domingo, 28 de abril de 2019

REGIONAL 85/86

EL TITULO QUE GANO BELGRANO DE CÓRDOBA

Se ganó en 1985/86, hace sólo tres décadas, pero su conquista quedó asociada a mitos, mentiras e inexactitudes, tal como si no existiesen fuentes para probar su verdadera esencia.


El Campeonato Regional de esa temporada quedó inmerso en la transición hacia una reestructuración que modificó la participación de los clubes provincianos en AFA y en ese escenario complejo, este certamen terminó siendo tierra fértil para que el hincha le otorgue la interpretación antojadiza que mejor le quedará.


Para algunos, el torneo parece no haberse disputado jamás o no representó mucho más que un “simpático” certamen intrascendente. Para otros, en cambio, se realizó para clasificar a su campeón (Belgrano) a la primera edición del Nacional B. Y la verdad, que no puede “acomodarse” a la necesidad de ningún color, es otra muy distinta a estas dos versiones.


El Regional 1985/86 fue, ante todo, un campeonato oficial de AFA, lo que le permite a Belgrano presumir de ser el primer club cordobés en obtener un torneo en el ámbito nacional y, por si hacía falta, en calidad de invicto. Pero también es necesario aclarar que su consagración no le otorgó el pase al Nacional B, sino a la Liguilla Pre-Libertadores, una instancia a la que accedieron todos los semifinalistas de aquel certamen.


En honor a la verdad, la participación del club en el panel estable del fútbol argentino se cristalizó, tal como ocurrió con Talleres, por medio de un acuerdo escrito. Fue la Asociación Cordobesa de Fútbol la que dictaminó, en la madrugada del 12 de abril de 1986 y a través de la resolución 150, que los celestes sean los representantes de la plaza otorgada a la entidad madre del fútbol cordobés. Con aprobación unánime: la 150 fue conocida en el ámbito dirigencial de la época como “la 1.309 cordobesa”, en relación a la normativa que dispuso la inclusión de los albiazules a los torneos porteños, en 1980.


Hecha la salvedad histórica, el Regional ganado por Belgrano fue, quizá, el torneo más federal de la historia del fútbol argentino. Y los datos son contundentes: participaron 106 clubes representativos de las 23 provincias del país, con 24 de ellos “veteranos” de los viejos nacionales de primera disputados entre 1967 y 1985. Sólo faltaron los tres clubes de la Docta acogidos en el fútbol porteño (Talleres, Instituto y Racing). Fue un auténtico campeonato provinciano, con los mejores representantes de cada rincón del país.



Su estructura única tuvo una razón de ser. Con la desaparición del Campeonato Nacional surgió la necesidad de otorgarles a los clubes de “tierra adentro” alguna motivación deportiva para que el Regional no sea sólo un “torneo paralelo” al porteño. Por ello, y hasta tanto se organizara el Nacional B, el mismo otorgó dos plazas a la Liguilla Pre-Libertadores y tendría un campeón del interior.


La fiesta fue interminable. Belgrano volvió a ser noticia nacional. Fue uno de los títulos más esperados y celebrados de las 58 conquistas oficiales logradas por el club, pero también el último grito triunfal, ese que hace casi tres décadas espera volver a enronquecer las gargantas piratas.


Síntesis:
Belgrano:
Juan Manuel Ramos
Alejandro Chiera
Sergio Céliz
Juan Carlos Reyna
Raúl Moreno
Juan José López
José Luis Villarreal
Germán Martellotto
Abel Blasón
Luis Scatolaro
Edgardo Parmigiani
DT: Tomás Cuellar


Olimpo:
Raúl Domínguez
Alfredo Torres
Daniel Florit
Carlos Genovese
Manuel Cheiles
Claudio N. Rotondi
Miguel Ángel Suárez
Roberto Depietri
Rubén Favret
Hugo Paulino Sánchez
José Ramón Palacio
DT: Abel Da Graca


Goles: PT: 21m Parmigiani (B); 23m Parmigiani (B); 45m Cheiles (O). ST: 16m Martellotto (B); 40m Depietri (O).
Cambios: PT: 23m Luis Basualdo por Florit (O). ST:
9m Raúl Schmidt por Miguel Ángel Suárez (O).
Estadio: Belgrano.
Árbitro: Aníbal Hay. Recaudación: 51.000 australes.

FUENTE: MUNDOD
POR: GUSTAVO FARIAS 

sábado, 27 de abril de 2019

UN GRANDE DEL DEPORTE

LA LEYENDA INOLVIDABLE

 Jesse Owens** Su nombre forma parte de la historia mundial más que de la del atletismo. En los Juegos Olímpicos de **Berlín '36** desafió al régimen nazi consiguiendo cuatro medallas de oro (100, 200, salto de longitud y 4x100) mirando al mismísimo Hitler a la cara. Su proeza simboliza el sueño americano en toda su extensión. 



Criado junto a 11 hermanos en una familia humilde, Jesse se ganó la vida en los campos de algodón desde pequeño, vendiendo periódicos y como ascensorista. 




Hijo de un granjero y nieto de esclavos, no parecía que el chico fuera a pasar a la historia. Sin embargo, su reto ante el mismo Führer le hace merecedor de uno de los capítulos más bonitos de la humanidad, ése que dice que todos somos iguales independientemente de nuestra raza y religión. Además, en su caso, demostró ser hasta superior.



FUENTE: REVISTAGQ.COM

UNA VIDA DE PELICULA

EL TARZAN NADADOR




 Johnny Weismüller** Hay quien opina que la vida de este nadador daría para una película. Nacido en el antiguo imperio austrohúngaro, emigró con sus padres a Estados Unidos donde empezó a trabajar como botones en un hotel de Chicago. Su debut como amateur lo hizo el 6 de agosto de 1921, y después, mintiendo sobre su nacionalidad, acudió a **París '24** haciéndose pasar por su hermano Peter. 




En dichos Juegos Olímpicos consiguió dos oros en 400 metros (estilo libre) y en 4x200, llevándose además el bronce en waterpolo. Posteriormente se llevaría otros dos oros en Amsterdam '28. 



Además, acabó su carrera con 52 campeonatos nacionales de Estados Unidos y 67 récords mundiales. Pero lo más impactante de su trayectoria fue que tras despedirse del deporte recaló en el cine, donde MGM lo fichó para hacer el papel de **'Tarzán de los monos'** (1932) en una producción dirigida por Woody Strong Van Dycke. En total encarnó al personaje en seis ocasiones. Lo dicho, una vida de película.




FUENTE: REVISTAGQ.COM

miércoles, 24 de abril de 2019

LOS CUENTOS DEL TITO PEPER

EL JUGADOR QUE DEJABA EL ALMA EN LA CANCHA

PEDRO SABORIDO / ILUSTRACIÓN DE LAURA SAVIO

En la borrosa frontera que existe entre lo correcto y lo mediocre solía moverse Nelson Correcto Zolbowicz, al que también llamaban Nelson Mediocre Zolbowicz (el apodo Mediocre le fue puesto por su madre, y se desconocen los motivos). Jugador del medio, prolijo y austero en la administración de la pelota fue, durante años, un 8 que figuró en la Primera del El Porvenir.




Obviamente, era de los jugadores a los que se les dice “pecho frío” (su madre también se lo decía y hasta las maestras de la primaria pusieron más de una vez en su boletín “Como alumno y como niño, eres un pecho frío”, se desconocen los motivos). Pero algo cambió el sábado 19 de noviembre del ’74, o del ’75, o quizás del ’81. Aquella tarde, Nelson jugaba uno de sus mediocres partidos hasta que un compañero (muchos dicen que se trataba de Aquiles Comesaña, un aguerrido defensor expulsado de por vida años después por comerse la rodilla de un número 7 que se le escapaba por la punta) le tiró un pase de esos que hay que correr, cosa que Nelson hacía con mediano empeño.



Aunque el pase era prometedor, nadie en la cancha suponía que Nelson iba a hacer más de lo que medianamente correspondía para aprovecharlo. Pero algo extraño pasó. Cuando estaba a un metro de la pelota, y ésta estaba ya saliendo de la cancha sobre el fondo del lateral, una extraña silueta transparente y blanquecina salió del cuerpo de Nelson y la alcanzó. Y se la dio a Nelson. Azorado, a Nelson apenas se le ocurrió tirar un centro. La silueta blanquecina y transparente fue por ese centro. Obvio que era el alma de Nelson, y fue tanto lo que corrió que cuando la pelota ya llovía sobre las manos del arquero, el alma de Nelson (mientras Nelson observaba a veinte metros) saltó y peinó la pelota, que rozó un palo y entró en el arco. Gol. Gol del alma de Nelson, que desde ese día se convirtió en Nelson El hombre que deja el alma en la canchaZolbowicz.




“No entiendo lo que pasó”, dijo ante los micrófonos de Radio Rivadavia. Más tarde, ya en soledad, charló sobre lo ocurrido con su alma. Y esta le explicó que estaba cansada dé que Nelson no la pusiera en juego nunca, ni en la cancha ni en la vida. Y que por eso había decidido ponerse ella misma.




Al partido siguiente, el alma se le salió dos veces del cuerpo, haciendo un gol y sacando de su arco una pelota sobre la línea. Con el correr de los partidos, el alma empezó aparecer más y Nelson, ya famoso por entregarle su alma al partido, comenzó a hacerse muy conocido.




Sobre el final del torneo, cerca de la gloria de las últimas fechas, el alma se le desprendía con el pitido inicial, haciendo maravillas sobre el césped. Nelson, por supuesto, estaba dentro de la cancha, aunque lejano a la pelota y a las situaciones, ya que era el alma la que hacía todo. Dirigentes y periodistas lo felicitaban. “Poner el alma en todo lo que se hace es lo que más se puede admirar de un hombre”, decía una bandera. Los sábados a la noche, las minas morían por Nelson y su alma en Kamote, el boliche de la avenida Pavón. Después se iba a Sirocco, un telo don-del alma de Nelson las hacia gritar de felicidad. De un tiempo a esa parte, cada domingo la mamá de Nelson ponía un plato más en la mesa.




Pero la felicidad de Nelson duró poco. Si bien se había convertido en el ídolo de la hinchada, ésta empezaba a mostrar preferencias por su alma antes que por él. Incluso los periodistas iban a entrevistarla. Era tan así que un día Nelson se fue por el túnel dejando su alma en la cancha rodeada de periodistas y de hinchas que querían su autógrafo. Horas más tarde, el alma volvió hasta la casa de Nelson y se metió dentro de su cuerpo hasta el sábado siguiente.




El alma empezó a ser llamada El crack de El Porvenir, y Nelson comenzó a ser llamado El estuche del crack de El Porvenir. En la AFA comenzaron las protestas. ¿Cuántos jugadores había en la cancha cuando jugaba El Porvenir? ¿Once o doce?
“Es el alma de Nelson”, decían los dirigentes del club. “Sí, pero es la que hace los goles”, acusaban los contrarios. Para zanjar las diferencias, la AFA resolvió que jugaba Nelson o jugaba el alma. El técnico encontró la trampa de ponerlo a Nelson de titular y, a los dos minutos, cambiarlo por su alma, que esperaba en el banco. Nelson se iba a las duchas mientras escuchaba los gritos que la hinchada le dedicaba a su alma.




Con el tiempo, Nelson dejó de ir a los entrenamientos y empezó a mandar a su alma en colectivo. Finalmente dejó de jugar. Pero su alma no. Y junto con El Porvenir festejó el ascenso. Y luego el alma fue vendida al Ajax. Pero no se olvidó de Nelson, y todos los años le mandaba pasajes, hasta que Nelson se quedó a vivir allá. Hoy, el alma de Nelson es panelista del programa de Hugh Va Der Helser, una especie de Fantino holandés.


Nelson trabaja en la producción.

EL DIA QUE MARADONA Y BOCHINI JUGARON JUNTOS EN ARGENTINOS JUNIORS

FUE EN 1979 ANTE TALLERES DE CORDOBA



Quizás sea cierto eso de que un día, en la semifinal del Mundial 86 contra Bélgica, cuando Bochini entró a la cancha para jugar sus únicos cinco minutos mundialistas, Maradona recibió a su ídolo con un apretón de manos y esta hermosa frase: “Maestro, lo estábamos esperando”. Lo que sí es cierto, y no tan recordado, es que otro día, en un amistoso, siete años antes, Pelusa y el Bocha jugaron juntos, un partido entero, con la camiseta de Argentinos Juniors.




Fue el 15 de agosto de 1979. El equipo de la Paternal celebraba sus 75 años en una fiesta llena de nombres importantes y de buen fútbol. “El estadio de Vélez se transformó en una torta inmensa, dulce, empalagosa”, contó la revista El Gráfico casi una semana después en la página 66 de un número que estaba dedicado al River campeón del torneo Metropolitano. El invitado a la fiesta fue Talleres de Córdoba, que en los 70 tenía equipos memorables y era vanguardia futbolera. Esa jornada histórica, recuerda la página oficial del club, sirvió a la “T” para preparar la definición de la Liga cordobesa, ante Racing de Nueva Italia -fue campeón por sexta vez seguida-, y el inicio del Nacional 79.


En la previa, el diario Tiempo de Córdoba destacó que el amistoso “reunirá a algunos de los mejores futbolistas del momento”. Los cordobeses llegaban con sus figuras, pero además el club de la Paternal se reforzó con estrellas de otros equipos de Buenos Aires. En el arco sumó a Hugo Gatti, que tenía 35 años y era figura en Boca. Marcando punta izquierda apareció Quique Wolff, que había dejado Real Madrid y negociaba con Argentinos y con Talleres para volver al fútbol local. Y también incorporó a “el ‘diablo’ y recién convocado a la selección, Ricardo Bochini” para hacer dupla con Dieguito en la media cancha. “Si a eso se le suma la presencia de Maradona, se advierte que Argentinos Juniors presenta una verdadera selección”, concluía.
El equipo de Delem formó con: Gatti; Carrizo, Pellerano, Wolff (ingresó D´Angelo)y Minuti; Bochini, Magalhaes y Domenech; Maradona, Finaroli y Molnar (Saggiorato). Los once de Saporiti fueron: Guibaudo; Ocaño, Oviedo, Binello (Pavón) y Tarantini; Reinaldi, Ludueña y Valencia; Boccanelli, Bravo y Guerini. El árbitro fue Ricardo Calabria. Las expectativas de la prensa y del público eran inmensas. Dicen que por eso el partido se jugó en Vélez y no en La Paternal. “Con esos nombres está todo dicho: en las líneas medias aparecen jugadores que no gustan de la marca y que sienten, en cambio, el placer del fútbol bien jugado y lujoso. Muchas veces comparados entre ellos, Bochini, Maradona y Valencia podrán brindar un verdadero espectáculo”, confiaban en Córdoba.


Las entradas se pagaron en un rato, con un par de pases vistosos. El primer tiempo concluyó empatado 2-2. “La gente no terminaba de abrir los ojos cuando avanzaba Argentinos Juniors y la llevaban Maradona y Bochini, o cuando le tocaba el turno a Talleres de Córdoba empujado por Valencia y Ludueña. Toque y más toque”, relató El Gráfico. A los 42 del segundo tiempo el partido estaba 4-4, con dos goles de Maradona -de penal-, uno de Finaroli y otro de Bochini para el local. Valencia, Bravo, Bocanelli y Guerini anotaron para los cordobeses. Un gol de Saggiorato en el final le dio la victoria 5-4 a Argentinos. “Seguramente, Talleres no merecía irse en derrota. Pero de todos modos, el resultado fue lo de menos. Como fiesta que era alcanzó el calificativo de diez puntos y el público vio en acción, rivalizando destreza a figuras como Bochini, Maradona, Valencia, Tarantini, Gatti, Wolff, Reinaldi, Ludueña, Oviedo y Bravo. ¿Qué más?”, concluyó el cronista cordobés.


“Todo fue hermoso y, para el recuerdo, quedó un gol de antología de Bochini que el público aplaudió de pie. Se jugó entresemana y de noche, pese a ello, nadie quería irse del estadio. Inolvidable”, concluyó El Gráfico. Después de ese festival de fútbol, Maradona se incorporó a la selección Juvenil y viajó a Japón para disputar un Mundial que se jugó de madrugada y, pese a ello, nadie quería perdérselo. Once días más tarde, con un par de trucos nuevos aprendidos de jugar junto a su maestro, Diego empezó a darnos insomnio. Argentina le ganó 5-0 a Indonesia. El Diez hizo dos goles. El resto es una historia conocida y se puede buscar en Youtube.

FUENTE: UN CAÑO

SI DE PUBLICIDADES SE TRATA

CRUSH DESEMBARCA EN BOCA EN 1967

La publicidad y los sponsors son un punto esencial para la supervivencia económica de los clubes de fútbol. La mayoría de las instituciones sustentan sus gastos  y deudas a partir de los ingresos provenientes de las publicidades. Existen las propagandas en las camisetas, en el estadio, y hasta en los backs de prensa, todo implica una suma de dinero abundante para el club.


La propaganda aparece en el fútbol argentino por primera vez en el año 1967, siendo las camisetas de los equipos el intermediario entre el club y la empresa en cuestión.
La primer marca internacional en hacer uso de la publicidad en el fútbol fue Crush, quien financió su espacio publicitario en la camiseta de Boca Juniors, por un total de 60 millones.

 La empresa de bebidas había firmado un contrato con la Ciudad Deportiva de Boca, en la Costanera Sur. Más tarde, ofrecería extender el vínculo hacia las camisetas de los equipos de primera, reserva y tercera división de la institución de Buenos Aires.
A parir de allí (1967), Boca salió a la cancha con su característico uniforme azul y oro, con la particularidad de que el pecho y el dorso de la camiseta se veían alterados con las inscripciones de Crush.

FUENTE: EL FANATICOBLOG.WORD.PRESS.COM

miércoles, 17 de abril de 2019

EL DIA QUE EL BAMBINO VEIRA FUE EXTRA

"EL BAMBINO VEIRA" UNA COSA DE LOCOS

Entrevista publicada en la revista mexicana SoccerManía, en 2007.
Por PABLO ARO GERALDES





Sus palabras disparatadas y sus frases llenas de humor lo han vuelto uno de los personajes más mediáticos del futbol argentino. Pero pocos saben que en la vasta historia de Héctor Rodolfo Veira, México ocupa un lugar especial. Candidato en varias ocasiones para dirigir en México -en Cruz Azul su nombre sonó varias veces durante los 90-, el popular Bambino jugó a principios de los 70 en el Laguna, de Torreón, en donde marcó 18 goles y vivió una de las anécdotas que no se cansa de contar, cuando fue extra de un “western” en el que actuaba John Wayne. Como DT de la Selección de Bolivia, Veira vino en 1999 a México para disputar la Copa Confederaciones.





LEJOS DEL CAMPO, CERCA DE LAS CÁMARAS





Alejado de los banquillos desde hace un par de años el Bambino Veira, uno de los símbolos históricos de San Lorenzo de Almagro, con el que fue campeón, como jugador en 1968 y como técnico en 1995, renunció al banco del Ciclón en el 2005, tras la derrota ante el Cobreloa chileno (2-0), en la quinta jornada del Grupo 7 de la Copa Libertadores. Ése fue el último equipo en el que ejerció como entrenador.





Héctor Rodolfo Veira nació el 29 de mayo de 1946 en Buenos Aires, Argentina. En su etapa como futbolista fue un centro delantero que debutó con el Ciclón y saltó rápidamente a la fama al proclamarse, a los 18 años de edad, campeón de goleo de la liga argentina, en 1964, con 17 anotaciones. El resto de su carrera como jugador la realizó con Huracán, Banfield, Laguna de México (de 1971 a 1973), Sevilla de España, Comunicaciones de Guatemala, Corinthians de Brasil y Universidad de Chile.






Como técnico ha dirigido en cuatro ocasiones a San Lorenzo, conquistando el título del Clausura 95, Banfield, River Plate, club con el que en 1986 ganó el campeonato argentino, la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental; Vélez Sarsfield (dos etapas), Cádiz de España, Boca Juniors, equipo en el que coincidió con el mexicano Luis Hernández; la Selección de Bolivia, Lanús y Newell’s Old Boys. Hace ocho meses había sido contratado para dirigir a Quilmes, pero no llegó a entrenar al plantel cervecero, ya que renunció cuando se encontraba en Alemania como comentarista de la Copa del Mundo al argumentar la falta de refuerzos.





TODO UN PERSONAJE




Héctor Bambino Veira recuerda su paso como jugador en México y algunas anécdotas de su faceta como director técnico. Tuvo un paso fugaz por Quilmes en junio del año pasado, donde asumió el cargo, pero no llegó a presenciar un solo entrenamiento, pues viajó a Alemania como comentarista para la Copa del Mundo.






- ¿Nunca más como entrenador?
- ¿Por qué no? Si me llaman con una propuesta interesante, que me dé ilusiones de lograr algo futbolísticamente, vuelvo a las canchas. Lo que pasa es que en Fox estoy muy cómodo y no me han llamado con proyectos interesantes, pero no descarto la posibilidad de volver a dirigir.






- Hace varios años su nombre sonó fuerte para dirigir en el futbol mexicano, ¿no le interesó tomar un equipo allá?
- Siempre tuve oportunidades de dirigir en México y no lo descarto. Me gusta ese futbol, ha crecido mucho y si bien deben estar un poco cansados de los argentinos, creo que somos respetados por nuestros conocimientos y porque hemos ayudado al buen desarrollo del futbol azteca.
El futbol mexicano tiene cada vez más prestigio, ya no es el futbol que viví cuando era jugador, creo que cada vez crece más. Lo veo por Fox Sports y me encuentro con un futbol lindo, con muchos goles y con mucha proyección. Además, económicamente están muy bien y proponen proyectos muy tentadores en esa parte. Están a la altura de potencias europeas.







- ¿No exagera?
- En absoluto. Seguí a México en Alemania 2006 y su entrenador (Ricardo La Volpe) y sus jugadores demostraron estar en un muy buen nivel. Eso sucede porque en sus equipos tienen exigencias y ambiciones. El Tricolor hizo un papel maravilloso en la pasada Copa del Mundo y considero que va de menor a mayor.






LA LEYENDA DE JOHN WAYNE




La historia del cine cuenta que Osvaldo Ardiles y Pelé, entre otros jugadores, actuaron en Escape a la Victoria. La leyenda cuenta que Héctor Veira fue extra en alguna película de John Wayne.





- ¿Es fábula o realidad su participación en las películas de John Wayne?
- ¡Es una realidad ab-so- lu-ta! A mí me encanta el cine y cuando era más joven tenía una pinta impresionante. Ojo, era extra, sólo estaba atrás tirando flechas (ríe con ganas). Tampoco fui amigo de él, de hecho creo que no me dijo ni "Hello", pero yo disfrutaba una enormidad. Fue cuando jugaba en México.





- ¿Por qué no se dedicó al cine?
- Es que el futbol es lo mío y el cine un hobby. Me tendría que haber dedicado más al cine porque lo disfruté una barbaridad. Actualmente voy al cine muy seguido. Soy un enamorado del cine.







- Actualmente no es cine, pero está muy cerca de las luces y las cámaras.
- Me gusta mucho y me siento cómodo con mi participación en la televisión. La respuesta de la gente en la calle es estupenda. Es una golosina difícil de dejar, una cosa de locos. Da placer ir al canal y estar rodeado de colegas (Daniel Bertoni, Norberto Alonso, Diego Latorre, Óscar Córdoba) que opinan sobre lo que más nos gusta. Hoy sí estoy más cerca de la TV, pero si un equipo me acerca un proyecto serio, me subo de inmediato al tren. El futbol, el cine, las mujeres…¡Es todo tan maravilloso, ex-traor-di- na-rio!







Playboy empedernido, seductor y divertido, una de sus frases de cabecera es: “El mundo debería tener techo, así siempre sería de noche”. Sin pelos en la lengua, responde sin ocultar nada.






- ¿Su rendimiento como jugador hubiese sido mejor sin tanta vida nocturna?
- Sin lugar a dudas. Fui un jugador con mucha magia, con técnica y táctica, pero si hubiese salido menos de noche hubiera sido un jugador fuera de serie. No es que me arrepienta de la vida que llevé, pero soy consciente de que debí ser más profesional.






- ¿Cómo se entiende que sea exigente como técnico si cuando fue jugador no tenía rectitud?
- Como jugador me gustó mucho la noche, pero como entrenador soy una barbaridad. Soy exigente conmigo mismo. A los jugadores trato de escucharlos y de aconsejarlos, de ponerme como ejemplo de lo que no hay que hacer.






- ¿Usted no tuvo consejeros?
- Era otra época. Los jugadores éramos amigos sin importar si éramos rivales. Compartíamos grandes charlas después de la cena y eso hoy no existe. Con el Coco Basile, por ejemplo, o con Mostaza Merlo éramos de salir mucho y disfrutar ese momento. Los pibes de hoy viven otros tiempos, en esta profesión hay muchas tentaciones y es bueno advertirlos. 








FUENTE: AROGERALDES.BLOGSPOT.COM

UN DÍA HISTÓRICO

EL DÍA QUE LOMA NEGRO DERROTO A LA UNION SOVIETICA CON GOL DE HUSILLOS



La historia terminó en una góndola de segundas marcas, muy lejos de los focos de atención con los que el mundo deportivo la habían alumbrado hasta hace poco: la victoria 3-0 como visitante ante Chipre el 13 de noviembre de 1991, ante menos de 4.000 personas en Limassol por las Eliminatorias a la Eurocopa del año siguiente, fue el estertor final de la selección de Unión Soviética, un país (y una utopía comunista) que se disolvería un puñado de semanas después, el 25 de diciembre.



Atrás quedaban 369 partidos jugados desde 1923 como el brazo deportivo de la revolución bolchevique, 88 de ellos en el Luzhniki, el estadio en el que este jueves comenzará el Mundial 2018, y una reputación de equipo mecanizado, con jugadores que no sonreían, fríos como Siberia, pero al que nadie quería enfrentarse. La mamuskha superior de la que se desprendió la actual Rusia puede sintetizarse en varias figuras inspiradoras (Lev Yashin, Oleg Blojin, Rinat Dassaev, Oleg Protasov), algunos títulos (la Eurocopa de 1960, el Mundial Juvenil de 1977, la medalla de oro en Seúl 1988), el papel de partenaire en celebraciones ajenas (la victoria de Argentina y Maradona en la final del Mundial Sub 20 en 1979, el golazo de Marco Van Basten en la definición de la Eurocopa 1988), una habitual participación en los Mundiales con sabor a pan duro (participó en siete Copas del Mundo pero no pasó de la semifinal de 1966), una hermosa camiseta con una sigla que daba para chistes (CCCP, Con Colombia Casi Perdemos, sacaron pecho los colombianos tras el sorpresivo 4-4 del Mundial 1962), tres enfrentamientos emblemáticos contra Argentina (Yashin en el Monumental en 1961, el triunfo en la nieve de Kiev en 1976, la fractura de Nery Pumpido y la mano de Diego Maradona en el Mundial 1990), y un extraño amistoso en 1982 en el interior de la provincia de Buenos Aires, como si fuera una lucha entre ideologías, contra Loma Negra de Olavarría, el equipo que dos años después se despediría de su utopía capitalista.


“El partido contra Unión Soviética se jugó un sábado al mediodía y nosotros ya habíamos empezado a concentrar el martes previo –recuerda, 36 años después, Luis Barbieri, arquero de aquel Loma Negra–. Ellos no tenían idea quiénes éramos: un equipo del interior del país sin ninguna relevancia internacional. Pero nosotros lo vivíamos como mucho más que un amistoso. Como yo era el capitán del equipo, gente del club me había hecho saber que, si ganábamos, el premio sería una invitación para todo el plantel a mirar el Mundial de España”.


A finales de 1980, Amalia Lacroze de Fortabat navegaba en la fortuna más grande del país, unos 1.800 millones de dólares, y como parte del imperio presidía Loma Negra, la fábrica de cemento que era la contratista favorita para las obras públicas de la dictadura, pero todavía no tenía ninguna relación con el fútbol. Ese vínculo comenzó en enero de 1981, cuando directivos de la cementera comenzaron a reunirse en Buenos Aires con jugadores de clubes porteños para llevarlos al equipo del barrio de la fábrica, un apéndice suburbano de 3.500 habitantes, separado a 9 kilómetros de Olavarría. Si el fútbol mundial hoy se mueve a base de petrodólares, en Argentina comenzaba el experimento de los cemendólares.


El Club Docial y Deportivo Loma Negra, que había sido fundado en 1929 para que los empleados de la fábrica participaran en la liga local, no tenía ninguna relevancia en el fútbol argentino. Es cierto que en noviembre de 1980 le había ganado la final de Olavarría a Estudiantes, pero eso apenas significaba la clasificación al Regional 1981, un torneo en el que debían participar 78 equipos del Interior y que, a través de una durísima depuración, apenas ofrecía cuatro plazas para el Nacional de ese año, el campeonato en el que sí jugarían el Boca de Maradona y el River de Kempes. Ningún futbolista de gran nivel hubiera firmado por Loma Negra si no fuera que los gerentes de la empresa comenzaban sus reuniones con una pregunta irresistible: “¿Cuánto querés ganar?”. Los jugadores respondían con cifras superiores a las que cobraban en Buenos Aires y acordaban de inmediato, pero se quedaban con la incómoda sensación de que podrían haber pedido más dinero –y que Loma Negra se los habría pagado–.



Como si fuera un técnico que informa la alineación titular, Loma Negra contrató primero a un arquero (Barbieri), después a un lateral derecho (Carlos Squeo, ex selección argentina, Boca y Racing) y siguió por el resto de defensores, mediocampistas y delanteros, entre ellos Mario Husillos, otro ex Boca. En el primer semestre de 1981, la que debería ser recordada como la primera Sociedad Anónima del fútbol argentino dejó atrás a grandes del Interior bonaerense, como Olimpo de Bahía Blanca, y a equipos chacareros, como Calaveras de Pehuajó. La clasificación al Regional corrió peligro por momentos (perdió una primera final ante Deportivo Roca, de Río Negro) pero cumplió el objetivo con un 6-1 ante Mitre de General Baldiserra, un pueblo cordobés de 2.000 habitantes.



 Ya clasificado al Nacional, que se jugaría en el segundo semestre del año, el plantel siguió reforzándose a pura chequera. Osvaldo Mazo, volante de Independiente, fue figura contra Boca un domingo de junio de 1981 y al miércoles siguiente llegó a Olavarría como nuevo refuerzo de Loma Negra. Félix Orte, delantero de Rosario Central que acababa de jugar la Copa Libertadores y seis meses atrás había sido campeón del Nacional, también se sumó al delirio futbolístico de Amalita. “En el Nacional del 81 empezamos ganándole 1 a 0 al Ferro de Griguol. En Olavarría no nos hicieron ningún gol, y eso que vino un River lleno de campeones del mundo, como Fillol, Passarella, Alonso y Kempes. Le ganamos a Talleres en Córdoba, a Sarmiento en Junín y a San Martín en Tucumán, y empatamos en el Monumental. Salimos segundos en el grupo con los mismos puntos que River, pero quedamos afuera por diferencia de gol. Ese mismo River sería campeón”, recuerda Barbieri.



Algunos detalles de aquel equipo hablan de un Cosmos de Nueva York en versión gaucha. Los futbolistas viajaban en charters privados, comían en restaurantes de lujo, dormían en hoteles cinco estrellas, jugaban amistosos internacionales (victoria ante Nacional, en el Centenario, empate contra Peñarol, en Olavarría), recibían seis pares de botines, vivían en casas a las que le cambiaban los muebles todos los años, presenciaban conciertos privados de Luciano Pavarotti y recibían la visita en helicóptero de su presidenta. Según el libro “Amalita”, de las periodistas Marina Abiuso y Soledad Vallejos, “Lacroze de Fortabat podía mandar su avión particular a buscar a algún jugador si deseaba comunicarle algo en persona o si quería que la escoltara a algún evento de Loma Negra, la empresa, en otra provincia. Era generosa. Hacía llegar relojes importados, arreglos de flores para las esposas y medallitas de oro con la Virgen Niña en cada nacimiento”.



El problema fue que, en 1982, el equipo quedó eliminado muy pronto en el Regional, contra Olimpo, y durante ese año ya no podría volver a competir contra los grandes de Primera. La participación en la Copa Beccar Varela, una especie de campeonato interligas de todo el país, era poca cosa. Amalita le prometió 50 dólares a cada jugador por cada gol que le convirtieran a Saladillo, en febrero, y Loma Negra llegó a 14. Hasta que una visita de la Unión Soviética, que se estaba preparando para el Mundial de España y que el 14 de abril debía jugar ante la selección argentina en el Monumental, fue vista como una forma de salvar el año de Loma Negra. Tres días después, el 17, los soviéticos se presentaron en Olavarría.



“Nuestro manager era Valentín Suárez, ex presidente de la AFA, que consiguió el acuerdo –retoma Barbieri–. Los rusos cobraron 30 mil dólares. El partido de la selección contra la Unión Soviética lo vimos en la cancha de River: Argentina empató 1 a 1 con un gol de Ramón Díaz, y nos volvimos enseguida a Olavarría para preparar el nuestro. Nosotros cobrábamos muy bien pero sabíamos que, para que Loma Negra continuara existiendo, teníamos que ganar todo lo que jugáramos. Ellos en cambio vinieron muy light, pensaron que nos harían 6 o 7 goles. Éramos un equipo de pueblo. Lo que más recuerdo de antes del partido es que había tanta expectativa que nos costó llegar desde el hotel hasta la cancha. Era un recorrido que habitualmente se hacía en cinco minutos, pero ese día había llegado mucha gente del centro de la provincia, de Tandil, de Bolívar, de Azul. El recibimiento fue espectacular: como era plena guerra de Malvinas, a la gente le daban una bolsa con papelitos celestes y blancos, que también eran los colores del equipo”.

Unión Soviética sumaba 17 partidos y tres años invictos, desde que en 1979 había perdido 3-1 contra Alemania Occidental. En el medio le había ganado 2-1 a Brasil en el Maracaná y 1-0 a Francia en Moscú, además de haber empatado otra vez ante Argentina, en Mar del Plata en 1980, y de haber conseguido la clasificación al Mundial de España. En Olavarría, los soviéticos presentaron una formación con varios de los futbolistas que no habían jugado ante Argentina tres días atrás (Dassaev fue suplente), aunque con algunas presencias fuertes, como la de Sergei Baltacha, el capitán. El partido fue televisado en directo por canal 11: las banderas de Loma Negra se confundían con las de Malvinas.



“La primera etapa terminó 0 a 0 –dice Barbieri–. Al llegar al vestuario para el entretiempo, vimos que Valentín Suárez entraba con un dirigente soviético que quería hablar con nuestro técnico, Rogelio Domínguez. Ahí nos enteramos de que era el traductor de la selección y que quería que jugáramos más tranquilos, que levantáramos el pie del acelerador. Pero claro, hicimos todo lo contrario. Cuando nos juntamos para la arenga antes de volver a la cancha, nos juramos dejar todo. Estaban asustados y queríamos aprovecharlo. En el segundo tiempo pusieron más titulares, pero sobre el final les ganamos 1 a o con gol de Husillos y no lo podían creer, se metieron en el vestuario apenas terminó el partido, sin siquiera saludarnos, y de ahí se fueron directo al hotel, a bañarse. Mi hermano era el utilero de Loma Negra y entró con lo justo a rescatar unas pelotas que le habíamos prestado para la entrada en calor. Ahí vio cómo un soviético se daba golpes de cabeza contra la pared. Estaba devastado”.



No sólo el comunismo ofrecía imágenes antropofágicas: también el capitalismo. Rogelio Domínguez, el técnico de Loma Negra, sería despedido a fin de ese año porque, según el libro de Abiuso y Vallejos, “Amalita lo sorprendió ‘con la camisa desabrochada y gritándoles a los muchachos’, y no hubo manera de explicarle a la viuda que ése era el director técnico y lo que hacía era su trabajo: dar indicaciones al equipo”. En 1983, Loma Negra volvió a clasificarse al Nacional y otra vez debió enfrentarse a River. Para visitar al Monumental, Amalita pagó el pasaje de 104 micros que trasladaron a 5 mil hinchas. El imperio también cubrió un menú con sandwichs, alfajores y gaseosas. Loma Negra terminó primero en su grupo pero fue eliminado en los octavos de final por Racing, y la apuesta futbolística de la cementera llegaría, tan pronto como había surgido, a su fin. Las burbujas de cemento también explotan.



“Al final no viajamos al Mundial de España como premio por ganarles a los soviéticos –cierra Barbieri–. La Guerra de Malvinas, con razón, enturbió todo. Pero cobramos algo así como 1.000 dólares, un premio importante, que sólo ganaban los jugadores de River y de Boca. De aquel partido yo me quedé con el banderín que intercambié con Baltacha, el capitán, y hace poco lo doné al museo de deportes de Loma Negra. Es un recuerdo que tomó más importancia con el tiempo: la Unión Soviética dejaría de existir a los pocos años. Y pensar que acá le ganamos”.


La única utopía posible, ese oxímoron, es el fútbol. 

FUENTE:PAGINA 12

martes, 16 de abril de 2019

El GRAN GOLEADOR QUE FUE INOCENTE. LO ACUSARON DE DOPING POR ERROR 


Lucio A. Ortiz@ortiz.lucio@diariouno.net.ar



Hay futbolistas que dejan marca. Sus pasos nunca serán inadvertidos. Por el juego, por circunstancias, por goles, por campeonatos, por trayectoria o por un hecho anecdótico quedarán en la memoria popular. Y uno de esos casos es el niño que nació en la ciudad de 25 de Mayo en la provincia de Buenos Aires el 13 de abril de 1948.Bautizado como Juan Alberto Taverna tuvo una carrera futbolística que dejó huellas en el fútbol argentino y sudamericano. 






Después de iniciarse en los equipos de su pueblo firmó para Estudiantes de La Plata y debutó el primera división en 1968. Fue parte del equipo que dirigía Osvaldo Zubeldía hasta 1971. Y en ese lapso participó en los títulos de las Copas Libertadores de 1968, '69 y '70 y la Intercontinental en el '68. No tuvo continuidad pero en 47 partidos marcó 20 goles.Se cansó de "hacer banco" y se fue a Veracruz en México, por un tiempo breve, para volver al país y jugar en Banfield en 1972. El delantero central de piernas gruesas en el '73 se fue a Murcia de España, por un año y medio. 





En su regreso a Banfield, en 1974, dejaría un récord en el fútbol profesional de Argentina.El 6 de octubre por la 12ª fecha del torneo Nacional el DT Héctor D'Angelo puso en Banfield a: Ricardo La Volpe; Eduardo Pipastrelli, José Romero, José Terzaghi y Raúl Giustozzi; Silvio Sotelo, Hugo Mateos (después entró Ricardo Girado) y Rubén Flotta; Enrique Lanza, Juan Taverna y Luis Roselli. 






Esa tarde enfrentó a Puerto Comercial de Ingeniero White (Bahía Blanca) y el arquero Juan Tolú no tenía la menor idea de lo que le esperaba. El Taladro fue una máquina de hacer goles y en el primer tiempo a los 5' (penal), 7', 31', 37' y 39' marcaba Taverna; y además hubo goles de Lanza (11') y Roselli (15'). El primer tiempo terminó 7 a 0.Después marcaron: a los 2' José Romero; a los 7' Lanza (B); a los 13' Rachi descontaba para Puerto Comercial, y seguían para Banfield: Roselli (16'); Pipastrelli (26'); y Juanchi Taverna a los 42'. 







Hubo un penal para Banfield a los 43'. "Todos mis compañeros querían que llegara el récord y me dejaron patear. Conseguí mi séptimo gol y cerramos el 13 a 1 final. Era n el fútbol argentino desde 1931 y además dejaba su marca personal con 7 goles en un partido. 






Era su primer hecho para ser recordado por estadísticas.Continuó jugando en Banfield y al otro año, el 16 de marzo de 1975, durante la 7ª fecha Banfield fue local en el estadio de Racing Club , ante River Plate. Ganó el equipo de Angel Labruna (que sería campeón) con goles de Morete y Alonso(p), mientras Taverna anotaba para los verdes y blancos. Al goleador de Banfield le tocó el sorteo en el control antidoping. Días después desde la AFA comunicaron que dio positivo y lo suspendieron por un año, "por uso de estimulantes prohibidos".






Su compañero Juan Roselli recordaba: "El plantel de Banfield nunca desconfió de él.¡si no tomaba ni una cafiaspirina!. Juan utilizaba un inhalante por un problema que tenía en la nariz, nada más. En el examen antidoping le salió una sustancia que sólo podía soportar un caballo de carrera".Pasaron 6 meses y desde la AFA admitieron que había sido un error porque hubo anomalías en la toma de la muestra. 







Era inocente y debió estar 6 meses sin jugar. Ahí se armó el "Partido del Desagravio", que se jugó en Banfield entre el local y un combinado de Futbolistas Argentinos Agremiados."¿Quién me devuelve estos seis meses perdidos?", decía Taverna. "No admito que se me enlode y se me haga víctima de un daño moral irreparable".






El fútbol le iba a dar una palmada en la espalda y fue cuando a principios de 1976 pasó a Boca Juniors, al equipo que armó Juan Carlos Lorenzo. Llegaba junto a Hugo Gatti, Rubén Suñé, Franciso Sá, Osvaldo Gutiérrez y Jorge Ribolzi. En ese plantel ya estaba el mendocino Darío Felman y fue una temporada favorable al Xeneize porque fue campeón del Metropolitano y del Nacional. 






Taverna jugó 28 partidos y aportó 10 goles. En 1977 y '78 jugó en Gimnasia La Plata y se retiraba con 172 partidos en Primera y 77 goles convertidos.En 1999 estaba de vacaciones en Pinamar y sufrió un infarto cerebral que derivó en una parálisis de la parte derecha de su cuerpo y le generó complicaciones para hablar.En 2014, cuando se cumplieron 40 años del 13 a 1 recibió un caluroso homenaje en Banfield. Un mes después, el 7 de noviembre moría a los 66 años el hombre de los 7 goles y del primer positivo. Pero equivocado.




FUENTE: OVACIÓN

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