martes, 1 de enero de 2019

UN GRANDE DEL PERIODISMO

RICARDO LORENZO RODRIGUEZ: "BOROCOTO"

Genio del periodismo deportivo, Ricardo Lorenzo Rodríguez ‘Borocotó’ fue uno de los arquetipos del periodismo en Argentina y aquel que supo darle un sutil toque humano a la nota deportiva. Nacido el 2 de enero de 1902 en Montevideo (Uruguay), Ricardo tuvo una infancia dura y difícil, recorriendo el primer tramo de su camino vital en el barrio del Puerto montevideano, que marcó su personalidad para posteriormente desarrollarla en Argentina, país en el que acabó explotando su creatividad, ejerciendo de forma tan apasionada como magistral la carrera de periodismo.





Se inició en el periodismo en la Editorial Atlántida, donde pronto encontró aquel seudónimo con el que pasaría a la historia: Borocotó. En una de sus primeras notas trató como tema el carnaval montevideano, en la cual sostuvo que las murgas llevaban un ritmo «bo-ro-co-tó cha-chás». Algo que se le acabó quedando tanto que según cuentan aquellos que tuvieron el privilegio de compartir y aprender junto a él, siempre jugaba con sus dedos sobre el escritorio siguiendo ese ritmo, su mantra. Fue entonces cuando uno de sus jefes le recomendó que utilizara esa onomatopeya como seudónimo.


El citado seudónimo dado la naturaleza creativa y grandeza del personaje, acabó convirtiéndose más tarde en una marca registrada del periodismo. Comenzó escribiendo sobre ciclismo, cuando en las primeras décadas del siglo XX, comenzó a forjar su leyenda convirtiendo en héroes a solitarios ciclistas que en la dureza y aridez de caminos horadados sobre fajas de tierra pedaleaban con rumbo a una meta que quién sabe si existía. Amplió de tal forma su conocimiento polideportivo que hizo crónicas de forma brillante sobre remo, boxeo y el básquet, que también tuvo un hueco en la vida profesional de Borocotó, deporte en el que adoptó el seudónimo de “D. Gancho”. El fútbol fue otra de sus obras maestras y también el automovilismo, siendo uno de los periodistas más citados, cuando de obras del automovilismo histórico se trata.


Borocotó y el fútbol

Dentro de la Editorial Atlántida, Borocotó integró el staff de la tristemente desaparecida revista El Gráfico, junto a otros destacados periodistas deportivos de Argentina, como Dante Panzeri y Osvaldo Ardizone. En cierta medida fue el responsable de la leyenda rioplatense del potrero (“la calle”) como espacio forjador de un tipo de futbolista atorrante, lírico e imprevisible, propio de las latitudes bañadas por el Río de La Plata. Y es que Borocotó vivió en primera persona las carencias y la marginalidad en su infancia, por lo que conocía de primera mano de qué hablaba. De hecho en esta línea de vivencia y pensamiento dejó para el recuerdo estas palabras: “En Inglaterra los pibes aprenden a jugar al fútbol cuando van al colegio; acá, cuando no van”.


En ese pequeño gran mundo del potrero, Borocotó hizo todo un estudio sobre sus personajes, dotando a su crónica, sus descripciones periodísticas un tono aventurero y novelístico difícil de igualar: la pelota de trapo, el vigilante represor, la madre sufriente y rezongona (la “vieja” del piletón tanguero), la casa de los ricos –mundo ajeno– la barra de pibes que son a la vez el equipo y los colores, con sus apodos salvajes -Pancongrasa, Dulceleche, Patecatre, Rompehuesos, Pellejo, Castaña, Chiflito– y la niña que se resiste a crecer y “hacerse señorita”. En el área del potrero, en ese sentido, recogió esbozos de lo que desarrollaría con mayor profundidad en El Diario de Comeuñas, como modelo mitológico terminado.


Uno de los temas recurrentes de Borocotó en esta zona evocativa y personal que le retrotraía con alevosa nostalgia a los atardeceres lila, constituyó el valor de seguir siendo el mismo, de conservar el pibe y el barrio pese a las circunstancias de la evolución del tiempo y el espacio; de la naturaleza vital de marcharse del mismo y crecer. En concreto Don Ricardo fue firme defensor y conservador de una idea, de un deseo, el ruego a “Tata Dios” de poder volver a los orígenes. La fidelidad en suma, a ciertas cosas tan palpables como indefinibles que se refleja a la perfección en el texto del maestro: Déjalo que tenga recuerdos: “No te inquietes, viejita, porque tu pibe tiene un horizonte: el fútbol. No te amargues pensando en su lejano mañana. ¿Qué será de él? Lo que el destino quiera. Acaso crack, posiblemente cronista, quizás empleado nacional. Puede ser peor: diputado, por ejemplo”.


Siendo uno de los arquetipos del periodismo en Argentina formó una legendaria dupla con “Fioravanti”, otro profesional de época. Y es que hizo radio con Fioravanti y en televisión trabajó con Washington Rivera, en la Cabalgata Deportiva Gillette, un programa pionero en el tratamiento del deporte en Argentina. Ya posteriormente con su hijo, por Radio Libertad hizo Fútbol con los Borocotó. Borocotó era un periodista de origen humilde que inventó una manera de contar y escribir absolutamente original, creando una forma y una mitología perdurable durante décadas a través de dos vertientes:


‘Las Apiladas’

Por un lado, las Apiladas, que le ponían semanalmente el sello, la guinda a El Gráfico, pequeños textos en los que el maestro hacía pura literatura de la dura existencia de rivales caídos al costado del gambeteador que los va dejando en el camino. Como el inmenso Ring Lardner pero sin su vuelo, Borocotó hizo de la anécdota deportiva sentimental y ejemplar –con futbolistas, ciclistas, pilotos, boxeadores– el lugar de la épica y el melodrama, el paso de comedia y la viñeta tragicómica. En aquellas apiladas dejaba genialidades para el recuerdo, por ejemplo en la que decía que al rugby lo había creado un inglés luego de tomarse una botella de whisky, pues de lo contrario cómo podía entenderse que para avanzar había que tirar la pelota hacia atrás.


‘En el área del potrero’

Por otro lado y sin abandonar la brillantez descriptiva del mismo registro, se inventó de memoria una edad de oro cachuza, una felicidad íntima, salvaje y verdadera. Los textos de En el área del potrero, con sus alevosos tics y flagrantes debilidades, son ejemplares al respecto.


Su legado literario tiene un valor incalculable, dejando una bibliografía de referencia para las posteriores generaciones de periodistas deportivos: “30 años en el deporte”, “El diario de Comeuñas”, “En el área del potrero”, “Medio Siglo de Automovilismo argentino”…


La Máquina de River

El 6 de junio de 1942 River se enfrentó a Chacarita y le venció por 6 goles a 2, seis días después (el 12 de junio de 1942) en la revista “El Gráfico” el legendario periodista Borocotó hacía una crónica en la que decía lo siguiente: “Jugó como una máquina el puntero”. A partir de aquí la delantera que formaron Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau recibió el apodo de “La Máquina”. No podía tener mejor padrino este inolvidable equipo que sigue vivo en los corazones de los aficionados riverplatenses y argentinos. Y es que Ricardo Lorenzo, “Borocotó”, uruguayo de nacimiento y periodista de corazón, creador de las célebres “Apiladas”, columna llena de humanismo, aquel que le dio toque humano a la nota deportiva “bautizó” paradójicamente al legendario River de los cuarenta como “La Máquina”.


Borocotó y el cine

Borcotó llegó incluso a fundar en octubre de 1948 un club de fútbol, concretamente el llamado Sacachispas Fútbol Club, en el barrio de Villa Soldati de la Cuidad de Buenos Aires. Además de su indiscutible enseñanza en el campo periodístico, destacó en otra faceta, como la de guionista. Escribió varios libros adaptados para el cine, llegando a ser guionista de varias exitosas películas, entre las que destacó Pelota de trapo (1948), dirigida por Leopoldo Torres Ríos. En el cómputo total de su aportación al mundo del cine realizó seis guiones: Pelota de cuero, Historia de una pasión (1963), Sacachispas (1950), Bólidos de acero (1950), Con los mismos colores (1949), Su última pelea (1949) y la ya citada Pelota de trapo (1948).


Conservador del potrero

Pura novela de aventuras

Un 19 de junio de 1964 a la edad de 62 años en Buenos Aires (Argentina) el potrero se quedó posiblemente con uno de sus más firmes defensores, su mayor conservador, su mejor cronista y el mundo del periodismo deportivo se quedó sin uno de sus grandes literatos porque leer a Borocotó fue en gran medida como convertir un campo de fútbol en una hoja de tierra sobre la que escribir las grandes aventuras del carasucia, del gambeteador. Convirtió al pibe con poco que comer, pero con infinitas ganas de comerse el mundo con una pelota de trapo en los pies, en una especie de Huckleberry Finn y, a la jugada en pura novela de aventuras.

Fuente: CARTAS ESFERICAS 

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