miércoles, 20 de marzo de 2024

"DE COLECCION"

UNO DE LOS GRANDES TENISTAS ARGENTINOS: "JOSE LUIS CLERC":

FUENTE: LA PRENSA/ CARLOS VIACAVA

El tenis argentino tiene una fecha fundacional: 11 de septiembre de 1977. Ese día Guillermo Vilas derrotó a Jimmy Connors en la final del Abierto de los Estados Unidos. Willy estuvo ahí nomás de ser número uno del mundo en 1975 y 1977, cuando nadie jugaba mejor que él ni ganaba tanto como él. En esa época aparecía un pibe que le pegaba bárbaro a la pelota, tenía un saque muy veloz y mostraba un estilo ciento por ciento ofensivo. Era José Luis Clerc. Batata llegó para acompañar el camino del más grande de todos los tiempos. Fue, de alguna manera, la mano derecha de un zurdo excepcional.




Si bien Willy es el máximo prócer nacional del antiguamente llamado deporte blanco, es imposible no mencionar a Clerc como un actor protagónico en la historia. De hecho, sigue siendo el segundo tenista argentino con más títulos de singles en el circuito de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP). El primero, indiscutido, inalcanzable, eterno, es Vilas, con 62. Detrás, con 25, marcha Batata, mientras que Juan Martín del Potro sumó 22 y luego se encolumnan Martín Jaite, con 12 y David Nalbandian, con 11. Así de grande fue Clerc, a pesar de que nunca ganó un torneo de Grand Slam.

Si bien existe la creencia de que los números gobiernan a mundo, no todo puede reducirse a cifras o estadísticas. Pero si fuera así, se podría agregar que Batata aparece en el selecto grupo de 12 jugadores argentinos que fueron top ten en el ranking de la ATP. Su mejor clasificación fue el cuarto puesto de 1981.

Aunque el sistema de cómputo de la ATP y la irreparable omisión de semanas triunfales privaron a Vilas de ser número uno, llegó a ser segundo en el escalafón en 1975; El Mago Guillermo Coria, Nalbandian y Del Potro fueron terceros en 2004, 2006 y 2018, respectivamente, y Gastón Gaudio, quinto en 2005.  Más atrás llegan el octavo lugar de Alberto Luli Mancini (1989), Guillermo Cañas (2005) y El Peque Diego Schwartzman (2020), el noveno de Mariano Puerta (2005) y el décimo de Martín Jaite (1990) y Juan Pico Mónaco (2012). Sí, Clerc fue grande…

Hijo de Luis Francisco Clerc y Elsa Dora Turri, José Luis nació en San Fernando el 16 de agosto de 1958. A los seis años empezó a pegarle a la pelota con una raqueta en el club L´Aviron, en el que trabajaba su padre. Muy pronto quedó claro que ese pibe de piernas largas tenía un drive muy punzante. Empezó a entrenar con algo más de seriedad en River y en 1970 pasó a San Fernando, donde los hermanos Carlos y Alejandro Gattiker lo bautizaron para siempre: se convirtió en Batata. Su lentitud para moverse en la cancha le otorgó el apodo que lo acompaña hasta hoy.

Su talento no pasó inadvertido y la Asociación Argentina de Tenis (AAT) puso la mira en él y lo cobijó junto a un grupo de juveniles que asomaban como el futuro de ese deporte. Esas promesas eran Clerc, Alejandro Gattiker y Fernando Dalla Fontana. En ese momento llegó a su vida Patricio Rodríguez, un entrenador chileno que lo acompañó durante la mayor parte de su carrera.

La carrera del Batata de 19 años estuvo en riesgo: en una gira por Francia con sus compañeros de la Escuela Nacional de Tenis tuvo un accidente con el vidrio de una ventana que le produjo un corte muy importante en una pierna. Estuvo un mes internado y se dudó hasta de sus posibilidades de volver a caminar. Superó esa contingencia y nació el gran tenista.

Había debutado como profesional en 1977 y hasta lo habían citado para para completar el equipo argentino de Copa Davis en el que los titulares inamovibles eran Vilas y Ricardo Cano. Al principio, miraba desde afuera, pero luego se ganó un lugar como ladero de Willy. Y en 1978, apenas tres años después del duro momento en Francia, Batata festejó su primer título profesional en el circuito. Se quedó con el torneo de Florencia, en Italia, al derrotar en la final al francés Patrice Dominguez por 6-4, 6-2 y 6-1.

Ese mismo año festejó en Buenos Aires y en Santiago, Chile, contra el paraguayo Víctor Pecci. También perdió cuatro finales: tres con Vilas, en Gstaad (Suiza), South Orange (Estados Unidos) y Aix-en-Provence (Francia) y una con el estadounidense Eddie Dibbs en Toronto (Canadá). Saltó del 278° puesto del ranking al 15°. Ya no había dudas: Willy no predicaba en el desierto. En 1979 Clerc fue campeón en Johannesburgo y cayó con Vilas en Buenos Aires.

Dos de los mejores jugadores de la historia como Connors y John McEnroe sucumbieron ante él en las finales de San José y South Orange, ambos en Estados Unidos. Otros cuatro títulos -uno con triunfo sobre Vilas en la final de Madrid- jalonaron un año en el que junto con Willy accedieron a las semifinales del Grupo Mundial de la Copa Davis. El equipo nacional perdió 3-2 con una Checoslovaquia liderada por un imparable Ivan Lendl. Pero el gran golpe de Clerc había sido contra Estados Unidos: le sacó el invicto nada más y nada menos que a McEnroe por 6-3, 6-2, 4-6 y 13-11 en el Buenos Lawn Tennis Club.

El éxito sobre Big Mac, el entonces número uno del mundo, fue el mayor de su carrera. Pero a esa altura los triunfos de Batata en el circuito ya no llamaban la atención. Estaba entre los diez mejores del ranking. Tanto es así que en 1981 se llevó todos los aplausos: fue campeón en seis torneos: Indianápolis, North Conway, Washington, Boston, Roma (con grandes actuaciones sobre el italiano Adriano Panatta y Lendl) y Florencia. Le ganó a Vilas en North Conway y en Washington. En Indianápolis protagonizó otro de sus partidos más recordados: dejó con las manos vacías a Lendl por 4-6, 6-4 y 6-2. Luego de su duelo con el checo, el 3 de agosto de 1981 trepó al tercer puesto del ranking, su ubicación más alta.

En ese mágico año en el que acaparó 28 victorias consecutivas arribó a las semifinales de Roland Garros, instancia en la que perdió con Lendl por 6-3, 4-6, 6-4, 6-7 y 6-2. Repitió en 1982, cuando sucumbió ante el sueco Mats Wilander por 5-7, 2-6, 6-1 y 5-7. Su traspié impidió una inédita final con Vilas, quien había eliminado al español José Higueras y terminó cayendo en el partido por el titulo con el escandinavo.

Enfrentado con Vilas en una lucha de egos entre dos gigantes del tenis, impulsaban juntos a Argentina en la Copa Davis. No se hablaban, se movían como si integraran dos equipos diferentes, pero así y todo llevaron al representativo nacional a la finalísima contra el temible Estados Unidos en 1981. No pudieron, pero jugaron un duelo de dobles impresionante y Clerc se lució con un espectacular triunfo sobre Roscoe Tanner por 7-5, 6-3 y 8-6. Si hasta le jugó de igual a igual a McEnroe, pero no le alcanzó.

Habitual miembro del top ten del ranking, en 1982 aumentó su colección con un título que se sumó a los cinco que obtuvo en 1983. El último fue el 25 de julio, cuando venció 6-3 y 6-1 al ecuatoriano Andrés Gómez en North Conway. Ese fue su 25° cetro de campeón. La mayoría de sus títulos, 21, se dieron en polvo de ladrillo, tres en canchas dura y una en carpeta. No le caía bien el césped. También logró dos éxitos en dobles: Basilea 1981 en pareja con el rumano Ilie Nastase -uno de sus grandes amigos e ídolos- y Palermo 1983 con el peruano Pablo Arraya.

En la primera rueda del Grupo Mundial de la Davis de 1983 volvió a imponerse a McEnroe: 6-4, 6-0, 3-6, 4-6 y 7-5 en Buenos Aires. Esa serie arrojó un notable triunfo argentino con Vilas como socio. Un año más tarde jugó su última serie con Willy y en 1985 vivió uno de sus momentos más amargos: le cobraron una falta de pie en un saque y su derrota contra el soviético Andrei Chesnokov provocó un impensado descenso.

Ese golpe fue difícil de asimilar. Ya la había pasado bastante mal en 1984 con una lesión del músculo intercostal. Se infiltraba para jugar, perdía puestos en el ranking… El final se antojaba cercano. Después de ser derrotado por el español Juan Aveldaño en un challenger en Bahía, Brasil, decidió que era el momento de decir adiós. En febrero de 1986, a los 27 años, anunció su adiós. Regresó en 1989 para dar una mano y obtener una victoria en dobles en Copa Davis junto con Horacio de la Peña sobre los canadienses Glenn Michibata y Gran Connell en las semifinales de la Zona Americana.

Siempre se mantuvo cerca del tenis, ya sea como entrenador o como comentarista en transmisiones televisivas. Es que es imposible que Batata no esté unido inexorablemente a ese deporte en el que, más allá de sus diferencias personales, fue la mano derecha del zurdo Vilas, el mejor de todos los tiempos.


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