"EL POLACO" ALEJANDRO SEMENEWICZ
FUENTE: LA NACION
A los 15 años acompañó a un grupo de chicos a probarse en Deportivo Morón. El Polaco tenía mal un dedo del pie y se quedó en el micro, observando. Lo fueron a buscar porque faltaba un jugador para completar el equipo de once. “Vení y te quedás parado”, le dijeron. Lo convencieron. Fue el único de los once que quedó en la prueba. Así inició su periplo en el fútbol. Con Deportivo Morón logró el histórico ascenso a primera división de 1968. El destino le hizo otro guiño: en aquella época, Morón concentraba en el mismo lugar que Vélez Sarsfield, por entonces dirigido por Manuel Giúdice. El hombre le había echado el ojo a ese volante rubio y temperamental. Cuando Giúdice fue contratado para ser técnico de Independiente en 1970, no dudó: pidió que incorporaran al Polaco.
Independiente compra a Semenewicz justo en el momento en el que le tocaba hacer el servicio militar en Magdalena. “Pensé que perdía el año”, recordó el Polaco. Pero el club de Avellaneda pidió por él y le dieron la excepción. Lo trasladaron a Capital y pudo desarrollar su carrera en el equipo que había confiado en sus condiciones. Eso sí: el capitán del regimiento era fanático de Racing y no le hacía las cosas fáciles. “Me acuerdo de que tenía que jugar el clásico y no me largaba. Me dejó ir con lo justo para llegar a jugar”, contó alguna vez Semenewicz.
El debut en el Rojo no fue feliz: le hizo un gol en contra a Pepé Santoro, contra Unión. Sin embargo, el equipo ganó 3 a 1. Pero ese año, llegó con un pan debajo del brazo: fue campeón del Metropolitano 1970, título que repitió al año siguiente.
Polifuncional cuando el término aún no había sido bien desarrollado en el fútbol, el Polaco podía ocupar todos los puestos de la mitad de la cancha y también desempeñarse como marcador central. Era el futbolista que todos los compañeros querían tener al lado: solidario, guapo, fuerte, temperamental. Corría por todos los demás. En un equipo con grandes referentes y caudillos (Pastoriza, Santoro, Pavoni), Semenewicz se ganó un lugar importante por carácter y personalidad.
Usaba la camiseta 10, antes de que Bochini le otorgara un significado especial. ¿Por qué usaba ese número? “Pastoriza, si no usaba la 8, no jugaba; después llegó Galván, que si no usaba la 5, no jugaba. Entonces, yo dije: ‘dénme la que quieran’. Y me dieron la 10″.
Un día, en la cancha de Boca, contra Talleres, cuenta que llegó a bajar cinco kilos por el desgaste del partido. “Físicamente, yo era el mejor”, dijo alguna vez.
Y llegaron las Copas de la gloria. La Libertadores del 72, que le ganó en la final a Universitario de Perú; la del 73, contra Colo Colo; la del 74, frente a San Pablo, y la del 75, contra Unión Española, de Chile. En el medio, la gran conquista en el Estadio Olímpico de Roma frente a Juventus, con aquel gol de Bochini -tras pared con Bertoni- que le dio a Independiente su primera Copa Intercontinental. También ganó las Interamericanas de 1974 y 1976.
“Era un plantel perfecto en todo. El asado de los miércoles era infaltable y no podía faltar ninguno a la mesa. A veces con las mujeres y a veces solos. Siempre juntos. Eso fue lo que unió, era como una familia”, recordó el Polaco sobre las claves de aquel equipo que ganó todo.
Su gran rendimiento en Independiente le aseguró un lugar en la selección nacional. Sin embargo, un incidente en un partido frente a Yugoslavia le cerró las puertas para siempre. Las cámaras de televisión captaron cómo el Polaco se agarraba a trompadas con un rival. Eran tiempos de dictadura en Argentina, y de intromisión de los militares en el fútbol. Estaba fresco el caso de los jugadores de Estudiantes presos por orden del presidente Juan Carlos Onganía, por pelearse en un partido con Milan. Semenewicz no fue tras las rejas, pero hubo una orden de que no volviera a vestir la camiseta nacional. Incluso se salvó de la sanción a nivel local. “Dije que les entendía el idioma y me peleé porque habían insultado a mi patria. Gracias a eso me dejaron seguir jugando en Independiente”, contó.
Después de Independiente, su carrera continuó en Colombia, donde jugó dos temporadas en Atlético Nacional. Tras un breve paso por Cipoletti, terminó su carrera donde el fútbol lo vio nacer, en Deportivo Morón, en 1982.
La unión de aquel plantel tan ganador es inquebrantable hasta el presente. “Con los muchachos nos seguimos viendo. Hasta que el de allá diga basta, nos seguiremos viendo”, expresó el Polaco en una entrevista de hace un par de años. Una operación de corazón, hace algunos años, le cambió su visión de la vida. Empezó a tomarse todo con más calma. Hasta que ese mismo corazón, que parecía infatigable en sus años de futbolista, dijo basta este lunes.
Se fue el Polaco Semenewicz, ganador de mil y una batallas en Independiente.
Casado con Marita durante más de 40 años, tuvo dos hijas: Jessica y Macarena. Y también una nieta, Amparo, que fue el otro gran amor de su vida.
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