viernes, 29 de marzo de 2024

HISTORIAS DE VIDA

HISTORIAS DDE VIDA QUE VALE LA PENA CONOCER


HUGO ISSA:

FUENTE: "TN DEPORTIVO"

Hugo Issa sabe moverse dentro del ambiente del fútbol, que comenzó cuando lo ficharon para jugar en las inferiores de San Lorenzo, allá por los 70, y desde entonces construyó una carrera que transitó como jugador, como representante y hasta como dueño de un club.




“Mi viejo era taxista y me dio libertad para jugar al fútbol. Unos amigos me convencieron de que me vaya con ellos a San Telmo y en ese club debuté en Primera con solo 17 años. Después, el destino me llevó a jugar en Racing, Temperley, Estudiantes y en el exterior”, repasó en una charla con TN que tuvo como punto de encuentro su casa en el barrio de Nordelta.

Issa fue un defensor con gran poder de gol y ese fue uno de los motivos para cautivar a los grandes técnicos del momento: “Fui dirigido por Juan Carlos Lorenzo, Enrique Omar Sívori, Carlos Pachamé, Eduardo Manera y Carlos Bilardo, técnicos de mucha jerarquía”.

Hugo fue parte de la gloriosa década del 80 para el fútbol argentino, engalanada con grandes equipos que terminaron haciendo historia, como el Ferro de Carlos Timoteo Griguol, pero también de la Selección de Bilardo. “Soy un agradecido porque pude ascender a Primera con Temperley, jugar con Estudiantes la Copa Libertadores y ponerme la camiseta de la Selección en la Copa Nehrú. Recuerdo que en las primeras citas Bilardo llevaba a 4 o 5 jugadores de Estudiantes porque nos conocía. Pero no pude llegar a la lista final porque tenía delante mío a Daniel Passarella, José Luis Brown, Néstor Clausen, José Luis Cucciuffo y Oscar Garré”.

Tras el cierre de su carrera como jugador, el protagonista de esta historia se desempeñó como representate (manejó las carreras de Juan Sebastián Verón, Diego y Gabriel Milito y el Kun Agüero, entre otros), a través de una empresa que él mismo creó, llamada Sport Management.

De su época y de hoy, traza una línea de tiempo. “En este época se manejan otros valores y te lo digo con conocimiento porque soy representante. Antes, lo de jugar por la camiseta no era verso. Los defensores la teníamos muy jodida todos los domingos. A mí me costaba dormir sabiendo que tenía que marcar a grandes como Jorge Valdano, Walter Perazzo o Claudio Borghi, por nombrar solo a algunos”.

Y más tarde, por si algo le faltaba, compró el club Lorca Deportivo, equipo de la segunda división española.

De su época deportiva, Hugo Issa se queda con su paso por la Selección , que fue breve, pero muy importante para él: “Jugar la Copa Nehrú me permitió ser transferido a Suiza. Me compró Saint Etienne de Francia, pero como el intermediario era dueño de un equipo en Suiza me llevó para allá. Jugué en Chenois y en Vevey, la ciudad donde vivió sus últimos años Charles Chaplin”.

Y de cuando vestía los cortos, también, una extraña anécdota: “Hugo recuerda un muy mal momento que vivió en Malasia. “Estábamos de gira con Vevey y en un amistoso se armó un tumulto y yo le pegué una piña a un rival. Se me vienen todos al humo y cuando me doy vuelta ninguno de mis compañeros estaba para ayudarme. Tuve que salir corriendo y por suerte en una pared de la cancha había una puerta que afortunadamente estaba abierta. Salí corriendo por una avenida hasta que apareció la policía. La gente no entendía qué hacía un tipo vestido de jugador de fútbol en el centro de Kuala Lumpur”.

Hugo está casado con Mariana y tiene tres hijos: Florencia, Ezequiel (disc jockey) y Gonzalo (jugador de Lorca). Es amante del agua y vive un tiempo en Águila, a orillas del Mediterráneo, y otro tanto en Buenos Aires donde disfruta de la laguna de uno de los tantos barrios de Nordelta. Es amigo de la infancia de Marcelo Tinelli, con quien conserva una gran amistad. “Compartimos la escuela, los boliches y jugábamos al fútbol juntos. Marcelo jugaba muy bien, pero cuando empezó en Radio Rivadavia se empezó a dedicar de lleno al periodismo. Íbamos juntos hasta la radio (Arenales y Pueyrredón) para que nos pasen los resultados del ascenso”. Una historia. Toda una vida.

¿Quién creés que sos dentro del ambiente del fútbol?

-El fútbol es una pasión que tengo desde muy chico. Dentro del ambiente tuve varias actividades, pero nada más lindo que ser jugador de fútbol. Tuve la suerte de que cuando dejé de jugar a la pelota empecé a trabajar en un programa de televisión muy exitoso en Argentina llamado Ritmo de la noche con un gran amigo como Marcelo Tinelli.

Pero después te metiste en la locura de la representación...

-Es una actividad muy movida, pero lo hice con Eduardo Gamarnik y Juan Simón. Después me hice cargo del Tres de Febrero, un club de la primera división del fútbol paraguayo y hasta hace unas semanas fui presidente del Lorca, un equipo de segunda del fútbol español. Creo que en el fútbol solo me falta ser árbitro.

¿A tu etapa de jugador le faltó el fenómeno de la televisión?

-Mirá que ese fue un momento extraordinario del fútbol argentino porque había verdaderos fenómenos. Los jugadores permanecían en Argentina y no se lo llevaban con tan solo 18 años. En los 80 costaba muchísimo llegar a primera división porque por puesto tenía tres o cuatro delante tuyo.

Pero vos debutaste joven en primera, ¿no?

-Pero lo mío fue muy divertido porque hice inferiores en San Lorenzo, hasta que un insistente Marcelo Tinelli hizo que vaya a jugar a San Telmo con él y el destino quiso que debute en Primera. A veces dar un paso hacía atrás puede ser fundamental para iniciarte como jugador. Por estructura, a lo mejor San Lorenzo no me la hubiera dado y en San Telmo debuté a los 17 años.

¿Cómo cruzaban a la Isla Maciel?

-Cruzábamos con un bote. Con Tinelli y otros amigos le decíamos “el gondoliere”. Me acuerdo que llegábamos a La Boca y desde el puente Avellaneda el hombre te cobraba unos pesos y te cruzaba a la orilla de la Isla Maciel. Después, caminando nos íbamos a la cancha de San Telmo.

¿Cómo se lo tomaba Tinelli?

-Se lo tenía que tomar bien porque fue el responsable de que yo jugara en San Telmo y dejara a San Lorenzo. Lo hice por una cuestión de amistad con él. Era un fútbol que no vivía la locura de ahora y además los jugadores en estos tiempos están blindados por los clubes y los representantes.

¿Cómo te ganaste un lugar en Racing siendo tan joven?

-El lugar y el respeto te lo ganás jugando. Pasé de jugar en una humilde cancha en la Isla Maciel a pararme en la mitad de cancha del Cilindro de Avellaneda y ver a terribles jugadores. Imaginate que solo tenía 18 años y era una apuesta deportiva inducida por el Juan Carlos “Toto” Lorenzo, que venía de ser campeón de todo con Boca.

¿Estabas preparado para semejante cambio?

- Nunca me la creí ni como jugador ni como empresario. El fútbol es dañino porque te da cosas muy rápido. Los jugadores acceden a cosas que para la mayoría de los chicos de su edad es imposible. Siendo jugador hasta las chicas te ven más lindo.

¿Cómo viviste la locura de la definición de los 26 penales?

-Llegué a Temperley y enseguida me dieron la cinta de capitán. Había que definir el ascenso con Atlanta que tenía un equipazo pero nosotros teníamos jugadores importantes como Hugo Lacava Schell, Mario Finarolli y Juan Carlos Piris. Fue una locura porque pateamos 26 penales y pudimos ganar 10 a 8 en la cancha de Huracán, siendo uno de los partidos más dramáticos del fútbol del ascenso.

¿Existe la escuela “Pincharrata”?

-Sí, porque Estudiantes hace pesar su historia. Llegué en 1983 cuando el club vivió un momento muy bueno. Declaré que llegaba al mejor equipo del país y no estaba equivocado. Estudiantes me dio chapa porque jugué casi todos los partidos de la temporada. Encima debuté justo en la Libertadores y le pude hacer un gol de cabeza a Independiente.

¿La bronca con Independiente traspasaba un partido de fútbol?

-Eran a muerte esos partidos. Contra Independiente nos peleábamos adentro y afuera de la cancha. Los jugadores de ambos equipos nos desafiamos a jugar sin camisetas y en una plaza para ver quién era mejor. Miguel Ángel Russo le dijo a Enzo Trossero que ponga fecha y hora para jugar en Parque Saavedra. Pero apareció un dirigente y paró todo. Los queríamos matar.

¿A quién se le ocurrió jugar al fútbol en “Ritmo de la Noche”?

-Yo decidí dejar el fútbol porque me costaba estar fuera del país porque mi mamá me necesitaba. Y en mi vida vuelve a aparecer Marcelo Tinelli, que ya no era el pibe que se subía al bote. Me dice: “Quiero que organices partidos de fútbol en mi programa”, y la idea me gustó mucho. Yo, por haber jugado en Suiza y haber participado en la vieja Copa UEFA, logré hacer muchos contactos. Podía levantar un teléfono y hablar con Bebeto o Rummenigge, por ejemplo.

¿Cuál fue el mejor partido que armaste?

-Mi máximo orgullo fue hacer Argentina vs. Brasil en 1994. Me parecía imposible porque hacía una semana que ellos habían salido campeones del mundo y nosotros los teníamos en Ritmo de la Noche. Pensá que Claudio Taffarel, Branco, Dunga, Bebeto y Romario jugaron en Argentina. Marcelo Araujo y Macaya Marquez tuvieron que levantar Fútbol de Primera. Después me tomé un avión rumbo a Europa y me traje a todas las selecciones campeonas del mundo más Francia para jugar un Mundial. Fue sensacional.

¿Y cuando apareció el representante de jugadores?

-Después de toda esa locura que armó Marcelo Tinelli. Tenía tantas relaciones humanas encima que no las quería desperdiciar. Como tenía el camino armado me permitió poder hablar con Diego y Gabriel Milito, con Juan Sebastián Verón entre otros jugadores. El dinero es importante, pero sin contactos y relaciones humanas, la plata no tiene peso.

¿Tu mujer te salvó de un papelón?

-Sí, casi me muero de un infarto porque estaba por empezar el partido y Bebeto me dijo que le habían dado zapatillas número 40. “Hugo, yo calzo 36 o 37, este zapato es muy grande para mí”, dijo. No sabía dónde encontrar un talle chico y de repente empiezo a mirar las zapatillas de las mujeres dentro del estudio y justo Mariana tenía puestas unas zapatillas de su talle y pudo jugar sin problemas el partido.

¿Como convenciste a Diego Maradona?

-A Diego le hicimos una trampa con Oscar Ruggeri, el “Gallego” González y Sergio Goycochea. Ellos iban a comer un asado y El Cabezón me pide que llegué media hora más tarde. Acordate que Diego había dicho que le cortaron las piernas. Entonces yo tenía que llegar, saludar y esperar que Oscar me dijera “¿es verdad que viene Brasil a jugar contra Argentina?”, y en cuanto me lo preguntó le dije que sí, y de movida Ruggeri empezó a armar el equipo y de repente le dice a Maradona “che, vos, cagón, ¿te animás a jugar?”. Y Diego dejó de comer, hizo un silencio eterno y nos dijo “¡juego!”. Maradona se puso la celeste y blanca y yo pude tocar el cielo con las manos.

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