domingo, 27 de febrero de 2022

Y LLEGO EL DIA DE AMOR ETERNO

 MARADONA DEBUTA EN LA SELECCION ARGENTINA EL 27 DE FEBRERO DE 1977

FUENTE : "TyC SPORTS"



El 27 de febrero de 1977 Diego hizo su estreno con la celeste y blanca ante Hungría y en La Bombonera. Con tan solo 16 años, ingresó en lugar de Leopoldo Luque para convertirse en el más joven de la historia en debutar con la Albiceleste. Años después confesó que ese día le temblaron las piernas.

Diego Armando Maradona debutó con la camiseta de la Selección Argentina el 27 de febrero de 1977 ante Hungría y en la cancha de Boca. Pasaron 44 años del día en el que el mejor futbolista de todos los tiempos se puso la celeste y blanca, de la Mayor, por primera vez en su vida. Aquella vez al Diez le temblaron las piernas.

Dos días antes del encuentro, el entrenador César Luis Menotti -quien después lo dejaría afuera de los convocados para el Mundial de 1978- le reveló que sería citado para hacer su estreno con el combinado nacional. "Báñese y vaya para la concentración en Los dos Chinos. Avísele a sus padres, pero no lo comente con nadie más", le avisó.

Con apenas 16 años, el Diez, que cuatro meses atrás había debutado en la Primera de Argentinos Juniors, ingresó en reemplazo de Leopoldo Jacinto Luque. A los 5 minutos del segundo tiempo los dirigidos por el Flaco se imponían por 5-0 y la chance de Pelusa estaba al caer. "No quiero ponerlo nervioso, pero si las cosas van bien lo meto a usted en el segundo tiempo", le había dicho Menotti.

Finalmente, a los 20 del complemento se dio el momento más esperado de Diego: su estreno en la Selección Mayor. Las indicaciones del técnico fueron bastante sencillas. "Haga lo que sabe", le pidió. Con la 19 en la espalda, Maradona saltó al campo de juego y dio inicio a su brillante paso por el combinado nacional que alcanzó su punto más alto con la obtención de la Copa del Mundo en 1986.

En su primera intervención recibió un pase de Américo Gallego y dejó a René Houseman mano a mano con el arquero húngaro, que evitó el sexto. Más tarde Sándor Zombori anotó el descuento que decretaría el marcador final. No obstante, antes de que finalizara el encuentro, Diego tuvo su chance tras quedar frente al uno del conjunto visitante y, de derecha, mandó la pelota por encima del travesaño.

En el libro Yo soy el Diego, de los periodistas Daniel Arcucci y Ernesto Cherquis Bialo, Maradona se refirió a ese día: "Me temblaron las piernas y las manos. Era un ruido bárbaro: la tribuna gritaba, lo que me había dicho Menotti me sonaba en la cabeza. Lo digo honestamente, tenía un julepe bárbaro".

El astro jugó 25 partidos en la Sub-20 en los que marcó 14 goles. Luego, en la Mayor -donde alcanzó su pico de rendimiento-  disputó 91 encuentros en los que festejó en 34 ocasiones, pero sus actuaciones más recordadas han sido en los Mundiales. En las cuatro ediciones de la Copa del Mundo que participó (España 1982, México 1986, Italia 1990 y Estados Unidos 1994) acumuló 21 partidos y 8 tantos.

Más allá de las estadísticas, la gloria la alcanzó en tres ocasiones. La más importante fue la conquista del '86, pero antes con la Sub-20 había dado la vuelta en Japón en 1979 y luego del logro con Carlos Bilardo como técnico, repitió en la Copa Artemio Francia en el '93.

Por último, también estuvo en la Selección Argentina como entrenador. Entre 2008 y 2010 dirigió 24 partidos y logró una efectividad del 75 por ciento con 18 triunfos y 6 derrotas. Su período culminó luego de Sudáfrica 2010 donde su equipo fue eliminado en cuartos de final ante Alemania tras lograr 4 victorias.

jueves, 17 de febrero de 2022

UNA GRANDE DE VERDAD

MARTINA NAVRATILOVA LE HIZO FRENTE A TODOS

FUENTE: MARCA

Resulta paradójico que la excelente vida deportiva de Martina Navratilova chocara a diario con su complicada vida personal. Porque, la que es considerada una de las mejores tenistas de la historia, tuvo que luchar a menudo tanto dentro como fuera de las pistas.




Nacida en Praga en plena Guerra Fría, tuvo que lidiar con el suicidio de su padre y el fuerte carácter de su padrastro, todo ello dentro del marco en el que se movía Centroeuropa en aquella época. Se vio obligada a nacionalizarse estadounidense. Por ello, fue repudiada en su país natal durante los años del Telón de Acero. Y, pese a caer el Muro de Berlín en 1989, no pudo recuperar la nacionalidad checa -que comparte actualmente con la estadounidense- hasta casi 20 años después.

El tenis pronto se convirtió en su pasión, heredada de su abuela. Destacó desde bien pronto. A los 16 años debutó en un Grand Slam y llegó a cuartos de final. Fue en Roland Garros. Dos años más tarde fue finalista en Melbourne y París. En 1978 ganó su primer 'Grande'. Fue Wimbledon, donde su tenis se mimetizó con la hierba londinense. Hasta nueve veces levantó el trofeo de campeona -seis de forma consecutiva entre 1982 y 1987-. Más que nadie, también incluyendo a los hombres. Precisamente fue allí donde se 'despidió' de los altares del tenis en 1994 ante una 'tal' Conchita Martínez.

También conquistó Australia tres veces, Francia dos y Estados Unidos cuatro, más otras siete victorias en el torneo de maestras. Hasta 167 títulos engloban su carrera en solitario. No obstante, su tenis era tan completo que su talento no se quedó sólo en el plano individual. También era una excelente jugadora de dobles. Tanto, que su currículum es aún más grande por parejas. Ganó 177 torneos en el cuadro femenino, -31 fueron Grand Slams- y 15 en mixtos -10 en los cuatro 'Grandes'-. Y es, junto a Margaret Smith Court y Doris Hart, la única que ha ganado los cuatro Grand Slam en individuales, dobles y dobles mixtos.

Su gen competitivo y luchador siempre ha estado muy presente en su vida. Fuera de las pistas, también es un referente para la comunidad homosexual. En 1981 se atrevió a salir del armario. No eran tiempos fáciles. Participa activamente en la defensa de los derechos de los homosexuales, los niños sin recursos y los animales.

La vida nunca le ha dejado de dar sobresaltos y siempre supo levantarse. Tuvo un doloroso divorcio que acabó en los tribunales y que le afectó en el plano deportivo hasta dejar de ser la número uno, pero volvió para seguir ganando unos años más. Y una vez retirada, tuvo que hacer frente a su más duro rival: el cáncer. Ni siquiera él pudo derrotar a la genial Martina.

miércoles, 16 de febrero de 2022

UN GRANDE DE VERDAD

JOHAN CRUYFF LA GRAN LEYENDA

FUENTE: MARCA

Si hay una figura en el mundo del fútbol cuyo impacto, trascendencia y legado han cambiado este deporte, esa es la de Johan Cruyff. Primero como jugador, después como entrenador y, finalmente, como inspirador del equipo que sublimó el juego hasta llevarlo a límites nunca vistos, el Barça de Guardiola. Porque como dice Pep, todo siempre acaba en Johan.




Hendrik Johannes Cruyff nació el 25 de abril de 1947 en Ámsterdam, muy cerca del estadio del Ajax. Allí fue donde empezó a asombrar Europa, finales de los 60, aunque previamente su entrenador, Rinus Michels, le había diseñado un plan para que reforzara un físico muy liviano. Su estilo entraba por el ojo, con ese aire 'beatle', unos cambios de ritmo que rompían caderas, una técnica exquisita, bandera del fútbol total del Ajax, conquistador de la Copa de Europa a inicios de los 70, con dos títulos, y merecedor del Balón de Oro en tres ocasiones.

En el 73 cambió el equipo de su vida por el que sería el otro club de su vida, el Barça. Referencia para que los azulgranas acabaran su travesía por el desierto sin ganar títulos. Llegó, vio y ganó la Liga 14 años después, con el icónico 0-5 en el Bernabéu. Ese mismo año, 1974, se quedó a un partido de ganar el Mundial al mando de la Naranja Mecánica. Cayeron con la anfitriona, Alemania, perdiendo una oportunidad histórica. Su carrera finalizó entre los Estados Unidos, un fugaz paso por el Levante, vuelta al Ajax y punto y final en el Feyenoord (1984).

Aunque más bien fue un punto y seguido, porque su influencia no había hecho más que empezar. Su paso a los banquillos no se demoró. Al año ya dirigía al Ajax. Y nuevamente hizo el mismo trayecto rumbo a Barcelona, para volver a cambiar la historia del club azulgrana, esta vez para siempre. Como entrenador le costó ganar, pero su 3-4-3, sus líneas maestras de jugar bien para ganar, control y pase, velocidad y espectáculo, acabaron haciendo del Barça un 'Dream Team':primera Copa de Europa y póquer de Ligas. Su final fue traumático, pero el legado quedó ahí.

No entrenó más, pero se convirtió en el oráculo azulgrana. Denostado al principio, recuperado por Laporta como presidente de honor, cuya insignia devolvió con Rosell al mando. El distanciamiento no se corrigió.

Su herencia futbolística ha tenido continuidad en un nutrido grupo de entrenadores cruyffistas, más o menos radicales, ninguno tanto como Pep Guardiola. Más allá del fútbol queda su guerra contra el tabaco, en la que fue pionero, y su fundación.

martes, 15 de febrero de 2022

A UN AÑO DE SU PARTIDA: (03-05-1949)-(15-02-2021)

LEOPOLDO JACINTO LUQUE: "EL PULPO"

Su figura está intimamente ligada a la Copa del Mundo 1978. En una larga entrevista, Leopoldo Jacinto Luque abrió su alma y corazón: sus inicios, el apoyo de sus padres, su explosión en Unión, su amor por River Plate y la indiferencia del EAM 78 cuando falleció su hermano en pleno Mundial 78.



Por Carlos Aira*

 

Leopoldo Jacinto Luque fue uno de los goleadores más impactantes del fútbol argentino. Nacido en Santa Fe (3 de mayo de 1949), apareció con fuerza en aquel Unión de Santa Fe que peleó el Metro 75 al River de Labruna. Finalizado el campeonato fue refuerzo estelar en Núñez. No defraudó: durante cinco años se cansó de meter goles y ganar campeonatos. Pero su paso por la Selección Argentina le brinda inmortalidad futbolística. Campeón del Mundo 1978. Autor de cuatro goles y una historia de superación y dolor que merece ser conocida. Desde Mendoza, Leopoldo Luque abrió su corazón en Abrí la Cancha para recordar una vida que ya es película.

NO ME HAGAS PERDER EL TIEMPO: “Lo único que quería de pibe era ser jugador de fútbol de Primera División. En cualquier equipo, me daba lo mismo. Armé una carrera con mucho esfuerzo y sinsabores. Incluso en Unión, donde jugué hasta los 17 años. A partir de ahí no me citaron más, ni como suplente. Gente del club me llegó a decir que no me alcanzaba para jugar. Un dirigente me dijo: `No le hagas perder el tiempo a tu padre ni a nosotros. ¿Porqué no seguís estudiando o te conseguís un trabajo?‘.

Esa respuesta a mí me dolió muchísimo. Con el tiempo, analizándome, llegué a la conclusión qué, cuanto peor me trataban, más trataba de demostrar y me salía. Con los años se lo demostré a ese señor. Le dije: `Alguna vez voy a jugar en un equipo importante y te voy a mandar saludos´. Mirá vos cómo era mi formación que siendo un hombre grande le dije eso. Si me decían que no me alcanzaba porque otros eran mejores y me proponían ir a otro lado era una cosa. Pero eso que me dijeron me marcó. Yo me acuerdo que me fui desde la cancha de Unión hasta mi casa. No es cerca, la cancha está en  Boulevard Pellegrini y yo vivía cerca de Virgen de Guadalupe. Me fui al trotecito, y dónde había gente me cruzaba de vereda, porque iba con mucha bronca y se me caían las lágrimas. Era como que se me había derrumbado un castillo de veinte pisos encima. Llegué mal y me tiré en la cama de mi casa. Vino a hablarme mi mamá primero y mi papá después. Mi papá, con la calma que siempre tuvo, nada más que un poquito más nervioso, pero nunca diciendo malas palabras ni nada, me dijo ‘Hacé una cosa. Hay otros clubes, no solamente existe Unión. Demostrale a ese señor...’, que no lo voy a nombrar porque falleció, pero la mala cosa la hizo. Hasta que encontré un lugar, del que fui y volví, y fui de vuelta varias veces. Jugué en un equipo de la Liga Santafesina, Atenas de Santo Tomé. Hice en seis meses, treinta y pico de goles. Unión estaba jugando en la B, y en vez de pelear el campeonato para ascender peleaba el descenso para no irse a la C. Había gente de AFA, de Unión, que estaba muy enojada y a un periodista se le ocurrió poner ‘Los goles de Unión están en Atenas‘.

LA EXPLOSION EN UNION: “Volví al club del cual me habían echado años atrás. Antes había pasado por Central Norte, Gimnasia de Jujuy y Rosario Central. Ya tenía 25 años. Aquel equipo de Unión de 1974/75 fue una explosión. Cuando yo vuelvo a Unión, empiezo a jugar en Primera. Ascendimos en el ’74, y en el ’75 hubo un señor, un visionario, como lo fue Súper Manuel Corral, presidente del club. Dijo que no quería sufrir más con el descenso y contrató al ‘Toto’ Lorenzo. Tenía tres 9: Esteban Marasco, el finadito Víctor Trossero y yo. El nos dijo que iba a jugar el que anduviera mejor y vamos a empezar por el de casa, que era yo. Jugué, y anduve bien. Con Heber Mastrángelo me entendía como si hubiésemos jugado toda la vida. Con Victorio Nicolás Cocco, que era un poco el caudillo del plantel, me entendía a la perfección. Cuando me metía pelotas justas, yo estaba rapidito y sobresalí bastante. En los partidos que jugué contra River, en la primera y en la segunda rueda del Metropolitano del ’75, le hice goles en Núñez, y en la cancha de Vélez, porque cedimos la condición de local. Unión negoció, porque River venía primero, iba a salir campeón después de dieciocho años, y tenía muchos seguidores. Jugamos en cancha de Vélez, pero Unión se quedó con la recaudación. Ahí les ganamos 2 a 0, y en la primera rueda, en cancha de River, nos ganaron ellos 3 a 2. Yo hice un gol más o menos como el de Francia, pero al otro poste”.

 TOTO LORENZO:  “Lo recuerdo muchísimo y bien, porque conmigo fue un tipazo. En el primer partido que jugamos, un amistoso ante Patronato para presentar a todas las figuras, una fiesta con la cancha repleta, jugué yo de nueve con Mastrángelo en la delantera. Ganamos 4 a 0, e hicimos dos goles cada uno. Cuando terminó el partido, me puso la mano en el hombro y me dijo: ‘Muy bien flaquito. Te tengo que decir algo. Si vos me hacés caso a mí, hasta un equipo grande, y no sé si la selección, no parás. Porque tenés dos o tres cosas que muy pocos centrodelanteros tienen‘. Y yo, te imaginás, estaba feliz de la vida con lo que me dijo. Le hice caso en todo. Si bien era de los técnicos que cuando su equipo mete un gol lo mandan atrás y chau… Ganaba partidos 1 a 0 y no le hacías un gol… Era un tipo que estaba en todos los detalles. Supongamos, si había jugadores que por naturaleza tienden a engordar poquito. Entonces les sacaba el postre y me lo daba a mí, que necesitaba mantener el peso, y hasta engordar un poquito más, porque tenía cierta estatura. Necesitaba estar fuerte, ir bastante al gimnasio, porque lo mío era mucho choque, mucho pique de acá para allá. Yo hice todo eso con tantas ganas, porque mi papá y mi mamá también me lo pedían”.

FIGURA EN RIVER PLATE:  “Antes que terminara el Metropolitano se decía que iba a pasar a River.  Recuerdo que en una famosa revista salió un título así: ‘El número 9 que juega para 10‘. En Unión había muchos jugadores que habían sido formados o pasado por River como el caso de  Hugo Gatti,  Heber Mastrángelo,  Víctor Marchetti, Lito Bottaniz, y un defensor, Baudillo Jáuregui. Finalmente, pasé a River en el Nacional del ’75. Debuté para River contra Boca en cancha de Boca. Anduve bastante bien e incluso hice el gol del triunfo. De lejos también, fue una jugada en la que le pegué y la clavé en un ángulo. No tiré al ángulo, pateé al arco, y ganamos. Caí con el pie derecho en River, porque debutar nada más ni nada menos que contra Boca, y hacer el gol del triunfo fue algo glorioso para mí”.

River tiene un ADN muy especial. Vos en River podés ganar 5 a 0, pero si jugaste mal la gente no se va a ir conforme. Por ahí ganaste 1 a 0, y si jugaste bien bien, sí se va conforme. Porque tiene un paladar futbolístico muy fino, muy exigente. River no es palo y a la bolsa, no es ‘dale, vamos a meter’. El tema de River son los dichos de Labruna como ‘hay que jugar, jugar y jugar‘ o ‘para qué te traje´, o ‘traje los mejores, tengo a los mejores’, nos obligaba a jugar bien. Otra cosa que nos decía es que si el rival estaba metido atrás había que tocar hasta que los otros se descuidaran. Le tenían mucho respeto a River, como yo creo que siguen teniéndole a los equipos grandes, a River, a Boca, a Independiente, a Racing…”

Angelito Labruna era un genio manejando el grupo. ¿Sabés lo que es manejar el grupo que tenía River? Y Labruna lo manejaba de taco, nadie le faltaba el respeto. Una vez a mí me sacó y le dije… Es para reírse, ¿no?… Me dice ‘Vaya Chito’, me decía así, ‘usted el miércoles entra con la 9 en la espalda‘. Y me fui yo contento. Entré con la 9, pero en el banco. Porque en la Copa Libertadores te daban un número y vos jugabas con ese número toda la copa. Jugó Milonguita Heredia, que lo habían traído, con la número 15, de titular, y yo estaba con la número 9 en el banco. Cuando terminó la charla técnica me miró y dijo ‘¿Tiene algo que decir?’, yo dije que no y él volvió a decir ‘Usted entra con la 9‘”.

LA FAMILIA: “Fueron fundamentales en mi formación. Me decían ‘trabajá, trabajá y trabajá´. Si te piden veinte abdominales vos hacé veintidós, veintitrés’. Si te piden cuatro vueltas a la cancha, vos date una o dos más’. Todas esas cosas yo las tenía grabadas. El Toto me dijo eso, y me motivó de una manera… porque yo me juntaba con unos amigos e iba a jugar al bowling hasta las once, doce de la noche, no tan tarde. Ahora, ¿cuál era el tema? Qué cenábamos después de la práctica fuerte que habíamos tenido a la tarde. Metíamos un pancho con un juguito, una gaseosa. Yo pensaba que estaba bien porque no era alcohol.

CESAR LUIS MENOTTI: “Considero que lo que hizo Menotti fue un ejemplo y los argentinos no le prestamos atención: la Selección del Interior. En otros países sí lo hicieron y progresaron mucho más. El Flaco tenía cuatro jugadores en la selección que durante el año jugaban solamente tres meses y medio. Eran los jugadores de Talleres. El Negro [Héctor] Baley, Luisito Galván, [José Daniel] Valencia, y [Miguel] Oviedo. Jugaban meses nada más en Primera, porque después jugaban la Liga Regional, el torneo local, y nada más. Luisito Galván salió entre los mejores cinco defensores del ’78 y jugó una final increíble contra Holanda

“Menotti, con su proyecto, manejó un plantel donde salimos campeones del mundo con tres jugadores nada más que habían jugado un Mundial: Mario Kempes, René Houseman, y el Pato Fillol. Después, todos éramos debutantes. Jugábamos amistosos contra equipos europeos para acostumbrarnos a jugar, en mi caso, con el famoso stopper, ¿te acordás que antes se jugaba con líbero y stopper? Todas esas cosas nos fueron haciendo sentir a nosotros cada vez más seguros, más fuertes. Vos fijate cómo practicaba yo, y cómo andaba yo, que a mí me dijo que iba a ser titular el 15 de enero más o menos. Menotti Me dijo ‘El titular de mi equipo en el Mundial que empezamos, que arrancamos con Hungría, después nos toca Francia, después nos toca Italia, el centrodelantero es usted. Y va a ser capitán o sub-capitán‘. Yo me quedé tildado, porque me lo encontré en Mar del Plata, estaba de vacaciones, y él andaba por ahí caminando. Nos encontramos de casualidad. Me dio esa noticia y sinceramente, eso lo hacen los grandes”.

CACHO, SU HERMANO: “A mí me llevaron nuevamente a la concentración después del partido con Francia… Aparte yo jugué ese partido sin saber que mi hermano había fallecido en un accidente. Mi papá, mi mamá y la señora de mi hermano, dieron orden de no decirme. Negaron a la prensa que había sido mi hermano. No querían que yo me enterar antes del partido, porque ellos al otro día viajaban para llevar el cadáver de mi hermano a Santa Fe y avisarme. Yo le pregunté en un momento a mi papá porqué no me había avisado, y me dijo ‘porque te ibas a ir de la concentración, y vos tenías un compromiso con la Selección Argentina, y todo el mundo estaba esperando algo de vos. Y lo de tu hermano yo lo siento como padre, tu madre lo siente como madre, y vos lo sentís como hermano. Estamos mal, estamos mal. Pero no queríamos perjudicarte después de tanto sacrificio que hiciste para llegar a donde llegaste“.

“Me quedé con mi familia. Argentina perdió con Italia y nos tuvimos que ir a jugar la segunda ronda a Rosario. Estábamos tomando mate y mi mamá pobrecita andaba llorando en los rincones. Le digo ‘¿Viste? Perdió Argentina y se vienen a Rosario; me respondió: ´Sí, hijo, ¿cuándo vas a volver vos?’, y le digo ‘No, no tengo ganas de volver, mami. Quiero quedarme con ustedes, acompañarlos a ustedes’. Me dice ‘Nosotros estamos tratando con tu padre de resignarnos, porque ya no se puede hacer más nada. Dios quiso que sea así, y tenemos que aceptarlo m’hijo. Quedate tranquilo que nosotros vamos a estar bien, y tu hermano, desde el Cielo, te va a estar ayudando‘. Porque mi hermano me iba a ver partidos cuando jugaba en River, o en la selección algunos amistosos. Y si yo erraba algún gol, mi hermano era el crítico número uno. Me decía ‘¡Le pesgaste con el diario! ¡Te apuraste, papá! ¡Era un enganche más!’ ‘Ah’, digo yo, ‘Eso lo decís vos porque de arriba creés que se puede hacer un enganche más. Un enganche más significaba perder la pelota’. ‘Sí, bueno, pero perdiste el gol igual…’, me contestaba. Era mi crítico. Nosotros éramos más que hermanos, éramos, que se yo… No sé, amigos… Nos ayudábamos… Yo lo sentí muchísimo, pero tenía que simular muchísimo con mi madre y mi padre. Porque lo lloré, perder un hermano es duro… Pero perder un hijo debe ser tremendo, para los que los tenemos…El Flaco Menotti y los muchachos, mis compañeros, me ayudaron muchísimo. Yo no tengo manera de cómo agradecerle al Flaco Menotti, y a todo su equipo también… Contuvieron a mi familia, a mí… No sabés cómo se comportó esta gente”.

 Mi mamá me dijo: ¿cuándo vas a volver vos?’, y le digo ‘No, no tengo ganas de volver, mami. Quiero quedarme con ustedes, acompañarlos a ustedes’. Me dice ‘Nosotros estamos tratando con tu padre de resignarnos, porque ya no se puede hacer más nada. Dios quiso que sea así, y tenemos que aceptarlo m’hijo. Quedate tranquilo que nosotros vamos a estar bien, y tu hermano, desde el Cielo, te va a estar ayudando‘.

LOS MILITARES, EL 6 A 0 Y EL TESTIMONIO DE MUÑANTE: “Fijate vos, recién hablábamos de los militares. Los muchachos estos, el plantel desde el Pato hasta todos, el cuerpo técnico, me iban a visitar, papá, mamá y mis otras hermanas. Venían todos y las saludaban. Y mi papá, que fue ciclista y un deportista de aquellos. No pudo ser profesional porque tenía que laburar. Yo me sentí tan bien, de ver a mis hermanas, a mi papá y a mi mamá charlando con los muchachos, con el cuerpo técnico… Fue una contención increíble. Y aprovecho para decir esto, la AFA estaba intervenida porque los milicos ¿Vos creés que alguno me dió la mano y me dijo ‘te acompaño en el sentimiento’? ¡Lo mínimo! ¿O ‘qué necesitás, Leopoldo? Que es normalmente lo que uno hubiera hecho. Yo sé que tal vez es algo que no vamos a volver nada atrás, pero esta gente ni siquiera… Todavía estoy esperando que alguien me de el pésame. Y después había algunos que hablaban del partido con Perú, que los sobornamos, que lo otro… Yo jugué con Juan José Muñante en el Tampico Madero de México, durante dos años. ¿Se acuerdan de Muñante, la Cobra? En el partido de Rosario, el estrelló un tiro en el palo apenas comenzó el partido. Murió hace dos años en Estados Unidos. Una noche lo invité a cenar a casa y le hice milanesas. Cerveza va, cerveza viene le digo ‘¿Te puedo hacer una pregunta? ¿Alguien les ofreció algo a ustedes en aquel partido?’ Pero yo digo… pero si alguien ofreció algo, puede haber habido alguno. Muñante me respondió: ‘Mirá, que yo me entere, no. Lo que sí sé, es que hubo una gente que nos vino a ofrecer un dinero si le empatábamos o les ganábamos. Una incetivación. Que a mí me parece que no está mal, porque es un incentivo. Lo que está mal es un soborno‘. Y me dice ‘soborno no hubo’, y digo ‘¿porque viste que después del Mundial salieron a hablar?’ Y me dice ‘¿Sabés quienes salieron a hablar? Los que se cagaron en los partidos‘. Así dijo Muñante”.

AMOR POR RIVER PLATE:  “Si hablo, hablo con pasión y verdad. Digo todas las cosas que siento. No ando rebuscando palabras porque soy así, me criaron así. Mirá, una cosita, lo último. Yo trabajo para River ahora, como palpador de talentos. Vos sabés que yo trabajo con otro profe, que viajamos a donde hay eventos, a ver chicos, en San Luis, San Juan y Mendoza. Cuando llegamos hay un protocolo bárbaro y luego llega el momento quemas me gusta: ponerme la remera y la campera de River. Me agarra una cosa y digo, ¡cómo quiero a River! Y digo, qué lindo que es haber jugado en River. Todo se trata de River, de River, de River… Y soy un tipo grande, ya tengo setenta y un años. Todavía me emociona el fútbol, escucho la musiquita y me emociona, escucho un gol y me emociona. Pero porque soy un apasionado de lo que hice y un agradecido a Dios que me quitó algo, pero me dió una cosa que no se va a igualar. Pero me ayudó a poner contenta un poco a mi vieja y a mi viejo“.

En Primera División, Leopoldo Jacinto Luque convirtió 100 goles en 261 partidos vistiendo las camisetas de Rosario Central (1972), Unión (1975 y 1981), River Plate (1975-1980), Racing Club (1982) y Chacarita Juniors (1984). En la Selección Argentina jugó 43 partidos y marcó 21 goles.

 

  • Entrevista realizada por Carlos Aira en Abrí la cancha (Lunes a viernes, de 20 a 21hs. Domingo, de 23 a 00hs)
  • Desgrabación realizada por Martín Gorojovsky.

EXTRAIDA DEL SITIO: RADIOGRAFICA.ORG.AR

domingo, 13 de febrero de 2022

LA HISTORIA DE UN GRANDE

 VIDA Y OBRA DEL "GATO ROMERO"

FUENTE: LA NACION/GASTON SAIZ

Se apagó para siempre la sonrisa luminosa del Gato. El golf argentino llora la pérdida de Eduardo Romero, uno de los jugadores más emblemáticos de nuestra historia y un símbolo del deporte de Córdoba, allí donde surgió como caddie. A sus 67 años, una enfermedad terminal le puso fin a la vida del intendente de Villa Allende, que en los últimos días de enero había pedido una licencia como funcionario público. “Hace algunas semanas comencé un largo tratamiento con altibajos, que hoy me obliga a darles una noticia que nunca imaginé y para la que nunca me preparé”, había comunicado entonces.




Querible, entrañable y ganador. Alcanzó lo máximo a nivel local al obtener el Abierto de la República (1989), brilló en el Tour Europeo (8 títulos en 383 torneos, con una ganancia total de 7 millones y medio de euros) y su carrera tuvo un relanzamiento después de los 50 años, cuando se llevó dos Majors del Champions Tour de los Estados Unidos, el circuito de veteranos. Le quedó la espina de un triunfo en el PGA Tour, una gira en la que, a diferencia de su coterráneo y amigo Angel Cabrera, no pudo hacer pie, pero su carrera estuvo matizada por grandes momentos dentro de la elite del Viejo Continente.

Fue un deportista genéticamente preparado para el golf. Lo ayudó haber nacido en una familia de golfistas, en el corazón del barrio El Cóndor de Villa Allende, donde el golf es más importante que el fútbol. Fue su padre, don Alejo Romero, quien le inculcó de chiquito la constancia y el sacrificio para obtener logros. Bajo su tutela transcurrió incontables horas practicando; usaba cualquier cosa que pareciera un palo de golf para pegarle a las piedras, a los palitos que caían de las ramas, a los corchos... “Si el corcho sale bien, la pelotita va a salir bien también”, aconsejaba.

Desde muy chico trabajó como caddie en el Córdoba Golf Club y nunca nadie le modificó ese swing tan natural, una marca registrada que lo llevó bien lejos en las giras internacionales. De su madre, Doña Delia “Lola” Nieva, aprendió la humildad, el respeto, la constancia. De ella y de su padre heredó no ser rencoroso. “Comprendí la caballerosidad, el don de gente, el respeto por el otro, el valor de la palabra, de la honestidad. Para mí, el golf es también una filosofía de vida”, reflejó en su libro autobiográfico “El Gato”, de editorial RaízDeDos.

A los 12 años le cargaba los palos a José Calixto Yáñez. Cuando este aficionado no jugaba, le prestaba la bolsa; así, la práctica en el campo como caddie era su momento más feliz y lo disfrutaba al máximo, probando golpes y tirando pelotas hasta que caía el sol; así moldeó su naturaleza de jugador. “Iba lustrando esos palos de Yáñez durante los tres kilómetros entre el club y mi casa en El Cóndor. Y cuando llegaba a mi hogar, seguía pasándoles la franela. Comía y mantenía la bolsa a la vista, como si en una mínima distracción se me pudiera escapar”, contaba el Gato, que entonces tiraba hasta que se les enrojecieran las manos, tanto que a la noche las sumergía en hielo para que se deshincharan.

Mientras su contracción al golf se mantenía intacta, a los 15 años su padre lo llevó a trabajar a la carpintería del Coco Mazza. Inquieto por su futuro laboral, quería que aprendiera otro oficio. Cierto día, Alejo Romero le preguntó al dueño del negocio: “¿Cómo anda el chico?”. “¿Quién, el Eduardo?”, respondió Mazza, que remató: “¡Qué sé yo, si se raja todos los días a jugar al golf!”.

Su padre buscó la manera de que no se dedicara a este deporte, pero entendió que lo llevaba en el alma. En el fondo, se desvivía por tener un hijo golfista. En cierto momento lo desafió: “Si querés jugar, vas a jugar, pero en serio. Hasta que te sangren las manos”. Así fue como lo puso a tirar y cargar pelotas. Se ubicaba en el algarrobo que hay en la cancha del club, entre el hoyo 1 y el 18. En ‘El árbol de Romero’, como le dicen los lugareños. Desde allí, tiraba doscientas pelotas, salía a recogerlas y vuelta a pegarle a otras doscientas. “Abandoné la calle, dejé de andar hondeando, matando pájaros para divertirme, y a partir de ahí me dediqué a este deporte, que fue también aprender la vida”.

El joven Eduardo nunca había pensado vivir del golf. No había planificado “ser alguien” en el deporte. Simplemente se entrenaba y jugaba; se levantaba todos los días pensando en mejorar. “Jamás se me cruzó por la cabeza que el golf iba a darme de comer, me iba a vestir, a permitirme conocer el mundo, codearme con gente diversa, firmar autógrafos… nunca”. Ya de novio con Adriana Rosa García, en 1977 recibió una oferta para convertirse en profesor para dar clases en el Salta Polo Club. Fue el trampolín de su carrera, porque se entrenaba todos los días y pulió la técnica que había adquirido como caddie durante tantas jornadas en Córdoba.

Recién en 1980 racionalizó la idea de poder vivir de este deporte. Y en 1982 se convirtió en profesional, aunque aquel salto no significó inmediatamente su salvación, sino que estuvo signado por varias limitaciones. Hasta recibió miradas desconfiadas: Roberto De Vicenzo llegó a decir que aquel joven de 23 o 24 años “no tenía uñas de guitarrero”, una frase que le dolió profundamente. Con el tiempo, el Maestro le pidió perdón.

Sus vivencias en el tour argentino dejaron patentes algunos padecimientos. Recordaba una mañana en el hotel Central Argentino de Buenos Aires, donde desayunó un café con leche con medialunas y no volvió a comer en todo el día. En otra ocasión, luego de no pasar el corte un viernes, se volvió a Córdoba en el primer colectivo que encontró. “Con el Enano Acosta no teníamos un peso partido por la mitad. Cuando el micro hizo la parada larga en Rosario, nos quedamos viendo cómo los pasajeros pedían un plato de pollo o milanesa con papas fritas, mientras que nosotros teníamos que conformarnos con un plato de ñoquis para los dos”. Su padre pedía plata prestada para que siguiera jugando. Pero al final, la imperiosa necesidad económica y el orgullo deportivo lo fueron encaminando hacia la elite.

El primer torneo que ganó fue el Gran Premio de La Cumbre, en marzo de 1983. De a poco, se fue haciendo un nombre en el ámbito local. El apodo felino le cayó en 1984, una ocurrencia de Alejandro Quevedo, un profesional del circuito: ante un periodista, el jugador declaró que Romero le salta encima a cualquiera desde las terceras vueltas de los torneos y que “la cara se le transforma en un gato”. Paradójico, porque antes lo apodaban “Perro pila”, un mote que surgió cuando hizo el servicio militar en 1975, en el Regimiento 12 de La Calera. Era por sus características físicas: flaco al extremo y con la cabeza rapada, apenas pesaba 54 kilos con una estatura de 1m87.

Siempre sufrió problemas con el putter, un palo que lo condenó muchas veces a finalizar segundo. Su trayectoria pudo haber tenido mucho más éxito de haber contado con más precisión sobre el green. Aun así, se mostraba invariablemente como un jugador sereno, nada calentón. Era paciente, no se arrebataba ni necesitaba concentrarse demasiado para ejecutar los golpes en cada torneo. Y jugaba distendido: no tenía problemas en saludar a un conocido que estaba detrás de las sogas y luego seguir su recorrido por el fairway, rápidamente enfocado. ¿Lo mejor? El approach, desde donde hacía magia para intentar dejarse putts accesibles.

Gracias a una carrera en continuo ascenso, se produjo su despegue internacional. Al Viejo Continente llegó “con lo puesto”, en el verano europeo de 1985. En su primera incursión en Francia, arribó en tren a un pueblo rural llamado Saint Germain-les-Arpajon, confundiendo la sede del torneo. “Acá no hay una cancha ni en pedo”, se dijo en voz alta, tal como relata en su libro. Sin hablar una palabra de francés y preso de la desesperación, echó una mirada a su alrededor y vio un cartel de un restaurant peruano. Preguntó al dueño, que lo guió a una oficina municipal. Finalmente, gracias a las averiguaciones de una operadora, cayó en la cuenta de que el Abierto de Francia de aquel año se jugaba En Saint Germain-en-Laye, hacia el noroeste de París. La confusión le costó unos cuantos francos y dos horas de viaje en tren, pero llegó a tiempo. Es más: sorprendió al terminar tercero, detrás de Severiano Ballesteros y Sandy Lyle. Esa ubicación le permitió recibir invitaciones para jugar más certámenes en Europa.

Ganó su primer gran torneo recién a los 35 años, en septiembre de 1989. El Lancome Trophy, en Saint-Nom La Breteche, en París. No era un certamen abierto y Romero no contaba con ranking suficiente para ingresar en el field de 70 jugadores. Sin embargo, entró como uno de los suplentes, pero ni siquiera era el primero que esperaba de la nómina. Finalmente, participó y tuvo un cierre de ensueño: el domingo quiso abrazarse mágicamente a la distancia con sus seres queridos, desde la Ciudad Luz hasta Villa Allende. Recordó su infancia humilde, los palos prestados para jugar, su padre, su mujer… “Brindamos con champagne Perrier en vasos de plástico. Salimos a festejar con una cena en París y me dieron de regalo un palo de 1816 y un cheque por 60 mil libras esterlinas, que para ese año era una barbaridad”.

Tras el triunfo, De Vicenzo le dijo una frase que le quedó grabada: “Ahora vas a tener muchos amigos”. Entonces se acercaron patrocinadores, marcas de palos y de pelotas, además de varios arribistas que intentaron engañarlo. Ya era una figura del Tour Europeo. “Pase, señor Romero; por acá, señor Romero”, se convirtió en un trato habitual en la gira. Y también, esas propuestas oportunistas de aprovechadores disfrazados de empresarios. “Los verdaderos amigos, los del barrio, los que fueron caddies conmigo, nunca me pidieron nada, al contrario”. Aquel 1989 fue su mejor año deportivo, ya que triunfó en su único Abierto de la República y cerró el año con la distinción del Olimpia de Oro.

Nada mejor que compartir una noche de amigos con Romero, un asado con sobremesa para recordar por siempre. Eterno contador de chistes, cuando llegaba su turno, todos se preparaban para disfrutar. Uno tras otro. Imposible no terminar con los ojos enrojecidos. Ese también era el Gato.

Poco después de ganar el Lancome disputó el Dunlop-Phoenix en la ciudad japonesa de Miyazaki. Un problema en la conexión de vuelos lo forzó a practicar la cancha un poco más allá de las 5 de la tarde, cuando tendría que haber arribado al escenario del certamen por la mañana. En el campo se encontró pronto con un anciano que le pegaba muy mal a la pelota y estaba demorando al resto de los jugadores, por lo que el aficionado decidió dar paso. Pero después de otro tiro malo de aquel hombre de edad avanzada –ejecutado ante la presencia del Gato- el cordobés se presentó como jugador inscripto del certamen y le ofreció ayuda. Gracias a esos ajustes -consejos de posturas y movimientos-, el japonés mejoró notablemente su precisión en aquellos últimos tres hoyos de práctica. Y cuando terminó, feliz por su sorprendente mejoría, saludó al Gato con la mayor deferencia posible.

Al día siguiente, en el Pro Am del miércoles, el cordobés se encontró en su locker con un sobre que decía ‘Mr. Romero’, junto con una tarjeta escrita en japonés. “Cuando abrí el sobre me encontré con un cheque de 5000 dólares, casi me caigo de espaldas. Llamé de inmediato al jefe de vestuarios para decir que ese dinero no era para mí, pero me dijeron que era de parte del señor Ideki Kotsinawa. ¿Quién era? El presidente del Banco de Tokio”. En la tarjeta, el banquero aclaraba que esa cifra correspondía al 0,01% de todo lo que llevaba gastado en profesores para que le corrigieran lo que el cordobés le había ajustado en diez minutos.

Los innumerables viajes en el exterior lo cultivaron y le dieron una mirada mucho más global, tras haberse criado en el micromundo de Villa Allende. Aprendió a combinar la ropa, a hablar inglés. “Un tipo como yo, que nació en una familia humilde y vivió en un barrio bien popular, obrero, no sé si hubiera tenido la posibilidad de balbucear más que un poco de castellano. Conocí cosas que no se me habían ocurrido jamás que podían existir. Los lujos, los excesos, la discriminación, la caballerosidad, la marginación, la culpa. Cada cancha de golf dice mucho acerca del país y su gente”.

En el Abierto de México 1998, año en que su padre falleció de cáncer, el Gato terminó la tercera vuelta como líder, con siete golpes de ventaja, pero los cólicos renales lo estaban complicando y amagaban con frustrarle el torneo. La chance de abandonar era muy concreta, al punto que el médico que lo atendió en la noche previa a los últimos 18 hoyos le aseguró: “Usted no puede jugar”. La única chance fue aplicarse inyecciones en la cola a cada rato, así que jugó esa última ronda acompañado por un enfermero, que le terminó aplicando 16 jeringas durante el trayecto, casi una por hoyo, ambos escondidos en el carrito… hasta que mantuvo la diferencia y triunfó por siete golpes.

Siempre abierto a la gente, se prestó a un acto solidario que lo llenó de emoción. Ya en su etapa Senior, fue capaz de cambiar los pasajes de los vuelos que lo trasladarían a un Open Británico para veteranos, con el objetivo de visitar de sorpresa a un aficionado veterano que lo idolatraba y padecía un cáncer terminal. Así fue como el Gato apareció en aquella casa señorial de Boulogne, con la complicidad de la familia de Fernando, que abrió grandes los ojos cuando vio entrar a la figura del cordobés. Se fundieron en un abrazo interminable. Finalmente, el fanático llegó a ver el torneo de punta a punta por TV y comprobó cómo el Gato se sacaba la gorra cada vez que hacía un birdie, un gesto que el golfista le prometió que le dedicaría. Unos días después, Fernando murió.

Romero vivió toda la transición de la tecnología en el golf, cuando una pelota le debía durar al jugador cuatro o cinco torneos, viajar en avión con una bolsa de 200 pelotas usadas y no contar alrededor con aparatos de marketing ni sponsors. Con los años, fue testigo del seguimiento de las empresas líderes del golf, que hasta graban el swing del jugador para fabricarle palos exactamente a su medida.

Pudo coincidir durante un período con Tiger Woods: “Tiger es un tipo piola, muy correcto y atento, siempre concentrado en lo suyo pero para nada descortés. El problema con él es que lo sigue una marea humana; por eso, muchas veces pide que juegues primero, porque sabe el revuelo que se genera después de que le pega a la pelota”. Jamás Romero recibió una multa disciplinaria o intervino en una controversia deportiva. Pero casi entra en una, justamente con el astro mundial, ganador de 15 majors: “En un torneo me tocó jugar con Tiger y le sacaba 20 yardas con el drive. Cuando terminó la vuelta, él declaró que había que controlar a los jugadores que usaban palos antirreglamentarios. Recuerdo que Vijay Singh me dijo: ‘Estaba hablando de vos’”.

Otro gran hito fue su consagración en el Abierto de España de 1991, en el Club de Campo de Madrid, en un mano a mano increíble con Severiano Ballesteros, después de siete desempates a dos hoyos cada uno. “Gladiadores”, titularon en la prensa española.

En 2004, recién cumplidos los 50 años, saltó sin traumas ni nostalgia al circuito senior. Sus inmediatas buenas actuaciones entre los veteranos de Europa le habilitaron una invitación para jugar en el Champions Tour de los Estados Unidos. Y ganó en el primer torneo en el que participó, el Jeld Wen Tradition de Oregon, uno de los cuatro majors del calendario. Ese año cosechó premios por 900.000 dólares y fue distinguido como el novato del año. Pero su momento consagratorio llegaría en agosto de 2008, en el Broadmoor Golf Club de Colorado Springs, donde se adjudicó el US Open Senior. “El domingo entré al green del hoyo 18 ante cincuenta mil personas. Me temblaban las piernas, sabía que era como ganar Wimbledon en el tenis”.

Desde hace varios años, el juego ya no le respondió y sus problemas gástricos le impidieron seguir viajando. Entonces, se inclinó por la función pública, otra de sus pasiones. En noviembre de 2015, durante el 110º VISA Open que se disputaba en el Jockey Club de San Isidro, le confesaba a LA NACION: “No siento la concentración que tenía antes, en la cancha voy pensando en otras cosas. Hoy me siento más político que golfista”.

Sus periplos por el mundo le devolvieron un aprendizaje invalorable: “En una cancha he visto cómo aflora todo lo que es el ser humano, actos de hipocresía tan comunes en otro ámbito. El tipo ansioso, el caballero, el que hace mula, aparecen de manera transparente viéndolos jugar. Si sos tramposo en el golf, es seguro que sos tramposo en la vida. Y en la cancha te das cuenta de quién es quién, a la corta o a la larga”.

  • Profesional desde: 1982
  • Victorias en Argentina: 43
  • Triunfos en América del Sur (excluyendo Argentina): 12
  • Victorias en Europa: 10
  • Exitos en Estados Unidos: 5

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