jueves, 14 de noviembre de 2019

EL DÍA INOLVIDABLE

CUANDO GARCÍA CAMBÓN LE HIZO CUATRO GOLES A RIVER PLATE


Lo había pedido especialmente el entrenador de Boca, Rogelio Domínguez. El técnico entendía que el equipo necesitaba un centrodelantero movedizo, que maneje muy bien la pelota y se asocie en el toque corto, en priorizar el juego asociado y por abajo ante rivales que esperaban enfrentar a un grandote que no saliera del área y esperara el centro repetido.


Las dudas que tenían los dirigentes encabezados por Alberto J. Armando las terminó de borrar Domínguez con su elocuencia y su determinación. Así, en el verano de 1974 llegó Carlos María García Cambón a Boca. Traía detrás una larga carrera como delantero de Chacarita y unos números que avalaban su contratación: 216 partidos oficiales desde 1967 (debutó con 18 años) y 53 goles en Primera A, dos de ellos a Boca.

Porteño del barrio de Palermo, García Cambón había alternado junto con Rodolfo Orife en la delantera tricolor del Metropolitano en 1969, cuando Chacarita consiguió su único título en la Primera División. Además, tenía un preciado galardón: le había convertido ocho goles a Atlanta, el clásico rival de los funebreros de San Martín, cifra que hoy se mantiene vigente. El dato curioso es que en 1973, en su último año en Chacarita, quiso rechazar un centro del cordobés Guerini en la Bombonera y derrotó a su propio arquero, Daniel Carnevali en la goleada boquense de 6-0.

El delantero llegaba para reemplazar al cordobés Hugo Curioni, transferido al Nantes francés. Curioni era la antítesis en el juego de García Cambón: un nueve que tenía el arco entre ceja y ceja, con capacidad para encontrar el hueco y la ocasión justa para definir, pero más vinculado a la historia de otros delanteros con fuerte presencia en el área, aunque no era un negado con la pelota.

Estaba claro lo que quería Domínguez, porque la cantidad de jugadores de buen pie que tenía el equipo lo avalaba. El Chino Benítez era el mediocampista derecho, en el medio se paraba Marcelo Trobbiani y más hacia su izquierda jugaba Osvaldo Potente. Dos wines abiertos, pero con tendencia a la gambeta y a la acción más inesperada completaban el cuadro ofensivo: Mané Ponce sobre la derecha y el juvenil e imprevisible Enzo Ferrero en el otro costado. Todo dado para que el hombre que usara la camiseta 9 se pudiera lucir. Y así ocurrió.

El capricho del sorteo provocó que la primera fecha del viejo Metropolitano de aquel 1974 hiciera jugar el Superclásico en la Bombonera. Llegaba River, dirigido por el reconocido Néstor Pipo Rossi, que venía de hacer la mejor campaña de la historia de Atlanta, durante el Nacional de 1973. El hombre también apostaba por el fútbol de ataque y juntaba en su equipo a Quique Wolff como mediocampista derecho, al Beto Alonso por la izquierda, al Puma Morete de nueve, con dos wines como Mastrángelo y Ghiso, sucesor del transferido Oscar Pinino Más.

El arco millonario lo cuidaba Ubaldo Fillol, que había llegado el año anterior desde Racing, donde alcanzó un altísimo rendimiento. La defensa no lucía muy sólida. El sector derecho lo cubrían dos jugadores del club (Pablo Zuccarini y Horacio Coll) que no se afirmarían en esos puestos. Hugo Pena era el segundo zaguero y debutaba traído desde Atlanta el lateral Héctor López. En el medio, el patrón de la defensa era Mostaza Merlo.

El choque se produjo el 3 de febrero de 1974, hace 45 años. El juez fue Roberto Barreiro y de movida golpeó Boca, con su nueve debutante: a los dos minutos García Cambón pasó entre los zagueros y quedó mano a mano con Fillol, que salió hasta el borde del área. El zurdazo medido, bajo, se metió junto al palo izquierdo. Sin embargo, River llegó al empate a través de Ghiso pero no lo pudo sostener. A los 37 minutos, un centro corto de Potente desde la derecha ubicó la pelota en el área chica. Fillol no salió, los zagueros dudaron y allí estaba García Cambón para cabecear al arco desde muy cerca. ¿Cabeza o cara? Da lo mismo. Fue el 2-1 que el Piqui Ferrero amplió al convertir un penal antes del final de la primera parte, tras una exquisita pared entre Potente y Cambón que finalizó con infracción al talentoso mediocampista izquierdo.

En el segundo tiempo haría dos goles más batiendo todos los registros. Nunca un jugador de Boca o de River hizo cuatro goles en un Superclásico y eso se mantiene hasta hoy. Salvo García Cambón hace 345 años, claro está. Muchísimo menos el día del debut, algo que sí habían conseguido el cañonero vasco Isidro Lángara en 1939 cuando le hizo cuatro a River en 35 minutos con la camiseta de San Lorenzo en el Gasómetro al uruguayo Besuzzo.

Su tercer tanto personal lo señaló con un cabezazo por un centro desde la derecha y tras el segundo gol de River (penal que convirtió Quique Wolff tras una falta sobre Norberto Alonso) le llegó el momento de pasar a la historia. Iban 26 minutos del segundo tiempo, el partido lo ganaba Boca 4-2, la cancha era una fiesta y de pronto fue Potente –un talentoso en serio- quien metió la estocada profunda a espaldas de los flojos defensores de River. Cambón picó a buscar la pelota, enganchó hacia adentro, esperó a Fillol y lo dejó caído con un toque de zurda hacia la izquierda, para tocar la pelota al arco vacío.

Cuatro goles en un partido, la tarde del debut, con la camiseta de Boca contra River, el rival de toda la vida. Un desempeño impresionante, una medalla para colgarse toda la vida y que se mantiene en el reconocimiento de los hinchas xeneizes. Nunca repetiría semejante raid mortífero ante otro equipo, pero hizo otros 29 goles con la camiseta auriazul. Sin embargo, aquel recuerdo del 3 de febrero en la Bombonera no lo olvida nadie. Hace 45 años.

FUENTE: ALEJANDRO FABBRI/ 442

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