lunes, 20 de abril de 2020

CONOCIENDOLO UN POCO MÁS

ANDRÉS FASSI EL PRESIDENTE DE TALLERES

¿Quién es? ¿Qué hizo? ¿De dónde salió? ¿De dónde la sacó?




En México no se hacen las preguntas que aquí sí se formula, con cierta lógica, el ambiente del fútbol. En México no lo hacen, porque lo conocen bien. Porque saben que allí transformó a un club habituado a la Segunda División en un gigante que ya salió cinco veces campeón local y que logró lo que ningún otro equipo de su país: un título en el ámbito de la Conmebol. Y que encima armó una Universidad del Deporte y el único Salón de la Fama del Fútbol avalado por FIFA.



Aquí, los hinchas de Talleres de Córdoba aún no lo pueden creer. Un día se despertaron, tras una década de permanencia en el subsuelo institucional, moral y deportivo, y apareció un cordobés como ellos, fana de la T como ellos, que ganó las elecciones y que en apenas un año y medio los está por hacer subir dos categorías de un tirón, además de dar vuelta al club como una media, para transformarlo en aquella institución modelo que lideró en los años 70 y 80 don Amadeo Nuccetelli.



La vida de Andrés Fassi posee tantos pero tantos matices, que esta nota podría tener 5, 10 o 15 comienzos posibles. Hay notas que uno no sabe cómo arrancarlas porque carecen de condimentos atractivos. Hay otras, porque es tanta la diversidad, que cuesta decidirse. Estamos ante la segunda opción.



Bastan apenas 10 minutos de las 2 horas y media de charla con este hombre de 54 años para advertir con facilidad la pasión que lo envuelve. Habla en tono alto, convencido y convincente, gesticulando en todo momento para acompañar con énfasis sus palabras y hasta golpea más de 20 veces con su mano derecha la rodilla izquierda del periodista, buscando involucrar al interlocutor en sus razonamientos, que lo siga en sus pensamientos.



Son tantos los comienzos posibles para esta nota, que dividiremos la historia en tres escenarios, con dos episodios por cada uno. El primero lo situamos en Córdoba. Allí, un chiquilín inquieto de 15 años imprime invitaciones en el Colegio La Salle para crear una escuelita de fútbol y un año después se va de un estadio azotado por la incredulidad y la tristeza caminando 50 cuadras. Otro intermedio, en Hidalgo, México. Allí un joven preparador físico arma un video que genera un boom y que impulsa a que lo invite un Loco llamado Bielsa. Un tiempo después, espera dos días al gobernador para que no le suelte la mano. Y un tercer escenario, otra vez en Córdoba, ya de regreso en el país tras 25 años (porque las historias más bellas suelen ser circulares), y allí un presidente recientemente electo observa impávido cómo su gente rompe el estadio propio. Un año y medio después, acaricia la gloria 

perdida hace más de una década.




Vamos a la charla, entonces.

Escenario N° 1. Córdoba. La semilla y el dolor

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-¿Sos de clase alta?


-No, para nada, de clase media tirando para abajo. El quinto de ocho hermanos, desde muy pibe me las arreglé para trabajar de algo en mis barrios, Argüello y Villa Rivera Indarte, de Córdoba capital, cortando el pasto en las casas.



-¿Quién te puso Zorrito?


-Un tío, cuando yo era muy chiquito. Se ve que era muy inquieto, iba de un lado para el otro y por eso me pusieron el apodo. En Córdoba muchos me siguen llamando así. En México no, allá me dicen Profesor.




-Te sacó bien la ficha ese tío…


-Sin dudas soy un hombre inquieto (risas). A mí me marcó la vida haber estudiado en el colegio La Salle. En mi época se hacían las olimpíadas con los otros La Salle del país, pero en el nuestro no había escuela de fútbol. Y a los 15 años me animé y le dije al hermano rector si no me dejaba crear una escuela. Me miró sorprendido. Entonces le pedí que me diera una oportunidad. Agarré una de esas máquinas donde se pone la tinta y me hice más de 600 folletos y los fui a repartir grado por grado. Pensé que iban a venir 30 chicos el sábado y fueron más de 300. A las pocas semanas nos invitaron del La Salle Jobson de Santa Fe, ellos ya tenían una estructura armada desde hacía tiempo. Formé 13 equipos, nos fuimos en 4 autobuses y perdimos todos los partidos por goleada, entonces a la vuelta propuse armar una comisión de padres para traer entrenadores importantes y armar algo serio. Ahí me formé un poco en esto de diagramar, planear una estructura, ir viendo todo el trabajo de gestión con un grupo de gente más grande. De ese grupo de padres salió Juan Valentinuzzi, que sería presidente de Belgrano, y Armando del Río, que lo sería de Racing de Nueva Italia.




-¿Cómo entraste al fútbol?


-A mí siempre me gustó jugarlo. Era arquero, en realidad, el primero en llegar al entrenamiento y el último en irme, pero tenía un titular por delante. Al terminar el secundario me puse a estudiar profesorado de educación física en Córdoba, compraba muchos libros y viajaba seguido a Buenos Aires a ver a los mejores, a Pizzarotti, a Bonini... Al mismo tiempo hice el curso de entrenador porque veía que necesitaba un soporte más amplio de conocimiento. Y mientras terminaba de estudiar, arranqué como profe en un equipo chico, en All Boys de mi ciudad, luego Valentinuzzi me llevó a Belgrano.



-Te conocía del La Salle…


-Claro. Y un día echaron a Cayetano Rodríguez, el técnico de la Primera, y vino Valentinuzzi a pedirme que me hiciera cargo del equipo para el partido siguiente. Y mirá los nenes que había: Jota Jota López, Villarreal, Martelotto, Blasón, Pepe Céliz, el Negro Ramos… Yo no había cumplido 20 años, así que les pedí a Jota Jota y al Negro Ramos que me dieran una mano. El sábado le ganamos a Las Palmas y luego contrataron a Tito Cuellar y yo seguí como profe. Y ganamos un Regional, mirá las vueltas de la vida, en el año 86. Ahí arranqué mi historia como PF, luego Armando del Río, que también me conocía del La Salle, me llevó a Racing, donde conocí a José Omar Reinaldi, y cuando a la Pepona lo buscó Talleres, me pidió que lo acompañara. Te imaginás: era el sueño del pibe. Porque yo siempre fui muy hincha de Talleres. Desde pibe lo seguía, de local y de visitante, muchas veces me hacía invitar, porque me costaba pagar el viaje.





-¿Qué recordás de la final perdida ante Independiente, con 3 hombres más, en 1978?

-Que sufrí mucho. Estuve en la cancha, en la popular, y fue terrible. El estadio era un cementerio, todavía recuerdo el sonido de 20 tipos gritando a 70 metros solos, entre 20.000 personas calladas. Me fui a casa caminando como 50 cuadras para encontrar un colectivo, era una desazón tremenda, nunca en mi vida vi llorar a tanta gente por la calle. Ni siquiera hubo burlas de la gente de Belgrano, porque en ese momento, además, todo el fútbol del interior se volcó a favor de Talleres. Lloré tres días seguidos. “Tenés que darles a las cosas el valor que las cosas tienen”, me decía mi madre. No entendía…




-¿Y ahora entiende?


-¿Sabés que la tengo viva a mi viejita? Hilda María, 82 años, una mujer muy espiritual, bien alemana, con una fortaleza física terrible. Se levanta a las 5 y media de la mañana y va al Santísimo del barrio a ordenar, a limpiar, saca las bancas a la calle, ella sola, para dejar todo listo para la misa. Y termina un partido, como el de ayer en Pergamino (1-0 a Douglas Haig) y me escribe por whatsapp para felicitarme o comentarme cosas que ve del partido. Pero volviendo a aquella final del 78, a veces los grandes sinsabores te van forjando el espíritu y te preparan para algo.




Escenario N° 2. México. Un video, un plan.


-¿Cómo apareciste en México?


-Se me acercó un día el hijo del Chamaco Rodríguez, que estaba firmando en Cobras de Ciudad Juárez, un equipo que acababa de ascender. Necesita un PF y como él había dirigido a Racing de Córdoba, alguien le había pasado mi nombre en ese momento y ya me conocía. Fui un año, y al siguiente el Necaxa contrató a Roberto Saporiti, con quien ya había trabajado en Talleres y San Lorenzo, y me llevó. Hicimos una buena campaña, pero era un equipo sin afición. Jugábamos en el Azteca, con capacidad para 120.000 personas, con apenas 500 tipos en la tribuna. Allí conocí a Jesús Martínez, un hombre clave en mi vida. Un hermano que me dio el fútbol. Era hincha del Necaxa. Un día se apareció por la práctica y nos invitó a comer al cuerpo técnico, porque estaba feliz por cómo jugaba el equipo. Y nos hicimos muy amigos, me invitaba a jugar al pádel a su casa, y nos quedábamos horas hablando de fútbol.





-Es uno de los dueños y el presidente del Pachuca…


-Sí, pero en ese entonces era un simple simpatizante del Necaxa. Por ese momento yo había armado un video destinado a los profes de las escuelas de fútbol. Nadie enseñaba a enseñar y a mí me obsesionaba el tema. Estuve dos años detrás de esa idea y 6 meses haciendo los ejercicios con 60 chicos. En el video yo decía: “El pase tiene 7 procesos en la metodología de la enseñanza. El proceso 1 son estos cinco ejercicios”. Y enseguida aparecían chicos haciendo el ejercicio. Lo hice muy a pulmón, porque no tenía un peso, viajaba por todos lados, y cuando le comenté a Jesús Martínez lo que estaba haciendo, que pretendía armar un material para los profes de las escuelas de fútbol de todo México, algo que allá no existía, me dijo: “Es una idea espectacular, te voy a ayudar”.




-¿Cómo te ayudó?


-A los 15 días me había conseguido los sponsors para hacer el video. Dos VHS de más de una hora cada uno. Ahí se juntaron mi proactividad y su visión del negocio. ¿Sabés lo que hizo? Se lo ofreció a una cadena llamada Tiendas Gigante, que tenía más de 300 locales. Le dio la exclusividad. Pero le dijo al dueño: “Solo lo podés vender vos, pero tenés que poner un arco tamaño natural en la entrada, los videos colgados en la red y una TV sobre el travesaño pasando las imágenes del video desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche”. Así, la mamá entraba a comprar, y el chico se quedaba mirando. Y como a mí no me conocía nadie, era un simple PF que recién arrancaba, a Jesús se le ocurrió convocar a futbolistas famosos para que hicieran la introducción: el mejor central, el mejor dribleador, el mejor cabeceador… Fue un boom espectacular. Vendimos más de 80.000 copias. Un éxito absoluto. Eso fue en el año 93. Por ese video conocí a Bielsa.




-¿Cómo?


-Un día me suena el teléfono. Marcelo estaba trabajando en Atlas y entró a una tienda y vio el video. La idea de Jesús era brillante, sin dudas. “Soy Marcelo Bielsa –me dijo–. ¿quién es usted? ¿De dónde salió? Su video es fantástico, el fútbol necesita gente así. El domingo visitamos al América, me gustaría que nos juntemos en algún lado, usted dígame dónde”. ¿Te imaginás? No entendía nada. Y en ese primer encuentro hablamos mucho con Marcelo, y nació una amistad que perdura hasta el día de hoy. He estado en su campo hablando 15 horas de fútbol. Yo he visto conferencias de Cruyff, Menotti, Valdano, Sacchi, por los congresos de Pachuca pasaron todos, y no tengo dudas: Bielsa es el Nº 1, el mejor de todos.




-¿Cómo entraste al Pachuca?


-Ese video generó una gran repercusión periodística y me invitaron un domingo al programa de deportes más visto del país, un Fútbol de Primera de los mejores años. Ahí expliqué por qué había hecho el video y dije que si México empezaba a trabajar el fútbol infantil y las divisiones menores, a profesionalizar esas áreas, comenzaría a tomar connotación en el mundo, porque tenía infraestructura, dirigentes con un muy buen modelo de conducción y comprometidos con sus clubes, y poderío económico. Y así fue nomás, porque el fútbol de México creció muchísimo a nivel equipos y selección. Lo cierto es que Jesús Murillo, gobernador del estado de Hidalgo, vio ese programa y me convocó a una reunión. “Te estuve escuchando en la televisión –me dijo–, eso de que la pirámide económica del fútbol está invertida, que hay que invertir en la base y el tema social que puede generar el fútbol en valores para la educación de los chicos, me parece genial. Quiero que vengas a hacer todo eso al Pachuca”.




-¿Qué pensaste?

-Dije “puta madre, ¿y ahora qué hago?” Pachuca estaba sumergido en la Segunda División, jamás había ganado un título, ni siquiera entrado a una Liguilla. No tenía divisiones inferiores. No existía un solo jugador de inferiores, había que armar todo de cero. La oficina del club era una sala de 4 x 4, con un escritorio, dos sillas y, no me olvido más, el teléfono apoyado en un cajón de manzanas. No fue sencilla la decisión: tenía que dejar mi carrera de incipiente PF, dejar a Saporiti, abandonar algo seguro por un desafío que arrancaba de cero. Ese era el Pachuca al que me tocaba llegar en junio del 94.  A tal punto había que empezar de cero que decidimos cambiar los colores de la camiseta. Un mensaje de que arrancaba una historia nueva. Una refundación. Pasamos del celeste y blanco al azul y blanco. Los colores de Talleres, por supuesto.




-¿Les fue bien desde el comienzo?


-No, no. Fue un sacrificio terrible. En un año abrimos 70 escuelas de fútbol. ¿Sabés lo que significa eso? Tenía que ir todos los días, sábados y domingos incluidos, a capacitar gente para que enseñara. Buscar jugadores. Me ocupaba de la parte comercial, de la gestión administrativa, de la gestión deportiva, de infraestructura, de comunicación. No había nada de nada. Y lo fuimos armando. Al equipo superior lo dirigía Marito Zanabria, una de las mejores personas que conocí en el fútbol. Salimos primeros con 14 puntos de ventaja, pero perdimos la final de la Liguilla con Celaya y no pudimos ascender. Al otro día me mandó decir el gobernador que se había terminado el proyecto. No lo podía creer. Todo ese esfuerzo en vano. Me había prometido otra cosa: había un proyecto que iba mucho más allá de un ascenso.




-¿Qué hiciste?


-Me fui al palacio de gobierno dos días para que me atendiera el gobernador. El secretario me decía todo el tiempo: “Ya está, no te va a atender, se terminó, no va más”. Hasta que el último día, ya casi de noche, logré meterme a su oficina. “¿Qué parte no entendió? Se terminó el proyecto. Déjeme que tengo muchas cosas por hacer”, me dijo. Le pedí una oportunidad para seguir con todo lo que habíamos armado. Me dijo que no. Y cuando se iba, solté un: “Le propongo algo”. Ahí se dio vuelta: “Separemos el fútbol profesional del resto. Usted siga ayudándome con las escuelas de fútbol y la parte social y yo busco a una persona que ponga el recurso económico para comprar el equipo mayor”. Aceptó, con la condición de que él tenía que darnos el visto bueno a esa persona. El presupuesto eran 2 millones de dólares, más o menos: la parte social eran 300.000 y el equipo de primera 1,7 millones.





-¿Los pusiste vos?

-No, si yo no tenía un peso, ya te dije. Salí de ahí a las 9 de la noche, la putísima madre, tenía 24 horas para encontrar un comprador, Ahí lo llamé a Jesús Martínez, él acercó a unos socios y lo compraron. Desde un comienzo, Jesús quiso que yo me quedara con un porcentaje, así que arrancamos de ese modo. Al año siguiente ascendimos con el Ratón Ayala de técnico, de a poco fuimos haciendo ruido con muy bajo presupuesto, eligiendo en el draft la octava opción, y en el 99 ganamos nuestro primer título, al Cruz Azul en la casa de ellos, con un gol del Hueso Glaría, un gol rarísimo, metido medio con los huevos. Y encima se definió con gol de oro ese año, por única vez, así que Glaría metió el gol apenas iniciados los 30 del suplementario, estábamos en el palco, nos mirábamos y decíamos “somos campeones”, no nos dieron ni tiempo para darnos cuenta, para prepararnos. El relator de la TV dijo: “Por increíble que parezca, Pachuca es campeón del fútbol mexicano” (se le ponen los ojos rojos, se le advierte la emoción). Fue el puntapié inicial, luego se fueron sucediendo los éxitos. Y viajamos tres veces al Mundial de Clubes, pero de esa tarde no nos olvidamos nunca más.




Escenario N°3. Córdoba. Locura y acción
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-¿Cuándo surge la idea de volver al país?

-Hará unos 4 o 5 años. En un momento en que la decadencia de Talleres era tan notoria, con el éxito que yo había construido en 30 años de fútbol y el soporte de un grupo de semejante poderío económico, sentía el peso y pensaba: “El día que tenga 70 años, me voy a arrepentir de no haber hecho algo por mi club, por mi país”. Hubo un par de intentos que no se dieron y cuando le devolvieron el club a los socios, me presenté como candidato a presidente a fines del 2014. Yo soy socio de Talleres desde chico. De hecho, cuando vivía en México, venía una vez por año al país y ahí pagaba la cuota de todo el año. Y ganamos con amplitud las elecciones (su lista, “Talleres vuelve”, nombre premonitorio, obtuvo el 78% de los votos).




-El comienzo fue catastrófico.


-Duro, sí. Asumimos el 1° de diciembre y dos días después jugábamos la primera final por el ascenso al Nacional B con Gimnasia de Mendoza. Perdimos 2-1 allá y el domingo 7 no solo volvimos a perder en casa, 1-0 esta vez, sino que la gente rompió más de 2 mil butacas, destrozaron 20 Blindex de esos gigantes, rompieron un montón de coches a la salida. Una vergüenza. Entré al vestuario y les pedí a los jugadores, directivos y cuerpo técnico que no se fueran. Te imaginás cómo estaban, ¿no? Pero igual les hablé: “Miren, muchachos, nos toca empezar una historia muy complicada, nos toca vivir en un nivel de frustración insoportable para el hincha de Talleres. Tenemos una enorme responsabilidad pero ustedes y nosotros somos los únicos que podemos revertir estos insultos y desmanes por aplausos. Por eso, los espero mañana a las 7.30 de la mañana en el predio a todos los coordinadores de áreas”. Después les pedí a los dos vicepresidentes que me acompañaran primero al vestuario visitante y luego al del árbitro. El vestuario de Gimnasia era un jolgorio, y pedí dos minutos para hablarles: “Muchachos, vengo a felicitarlos, nos ganaron muy bien. Vengo a resaltar un valor institucional y a decirles que a partir de ahora empieza otro Talleres”. Los tipos no entendían nada. Algo similar hice con el juez.




-¿No te convenía esa derrota para arrancar bien de abajo?


-Noooo, fue un mazazo tremendo. Al alma y a las posibilidades de conseguir sponsors. Ascender a la semana de asumir nos hubiera permitido adelantar el proceso extraordinariamente, pero no se dio. Así que ese lunes pusimos manos a la obra, empezamos a armar la cancha sintética y les hablé a todos los presentes, ahí y luego por los medios. Les dije que de ninguna forma iba a volver a aceptar una actitud como la del día anterior. Que podíamos entristecernos por una derrota, pero siempre manteniendo una disciplina. Que la imagen que queríamos dar de Talleres era totalmente opuesta. Y empezamos.




-¿A Kudelka lo conocías?


-No, pero estudié sus antecedentes. El había sido PF, también, como yo, y tenía un perfil de formador, ya que se había desempeñado durante muchos años en ese rol en el La Salle Jobson de Santa Fe. Las vueltas de la vida, ¿no? Encajaba perfecto. Así que me junté con él. Yo traje de Pachuca un test con 19 puntos que para nosotros son innegociables. Lo hemos aplicado en cada entrevista con un técnico.




-¿Cuáles son esos puntos?


-Uno es que los refuerzos los elijo yo. Acá no va el discurso del técnico que dice “yo decido quién viene y quién se va”. No. Lo charlamos, sí, pero la decisión final es del club. Es mía. Después, si vamos a hacer una gran inversión en inferiores, tanto en infraestructura como en personal capacitado, necesito que por año suban determinada cantidad de jugadores a Primera, porque si no los va a poner el DT de la Primera, ¿qué sentido tiene el proyecto? Hoy, Pachuca tiene 47 jugadores entre todas las selecciones menores de México, desde la Sub 15 a la preolímpica. No creo que haya otro caso igual, ni el Real Madrid. Y, además, el entrenador debe tener un perfil de calidad humana y moral intachable. Es otro requisito indispensable.




-¿Cuánto tiempo estás en México y cuánto en Córdoba?


-Mitad de mes en cada país, pero cuando Talleres peleaba por ascender al Nacional B estuve esos dos meses en la Argentina. Y cuando estoy en Córdoba, no me aparto del equipo. Voy a todos los entrenamientos desde que empiezan hasta que terminan. Estoy con los jugadores, y el cuerpo técnico durante toda la práctica. Y en todas. En Pachuca lo mismo. El alma de todo está ahí. Después hago el trabajo de oficina, pero se me hace tremendamente significativo acompañar al equipo en las prácticas.




-¿Tenés trato frecuente con Carlos Slim, el cuarto hombre más rico del mundo?


-Sí, claro. Slim es hincha del León. Nosotros compramos al León, que llevaba 10 años en Segunda, y logramos su ascenso. Y como ya en Primera no aceptábamos lo que nos querían dar las empresas por derechos de televisión apareció él para participar del grupo. Quería comprar un porcentaje, nos dijo que nosotros decidiéramos cuánto. El único requisito que nos exigió es que fuéramos nosotros los que siguiéramos haciendo la gestión. Y compró el 30% . Es un hombre muy sencillo.




-¿El Grupo Pachuca pone plata en Talleres?


-El grupo me ayuda en dejarme que yo pueda repartir mi tiempo aquí, porque mi nivel de responsabilidad en México es muy grande y también ayuda en la sinergia con los patrocinadores, apoyándome con todas las empresas que hay en México y en la Argentina para conseguir ingresos para Talleres. Mirá, antes de las elecciones, se han dicho muchas cosas de mí, por este tema del dinero: vendepatria y tantas cosas más. Hay muchos detractores. Pero mi nivel de convencimiento y de valores es tan grande que no me inmuto. Solo pido que me dejen trabajar. Y que después me juzguen. No me interesa hablar ni dar notas. Que vean lo que hacemos. El tiempo termina poniendo todo absolutamente en su lugar.




-¿Creés lo que está pasando? Estás muy cerca de devolver a Talleres a la A…


-Hay algo que ha superado las expectativas, que es el enorme nivel de compromiso del hincha hacia el proyecto. Llegar a más de 35.0000 socios es algo histórico. Todo el trabajo en las escuelitas de fútbol… Definitivamente, Talleres es el club más popular del interior, ¿o quién pone 60.000 personas en partidos del Argentino A? Lo hicimos varias veces...




-¿Qué te dice tu viejo?

-Está fascinado. Se llama Juan Domingo y no es peronista (risas), tiene 89 años. Hay una frase que me repite mucho: “Está empezando a verse el Talleres que yo viví” (mete una pausa de unos segundos por primera vez en la charla, traga saliva, está por quebrarse). Mi viejo me habla de los años 40 o 50, me dice “una vez le metimos 6 a Boca, 9 a Belgrano”...





-Y tu sueño, me imagino, debe ser sacar campeón a Talleres, para borrar aquella noche del 25 de enero de 1978…


-¡Qué te parece! Con Pachuca cumplí muchísimos sueños. Ahora me queda Talleres. Poder mostrar que con capacidad, por derecha, con gestión y valores, y con una visión muy clara de hacia dónde se va, se logran objetivos, esa es nuestra gran misión. Y claro… transformar toda esa tristeza de aquella noche del 78 en alegría, uf, sería realmente la coronación del gran sueño. Y que estén mis viejos para verlo.





¿Quién es? ¿Qué hizo? ¿De dónde salió? ¿De dónde la sacó?

Más o menos, ya lo sabemos.



¿Hasta dónde puede llegar?

En un par de años lo terminaremos de saber.





Hoja de ruta


- Andrés Miguel Fassi Jurgens nace en Córdoba Capital el 29 de enero de 1962. 


- Quinto de ocho hermanos, estudia en el colegio La Salle de Córdoba, donde impulsa la creación de una Escuela de Fútbol.


- Ataja en forma amateur y luego hace el curso de preparador físico y de entrenador.


- Entra al fútbol como PF en All Boys de su ciudad, y luego sigue en Belgrano, Racing de Córdoba y Talleres, donde conoce a Roberto Marcos Saporiti, con el que trabaja allí, y luego en San Lorenzo.


- Llega a México como PF del Chamaco Rodríguez en Cobras de Ciudad Juárez y continúa en Necaxa con Saporiti.


- Con ayuda de Jesús Martínez, arma un video sobre “metodología de la enseñanza” para profes de escuelas de fútbol: es un boom y el gobernador del estado de Hidalgo le pide que lo aplique en Pachuca.


- En 1995 consigue apoyo económico para comprar el club y en 1999 el Pachuca gana el primer título de su historia en la era profesional.


- Conquista otros cuatro campeonatos mexicanos, cuatro Copa de Campeones de Concacaf (pasaporte al Mundial de Clubes) y la Copa Sudamericana 06, único título de un equipo mexicano en la órbita de Conmebol.


- En 2014, y luego de un proceso de quiebra y gerenciamiento de 10 años, Talleres vuelve a ser de los socios: el 16 de noviembre Fassi es elegido presidente con el 78% de los votos.


- En un año y medio lleva a Talleres del Federal A a las puertas de la Primera División.
- Fassi es uno de los 4 propietarios del Grupo Pachuca (Carlos Slim, el 4º hombre más rico del mundo, es otro), dueños de los clubes Pachuca, León, Zacatecas (México), Oviedo (España) y Cienciano (Perú), entre otros. En breve entrarán en Chile y Colombia.


- Tiene 4 hijos: Sebastián es arquero en River de Ecuador; Juan Pablo, enganche de Puebla; María, golfista universitaria en EE.UU. y Franco juega en las inferiores de Pachuca.

Reglamentos para todos


Fassi vino con su librito desde México y para no dejarse atrapar por la informalidad del medio argentino mandó a armar un Reglamento Interno. Hay para jugadores, cuerpo técnico, hinchas y  dirigencia. “Este reglamento se cumple a rajatabla. O sea: no es negociable –explica–. Antes de empezar el campeonato, debo tener absolutamente solucionadas todas las cuestiones económicas: contratos, premios, situaciones que se puedan dar, pero nunca más se puede hablar de dinero una vez que empezó el campeonato. Se hace una reunión y le entrego el reglamento a cada jugador, entrenador y dirigente. Lo leen y lo discutimos”. Echando un vistazo a dicho Reglamento, se destacan los compromisos, valores y objetivos del club, los derechos del futbolista y también las obligaciones, desde presentarse a citas periodísticas, eventos en filiales y someterse a posibles sanciones del club por expulsiones. En el “Código del Hincha” se enumeran todas las cosas que no pueden hacer en el estadio, desde pararse en los asientos hasta pintar las instalaciones y taparse el rostro con el riesgo de no permitírsele nunca más el ingreso al estadio.



El boom Talleres

Fundado en 1913, Talleres fue el primer club de los indirectamente afiliados a AFA en incorporarse a los campeonatos regularmente (1980) y el primero en ganar una copa internacional (Conmebol 99). Le dio 3 campeones del mundo a la Selección del 78: Galván, Valencia y Oviedo. Entre 1980 y 2004 estuvo 20 temporadas en la A, y apenas 4 en la segunda categoría. Pero desde su descenso ocurrido el 1/7/04 en la promoción ante Argentinos Juniors desbarrancó, acompañando la quiebra institucional (28/12/04, ningún chiste del Día de los Inocentes) con pésimos resultados deportivos. Desde entonces, estuvo en Nacional B y 7 temporadas en el Argentino A. En su primer año como presidente, con Frank Kudelka como entrenador, Talleres salió campeón del Argentino A con una sola derrota en 31 partidos y asistencias de 60.000 personas en el Kempes, que mereció una nota en Marca. Al cierre de esta edición, lideraba el Nacional B invicto en 16 fechas con 7 puntos de ventaja sobre el escolta. En este año y medio, Talleres pasó de tener 1500 socios a superar los 35.000 y de ingresar 3 millones de pesos anuales por patrocinio a 24 millones y ha creado 70 escuelas de fútbol en la provincia con entre 100 y 150 chicos en cada una. Números impactantes.


Por Diego Borinsky / Fotos: Prensa Talleres, Familia Fassi y Archivo El Gráfico

Nota publicada en la edición de junio de 2016 de El Gráfico




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