Juan Montenegro vía telefónica. El entonces lateral derecho cuenta una anécdota, que repetirán como una letanía todos los consultados de aquel plantel: “Ribeiro llevaba puesta una campera, no se la sacaba durante los partidos. Pero cuando llegó el verano era imposible usarla. Entonces él se ponía hielo en los bolsillos internos de la campera y la usaba igual”. 

Montenegro, que a los 50 años se dedica a trabajar con cámaras de seguridad y telefonía, rememora: “Ese equipo volaba. El profe nos tenía diez puntos. En los últimos 20 minutos de los segundos tiempos robábamos”. Fue eso: un robo. Midland ganó 27 partidos y empató 9. Le sacó seis puntos de ventaja al segundo, que con el sistema actual de tres puntos hubiesen significado diez. Y además fue el que más goles convirtió (70) y al que menos le marcaron (13). La preparación física fue clave en futbolistas que ya habían amagado con un récord cuando jugaban en Lugano: aquel campeón del 87/88 estuvo invicto durante 28 partidos. El encargado de la puesta a punto de los músculos de los jugadores de Midland era Luis Lescurieux, hoy director de la escuela de técnicos de Vicente López. En esa institución se recibió como entrenador Cardozo, que cuenta con orgullo que en el curso tuvo de compañeros al Cholo Simeone y a Diego Cocca. “Éramos aviones”, dice el ex capitán.

De a poco Midland, que se destacó por cómo jugaba a ras del piso en canchas poceadas, se convirtió en un animal voraz dentro de un ecosistema con presas resignadas. En la fecha 36, a tres del final, el equipo que necesitaba un empate para ser campeón se enfrentaba de local contra Yupanqui, que necesitaba ganar para no caer en el abismo de la desafiliación. En la previa del partido, los jugadores visitantes exhibieron una bandera insólita: “Midland sos el mejor. Yupanqui te saluda”. La bestia invicta se tragó a su rival, con un 3 a 0 que no admitía concesiones.    

Cardozo tiene una memoria enciclopédica. Recuerda cada partido como si repasara el campeonato ahora mismo en Internet. Dice, y es así, que el primer gol de local a Midland se lo hicieron recién en la quinta fecha de la segunda rueda. El que rompió esa racha del arquero Zahzú (el año pasado dirigió a Atlántico FC, de República Dominicana, y lo llevó a ganar su primer título) fue Hugo Dell’Oglio, de Liniers, que sería subcampeón. Si hay una pequeña piedrita en el zapato de un equipo que puso a todos bajo su suela fue Liniers, el único equipo al que Midland no le pudo ganar: empataron ambos partidos 1 a 1.

Sin embargo, el rival que nombran estos héroes sin el bronce de los grandes cracks es Sacachispas. “Esa fue la única vez que estuvimos a punto de perder el invicto”, dice Montenegro. En la fecha 27, Midland perdía 1 a 0 de visitante y el árbitro ya había marcado tiempo adicionado. “Estábamos todos lanzados al ataque, desordenados”, aporta Cardozo. Berón lo revive en modo de relator: “Era la última jugada, vino el centro, entró Cardozo por el segundo palo, convirtió el gol y cuando fuimos a festejar, de la desesperación, la gente tiró el tejido y el tapial”. La única dosis de angustia de un campeón que ganó el torneo con una soberbia nunca vista fue paradójica: con los hinchas cayéndose encima de los jugadores que pasaron a todos por encima.

Oscar Álvarez es el Pini. En Libertad para lo único que usa su nombre y apellido es para hacer trámites. El Pini es el que menos jugó en aquel torneo 88/89: apenas un partido. Pero se siente tan campeón como el resto y una pieza clave en un sentido: “Yo jugaba en la Reserva y éramos los sparrings de la Primera. Montenegro revela un secreto: “No perdíamos ningún partido, pero en las prácticas a veces nos ganaba la Reserva”. Y arriesga una ucronía, quizás exagerada: “Si la Reserva jugaba el torneo de Primera, creo que salía subcampeona”. 

Después del título, la base de jugadores que hizo el recorrido Lugano-Midland se fue a San Telmo. Los que se quedaron en el equipo de Libertad, ya en la C, arrancaron con la herencia de 40 partidos invictos (dos pertenecían a la temporada 87/88: el récord se inició con el triunfo 3 a 1 ante Fénix en la fecha 37, el 20 de febrero de 1988) y con un nuevo entrenador, Ricardo Della Vecchia. Montenegro era uno de los futbolistas que se quedó para extender el invicto a 50 partidos. 

Pero el día en que Midland perdió después de un año, seis meses y 26 días, él estaba lesionado: “Vi ese partido desde la platea. En ese momento no me di cuenta de lo que significaba esa derrota. Es que nosotros no tomábamos dimensión del invicto”. En el comienzo de la temporada 89/90 Midland ganó siete partidos y empató tres. Hasta que ocurrió el gol maldito de Germán Melo. El 9 de septiembre de 1989, Sarmiento consiguió lo que parecía imposible: que Midland se fuera de una cancha con una derrota. Raúl Ramírez hoy es encargado de edificio y junto con Oscar Maidana (es pintor y vive a una cuadra de la cancha de Midland) son los únicos que jugaron en los tres torneos que abarcó el invicto completo. El Rata Ramírez, que jugaba de 2, da 30 años después su impresión de la jugada que fijó el tope de la racha: “El arquero de ellos sacó largo y la pelota me venía a mí, pero se me cruzó Hugo López, que no llegó a rechazar. A mí me descolocó su movimiento y le pifié a la pelota. Le quedó a uno de ellos (Melo) y se fue mano a mano. Todavía lo estoy puteando a Hugo”. 

El récord mundial de partidos sin perder es un tesoro de África. El ASEC, de Costa de Marfil, se mantuvo 108 encuentros sin derrotas entre 1989 y 1994. Los ex futbolistas de Midland, sin embargo, se miran en el espejo del Steaua de Bucarest. El equipo rumano que perdió la final Intercontinental contra River (1 a 0, en 1986) acumuló 106 partidos invicto en su liga entre las temporadas 1985/86 y 1989/90. Peñarol alcanzó la marca de 56 sin perder, entre 1966 y 1968. Pero no fue un invicto solo de liga, como el récord sudamericano de Midland. El equipo uruguayo lo logró con el bonus track de las Copas Libertadores e Intercontinental.

Las fotos en sepia de un equipo que hizo historia suelen tener una camiseta intrusa. En aquel torneo del 88/90 Midland solía jugar con una camiseta celeste, en vez de la tradicional blanca con una banda azul atravesada en diagonal. “Era Adidas, no sé porque era celeste pero nos gustaba”, dice Pini Álvarez, ahora empleado municipal. En el pecho estaba estampada la publicidad de Tostadas Mendes, la empresa de un directivo del club de esa época. “No tengo esa camiseta”, se lamenta Cardozo.

 Tampoco sabe el porqué de esos colores Berón, que hoy trabaja como camionero haciendo el reparto a supermercados, de 2 de la mañana hasta el mediodía. Después de una siesta, el Chulo recupera energías para hacer lo que más le gusta: volver a ponerse la camiseta (tradicional) de Midland. Él, Cardozo, Seoane, Coronel y Álvarez juegan en el Senior del club de Libertad, dirigidos por Montenegro. Ramírez los va a ver; no puede jugar porque el año pasado tuvo un infarto. Es la manera de todos de reencontrarse con el pasado, de hacer lo imposible para sobrevivir al olvido. “Estoy gordo, tratando de volver”, se sincera Cardozo”. “Hay alguno pelado, otro con panza, otro con más cara de viejito, pero estamos. Lástima que Villa no pueda jugar, porque lo operaron de la cadera”, se lamenta Montenegro, ahora con ojos de entrenador. De algún modo, también, es la reinvención de un grupo que siente que no es reconocido como debería. Que la épica de ese campeón invicto no fue coronada con homenajes merecidos. 

Lo dicen en voz alta, pero es un detalle. Les alcanza con el recuerdo de la gente, que llenaba todas las canchas y veía los partidos hasta arriba de los techos de las casas. En la profundidad de sus soledades, donde solo hay silencio, los jugadores del invicto dorado saben exactamente lo que hicieron: lo que nadie jamás pudo repetir. 


Imagen: Cristian Flores
PAGINA 12

viernes, 4 de septiembre de 2020

UNO DE LOS JUGADORES MAS QUERIDOS DEL AMBIENTE

EL RUSO PRÁTOLA: "TODO UN ICONO"


Un 20 de Mayo de 1969  no es un día más para Estudiantes.  Nacía en la ciudad de La Plata quien se convertiría en uno de los íconos de la década del noventa para el club: Edgardo Fabián Prátola, el Ruso, ese al que el club le dedicó sus tres títulos de 2006 a 2010.


El 20 de mayo de 1969 vino al mundo el Ruso, dos días antes de que el León conquiste su segunda Copa Libertadores, y desde chico se sumó al club. Debutó en la Primera Albirroja en la temporada 1988/89, y en total, en dos ciclos, disputó 237 partidos y marcó 7 goles.

En el año 2000, luego de cuatro años alejado del Pincha, el defensor retornó a la institución, pero antes de finalizar la temporada fue diagnosticado con pólipos y luego con cáncer en el colón, enfermedad por la cual, trece meses más tarde, pasó a la posteridad.

El 11 de marzo de 2001 es sin dudas una de las fechas más recordadas en lo que a su historia futbolística se refiere: en aquella jornada, con varios kilos perdidos, pidió jugar el Clásico ante Gimnasia sin saber que ese sería su último partido. Estudiantes, con él en cancha, ganó 2-1.

Después de trece meses luchando contra su enfermedad finalmente falleció a los 32 años el 27 de abril de 2002, día en el que el León debía jugar ante Independiente. Finalmente ese partido se jugó porque era lo que el propio Prátola hubiera querido.

En los años posteriores el Ruso estuvo siempre presente: Juan Sebastián Verón y José Luis Calderón, ex compañeros suyos en sus inicios, le dedicaron el título del Apertura 2006, y el grupo repitió la dedicatoria en la Libertadores 2009 y en el Apertura 2010.

FUENTE: CIELOSPORTS

jueves, 3 de septiembre de 2020

UN CHAQUEÑO TRICAMPEÓN

ENRIQUE CHAZARRETA DE COLECCIÓN
En el año 1968 toda la provincia de Chaco se vio sorprendida por los 5 millones de pesos que San Lorenzo de Almagro pagaba por un volante que jugaba por aquel entonces en el club Sarmiento.


Se trataba de Enrique Salvador Chazarreta, quien años mas tarde seria una pieza importante para que el conjunto de Boedo consiguiera los tres títulos de de la década del 70.
Si bien San Lorenzo había comprado su pase, primero lo cedió a Argentinos Juniors donde jugó durante 1969 en 37 partidos anotando 2 goles. Reconocido por su inteligencia dentro de la cancha, al año siguiente vuelve a Boedo para empezar a escribir una de las páginas más gloriosas del club, siendo titular en el equipo bicampeón de 1972 y en el que obtuvo el Torneo Nacional de 1974, este último al lado de su hermano Pedro.
En total, vistió la camiseta azulgrana en 196 oportunidades convirtiendo 31 goles y participó en la Selección Nacional entre 1973 y 1974 jugando 12 partidos, también integró el plantel que viajo al Mundial de Alemania 1974, donde entró con la camiseta numero 8 en el partido ante Italia, por la primera ronda.
Nota: Gentileza de "El Cuervo" - Un Sentimiento Inexplicable - Cada día, un recuerdo.
FUENTE: MUNDO AZULGRANA

martes, 25 de agosto de 2020

CUANDO CONQUISTO LA CIMA

LA HORA MÁS GLORIOSA DE PEDRO DECIMA 

Faltaban alrededor de 30 segundos para que terminara el 4º round, y la derecha del retador Pedro Décima se clavó contra el pómulo de Paul Banke, quien cayó por tercera vez en ese asalto y perdió así de manera automática. Fue un 5 de noviembre de 1990: hace 20 años, un boxeador de Del Viso se ponía el cinturón y llegaba a lo más alto.



Pedro Rubén Décima nació en 1964 en Benjamín Aráoz, Tucumán, pero es vecino de Del Viso desde hace más de 35 años. Su padre, un fanático del boxeo, prometió hacer todo lo posible para que su primer hijo fuese pugilista y cumplió, llevando a Pedrito a un gimnasio para tirar sus primeros golpes. “Yo siempre fui muy tranquilo, nunca un peleador”, dice ahora Décima.

“Empecé a los 16 años en la Federación y gané el Campeonato Aptitud, el de Novicios y el Argentino de Novicios, tres títulos seguidos en un año”. Convertido en una promesa, participó de los Juegos Olímpicos Los Ángeles 1984, llegando hasta cuartos de final. Precisamente, Estados Unidos sería un lugar muy especial en su carrera: entre 1987 y 1989 registró victorias que lo posicionaron.

“Vivía en Las Vegas –recuerda-, en la casa de mi entrenador, Miguel Díaz, que para mí era como un padre. Estando en la Argentina no tenía rivales, entonces ‘Tito’ Lectoure me mandó para EEUU, porque acá no me quería pelear nadie”.

“La oportunidad de pelear por el título mundial ya se venía hablando, pero me esquivaban. Hasta que salió la chance contra Paul Banke”, recuerda Décima, definiendo a su oponente como “un guerrero que iba al frente y tiraba. Era un noqueador”. Y agrega: “Yo siempre estuve bien entrenado, pero un mes antes me fui a EEUU y seguí la preparación allá. Mentalmente estaba tranquilo”.

La pelea se realizó en Inglewood, California, donde Banke era totalmente local. Sin embargo, el argentino no se amilanó en ningún momento, tomando las riendas del combate desde un principio. “Lo boxeé bien y sintió mi mano ya en el primer round. Ahí me di cuenta que lo tenía, ya sabía que iba a ganar porque me sentía fuerte”.

Décima comenta que “de entrada empecé bien, con izquierda y derecha, tenía todo controlado desde el principio. Yo sabía que iba ganando, hasta que se definió en el 4º, cuando lo tiré tres veces. Fue una alegría tremenda para mí y para todos los que estaban conmigo. Mi familia la siguió desde Argentina, por televisión”.

En ese entonces, Pedro ya estaba casado con Miriam, mientras que su primer hijo (Miguel) tenía pocos meses de vida. Con los años llegaron Marisol, Camila y los mellizos Julián y Rosario. De vuelta en el país, la gente lo acompañó desde que llegó al aeropuerto de Ezeiza hasta Del Viso. “Llegué de día y durante toda la tarde la localidad festejó”, recuerda, afirmando que “salir campeón no me cambió para nada mi manera de ser –asegura-, soy una persona muy corta para hablar. No soy el típico boxeador bocón, se habla arriba del ring. No me gusta lo otro, siempre fui controlado. Lo mismo con el entrenamiento”.

El reinado de Pedro Décima duró apenas tres meses, ya que en febrero de 1991 resignó el título del CMB ante el japonés Kiyoshi Hatanaka, en Tokio. “Me hubiese convenido, como primera defensa, pelear de local contra alguien accesible, pero no tuve suerte”, afirma.

La pelea fue tremenda. Tanto que El Gráfico tituló “Fue sangrienta y terrible”. El boxeador tiene una teoría sobre lo que sucedió: “En Japón no pude dar bien con el peso, si no, no me ganaba. Hace un tiempo, Miguel Díaz vino al país y me dijo ‘la culpa la tuve yo’. Si hubiese estado bien físicamente no me ganaba. Si lo corté todo, lo tiré en el primer round... Pero fue más fuerte y me ganó, por nocaut técnico”. El campeón había muerto de pie.

El último tren para volver a pelear por el título pasó por Las Vegas, en 1992, ante Rudy Zavala. Con 44º de temperatura, Décima cayó por nocaut técnico en el 6º, luego de complicarse por un cabezazo artero del rival que le produjo un corte que no paró de sangrar. Al año siguiente disputó otras tres peleas en Argentina, la última de ellas el 23 de octubre, ganando por nocaut ante el brasileño Almir Fernandes de Oliveira. Luego de esa pelea, Décima colgó los guantes. Tenía 29 años.

“Luego de retirarme empecé a trabajar en la Ford, y ahí sigo. Además, hace un año y medio el Municipio me puso al frente de la Escuela de Boxeo, en Presidente Derqui”. Allí se entrenan desde chicos de 10 años hasta adultos de más de 40, incluyendo mujeres. “Es un buen ejercicio –asegura-, se saca a los chicos de la calle, se les dice que sean buenos, que no peleen, que se descarguen pegándole a la bolsa todo lo que quieran”.

Sobre el temprano retiro, expresa: “Cuando no peleás y tenés chicos para mantener, no queda otra... No podía sentarme a esperar varios meses por una chance. Me iba todos los días en colectivo a entrenar al Luna Park, y era un gasto. Siempre me costó conseguir peleas, ahora veo que cualquiera consigue una chance con muy pocos combates”.

Además, se lamenta porque “no hice diferencia económica, gané todo pero no pude ganar plata. No tengo como para estar bien. Es muy mal pago el boxeo, el jugador de fútbol cobra fortunas, pero el boxeador pelea, le pagan poco y después está como cinco meces sin pelear. Y algunos hasta quedan mal por las trompadas que reciben, yo tengo compañeros de mi época que no pueden ni hablar...”.

Pasaron 20 años del día más glorioso para Pedro Décima. Hoy, sus compañeros de la Ford lo agasajarán con un asado. Además, a cada pibe que entre al gimnasio le seguirán diciendo: “Ese que está ahí, de bigotes, salió campeón del mundo”.

La posibilidad de entrenar y pelear en los Estados Unidos le dio a Pedro Décima la chance de estar cerca de sus ídolos, monstruos del boxeo de todas las épocas.

“Me crucé con Tommy Hearns, Sugar Ray Leonard y ‘Mano de Piedra’ Durán, entre otros. Además, a Mike Tyson lo conocí en el ’90, entrenando en el mismo gimnasio de EE.UU: lo ví hacer guantes y era increíble, pero si te dedicas a la bebida, la droga, la joda, terminás como terminó él”.

por Alejandro Lafourcade

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sábado, 15 de agosto de 2020

EL PRIMER GRANDE EN DESCENDER

UN 15 DE AGOSTO DE 1981 PERDÍA LA CATEGORÍA SAN LORENZO DE ALMAGRO

La popular que da sobre la avenida Avellaneda está colmada de agitación, nervios y desesperanza. El sol brilla a pleno en la tarde de sábado en Caballito. Miles de almas sufren, otras lloran, algunas pocas maldicen la fortuna. El sábado 15 de agosto de 1981 tiene dos hitos inolvidables en la historia del fútbol argentino: la desazón que se vive en el estadio de Ferro contrasta con la alegría que, lejos de allí, se vive con la consagración del fabuloso equipo de Boca, de Diego Maradona y de Miguel Brindisi. Dicen que la historia la escriben los que ganan. 




Pues San Lorenzo, aquella gris jornada en la memoria de los hinchas azulgranas, escribió la suya desde la caída y el ocaso; ese día, el club de Boedo se convirtió en el primer equipo grande que descendió a la segunda categoría del fútbol argentino en 50 años de profesionalismo. Una historia que, desde 1931, estuvo siempre cargada de suspicacias y acuerdos tácitos en beneficio de los equipos más populares; un mito que sostenía que un grande nunca iba a jugar en la B. 


Es la última fecha del torneo Metropolitano de ese año. San Lorenzo, conducido por Juan Carlos Lorenzo, se enfrenta con Argentinos, al que le lleva un punto de ventaja. La igualdad sería la salvación para el conjunto azulgrana. La sensación es que sólo un desastre determinaría el descenso de San Lorenzo. Y el comienzo del encuentro pareció darle la razón al imaginario futbolero. A los 17 minutos de la primera etapa, el árbitro Carlos Espósito señala penal en favor del conjunto de Lorenzo. 



Emilio Delgado se para frente a la pelota y cruza la mirada con el arquero uruguayo Mario Alles; piensa en el partido que los enfrentó por la primera rueda, cuando el delantero vulneró, también desde los doce pasos, al uruguayo, en el empate 1 a 1. Ahora sólo tiene que repetir, aunque la responsabilidad sea mayor. Pero no; Alles le contiene el penal. 




La igualdad, empero, todavía lo favorece. Sin embargo, cerca del final de esa etapa, Espósito marca otro penal, esta vez para el equipo de Paternal. Mendoza no adivina el remate de Carlos Salinas y Argentinos pasa al frente. Ya en el segundo período, San Lorenzo no puede torcer lo que parece ser un destino inexorable. Lo intenta todo, hasta cambiarse la camiseta original por la blanca suplente, con vivos rojos y azules, en busca de un amuleto que cambie los designios de la Providencia. 



No hay caso; gana Argentinos por 1 a 0. San Lorenzo, el primer grande que pierde la categoría. Un amargo privilegio al que, luego, se le sumaría Racing. Hay dolor en las tribunas. Hay lágrimas en algunos jugadores dentro de la cancha. Así lo demuestra el uruguayo Sergio Villar, símbolo de San Lorenzo, que jugó durante trece temporadas en el club y obtuvo cuatro títulos. 



"Aquello lo viví con mucha tristeza. Todos pensábamos que el equipo no se podía ir, pero estaba relacionado con no querer ver los errores que se habían cometido. El descenso era merecido por la actuación de San Lorenzo; si el año anterior ya nos habíamos salvado", recuerda, con la voz apagada por el sombrío recuerdo, el jugador que tiene más presencias (445 partidos oficiales) en el club. "Yo era un pibe en ese entonces, tenía 19 años -rememora Walter Perazzo-, y lo viví con mucha intensidad. Todo aquello fue el resultado de muchos años de hacer mal las cosas por parte de los dirigentes, de traer jugadores que no estaban a la altura del club.




" Aquella temporada, San Lorenzo se despidió de primera jugando el Nacional. Al año siguiente, el 6 de noviembre, llegaría esa suerte de refundación del club, que fue su paso por la B, con una campaña arrolladora que lo devolvió a la primera división. Sin embargo, aquel equipo no entró en la historia por su ascenso. Es que fue en 1981 cuando San Lorenzo marcó un hito desde la derrota y terminó con aquello de que los grandes no podían perder la categoría.


FUENTE: LA NACIÓN 

jueves, 13 de agosto de 2020

GLORIA Y TRAGEDIA DE KID PAMBELÉ

EL HOMBRE MÁS IMPORTANTE DE COLOMBIA 

Contaba el expresidente colombiano Belisario Betancur que, en cierta ocasión, se celebró una reunión de compatriotas en Madrid. Al hacer acto de presencia Gabriel García Márquez, alguien exclamó: “¡Acaba de llegar el hombre más importante de Colombia!”. El escritor movió la cabeza, simulando buscar a alguien en la sala. Después dijo: “¿Dónde está Pambelé?”.

¿Quién es Antonio Cervantes Reyes, alias Kid Pambelé? Es un excampeón mundial de boxeo -custodió siete años el título- que salió del infierno, tocó el cielo y no supo -o no pudo- mantener el vuelo. Una historia que es la de tantos otros que no tenían nada, lo lograron todo y regresaron a la casilla de salida con la penitencia añadida de haber probado el sabor, el respeto y los lujos que acompañan al éxito.
En El oro y la oscuridad (Aguilar), el periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos ofrece una magnífica biografía del púgil. Levanta, a través de una historia personal, una historia universal. Aplicable al deporte y a la vida. Y lo hace con la técnica que cimenta las grandes crónicas: acudiendo a las fuentes, preguntando, volviendo a preguntar, con un ojo siempre dispuesto para los detalles, y la voluntad de guiar y acompañar al lector en la trayectoria vital y profesional de Pambelé.
La del boxeador colombiano es, también, la historia de tantos otros pioneros que levantan la autoestima de un país. “Antes de él éramos un país de perdedores. Nos consolábamos conjugando el verbo casitriunfar. Vivíamos todavía celebrando el empate con la Unión Soviética en el Mundial de fútbol del 62. Pambelé nos convenció de que sí se podía y nos enseñó para siempre lo que es pasar de las victorias morales a las victorias reales”, explica en el libro el periodista Juan Gossaín.
Pambelé se retiró en 1983. Tenía 38 años. Comenzó entonces una vida de excesos que lo llevaron por el camino del alcohol y las drogas, y también a dilapidar las ganancias obtenidas a lo largo de su carrera. Convertido en un personaje al que casi todo el mundo dice haber visto hace cinco minutos, vive anclado en sus años de gloria, a los que regresa mentalmente con una precisión milimétrica. Quizá sea esa la única forma que tienen los héroes de afrontar la tragedia que protagonizan.
FUENTE: EL PAÍS

domingo, 9 de agosto de 2020

EL DE LOS BOTINES BLANCOS

"LULU" SANABRIA UN PERSONAJE INOLVIDABLE 


No es por haber jugado en 17 equipos que Jorge Armando Sanabria se sienta y empieza a responder. Tampoco por haber sido goleador y menos aún por su llamativo sobrenombre, ese Lulú que se ganó por el pelo largo, los pantalones ajustados y los botines blancos allá por los 70.

Jorge Sanabria,  guarda una historia personal fascinante. Hoy la cuenta con gracia, pero hasta él admite que en algún momento lo aterrorizó.
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Actuó en Colombia, en Sudáfrica y en El Salvador. En Colombia, el presidente de su primer club (Unión Magdalena) estaba sospechado de ser un poderoso narcotraficante. En Sudáfrica jugó para un conjunto de zulúes. Era el único blanco en la peor época del apartheid. Y en El Salvador cayó en medio de una zona tomada por la guerrilla. Por las noches dormía debajo de la cama.
El lo cuenta mejor.
-Empecemos por Colombia.
-Fui en el 77. Ahí había un tipo que siempre llevaba un revólver encima. "Hola panita (es como decir amigo)", me decía. "Tú me ves todos los días con un revólver". Sí, le decía yo. "¿Sabes qué pasa, panita? Yo ahora salgo acá a la esquina y me encuentro con una familia y nos matamos a tiros". Claro, había familias rivales. Te estoy hablando del año ´77. Allá iban y te hacían pum en la cabeza por 100 dólares.
-Según el libro "Los amos del juego", por aquella época la dueña del Magdalena era la familia Dávila, sospechada por narcotráfico...
-Yo eso no lo sé, pero recuerdo que el presidente vivía en un cuarto piso. El resto del edificio estaba custodiado por unos grandotes armados hasta los dientes.
-¿No te provocaba miedo?
-Y... sí. Lo mismo cuando le pegué a un jugador que era amigo de un traficante. Fui a jugar contra el América, en Cali. De marcador central tenían a un tal Reyes. El tipo me decía te vuá matá, juep... Me pegó, me escupió, me insultó, hasta que en una jugada se cae y la pelota le queda acá (se señala el tórax). Yo vengo corriendo y le pego una patada con la que no lo maté de casualidad. Se me vinieron todos al humo. Después, en el vestuario, un compañero me dice:"Pero qué hiciste, le pegaste a un traficante. Ahora te van a mandar a los muchachos".
-¿Nunca te pasó nada?
-No, pero me preocupé. Yo después le expliqué al presidente que el negro me había matado a patadas todo el partido. Por las dudas...
-¿Sabías qué era el presidente?
-Te digo: yo soy un loco por las armas. Tiro desde chico. Una vez lo vi al presidente con una campera. Abajo le colgaba una Magnum impresionante. Le pregunte qué era eso. Me la mostró y me dijo: "¿La quieres? Si se clasifican para el octogonal te la regalo". No nos clasificamos, era imposible.
-Entonces, tenías una relación bastante cercana.
-Los presidentes de los clubes, con los extranjeros que andan bien, siempre tienen una relación especial. A mí hasta me consultaba a quién traer y a quién no.
-¿Alguna vez le preguntaste por su ocupación?
-No, pero hoy lo hablaría.
-¿Te asustaba el entorno?
-No, para mí era una aventura. En El Salvador sí tenía miedo. Tendrías que ver las cartas que le mandé a mi novia. Eran todas testamentos: dejale el coche a éste, la casa a aquel...
-¿Pensabas que te iban a matar?
-Sí, pensaba que me mataban en cualquier momento. Yo vivía a 280 kilómetros de la capital, en San Miguel. Para ir a la capital tenías que atravesar la selva por un camino de montaña, donde estaban escondidos los guerrilleros. ¿Sabés qué hacían?
-¿Qué?
-Paraban el ómnibus. "Colaboración para la causa...", te decían y te pedían guita. Eran del MLN. Nosotros teníamos un brasileño en el equipo. Y una vez se lo quisieron llevar. "Vos, brasileño, te venís con nosotros a la montaña". El tipo se puso a llorar, pero nada. "Te venís". Y nosotros, en aquel momento, teníamos al jugador que había hecho el único gol de El Salvador en el Mundial de España: Zapata. El habló con el guerrillero para que no se llevaran al brasileño. Y lo dejaron. A partir de ahí no se viajó más en ómnibus, sino en avión. Pero, ¿qué pasó?
-¿Qué?
-El avión era un Fiat 600 con alas. Y los guerrilleros se ponían en una montaña y lo bajaban. Entonces, llegaron a un acuerdo con la compañía. Todos los meses había que darles un dinero a los guerrilleros para que no les bajasen los aviones.
-¿Cómo lo tomaban tus compañeros?
-Algunos iban armados.
-¿Por protección o porque eran guerrilleros?
-Más por protección. Ahí, a las seis de la tarde, había toque de queda. Todo apagado. Y empezaban: ra-ta-ta-ta-ta. Yo me tiraba debajo de la cama.
-¿A vos nunca te quisieron llevar?
-No, si después de lo que pasó con Ferreira (el brasileño) yo no decía ni loco que era argentino. No sabés la tensión que te causa una situación de ese tipo. El miedo era real.
-Después fuiste a Sudáfrica.
-Sí, un tal Marcelo Houseman se hizo pasar por el hermano de René y se metió en el fútbol de Sudáfrica. Me llamó cuando yo estaba en Armenio y me ofreció ir para allá.
-Fuiste a un equipo de zulúes en la peor época del apartheid.
-Sí, (Nelson) Mandela estaba preso todavía. Yo voy a un equipo en el que eran todos negros. El fútbol allá, en general, era de los negros. Yo llego y, primero, la mirada..., cierto rechazo..., yo intentaba tocarlos y ellos se alejaban como si uno fuese un animal. Se corrían. Cuando me acercaba a un chiquito, él pensaba que le iba a pegar. ¿Te cuento una?
-Dale.
-Zutu, en zulú, es libertad. El líder de ellos, Yabo Paghatti, pasaba en su auto y los negros le gritaban "zutu". Y por un pedido de él, yo entraba en la cancha y me ponía así (se para y gesticula como si estuviera de frente a una tribuna) y gritaba: "Zutuuu". Y toda la gente de esa tribuna lo repetía. Después giraba y me ponía de frente a otra tribuna. Y otra vez: "Zutuuu". Y la gente lo repetía. Un argentino, blanco, en un país con un problema racial..., recién hoy tomo conciencia de lo que hice.
-¿Se palpaba el apartheid?
-Sí, claro. Los negros no podían estar en el hall de mi edificio. No los dejaban. Un día fui a un boliche y no me dejaron entrar porque era para negros. Y que no te encuentren con una negra...
-¿Cómo era la relación entre negros y blancos en el fútbol?
-No se hablaban.
-¿Cuánta era la influencia de Yabo Paghatti?
-Total. El no era el dueño del equipo, sino el líder de la raza. Pero igual dominaba todo. Tenía un medallón de oro colgando del cuello. Yo le dije que en un próximo contrato quería el medallón. Y todo iba bien hasta que pasó lo de este muchacho Houseman. Yo lo llamé y le dije que me debía una plata. Es un bandido. El me prometió que me la iba a dar, pero yo le contesté que si no me pagaba, me iba. Y me fui. Un amigo mío me contó después que Yabo Paghatti, cuando se enteró, se tiró al piso y se puso a llorar.
-¿Todos los equipos tenían una especie de jefe racial?
-Creo que sí. Mirá, una vez entré en una habitación. Había 5.000.000 de dólares en efectivo, en billetes sudafricanos (rands), todo alrededor de las paredes. A mí me mostraban todas sus cosas. ¿Te cuento otra?
-Contá.
-Un día estábamos en el hotel. Me llaman y me dicen que a las 4.15 tenía que estar en el lobby, porque a las 4.45 salía un avión para Johannesburgo. Firmado: Yabo Paghatti. Fui. Bajé en Johannesburgo. Me estaban esperando en un Mercedes tapizado tigre, tipo película. Estaba Yabo Paghatti en el auto, y al costado había tres negras. Yo pensaba que en cualquier momento algo me iba a pasar, no sabía qué pensar. Llegamos a un lugar, entramos en una habitación -yo ya estaba asustado-, abre un placard y me dice: "Come on, Lulu... (Vamos, Lulu)". Tenía como 70 trajes de los mejores modistos del mundo. Me dijo que eligiera uno. Yo elegí uno, tome un café y me llevaron al aeropuerto para volver. ¡Me habían llamado para darme un traje!
-Menos mal que después volviste a la Argentina y dejaste las aventuras...
-Sí, pero de acá también tengo una. Yo integré el Equipo de las Estrellas. Ibamos por las cárceles del país a jugar, y ahí hablé con los delincuentes más duros que te puedas imaginar.
-¿Como quiénes?
-Robledo Puch. Yo pedí hablar con él. Mis compañeros me decían que estaba loco.
-¿Y no lo estabas?
-Noooo...

PERFIL

Nombre: Jorge Armando Sanabria.
Fecha y lugar de nacimiento: 9/8/1952, en Paso de los Libres (Corrientes).
Trayectoria como jugador:
Excursionistas, Huracán, Unión Magdalena (Colombia), Huracán, Vélez, Independiente, Varta Caldas (Colombia), Argentinos, Central Norte (Salta), Quilmes, Armenio, Ama Zulú (Sudáfrica), Rivadavia (Baradero), Aguilas (El Salvador), Sportivo Baradero, Ledesma (Jujuy), Casino Iguazú (Misiones) y Mercedes.
Trayectoria como entrenador: Hyogo Kakogawa (Japón) y Muñiz.

Por José Ignacio Lladós/   La Nación

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