miércoles, 31 de julio de 2019

PASION POR EL FUTBOL

SIMPLEMENTE EL "OVEJA" TELCH

El luto envuelve al barrio de Boedo, a los hinchas azulgranas de cualquier edad y latitud y a todos los amantes del buen fútbol en general. Roberto Telch, futbolista cordobés nacido el 6 de noviembre de 1943, quien supiera vestir con brillo las camisetas de San Lorenzo de Almagro y la Selección argentina, fallecía un 12 de Octubre del 2014 a los 70 años.
Apodado “El Oveja” en alusión a su inconfundible cabellera rizada (también “Cordero” o “Araña”), Telch es considerado por la mayoría de los aficionados como el mejor mediocampista central de la historia del Ciclón de Boedo. 
Un número 5 de quite limpio y elegancia en el juego (para las actuales generaciones de cuervos, una mezcla entre el “Conde” Galetto y el “Pichi” Mercier). Se incorporó a la institución azulgrana en 1960, para debutar en la Primera dos años más tarde, un 9 de septiembre en el que San Lorenzo venció por 3 a 2 a Ferro. 
En sus 13 años en el cuadro boedense, Telch fue parte de tres equipos emblemáticos de la historia sanlorencista, dos de ellos con nombre y sello propios: los desfachatados “Carasucias” (1964), caracterizados por su juventud, irreverencia y juego virtuoso, los imbatibles “Matadores” (1968), primeros campeones invictos del fútbol argentino, y el menos lírico pero muy efectivo bicampeón de 1972 dirigido por Juan Carlos “Toto” Lorenzo. También fue parte del campeón del Nacional 1974. 
“El Oveja” se destacó en todos ellos, demostrando gran versatilidad (frecuentemente intercambiaba posiciones con otro histórico del fútbol vernáculo de los setenta, el tucumano Albretch) y, pese a que sus espigadas y enclenques piernas sugiriesen lo contrario, una estupenda capacidad para robar balones, que sumadas a su visión y buen criterio de juego lo transformaron en uno de los mejores mediocampistas de su época.
Sus lúcidas actuaciones le valieron varias convocatorias al Seleccionado nacional, siendo su función más recordada la que lo vio como protagonista estelar en la extinta Copa de las Naciones de 1964, en la que, con apenas 20 años, convirtió 2 goles al Brasil bicampeón del mundo, borrando a Pelé de la cancha. Fue parte, también, del combinado nacional que participó de la Copa del Mundo de 1974 en Alemania.
En San Lorenzo sus números lo ubican como uno de los más ganadores de la era profesional (4 títulos, uno menos que Leandro Romagnoli, el que más veces gritó campeón) y el segundo jugador con más presencias (415), detrás del uruguayo Sergio “Sapo” Villar (446). Marcó, además, 28 goles con la divisa azulgrana. Pese a esto, “El Oveja” no pudo retirarse en el Ciclón. Las malas administraciones de aquellos años, que terminaron con la pérdida del patrimonio del club y el descenso de categoría, lo privaron de ese gusto. Se retiró en 1980 tras sendos pasos por Unión y Colón de Santa Fe.
Ya apartado del fútbol, que poco le dejó materialmente , se ganó la vida atendiendo su propio negocio, una modesta carnicería en Villa Adelina. Siempre permaneció cercano a San Lorenzo, el club de sus amores, con el que gozaba y sufría desde la platea del “Nuevo Gasómetro”, siempre acompañado por su inseparable amigo, otra gloria del club, el “Sapito” Villar. Comprometido como genuino hincha que era, pese al trato indiferente que por medio de nefastas dirigencias la institución ocasionalmente le dispensó, fue uno de los impulsores de la llamada Vuelta a Boedo (el operativo de retorno del club a su antiguo predio, en el barrio que lo vio nacer), seguramente soñando con un San Lorenzo grande y pujante como el que él conoció y contribuyó a edificar.
Fue una dicha que pudiese vivir lo suficiente para verlo en la cumbre de América. Una pena, a su vez, que marchara tan pronto. Como símbolo inmortal del viejo club de Boedo, merecía lo que todos los hinchas cuervos ansían más que cualquier lauro deportivo: volver a ver a su San Lorenzo allí donde él y el club se hicieron grandes y vivieron sus mejores épocas, su casa, su lugar en el mundo, Avenida La Plata. Sin embargo, hay algo que el destino no le podrá quitar: su nombre, como el de la misma vieja avenida, como el del barrio, como el del Gasómetro, estará por siempre indisolublemente ligado a uno y el mismo nombre: el de San Lorenzo de Almagro.

martes, 30 de julio de 2019

EL PADRE DE LA LIGA NACIONAL

LEÓN NAJNUDEL PARTE DE LA HISTORIA GRANDE DEL BASQUETBOL ARGENTINO


Genio y figura, creó e impulsó el proyecto de una competencia federal entre los mejores equipos del país. Gracias a él, hoy somos una potencia mundial. Inteligente, emprendedor, valiente, generoso, apasionado. Todo eso –y mucho más- era León Najnudel. 







Nació en 1941, en Villa Crespo, y pasó toda su vida abrazado a su gran amor, el básquetbol. Lo vivió por dentro, primero como discreto jugador y más tarde como genial entrenador. Y también, claro, en cada charla de café que buscaba el progreso de la competencia.

Como técnico, ganó títulos locales (LNB 1989, con Ferro) y continentales (Sudamericano de Clubes 1982 y 1983, nuevamente con su adorado club), y también abrió la puerta de la por entonces inaccesible Europa (Copa del Rey 1983, con Zaragoza). Sin embargo, su máximo logro se dio afuera de la cancha, cuando su visión inigualable venció a la mediocridad de muchos y consiguió dar a luz a nuestra Liga Nacional.


El salto de calidad fue grande, inmenso, y desde hace rato los frutos están a la vista: el brillante subcampeonato en el Mundial 2002, la inolvidable Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Atenas, una fantástica generación de jugadores sin precedentes en nuestro básquetbol. Todo ello gracias a la Liga Nacional. Todo ello gracias a León.




No hay que creerles a aquellos que dicen que perdió la pelea contra la leucemia y se nos fue hace doce  años, el 22 de abril de 1998: León está.


León está en la NBA: en cada bandeja de Manu Ginóbili, en cada rebote que toma Luisito Scola, en cada corajeada del Chapu Nocioni. León está en la elite del básquetbol de Europa: en cada asistencia de Pepe Sánchez, en cada triple de Paolo Quinteros. León está en la Liga Nacional: en cada doble de Leo Gutiérrez, en cada volcada del Gringo Pelussi, en cada pique de la pelota contra el parquet de cualquier estadio de esta competencia bien federal…


León Najnudel (14 de julio de 1941 -Buenos Aires- 22 de abril de 1998) fue un jugador y entrenador de baloncesto de Argentina. Es conocido por ser uno de los impulsores de la creación de la Liga Nacional de básquet de Argentina. Como jugador se desempeñó en los clubes, Villa Crespo, Victoria, Barracas Juniors, Atlanta. Murió por causa de la leucemia.



Títulos obtenidos
1982 - Campeonato Sudamericano de Clubes – Ferro Carril Oeste.
 1983 - Campeonato Sudamericano de Clubes – Ferro Carril Oeste.
 1983 - Copa del Rey de Baloncesto - CAI Zaragoza.
 1989 - Campeón de la LNB – Ferro Carril Oeste.



Estadísticas
Partidos de Liga: 448 partidos con 241 victorias y 207 derrotas. (53,80 %)
 Series regulares: 388 partidos con 207 victorias y 181 derrotas. (53,35 %)
 Postemporadas: 60 partidos con 34 victorias y 26 de
Liga Nacional de Básquet




El 26 de abril de 1985 nace la Liga Nacional de Básquet en Argentina. Un proyecto por el que Najnudel luchó mucho tiempo. Consistía en la participación de equipos de todo el país, y no solo de la Ciudad de Buenos Aires. Esto permitió que ciudades con mucha atracción del básquet, crecieran. Permitiendo adquirir una gran experiencia a nivel nacional como internacional. Las ciudades de Bahía Blanca y Córdoba se convirtieron en grandes polos basquetbolísticos.


viernes, 26 de julio de 2019

SINÓNIMO DEL AUTOMOVILISMO

CARLOS PAIRETTI UN GRANDE DEL AUTOMOVILISMO

Carlos Alberto Pairetti fue un piloto de manejo fogoso, temperamental, sin medias tintas. Tal es así, que cuando fue a Europa a competir con el Fórmula 3 del equipo Automundo, mientras giraba en el circuito de Monza, su estilo agresivo tan a gusto de los italianos, les llevó a estoas a ponerle el mote“Il Matto” 






Realmente Pairetti fue un matador. Al todo o nada, con el pie a la tabla desde el vamos, un estilo que le hizo perder la continuidad en el equipo Ford capitaneado por el “Polaco” Herceg, a quién no le gustaba que exigieran de esa manera sus motores. Pero que anteriormente le permitió obtener innumerables éxitos en cuanta categoría se presento. 



El debut en el TC, se produjo el 3 de Marzo de 1962 en la vuelta de Pergamino, carrera ganada por Santiago Luján Saigós. Lo hizo con la cupé Chevrolet del malogrado Néstor Marincovich, tío de Carlos y ya en esas primeras escaramuzas, conoció el sabor de la punta. Ganar sin embargo, no aparecía como una empresa fácil. 



Y esto a pesar de que los Chevrolet de la época, habían emparejado y en muchos casos, superado a los Ford. Pero claro, andaban por ahí los Emiliozzi en su mejor época. Y ese Ford era otra historia aparte. Los Emiliozzi eran otra historia aparte. 




Pairetti sin amilanarse, siguió apretando el acelerador a fondo y adquiriendo la experiencia necesaria. No fue extraño entonces que en la Vuelta de Mar del Plata de 1963, a poco más de un año de su debut, llegara el primer triunfo. Y luego otros, hasta convertirse en unos de los hombres a batir. 




En el 63 mismo, consiguió el sueño de ganar el Gran Premio. Solo faltaba un campeonato para obtener todo lo que un piloto de TC podía ambicionar. Sin embargo, esa ya era una empresa más difícil de conseguir, por cuanto su estilo lo traicionaba a la hora de sumar puntos cuando no se podía ganar, insisto era un piloto de todo o nada. 



Con la llegada de los Torino en el ´67 debió dejar su cupecita que tantos triunfos le regalara, y se subió al Barracuda con motor Chivo. “El mejor auto que tuve” se cansó de decir. Sin embargo no le alcanzó para batir a los prototipos que habían evolucionado a partir de la cupé Torino. 




La solución vino después de una charla con Horacio Steven, el padre de los fracasados prototipos Ford. Carlos Pairetti confió en el, y con la evolución de ese auto y el motor Chevrolet preparado por la Comisiónde Concesionarios, salió al ruedo con el inolvidable “Trueno Naranja”. Apareció con él a mediados de 68´ y dominó a “piaccere”, llevándose el campeonato para Arrecifes con absoluta comodidad. 



Luego el SP, y también el TC con el “Nova Naranja” que no era otra cosa que una Liebre III con el motor Chevrolet de rigor adentro. 
El profesionalizo naciente en esos días, lo llevó a cambiar de marca y se pasó al bando contrario, Ford. Pero aquí los triunfos no llegaron con tanta facilidad. 



Cuando recién el TC Fórmula A empezaba a caminar los primeros pasos, y Ford todavía estaba zapatero, Pairetti llevó por primera vez a un Falcon de Herceg al triunfo en la Vuelta de Hughes de 1971. Las desavenencias con el preparador y con la Comisión de Concesionarios, lo llevaron al año siguiente a abandonar la marca, justo cuando esta comenzaba el dominio del panorama teceista por varios años.





Luego de un receso importante, volvió a correr con una cupé Dodge, pero ya su buena estrella se había apagado. 

Nació en el pueblo de Clucellas en la Provincia de Santa Fe. Desde muy chico vivió si embargo en Arrecifes, por lo que es considerado un nativo mas de esa ciudad. 



Ganó en el Turismo Carretera en 22 oportunidades, incluido dos Grandes Premios los del ´63 y ´66 con además 4 etapas en ellos y una en el del ´71 con el Falcon.




Carlos Alberto Pairetti (n. 17 de octubre de 1935 - Clucellas, Provincia de Santa Fe), es un piloto automovilismo argentino retirado. Fue campeón de Turismo Carretera en el año 1968, tripulando el prototipo Steven Chevrolet 250, conocido popularmente como "ElTrueno Naranja". Su campeonato lo terminó de poner en la galería de la fama del automovilismo nacional, ya que dicho triunfo se dio en una temporada donde comenzaba el dominio de la marca IKA y su modelo Coupé Torino.



Desarrolló también su actividad a nivel nacional, corriendo en Sport Prototipo y Fórmula 1 Mecánica Argentina, y a nivel Internacional, donde participó de las 300 millas de Indy y en la Fórmula 3 Europea.


En paralelo a su actividad deportiva, Pairetti desarrolló una corta actividad actoral, participando en películas como "Siempre te amaré", "Piloto de pruebas" o "Turismo de Carretera", en esta última interpretandose a sí mismo.


Nacido en el pueblo santafesino de Clucellas (ubicado a kilómetros de Rafaela), pero radicado desde muy pequeño en la localidad deArrecifes, Carlos Pairetti inició su carrera deportiva en el automovilismo nacional, cuando debutó en el Turismo Carretera el 3 de marzode 1962. Su debut se produjo en la carrera denominada "La Vuelta de Pergamino", haciéndolo a bordo de la coupé Chevrolet que perteneciera a Néstor Marincovich, tío de su amigo Carlos, también piloto de carreras. 


En esta prueba de debut, Pairetti logró asombrar a todos, cuando con su andar comenzó a merodear los primeros puestos de la carrera. Con esto, el novato piloto demostraba que estaba para más. Fue entonces que no extrañó que al año de su debut, le llegara su primer triunfo en "La Vuelta deMar del Plata" en 1963. Precisamente, este año y luego de otro triunfo, lograría alzarse con su primer Gran Premio, obtenido en el recorrido que unía Mercedes con su Arrecifes adoptiva. Con esta coupé, Pairetti obtuvo 9 triunfos entre 1963 y 1966.


En 1965, alterna su participación con dos autos, piloteando primero un Volvo 122 SB y segundo su coupé Chevrolet. El 6 de enero de1965, Pairetti obtuvo el triunfo en Villa Carlos Paz a bordo del Volvo, siendo el primer triunfo en Turismo Carretera de una marca que no fuera ni Chevrolet, ni Dodge, ni Ford, ni Torino. A los 10 días y en el mismo circuito, volvería a tripular su Chevrolet repitiendo la victoria


En 1967, y con el advenimiento de los evolucionados prototipos del TC, Carlos Pairetti permutaría su vieja Coupé, por uno de los varios prototipos que engalanaron las largadas de esa época. Fue el comienzo del Barracuda Chevrolet que, a juzgar por lo dicho por Pairetti, fue el mejor coche que había manejado. Se trataba de un prototipo basado en el chasis de una vieja coupé Chrysler, con una carrocería diseñada por Alain Baudena, y motorizado con un impulsor Chevrolet de 230 pulgadas cúbicas. Sin embargo, el avance de IKA con el Torino o las Liebres, se volvió tan abrumador, que Pairetti se las ingenió como pudo para hacerle frente a sus adversarios y obtener 3 triunfos entre 1967 y 1968.


Precisamente, 1968 sería el gran año de Pairetti, ya que se coronaría por primera y única vez, Campeón Argentino de Turismo Carretera. Luego de haber obtenido un triunfo en el año con el Barracuda, Pairetti observó que nada podía hacer ante el poderío de las huestes de IKA. Con el campeonato como objetivo principal, Pairetti se contactó con el preparador Horacio Steven para comenzar la creación de un prototipo capaz de derrumbar las aspiraciones del "equipo nacional".


Fue así que el 23 de junio de 1968, vio la luz el prototipo que más tarde fuera bautizado como El Trueno Naranja. Con esta poderosa arma, Pairetti se alzaría con 4 triunfos que le fueron suficientes para proclamarse Campeón Argentino de Turismo Carretera, y logrando su objetivo de desbancar a los Torino. En este año también, decide incursionar en la Fórmula 1 Mecánica Argentina donde obtiene el triunfo en la 500 millas de Rafaela.


En 1969, Pairetti cambia su unidad, cuando decide adquirir un chasis de Liebre MkIII, al cual motorizara con un impulsor Chevrolet. Esta nueva creación de Pairetti fue bautizada como "La Nova Naranja" y fue un arma pensada por Pairetti para revalidar su "1" ante la recuperación de los Torino. Con este modelo, Pairetti obtuvo solamente 2 victorias, no pudiendo repetir el éxito anterior.


En 1970 y luego de 17 años representando a Chevrolet, Pairetti decide cambiar de marca, pasandose al bando de Ford. Esta decisión fue reprobada por los fanáticos de ambas marcas, ya que de un lado los de Chevrolet no aceptaban que su estandarte se pase al bando rival, mientras que los de Ford lo miraban con desconfianza por su pasado en Chevrolet. 


Debutó con la marca en la Fórmula B, instaurada para los Sport Prototipo, cambiandole el motor a su Nova Naranja por un Ford 221. Al año siguiente, es contratado por el equipo oficial Ford que competía en la llamada Fórmula A, para coches de producción. 


A pesar de haberle dado a Ford una victoria que se le negaba de hace bastante tiempo, Pairetti se retiró de la marca, debido a un conflicto con José Miguel Herceg, su preparador. El motivo: Pairetti tenía por costumbre acelerar su coche hasta no más poder y no aflojar el pie del pedal, provocando que el motor termine muy castigado a causa de este trato que le propinaba. Esto a Herceg no le hacía mucha gracia, y menos si se trataba de uno de los coches que contaban con su motorización.


Este alejamiento, le permitió a Pairetti ir a mostrarse en el exterior, donde hizo gala de su manejo, en la Fórmula 3 Europea y en las 300 Millas de Indy, siendo el primer argentino en correr en dicha especialidad. Su paso por Europa fue muy auspicioso, llevandose los italianos una gran impresión por su modo de manejar. Precisamente, por tan extrema forma de conducir fue que recibió su apodo más conocido: "Il Matto" (El Loco).


Volvió al país en 1977 para volver a correr en el Turismo Carretera. Este año, alternó su participación con una coupé Dodge GTX y con un Dodge 1500. Con este último auto, obtuvo una nueva victoria el 26 de marzo de 1978. Finalmente, se retiró el 14 de agosto de 1978 a bordo de su coupé Dodge GTX.











jueves, 25 de julio de 2019

UN EJEMPLO DE ESFUERZO Y TENACIDAD

EL GRAN DELFO CABRERA 

El 2 de abril de 1919 en la provincia de Santa Fe (Argentina) nace Delfo Cabrera. Cabrera procedía de una familia humilde y numerosa, hecho que produjo que tuviera una niñez un tanto difícil, sobretodo a consecuencia de la muerte del padre. Desde bien jovencito Cabrera tuvo que trabajar en diferentes oficios, muy alejados unos de otro y eso obligaba a Cabrera a correr de un lado a otro.





En 1933, cuando contaba por entonces con 14 años de edad, participa en una carrera de las fiestas populares de su pueblo, Armstrong. En esa carrera ya se empezaría a ver lo que podía dar de si el atleta, finalizó segundo en una prueba de 4500 metros a escasos metros del primero.



A los 16 años de edad se va hasta Rosario, otra provincia Argentina, para disputar una carrera. En la pruebaestaría don Francisco Mura un entrenador de un equipo de atletismo que vería en Delfo Cabrera una gran promesa. De hecho Francisco Mura le propondría la posibilidad de formar parte del equipo que entrenaba enBuenos Aires, aunque Delfo Cabrera esperaría dos años más para marchar.



Tras marchar a Buenos Aires tiene que alistarse para realizar el servicio militar. Luego regresaría a Buenos Aires y tiempo más entra a trabajar para el cuerpo de bomberos de Buenos Aires. A los 26 años se casa y más tarde tendría tres hijos.


Después de varios años disputando carreras nacionales en 1948 tiene la posibilidad de formar parte de la selección argentina de atletismo y disputar el maratón de los Juegos Olímpicos de Londres. Junto a Eusebio Guiñez y Armando Sensini formaran el trío que competirá en la maratón.


El viaje se realizaría en barco y duraría aproximadamente 3 semanas, no llegaron directamente a Londres sino que el primer destino sería Barcelona, donde entrenaría un poco después del largo viaje, luego al llegar a Londres esperaría el gran día.


Y el día llegó junto con Guiñez y Sensini, Cabrera tenía serias posibilidades de poder hacer una gran actuación, la idea era empezar suave y terminar con gran fuerza, aunque el día estaba nublado, como casi siempre, hace muchísima calor. Al llegar a mitad de carrera Gailly, Lou Wen y Rene Josset junto con Guiñez encabezan el grupo, Delfo Cabrera no esta mal situado aunque no esta en cabeza. Kilómetros más tarde Guiñez siente unas molestias en su pierna que le obligan a retirarse lo que hace que Cabrera que venía por detrás le acabe superando.


A pocos kilómetros del final de carrera Gailly era líder en solitario pero por detrás venía Delfo Cabrera como una exhalación que lo acabó superando con comodidad. Finalmente Cabrera entra en el mítico estadio de Wembley por delante de el corredor belga, llegando a meta con un tiempo de 2:34:51.



Delfo Cabrera logró su sueño, repetir la hazaña que había logrado años antes su compatriota Juan Carlos Zabaleta, cuando Cabrera sólo era un joven con ilusiones.


Tuvo una niñez muy dura, en la década del 20, especialmente para una familia humilde. El se cría en una familia que para subsistir hacía mucha cosas. Tuvo la desgracia de que su padre falleciera muy jóven, entonces él tuvo que hacer muchos oficios. 




Fue ladrillero, trabajó en los campos ayudando en la recolección de maíz que se hacía a mano y que era una tarea muy agotadora. Como no había medios de transporte y no le gustaba andar a caballo, corría de un lado para el otro cuando tenía que trabajar en una obra a 5 km. de su casa, y se fue acostumbrando a correr. Le fue tomando el gusto y fue adaptando su organismo a las carreras




Asiste a la escuela primaria, juega al fútbol en el desaparecido club “Gimnasia y Esgrima” de Armstrong y, por sí solo, se aplica a la enseñanza metodizada (Escuela Fiscal de los Lara). Trabajaba junto a su hermano en una empresa de Vialidad Nacional, que estaba haciendo la actual Ruta Nº 9, que fue inaugurada entre el año 1938/1939. 



En ese entonces ellos trabajan allí y volvían a su casa luego del trabajo diario, que no era un trabajo liviano, corriendo hasta casa, entrenándose, porque la Ruta pasaba por Armstrong pero se alejaban y volvían cada vez desde más lejos.




Más de una vez, Delfo siendo muy jovencito, interrumpía a su madre en los quehaceres hogareño, porque venía corriendo con sus sueño y sus ilusiones. En esa época se produjo un hecho que había de ser su faro luminoso: la sensacional victoria de Juan Carlos Zabala, "Zabalita", otro argentino que triunfó en la maratón de los juegos Olímpicos de Los Angeles en 1932. 




Delfo, que se estaba entrenando y corría en la zona, llegaba corriendo y la interrumpía a su mamá con lo mismo: "Mire mamá cuando su hijo sea un Zabalita..." La madre lo tomaba a risa y le decía que dejara de soñar. Íntimamente hizo un juramento: igualar la hazaña de Juan Carlos Zabala.


Solía correr hasta el cementerio (5 Kilómetros), y una vecina, la señora de Isoardi, le controlaba el tiempo; no solamente practicaba así, sino que también corría detrás de los Sulkys, especie de coche tirados por caballos, por los caminos de tierra entre los campos.



En el año 1933 o 1934, ya él con 15 o 16 años fue a correr a Rosario, donde sale cuarto. Había entrenadores de Buenos Aires, uno de ellos del Club San Lorenzo de Almagro, don Francisco Mura, que tenía un equipo atlético muy fuerte, le ve condiciones a este chico de Armstrong y le propone ir a radicarse en Buenos Aires.





No se va en forma inmediata, se va a los 18 años.Después comienza una dura lucha de sacrificios, al terminar agotadoras jornadas, se aplica a severos entrenamientos bajo la exigente y experta dirección de Francisco Mura, entrenador del Club de San Lorenzo.



Cuando empieza a entrenar en San Lorenzo, tiene que interrumpir su entrenamiento porque tiene que hacer el servicio militar en Rosario, pero como ya era un atleta en proyecto, seguía entrenando y compitiendo.





En el servicio Militar, se destacaba por ser siempre el primero en llegar. “Carrera march” hasta la caballeriza (gritaba el sargento). Y los soldados protestaban tratando de mantener el paso de Cabrera infructuosamente.



Las autoridades militares de la época vieron en este soldadito, este pueblerino, que tenía condiciones. Como en las competencias donde se presentaba siempre ganaba algún puesto, y no los hacía quedar mal, le fueron permitiendo a ese representante militar que se entrenase y compitiera y así le hacía propaganda al Regimiento.




El acercamiento de Juan Domingo Perón, Evita y Delfo se debe a que este último vio en el partido político, el Justicialismo, que podía encauzar sus sentimientos políticos y se convirtió en un militante Peronista. 




Esto le valió amigos y enemigos; le valió amigos y con ello el reconocimiento de haber recibido las famosas medallas peronistas por el mérito deportivo en la Plaza de Mayo. Recibe el 17 de octubre de 1949 en esa Plaza, la Medalla Peronista.



Siempr
e hubo un contacto muy fluido con el Presidente y su esposa, se encontraban habitualmente, charlaban. Delfo los designa padrinos de su hija María Eva.




DELFO CABRERA UN GRANDE DEL ALTETISMO ARGENTINO, AQUÍ SU HISTORIA A TRAVES DE DIFERENTES SITIOS DE INTERNET





martes, 23 de julio de 2019

SIMPLEMENTE UNA LEYENDA

JOSE MARÍA GATICA SIMPLEMENTE "EL MONO" (1925-1963)


Nació en Villa Mercedes, San Luis, el 25 de mayo de 1925. Con una infancia dura, se crió lustrando zapatos en las calles de Constitución, en la Capital Federal.
Aunque nunca se consagró campeón argentino ni peleó por el título mundial, en 1956, en pelea que no puso en juego la corona, se enfrentó al campeón del mundo Ike Williams, y perdió en el primer round- se ganó con su particular forma de ser el amor incondicional de muchos y el desprecio de otros.










Entre su debut profesional en 1945 hasta su último combate en 1956, realizó 95 peleas de las cuales ganó 85 -72 de ellas antes del límite-, perdió 7, empató 2, y una sin decisión. Conocido es el duelo histórico que instauró con su gran rival Alfredo Prada, con el que se enfrentó 6 veces, 2 como aficionados -una victoria para cada uno- y 4 como profesionales -dos triunfos cada uno-, y que dividió al país en dos bandas claramente marcadas y enfrentadas.


De hecho, en una de las peleas encarnizadas que protagonizaron Gatica y Prada, este último, con un zurdazo espectacular y fulminante, fracturó el maxilar inferior de Gatica en el lado derecho en el primer round y Gatica continuó peleando semiconsciente hasta el quinto round hasta que un médico lo obligó a dejar la pelea y la ganó Prada por abandono.


El "Mono" Gatica, que pasó de la nada a la gloria y de la gloria a la trágica muerte, murió el 12 de noviembre de 1963, a los 38 años, tras ser aplastado por un colectivo en Barracas. Entre sus anécdotas sobresale la que protagonizó con el general Perón, entonces presidente, -al cual lo unía una estrecha amistad- en el Luna Park. Una de las tantas veces que Perón y Evita fueron a verlo boxear y se sentaron en la primera fila, Gatica, al reconocerlos se acercó a ellos, estrechó la mano de Perón y le dijo: "Mi general, dos potencias se saludan".




SU DECESO


Eran las 20.55 hs. Corría 1963. La fecha, un 12 de Noviembre. Independiente iba gestando un título que lo depositaría luego en el destino de ser Rey de copas. Era martes, los primeros calores fuertes le pegaban a Buenos Aires con benevolencia si se tiene en cuenta el sol de estos tiempos que quema de solo aparecer. Se moría un hincha de rojo. 


Se apagaba la vida de un llamador de multitudes, de un convocante a la polémica, de un hombre-boxeador destinado a ser la imagen del país que lo vio nacer allá por 1925 en Villa Mercedes, San Luis. El 12 de Noviembre del 63, se murió José María Gatica, el Mono. Tenía 38 años. Marcó una época. Corrió paralelo a la Nación. José María Gatica se asemejó tanto al país que de a ratos pareció el país hecho hombre. Derrochando vanidad y riqueza en unas, aplaudido por los interesados en esas. 

Tirado al costado del colectivo que lo atropelló el domingo anterior a su muerte sin un mango partido a la mitad, a la salida de la cancha de su querido Independiente, olvidado, despreciado, vendiendo muñequitos y motivando las risas y las burlas de los mismos que lo habían aplaudido.


 Así como el país. Con vaivenes dolorosos, con reconocimientos tardíos, con reverencias exageradas, con hoy el rey, mañana la hilacha. El Mono nunca fue campeón argentino ni peleó por el título del mundo. Peleó entre el 45’ y el 56’, es decir su campaña profesional duró más o menos exactamente el tiempo del poder peronista, movimiento del cual pareció ser también bandera con el General sentado a la vera del ring en más de una ocasión. Realizó 95 combates, ganó 85, perdió 7, empató 2 y hubo uno sin decisión. Junto a Alfredo Prada fueron un Boca-River del Boxeo. Pelearon 6 veces. 




Dos en el amateurismo y 4 como profesionales. Definidos estilos de vida y de boxeo dividían al país de una manera fenomenal. Su confrontación internacional mas recordada se produjo en 1951 en el Madison Square Garden frente a Isahiah Ike Williams quien lo derrotó por nocaut en la primera vuelta. El Mono cayó tres veces y la tercera le dio automáticamente el triunfo al entonces campeón mundial liviano. No estaba en juego la corona. 


La vida de José María Gatica fue llevada a libros y al cine. Tuvo matices tan fuertes que todo pareció una novela de 38 años de duración. El pibe humilde, su arribo a la gran ciudad, su crecimiento en el mundo del pugilismo, su altanería vendedora mezclada con sus capacidades deportivas y la explosión que lo llevó marcar una época difícil de olvidar. Dicen que prendía billetes como cigarrillos, que no paró en la noche, y como la ruta lo llevó a ser imagen del exitismo nacional, lo palmeaban por delante y rumoraban por detrás. 


El uso indiscriminado que de él hicieron los oportunistas lo llevó a un riesgo Gatica extremo. Y terminó olvidado y pobre. Con los otrora amigos brindando con alguna figurita de turno. El país recibía la presidencia de Arturo Ilia, lo dicho respecto a Independiente campeón y muchos civiles prestos a golpear las puertas de los cuarteles cuando llegara el momento. Arturo Jauretche reafirmaba la tilinguearía del medio pelo como un enorme anticipo del año 2000 en la sociedad argentina y un niño de tres años pateaba en los baldíos de fiorito. 38 años atrás dejaba de existir el Mono Gatica. 




Una leyenda, un cuento, una verdad tan emotiva como dolorosa. Una vida bien Argentina, arriba y abajo, del cielo al infierno, sin paradas intermedias, amor y odio. Percibe uno a la distancia que en el ring del Luna, en el de la vida, en la calle vendiendo muñecos, en cada imagen se aparece un valiente que dio más de lo que le dieron. Porque está claro que Gatica, salvo halagos palaciegos, nadie le regaló nada. 

El puso la cara para tener y dio mucho. O le quitaron. Su personalidad muchas veces despreciada, sería repulsiva para quienes aun no se informaron de las injusticias nuestras de cada día. Gatica murió cinco minutos antes de las nueve de la noche en el Hospital Rawson. No había multitudes a su lado. 


Estaban él y su mueca de ruego para que le compren un muñeco. Después de años sin saber bien si la gloria era un cuento que disfrutaban otros o una ventana para que sepamos en que país nacen y mueren, suben y bajan, los hombres como José María Gatica.




Infancia y juventud





 Gatica nació en la provincia de San Luis, pero a los siete años su familia se mudó a Buenos Aires. Extremadamente pobre, desde niño Gatica trabajó como lustrabotas en Plaza Constitución; la habilidad adquirida en las peleas callejeras para mantener su puesto en la estación de trenes atrajeron la atención de un comerciante local, Lázaro Koczi, que tenía vínculos con el boxeo.




Le ofreció participar por dinero en los combates irregulares que se celebraban en The Sailor's Home, el alojamiento paramarineros sin trabajo de la misión británica, donde se apostaba en breves combates a tres rounds. Tras unos cuantos combates exitosos, Koczi le propuso dedicarse al boxeo profesional. Hasta ese momento, Gatica había compaginado el ring con su puesto de lustrabotas en Constitución.




Carrera profesional




El 7 de diciembre de 1945 tuvo su primer combate profesional, en el que noqueó en el primer asalto a Leopoldo Mayorano. Ganó dos peleas más en ese mes, un ritmo casi sin precedentes. Ya con algo de fama, en 1946 haría siete combates, ganándolos todos; en uno de ellos se enfrentó con quien sería su archirrival, Alfredo Prada, con el que se encontrarían cinco veces más en el ring, con resultados igualmente divididos,y quitándose mutuamente el invicto.


El perfil popular y el indudable carisma de Gatica, un boxeador agresivo y ambicioso, espectacular sobre el ring, atrajeron la atención del público. Se granjeó el aprecio de los asistentes a la tribuna popular, que lo apodaron el Tigre por la furia que mostraba en el combate; los aficionados de clase alta, que concurrían al ring-side, deploraban en cambio su falta de clasicismo. A ellos se debe el apodo de el Mono, caricaturizando su color de piel y sus facciones.





El entonces presidente Juan Domingo Perón le había mostrado aprecio; en una ocasión en que pidió que se lo presentasen, Gatica, con desparpajo, lo saludó con una frase que se haría famosa: General, dos potencias se saludan.1 Perón, aficionado al boxeo, apoyó el primer y único viaje de Gatica a los Estados Unidos en busca de un título mundial; la gira comenzó con éxito, derrotando por nocaut en el cuarto asalto a Terence Young. 



Gracias a ello, el campeón mundial de la categoría, Ike Williams, le ofreció un combate sin poner en juego el título en el Madison Square Garden de Nueva York; el combate, celebrado en 1951, se resolvió muy rápidamente con un encadenamiento de golpes de Williams, que noqueó a Gatica en el primer asalto aprovechando un exceso de confianza del boxeador argentino.


Regresó a la Argentina sin contar ya con el favor oficial, pero entre 1952 y 1953 ganaría aún trece combates, aunque alternándolos con sonadas derrotas como la padecida frente a Luis Federico Thompson. El 16 de septiembre de 1953 se encontró por sexta vez a Prada, a quien había derrotado ya en tres oportunidades; en el primer round, un cabezazo de su adversario le fracturó el maxilar inferior, pero Gatica rechazó la ayuda médica y siguió combatiendo cuatro asaltos más, hasta que el médico declaró el KOT en el quinto asalto. Sería la última pelea importante de Gatica, que abandonó el boxeo dos años más tarde.




Tras el retiro

Su último combate pugilístico lo hizo en 1955, cuando la Asociación Argentina de Boxeo, lo sancionó de por vida, por ser opositor a la dictadura militar que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón, su amigo y compadre.


Sin rédito alguno de las ganancias obtenidas, Gatica volvió a la pobreza de su infancia; vivió en una villa miseria con su segunda mujer y las dos hijas del matrimonio, trabajando irregularmente y dependiendo en buena medida de la beneficencia. 


En alguna ocasión su antigua fama le granjeó trabajo, como en un encuentro de catch organizado por la troupe de Martín Karadagián, en que el ex-boxeador fingió una derrota con el productor del espectáculo, no sin recibir un fuerte castigo por parte del catcher que, enojado por algún puñetazo dado por Gatica, le provoco una lesión en el tobillo de la que no se recuperaría totalmente. A fines de la década, brevemente atrajo de nuevo la atención del público cuando sus escasos bienes se perdieron en una inundación.

El 12 de noviembre de 1963, a los 38 años de edad, a la salida de la cancha de Independiente fue atropellado por uncolectivo. Falleció por las heridas producidas.
Su vida y su legado en el boxeo inspiró la película Gatica, el Mono del cineasta y cantante argentino Leonardo Favio.



Su retiro como profesional fue en 1956, en épocas en donde ya estaba derrocado el general Perón y Gatica había perdido a su gran admirador.

Cuando todavía tenía fama el luchador Martín Karadagian le hizo un desafío que se desarrolló en la cancha de Boca en 1957. Ganó Martín pero a Gatica le quedó una lesión en un tobillo que lo dejó rengo.


Gatica de hizo aliado del alcohol y además sus cuentas bancarias estaban vacías. Llegaría el domingo 10 de noviembre cuando salía de la cancha de Independiente de Avellaneda a donde fue a acompañar a un amigo que vendía muñequitos, quiso tomar un micro en Barracas, y entre la borrachera y su renguera, lo hicieron resbalarse para que las ruedas del ómnibus le pasaron por encima. Dos días después, el 12 de noviembre de 1963, el hombre que nunca fue campeón, moría en un hospital.


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