miércoles, 30 de octubre de 2019

EL DIA QUE ESTUVIERON FRENTE A FRENTE POR ÚNICA VEZ COMO JUGADORES

MENOTTI VS BILARDO, BILARDO VS MENOTTI



El estilo futbolístico, también lo que llaman la filosofía del fútbol y hasta los gustos en diferentes aspectos de la vida cotidiana separan desde hace casi cuatro décadas a César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo. Son los dos directores técnicos que llevaron a la Selección argentina a ganar la Copa del Mundo en Argentina 1978 y México 1986. Menotti condujo el seleccionado argentino de fútbol desde octubre de 1974 hasta después del Mundial de España 1982 (Argentina fracasó). Lo sucedió Bilardo desde mayo de 1983 hasta después del Mundial de Italia de 1990 (Argentina fue subcampeón).








Bilardo en agosto de 1958 cumplió su sueño al debutar en San Lorenzo de Almagro, el club del que era hincha desde pequeño. Era una especie de wing derecho, de mucha entrega. Anotó un gol en la derrota del Ciclón ante Estudiantes, equipo que sería luego parte fundamental en su vida. En 1959, San Lorenzo fue campeón, con varias presencias de Bilardo. 




Luego quedó marginado del plantel superior y en 1961 se fue a Deportivo Español en busca de jugar más. Mejoró mucho y a los 26 años, con cinco temporadas y 111 partidos en Español, tuvo que optar entre Estudiantes de La Plata y Argentinos Juniors. Sobre esa elección Bilardo (ya era médico) dijo: "Pensaba jugar un año y con esa plata poner el consultorio en el barrio. Los dos clubes iban últimos en la tabla. Entonces pensé: 'si juego en Argentinos (cerca de su casa) y se va al descenso se me va toda la clientela; y me fui a La Plata".





En 1965 llegó a Estudiantes para ocupar el sector derecho en una posición más retrasada, como volante. Su debut fue el 18 de abril de 1965, pero el equipo de Osvaldo Zubeldía cayó por 2-0 frente a Rosario Central. Comenzaba una era inolvidable para Estudiantes, que fue campeón en 1967 cortando con la hegemonía de los cinco grandes del fútbol argentino. Los logros siguientes fueron: tres Copas Libertadores, una Interamericana y la gloriosa Copa Intercontinental conquistada en Old Trafford ante el Manchester United. 






En su paso por La Plata Bilardo fue un discípulo de Zubeldía, y luego aplicó sus métodos para brillar como director técnico.César Menotti es un rosarino que decidió probar suerte en Rosario Central. Debutó en la Primera frente a Boca (3 de julio de 1960, anotó un gol en el triunfo 3-1). Fue el goleador del equipo durante tres temporadas seguidas y marcó 47 tantos en 86 partidos. Ya había llamado la atención de todo el fútbol argentino por la potencia de sus remates. 





Se sentía a gusto jugando unos metros detrás del área, casi como un volante más.Aunque lo buscaban varios equipos, el Flaco pasó en 1964 a Racing, donde sólo permaneció una temporada: hizo 12 goles en 18 juegos. En 1965 pasó a Boca Juniors, donde se dio el lujo de festejar un título y marcar 6 goles en 18 partidos. La anécdota más curiosa fue cuando Antonio Rattín le pidió que ayudara a marcar porque el Xeneize tenía un jugador menos. 




Menotti contestó: "Lo único que falta, que yo tenga que bajar a correr. Corré vos". En el vestuario se ligó otro reto de un jugador emblemático.Con la Selección debutó en 1963. Ese año integró el plantel que disputó la Copa América. En total jugó siete encuentros y marcó un gol. Luego de su paso por Boca, regresó a Central, pero apenas sumó dos presencias. En 1967 continuó su carrera en New York Generals (EE.UU.) y en Brasil, donde en Santos compartió plantel con Pelé y ganó el campeonato paulista de 1968.





Los que serían enemigos en el futuro, en su época como jugadores de fútbol sólo coincidieron una vez en una cancha, vistiendo casacas rivales. Ocurrió en La Plata en un partido entre Estudiantes y Boca, por la 4ª fecha del campeonato de primera división, el 2 de mayo de 1965. 



Estudiantes de La Plata formó con: Poletti; Castillo, Miguel A. López, Madero y Barale; Bilardo, Santiago y Cheves; Flores, Conigliaro y Verón. 



En Boca Juniors jugaron: Roma; Simeone, Silvero, Sacchi y Marzolini; Menotti, Rattín y Ángel Clemente Rojas; Pianetti, Alfredo Rojas y Alberto González. 




En el primer tiempo marcó el primer gol boquense el Tanque Alfredo Rojas a los 20 minutos y aumentó Rojitas a los 35. El descuento fue de Conigliaro para Estudiantes. En el segundo tiempo empató La Bruja Juan Ramón Verón (padre de La Brujita Juan Sebastián) La discusión continuará entre bilardistas y menottistas. 



Lo cierto es que empataron cuando fueron rivales. Y ambos levantaron la Copa del Mundo.



FUENTE: OVACIÓN/UNO

POR: Lucio A. Ortizortiz.lucio@diariouno.net.ar

martes, 29 de octubre de 2019

LA ZURDA MÁGICA DE DIOS


TAN HUMANO COMO VOS Y YO:

Por: El poeta de la zurda

Nació hace 59 años, tocado por la varita mágica, como predestinado a hacer historia, desequilibrante por donde se lo mire, rebelde, dentro y fuera de  la cancha, pero fiel a su estilo y convicciones.




El Diego de la gente, el Diego del Pueblo, el Diego que no tiene fronteras, el que los argentinos amamos y odiamos y muchas veces, odiamos, sin mirar nuestras propias vidas acostumbrados a mirar la ajena, siendo más papistas que el Papa.



EL Diego de los firuletes, el Diego del “Barrilete cósmico “, el de “la Mano de Dios”, el que nació en el hospital de Lanús, pero vivió en un barrio privado…….Privado de Luz, agua y Teléfono allí en Villa Fiorito.



El que debutó en 1976 ante Talleres de Córdoba, metiéndole un “Tubo” a Juan Domingo Patricio “El Chacho” Cabrera (Sotana para uno, habrá gritado alguien desde la popular).



El que marco sus primeros goles en Mar del Plata ante el San Lorenzo de la Feliz.



El que pudo jugar en River, el que pudo ser de Talleres, el que desató la furia entre el Norte y el sur de Italia, el que lloro cuando insultaron al himno.



El que siempre buscaron comparar con Pele primero y con Messi después.



El que se metieron con su vida privada, el que buscaron hacerlo espejo y ejemplo de….., cuando el espejo y el ejemplo nace desde la casa de uno, no de la imagen del tercero.



El que “Los duendes” debieron esquivar por décadas, porque el paso del Diego, arrasaba hasta con ellos, el que esta tatuado en millones  de seres humanos.



El que solo nombrarlo en el exterior, ya asocian Maradona y Argentina, el que alguna vez “Clarìn” lo llamó “Caradona” porque no sabían bien su apellido y recién empezaba a hacerse conocido con los jueguitos previos y en el entretiempo de cada partido.



El de las contradicciones como vos, como yo, como todo ser humano, y el que este libre de pecado que tire la primera piedra.




El que tiene millones de adeptos, de fans, el que lo toma como un DIOS, y le rinde una plegaria.



El que hizo vibrar a todo un país como si fuese la revancha contra los ingleses que nos “arrebataron Las Malvinas” (AUNQUE LAS MALVINAS SON ARGENTINAS”), con el famoso gol de “LA MANO DE DIOS” y a priori con “EL MEJOR GOL DE LA HISTORIA DE LOS MUNDIALES”.



El mismo que llenó de alegría a millones de seres humanos, pero debió soportar el avasallamiento cuando es noticia por lo extra-deportivo, y que uno se pregunta cuántos “Maradonas anónimos” habrá en la historia del mundo entero que cometieron,  cometen y seguirán cometiendo tantos o más pecados que el propio Diego.



Y la historia empezó a escribirse así:



–Nene, ¿te animas?

–Sí –sonrió el nene.

–Bueno, entra, juga y la primera pelota que agarras, tira un caño.


Y la historia tejió la gran telaraña, si fue primero el huevo o la gallina, y también tejió la historia de su primer caño:



     1)Que recibió la primera pelota sobre la raya y allí, ante la marca de Cabrera, tiró el caño hacia atrás; 2) Maradona debía hacerle ese caño a Cabrera para hacer­ amonestar o expulsar al volante de Talleres; y 3) El caño fue cerca de la mitad de cancha y frente a frente.



Y la historia lo tendrá presente por siempre, amado u odiado, pero nunca, jamás será  olvidado.





lunes, 28 de octubre de 2019

"EL DE LOS ZAPATOS BLANCOS"

"EL INDIO"  OMAR GÓMEZ ÍDOLO CERVECERO 

La historia del fútbol también está compuesta por estos obreros de los Olimpos. Los dioses terrenales que no compiten con las majestuosas bestias que trascendieron el solo hecho de la magia que genera la pelota. Son deidades locales que caminan entre sus hinchas como pares y aportaron sus enormes granos de arena para construir la pirámide del fútbol argentino. Omar el "Indio" Gómez es uno de esos faraones de segundo orden que saborea las mieles de sus logros en Quilmes, donde es ídolo de principio a fin. Su carrera, repleta de particularidades, tuvo una que inició lo que hoy ya es un orden instaurado: fue el primer jugador en utilizar botines de colores.

Esa trivialidad marcó su carrera y le permitió trascender en la memoria colectiva del futbolero: "El "Indio" de los botines blancos", es una frase que retumba en la cabeza de cualquier fanático de la vieja guardia. Artífice fundamental de la conquista del Metropolitano 1978 -único título de Quilmes en primera-, este crack de las viejas épocas fue pionero en los 70 de una enorme cantidad de escenarios que hoy suenan comunes: coqueteó con su traspaso a los equipos más grandes del país, pero debió exiliarse en el futsal de Estados Unidos para salvar su economía y la del "Cervecero". En el regreso al club de toda su vida, bajó en helicóptero antes de jugar un partido para el reconocimiento sus fanáticos. Sí, una especie de creador del show business involuntario en el fútbol argentino.

"Todos me preguntan hoy. Que a Messi le hacen el botín para él, que a Ronaldo le preparan plantillas especiales, y ganan fortunas porque se ponen el zapato de la marca. Usan el zapato y cobran fortunas", advierte cuando se sienta a contar su historia con Infobae el "Indio", talentoso e irreverente gambeteador de la TV blanco y negro.

Gómez abre los ojos, saca una voz más finita y mira fijo con una sonrisa. "Me preguntan vos cuánto cobraste por ponerte los zapatos blancos. ¡Nada, la verdad que nada!" , relata mientras lanza una carcajada. "Eran otros tiempos y no había empresarios –añade. No había gente que te ayudara a sacar provecho de estas cosas".

La realidad indica que el máximo ídolo de Quilmes uso en apenas tres presentaciones entre 1975 y 1976 los históricos botines blancos por los que todos lo emparentan. Tampoco fue el único. Pero eran tiempos de revistas semanales y algunas pocas emisiones televisivas. Los recuerdos se aferraban en las mentes. No había canales a los que consultar con la habilidad de un clickeo. El "Indio", con su extensa melena oscura y sus gambetas irreverentes, quedó impregnado en la memoria colectiva.

Quilmes arrasó en la segunda categoría en 1975 y en la última fecha, ya ascendido, Nueva Chicago le pidió disputar el partido en la cancha Vélez para aumentar la recaudación. Aquel equipo arrastraba miradas de propios y extraños. "Quilmes iba afuera y llevaba 10 mil o 15 mil personas", advierte.

"Apareció gente de Fulvence y donó camisetas, pantalón, medias y botines para que nos saquemos una foto y ellos la iban a tener en la fábrica. Eligieron a Quilmes porque había salido campeón y usaba blanco, a ellos les venía muy bien", cuenta el inicio causal de una marca registrada. Aquella empresa destacaba por entonces en aquel escueto mercado de la ropa deportiva.

"Del vestuario de Vélez a la cancha había unos 150 metros. Nos sacamos las fotos y todos se fueron a poner sus botines. Yo dije: ¿voy a caminar 300 metros de nuevo para sacarme los zapatos? No, juego con estos", rememora. Dos compañeros se plegaron a esa idea. Gómez brilló e hizo dos goles para firmar el 5-1. Los botines blancos, tras su exitoso debut, quedaron confinados a un casillero durante todas las vacaciones.

Ya con el equipo en primera división, luego de ocho fechas, River llegaba al desaparecido estadio de tablones situado donde actualmente está ubicada la sede social de Quilmes. Al "Indio" le fallaban sus botines habituales de una reconocida marca que actualmente domina el mercado y había que resolver sobre la marcha: "Nadie se acordaba que teníamos zapatos blancos. Por esa época, el club te daba unos zapatos negros pero eran de cuero duro. Había que ablandarlos. Me dolía el pie y me sacaban ampollas. Se los dábamos a los chicos de inferiores para que jueguen tres partidos y los ablanden".

"El utilero me dice: 'Están estos…' Eran los blancos. Me los pongo y un compañero me decía que tenía que jugar con esos, que estaban buenísimos'¡Pero vos estás loco, cómo voy a jugar con esos zapatos. Son blancos, y contra River!', le respondí. La cancha explotaba. Pero bueno, me hizo jugar con esos zapatos. Siempre digo: el de arriba es un genio. Le ganamos 3-1 a River, me tocó hacer el segundo gol gambeteando al "Pato" Fillol -el mejor arquero que vi- y de ahí quedó, la historia de los zapatos blancos", narra con precisión.


El "Indio" elige el rincón en el que sentarse para contar su historia: unos cuantos tablones del viejo estadio de Quilmes ubicado en Guido y Sarmiento que sostienen la mística que él supo construir. Hoy son una especie de pieza de museo que descansan detrás de una de las tribunas del Estadio Centenario. El último eslabón de la historia más rica de ese club que hoy se debate entre el regreso a primera y el temor de la categoría inferior. La popular local, por su parte, reza: "Tribuna Omar Indio Gómez".

En la actualidad, se estima que jugadores como Messi cobran más de 6 millones de euros por utilizar la indumentaria de una marca específica. "La gente me pregunta cuánta plata gané por haber usado esos zapatos. Nada, si estaban ahí. ¡Si me hubiesen pagado andaba hasta en colectivo con esos zapatos!", afirma mientras los hinchas que pasan por las inmediaciones se frenan a saludarlo. Hoy, a los 63 años, los abuelos le relatan a sus nietos que ese hombre que está allí de piel rugosa y tez caribeña es una piedra angular de un club que monopoliza las pasiones de uno de los distritos más populosos del conurbano con más de medio millón de habitantes.

"Los rivales me decían de todo. Me tiraban trompadas, patadas. Me tuve que bancar un montón de cosas. Dije no me los pongo más que me van a matar", asegura. Volvió a utilizarlos algunos partidos más tarde contra Racing y luego les permitió que se transformen en mito. "Los dejé de usar porque eran incómodos. Ya mis zapatos estaban ablandados porque los habían usado los chicos. Fue una casualidad y una gran alegría hoy para mí que haya quedado en la historia", reconoce este ex futbolista que hasta inspiró poemas por su calzado peculiar.

No quedaron registros materiales de aquellos primeros botines. Básicamente, se destrozaron por el uso que le dieron en las inferiores. Gómez posa para las fotos con unos actuales para recrear su historia. Además de sus dos compañeros ante Chicago, por entonces Jorge "Lulu" Sanabria en Huracán también aparecía con botines coloridos en una parte cercana de la línea de tiempo. Él trascendió como el que quebró la monotonía oscura en el calzado futbolero. "Después de los 90 ya aparecieron rojos, verdes… Pero siempre que se ve alguien con zapatos blancos recuerdan que yo fui el primer jugador en usarlos. La historia la habré contado no sé cuántas veces. No le digas a la gente de Quilmes que hubo otro que jugó primero. Te dicen que no, que el primero fue el Indio", asegura.

Gómez fue figura en el Quilmes campeón del 78, teniendo un sprint final imponente y dejando en la segunda posición a Boca. River, Independiente, Racing, San Lorenzo y el mencionado Boca se fijaban en él. Hasta el propio "Toto" Lorenzo se juntó en un café para intentar convencerlo de que emigre al Xeneize. Eran épocas donde las transferencias por dinero eran una rareza. Se ofrecían jugadores a cambio o tentaban a las figuras con otras técnicas. El "Cervecero" necesitaba plata para poder viajar durante su primera participación en la Copa Libertadores y él una estabilidad económica para sostener a su familia.

En el escenario apareció un club de Estados Unidos con una exótica propuesta: ser una de las grandes estrellas de la disciplina embrionaria de lo que hoy es el futsal. Dallas Tornado lo contrató para jugar fútbol de salón con paredes: "Cuando fui no sabía que se hablaba inglés, no sabía a dónde iba. Me fueron a buscar al aeropuerto en una limousine blanca inmensa. Me llevaron al mejor hotel de Dallas. Me daban un auto 0km para ir a entrenar. Ellos trabajaban de esa manera".

Pasó casi una década allí entre los Dallas Tornado, los Wichita Wings de Kansas y New York Arrows –con un breve regreso al país para jugar seis meses a préstamo en Newell's–. "Era una liga que se había formado como había baseball o básquet. Esos inventos de ellosLos multimillonarios decían compremos un equipo. El dueño de Dallas, por ejemplo, era el dueño de todos los pozos de petróleo de Texas –advierte. Imaginate la plata que tendría ese hombre". "La pasé fantástico. Les caí bien porque hacía locuras en la cancha yo. En la calle firmaba autógrafos, me sacaba fotos", confiesa.

No recuerda el monto de la transferencia de la época pero asegura que con eso pudo comprarse "tres departamentos" y "Quilmes jugó toda la Copa Libertadores". "Me habían dado una bolsa de plata, una bolsa de madera llena de plata", rememora.

A los 30 años volvió al país para ayudar a un pujante Defensa y Justicia que por entonces sorprendía en el ascenso y luego decidió cerrar la carrera en su casa. En el 87 obtuvo el tercer título con Quilmes –el ascenso a la B Nacional– y se adueño del mote de más ganador del club uniendo los campeonatos del 75 y el 78. ¿El regalo de la gente? Hacerlo llegar en helicóptero para la previa de un encuentro, acción que hoy realizan algunos clubes importantes de Europa para destacar la contratación de un refuerzo de jerarquía.

"Me puse la ropa para jugar, fui al aeroclub, me presentaron al piloto y me explicó que no podía moverme. Quedate sentadito y no te muevas ni para la izquierda o derecha porque por ahí nos caemos, decía. El ruido que hacía esa cosa. El primer tiempo no lo pude jugar cuando bajé, me temblaban las piernas todavía. Se reían todos: ¡no subo nunca más!", recuerda sobre aquel duelo ante Deportivo Merlo que ganaron 2-1.

La historia manda que aquel pibe hijo de un sodero, que vivía en una casa de "chapa y cartón" y que en sus inicios como jugador profesional debió hacer convivir a la pelota con su trabajo en una fábrica de paraguas para ayudar a los suyos se transformó en una especie de viejo –e involuntario– gurú del marketing futbolístico cuando aquella definición ni siquiera existía. Aquel que a los 8 años, cuando lo tentaron para cambiar a otro club del barrio, respondió con una sola exigencia: que le compren los botines que no tenía. Las paradojas del destino le permitieron trascender el recuerdo por sus habilidoso pies coloridos.
FUENTE: INFOBAE



domingo, 27 de octubre de 2019

"EL BÚFALO" DEL GOL

JUAN GILBERTO FUNES. SU HISTORIA:


Fuente: Agencia San Luis


Juan Gilberto Funes, “El Juan” o “Juancito” fue uno de los mejores delanteros del fútbol argentino en la década de los ’80. Nacido en San Luis, inició su carrera deportiva en su querido e inolvidable Club Huracán. “La estrella del sur puntano”, bajo la tutela de Pedro Páez. Institución que lo vio debutar en primera división. Hijo de doña Martha Baldovino y Pedro Funes, tenía un hermano Pablo Saturnino y dos hermanas; Gladys y Julia.



“El Juan” nació un 8 de marzo de 1963 y murió el 11 de enero de 1992, víctima de una endocarditis protésica que le había sido detectada en el Niza de Francia. Hoy se cumplen 26 años de su paso a la eternidad.


Una particularidad, su muerte se produjo a las 23:00 de Buenos Aires, las 0:00 en San Luis. En esa época, había una hora de diferencia. Juan era un ser amado por todos, buen pibe, humilde, generoso, dócil, educado, buen hijo y buen jugador de fútbol que rápidamente mostró condiciones innatas para el puesto en el que había debutado.


En 1982 jugó para tres clubes; Sarmiento de Junín, Jorge Newbery de Villa Mercedes y Sportivo Estudiantes de San Luis. Al año siguiente, en 1983, pasó a jugar en Gimnasia y Esgrima de Mendoza, club que le sirvió de espaldarazo para que Millonarios de Colombia lo contratara y se lo llevara a jugar en 1984 donde terminó de “explotar”.


En la temporada de 1985, el sanluiseño convirtió 33 goles y fue segundo goleador detrás de otro argentino: Miguel Osvaldo González, que había anotado 34. Juan Funes hizo un total de 47 tantos. La revista de la institución bogotana lo destacó en la tapa en varias ediciones, incluso un grupo de cumbia lo inmortalizó con un disco doble de 33 revoluciones. Juan había pasado a ser “El Búfalo de San Luis”, mote que legítimamente se ganó cuando convirtió los goles 2.999 y 3.000 para el Millonarios de Bogotá.


Juan era un eterno enamorado de los autos, pasión heredada de su padre que tenía un taller en la avenida Julio Argentino Roca y Maipú. Tuvo la posibilidad de correr varios rallies provinciales e incluso fabricó un auto al que llamó “El Potro-buggy” con el que se divertía con sus amigos a más no poder mostrando su larga cabellera negra.


La dirigencia de River Plate, con la conducción en el banco de Héctor Rodolfo Veira, el “Bambino”, ya habían mostrado interés en su contratación y volvió a la Argentina en 1986 para consagrarse como campeón de América anotando goles decisivos en Cali y Buenos Aires. Un año después, en 1987, obtenía la Copa Interamericana bajo la conducción de Carlos Timoteo Griguol y posteriormente la Copa Intercontinental, en Japón.


“Al Juan de San Luis o el Búfalo”, lo vinieron a buscar de Grecia para que llevara sus goles y su personalidad cargada de simpleza al Olimpiacos donde estuvo un año. En 1987, Juan fue incluido en el plantel argentino que jugó la Copa América de ese año y también entrenó con la Selección que iría al Mundial de 1990 con Carlos Salvador Bilardo como DT.


Parecía que ése no era su destino deportivo en 1988, el Nantes de Francia lo tuvo en sus filas. Pero también mostró interés el Niza (también francés) y allá se fue con sus ilusiones y sus goles. Fue un mazazo al corazón. Los médicos de esa institución le detectaron esa enfermedad que un tiempo después lo llevaría a la muerte. Hubo cientos de estudios y miles de consultas. ¡No podía ser!! Nadie lo creía. No obstante y pese a la mala noticia, Juan Gilberto vino a la Argentina a jugar en Vélez donde señaló 12 goles en 25 cotejos. Al tiempo que Boca también mostraba su interés.


Corría el año 1990 y Juan quería seguir jugando pese a los consejos médicos y el largo y duro tratamiento al cual era sometido. Se sumó a las filas de Defensores del Oeste de San Luis donde intervino en varios amistosos “para despuntar el vicio”, decía.


Juan Gilberto nunca abandonó su humildad, su hombría de bien, su caballerosidad, su solidaridad. Era un muchacho comprometido con sus amigos, con su pueblo al que amaba profundamente. Nunca dijo que no a un partido amistoso, fuera donde fuera, incluso en el penal puntano.


Por esos años, su esposa Ivana Bianchi, señalaba: “Juan vivió y murió como quiso, dio todo, nunca dijo que no a nada. Amaba entrañablemente a su hijo. Fue una excelente persona, un marido ejemplar y un padre extraordinario”.

DE SAN JUAN A LA FORMULA UNO

ZUNINO EL ARGENTINO QUE REEMPLAZÓ A LAUDA





Por Redacción LA

En el torneo de 1979 de la Fórmula 1, Niki Lauda decisión de manera inesperada retirarse de las pistas durante los entrenamientos del Gran Premio de Canadá. Una decisión que sorprendió a todos. El austríaco le dio sus guantes y su casco a través de un alambrado al argentino Ricardo Zunino que debió sustituirlo

“Yo había ido a ver la carrera, pero cuando Lauda decidió no correr el segundo turno, ahí mismo me hicieron subir a mí”,  manifestó en su momento el piloto sanjuanino luego del abandono del austríaco Niki Lauda, poniéndolo en pista para terminar los últimos 20 minutos que faltaban de tanda.

El motivo fue que Lauda, tras haber estado en la primera tanda de clasificación, decidió retirarse por unos años del mundo motor. El abandono del austríaco se debía a que aquel fin de semana (sábado 29 y domingo 30 de octubre de 1979) se le terminaba el contrato con Brabham y por eso Bernie Ecclestone, dueño del equipo, había invitado a Zunino a Canadá.

 “Sólo alcancé a dar 10 vueltas con la misma ropa de Lauda, su mismo casco y el coche adaptado a su gusto”, dijo el "Colorado".

Pero, en el turno siguiente, Zunino acomodó el auto a gusto. Y demasiado hizo en un monoplaza que no estaba hecho a su medida, sino a la de Lauda. Es por eso que el argentino, junto a los mecánicos de su escudería, tuvo que adaptar la butaca y la pedalera a su comodidad. Al otro día, el sanjuanino volvió a clasificar y pese a su poca experiencia, se ubicó 19° en el clasificador.

En la mañana del 1 de octubre de 1979, el sanjuanino anduvo en su recordado Brabham BT-48  más de una hora, haciendo todas las pruebas necesarias que le valieron un lugar muy importante. Zunino partió aquella carrera en la fila número 10. A lo largo de las 68 vueltas que recorrió, alcanzando a estar séptimo. Fue, sin dudas, una competencia memorable por el rendimiento del auto, la capacidad de adelantar a sus rivales, y, a pesar que tuvo que salir a boxes una vez, esto no le impidió recuperar el tiempo perdido, y llegar a la bandera a cuadros.


FUENTE: DIARIO LOS ANDES

sábado, 26 de octubre de 2019

NACIA EL MAS POPULAR DE LOS DEPORTES

UN 26 DE OCTUBRE EL FUTBOL VEÍA LA LUZ

En una reunión celebrada en el corazón de Londres, específicamente en la Freemasons Tavern, se constituyó un organismo pionero y una de las pasiones más multitudinarias del mundo, si no la más. 


Fue fundada la English Football Association, la que el 26 de octubre de 1863 acordó las bases y las primeras reglas de un nuevo deporte, el fútbol. Ese día, considerado como el nacimiento del balompié moderno, el ente británico confirmó su separación del rugby. Así, según la leyenda, germinó una de las actividades de mayor poder masivo y social del planeta, de un deporte que a fines del siglo XIX ya estaba inmerso en la ribera central chilena. 

Fue tal la trascendencia y significación que tuvo en nuestro continente, además, que en éste se organizó el primer Mundial de la Historia (Uruguay en 1930) y del mismo han emergido cuatro de sus exponentes más ilustres: Pelé, Alfredo Di Stéfano, Diego Maradona y Lionel Messi

Fuente ciudaddeldeporte.com

jueves, 24 de octubre de 2019

EL HOMBRE QUE NUNCA VOLVIÓ DEL KO

ALEJANDRO LAVORANTE, EL BOXEADOR GAUCHO

En los ’60, Alejandro Lavorante, el ‘boxeador gaucho’, escaló a la fama maratónicamente. Fue la promesa más grande de la región. El negocio valió más que su vida y continuó subiendo al ring, aunque su cuerpo y cabeza se lo impedían. En El Furgón te invitamos a hacer un recorrido por su historia y su evitable final.





lavorante está que arde / la soga salta en el pecho
al cuadrado va derecho / mete y mete su detalle”
Informe sobre Lavorante, Grupo Barrilete, 1963


Por Juan Agustín Maraggi/El Furgón – 



Gringo fue el apodo que su familia le puso en su Godoy Cruz natal. A fuerza de un físico prodigioso y una desenfrenada búsqueda por conquistar el boxeo internacional, Lavorante se transformó -en poco más de dos años de actividad- en el “gaucho” en el que depositaban las esperanzas del futuro en ese deporte.
Su padre, Alejandro, lo introdujo en el mundo del boxeo desde muy joven. A los diecisiete años se entrenaba en el club Justo Suárez y, midiendo 1.94 con un peso de 98 kilos, debutó en el ámbito amateur con un rendimiento descomunal. Como en ese momento no había peleadores de su categoría en Mendoza, su familia decidió mudarse a Rosario porque su hijo no paraba de noquear contienda tras contienda.




Al año siguiente, debió cumplir el Servicio Militar Obligatorio y fue designado al Regimiento de Granaderos a Caballo en la Ciudad. Su porte sorprendió y fue llevado a hacer el servicio como seguridad en la Casa Rosada, en ese momento tomada por Pedro Eugenio Aramburu. Dentro del Regimiento obtuvo el título de campeón de boxeo del Ejército con una racha que hasta hoy no fue batida: cero caídas. El gimnasio donde entrenaba hoy lleva su nombre.



Después de catorce meses en el Servicio y liberado de su yugo, se mudó con el multicampeón Pascual Pérez a Venezuela con la promesa de guantear profesionalmente. Pequeña gran decepción fue desembarcar en tierras bolivarianas y enterarse que la propuesta no existía y, en realidad, les estaban ofreciendo incorporarse en negocios poco claros de venta y compra de autos. Lavorante se quedó en Caracas y consiguió trabajo como mecánico, mientras sus tiempos libres los pasaba entrenando en el gimnasio público de la ciudad. La visita sorpresa al gimasio del histórico campeón de peso pesado -y en ese momento agente descubridor de talentos- Jack Dempsey fue la que inició una rápida y efectiva movilización de contactos para profesionalizarlo en el país del Norte.




Unos meses después, ‘Che Argentino’ Lavorante se subió al cuadrilátero para noquear a Dean Bogany en su primera pelea profesional. La locura por Lavorante en Estados Unidos se presentó de manera automática, los diarios se empezaron a llenar de sus imágenes y el argentino respondía con nocauts. Su físico y rostro lo transformaron rápidamente en un ícono del boxeo, siendo invitado por el mismísimo Frank Sinatra a abandonar los rings y unírsele en el mundo de la actuación.




En un mes derribó a tres contrincantes y ganó por puntos una cuarta contienda. Sólo en un mes, cuatro peleas, descomunal. Una semana después cayó por puntos ante Roy Harris. Pero la mecha ya estaba encendida.




Lavorante viajó a los cuatro meses a La Habana para enfrentarse a Ray López. Ante la presencia de Fidel Castro el boxeador argentino desplomó a López en el primer round. Ese combate terminó de catapultar su fama a nivel internacional, siendo declarado en el ’61 boxeador del año por la Asociación de Periodistas de Boxeo de Los Ángeles, mientras ocupó el cuarto puesto en el ranking mundial en su peso.




Incesante fue su ascenso y, por lo tanto, también su poco descanso físico y mental. La desidia de su representante, la federación de boxeo y las luces de los flashes empezaron a pasar factura en Lavorante. Desde su debut el 22 de noviembre de 1959 a su última pelea, el 21 de noviembre de 1962 pasaron tres años en los que se subió al cuadrilátero veinticuatro veces; es decir, un promedio asesino de una pelea y media por mes.




El ’62 fue un fatídico año para él, peleando en tres oportunidades en un lapso de seis meses. La primera derrota por KO en su recorrido se dio contra el veterano Archie Moore, el nocaut técnico llegó en el tercer round y debió salir en camilla del Sport Arena en Los Ángeles. Tres meses después le organizaron una pelea contra un joven y desconocido Cassius Clay que venía haciéndose notar en los rings, noqueando a diestra y siniestra a todos sus contrincantes. Clay pronto cambiaría su nombre y pasaría a ser conocido como Muhammad Ali, uno de los mejores boxeadores de la historia. En esa contienda, Lavorante cayó redondo en el quinto round.




No pasaron ni seis meses después de haber sido noqueado dos veces que Lavorante se enfrentó en el cuadrilátero por última vez. El estadio Olympic en Los Ángeles fue la sede seleccionada para su pelea con Johnny Riggins. En el sexto round el gaucho se desplomó en la lona y no volvió a pararse. Cuando levantaron su brazo cayó en seco, Lavorante entró en coma y tras varias operaciones retomaba su conocimiento de manera esporádica, estando sordo y mudo.





Veintiseis años tenía el mendocino cuando entró en coma. En el ’63 su padre consiguió un permiso especial para traerlo en camilla al país. Tras diecisiete meses de agonía, el primero de abril del ’64 Alejandro Tomás Lavorante, el peleador gaucho, cerró los ojos de manera definitiva. Un futuro que auguraba la conquista del mundo púgil terminó arrebatado por quienes se olvidan del deporte en pos de la ganancia.
En junio de ese año, el poeta desaparecido por la última dictadura militar, Roberto Jorge Santoro, decidió homenajear a Lavorante y bastardear los negocios que desencadenaron su muerte. Junto al Grupo Barrilete editó “Informe sobre Lavorante”, el primero de varios cuadernillos armados por diversos artistas. 




En la primera edición participaron ocho poetas –Santoro incluído– y significó el inicio de una experiencia que terminó con más de 25.000 ejemplares por tirada. En ese primer número se puede leer el siguiente poema, que sintetiza la importancia del mendocino:




LLEGÓ LA PRIMAVERA

lavorante viene y va
su brazo baila en el aire
su cuerpo baila en el baile
con el cross
o con el jab
salta su risa con onzas
con su loca manera de golpear
por arriba una cuerda
por el pecho
su corazón del ring hasta el techo
y la cuerda que algún día no da más

lavorante sube y baja
baja
cintura que sube
esquiva el sudor
se agacha
su pierna mueve
la deja que ande
o la baila
desabrocha o endereza
su guante
que su silueta alocada
toca su mano
y se viene
aire del aire que tiene
su bata
bota saltando
y el golpe que está pegando
en la tribuna se mete

lavorante cierra y abre
su puño llega
despega
desenrosca su coraje
por el  juego de la lona con las piernas
después enreda la cara
traba el músculo
lo saca
pone su nombre en el ranking
pega y pega
nocaut le lleva a las venas
sueña su sueño en el golpe
y hasta el norte se lo lleva

lavorante está que arde
la soga salta en el pecho
al cuadrado va derecho
mete y mete su detalle
le dice arriba y abajo
le dice izquierda
el manager
le dice
grito en inglés
la tribuna que lo mira
que no entiende
que no sabe

lavorante está que acusa
con derechas
le tocan con izquierdas
el hígado y la boca
le dan a la cabeza
y él se para
y otra vez cae de cara
de boca contra el aire
que se abre con las mañas
que fractura
que el corazón no carbura
y el manager tan feliz
pugilea el púgil gil
y el gringo se cae y cae
y el cerebro no respira
ni respira su nariz
abajo que por arriba
un guante muy elegante
le desarma por el cuerpo su país
y el nocaut está tan cerca
que tan cerca se ve la operación
se ve un vaso de agua con limón
lo que no dicen
la vieja
el mate que no va para la pieza
la maceta donde se cae un malvón
el patio donde se grita un carajo
con lo que da el corazón

y hasta el fin gringo muchacho
adentro
y fuera del ring
tu nombre como metralla
que te vas
se fue
lo sacaron por la cara
por el dólar
la cabeza la mortaja

si te vas
Alejandro Lavorante
a dios le tiramos la toalla

chau hermano
no te vayas

FUENTE:  Por Juan Agustín Maraggi/El Furgón – 


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