domingo, 18 de agosto de 2019

UN MAESTRO CON LA REDONDA

RECORDANDO A "GARRAFA" SANCHEZ


Los vecinos de Tablada, lugar donde nació, aún no pueden olvidar las gambetas de aquel zurdito en el potrero. Un vecino entrevistado por “El Garrafa, una película de fulbo” recuerda: “No sabes lo que era… era divino… era divino… era divino”. En su definición repetida se percibe una mezcla de alegría, emoción y angustia. Eso solía generar José Luis Sánchez, el enano que agarraba la pelota y volvía locos a los grandotes. Cuando tenía 10 años, ya jugaba contra chicos de 17-18 y se plantaba con personalidad y talento. Le sobraban ambas cosas, si se tiene en cuenta que también asistía a torneos que se jugaban por plata en el barrio de La Matanza.



Apodado “Garrafa” por el oficio de su padre, el joven creció trabajando y en sus ratos libres aprovechaba para jugar al fútbol. A los 15 ingresó en las inferiores de Deportivo Laferrere, el club de sus amores. Jugaba de nueve pero a menudo salía del área. A los pocos meses sufrió una grave lesión en la rodilla que lo obligó a estar ocho meses parado. Volvió sin la velocidad de antes, pero el talento aún le sobraba. Mientras tanto, seguía yendo a jugar campeonatos de penales por plata. Allí se volvió un especialista desde los doce pasos. Una vez sorprendió a todos tras pararse de zurda y pegarle de derecha. Ese era “Garrafa”, un rebelde que jugaba al fútbol para divertirse y cada vez que entraba a la cancha representaba a los miles de pibes que despuntan el vicio en un potrero.

“Garrafa” era, además de un excelente jugador, una persona sencilla y divertida. Mostraba viveza, alegría, calle. A sus compañeros los hacía reír y enojar. Por sus bromas y salidas se ganó otro apodo: “El Loco”. En el vestuario escuchaba cumbia y en la cancha la bailaba. Pisaba la pelota, ponía el cuerpo, la escondía. Se escapaba una y otra vez por la raya, porque siempre se animaba a recurrir a lo más lindo del fútbol: la gambeta. Con este estilo, se volvió ídolo de Laferrere. Ya jugaba más retrasado en la cancha.

Desde El Porvenir se fijaron en él y allá fueron. El entrenador Ricardo Calabria, después de enfrentarlo en varias oportunidades, le había avisado a los dirigentes: “Traigan a éste y salimos campeones”. Así fue. En su primer año en el club logró el ascenso a la B Nacional y en los festejos mostró la camiseta de Lafe, una acción que pocos jugadores se animarían a realizar hoy en día.Hasta las millonarias estrellas de la Selección se rindieron ante la magia de su zurda.

Por aquel entonces, Marcelo Bielsa armaba prácticas de entrenamiento entre la albiceleste y El Porvenir. “Garrafa” volvía locos a los defensores argentinos. Según rumores, en una oportunidad se informó a la prensa que la Selección había ganado 4-3 el amistoso, cuando en realidad, había ganado 3-1 el Porve con el de Tablada como figura. Estuvo dos temporadas en el club de Gerli, y le bastaron para ganarse el corazón de la hinchada. Su cara aún va a la cancha en forma de banderas.

En 1999 lo vinieron a buscar desde Uruguay. El club Bella Vista lo incorporó y el crack de Tablada estaba cerca de jugar la Copa Libertadores, pero la enfermedad de su padre cambió todos los planes. “Garrafa” no aguantó estar lejos, armó el bolso y volvió a su barrio. Trabajó con sus hermanos durante un año, hasta que el nuevo siglo le trajo novedades en su carrera.

Banfield, otro histórico del ascenso, lo llamó para que se sumará al plantel con el objetivo de ascender a la máxima categoría. Las dudas estaban por su fuerte personalidad y la falta de rodaje, pero en los primeros partidos se disiparon. Por sus goles y gambetas, aquel pelado atorrante ya estaba entre los ídolos de un nuevo club. Para ese entonces, en los festejos ya inclinaba los brazos hacia el cielo en dedicatoria a su padre. En 2001, Banfield logró el ascenso a Primera División. La final fue ante Quilmes. “El Loco” fue figura indiscutida, y lo más importante, dejó bien en claro su estilo despreocupado y alegre de jugar. En una jugada por la banda derecha gambeteó durante casi 20 segundos. No pateó ni tiró el centro atrás. Los compañeros lo retaron por tratarse de una final, pero no había caso. Ese era el auténtico “Garrafa”. Entre tomarlo o dejarlo, la respuesta era obvia.

Ya en la máxima categoría del fútbol argentino, regaló buenas actuaciones ante los equipos grandes y siempre mostró su juego desfachatado y divertido. Jugó en Primera con los códigos del barrio: “si te pegan de frente, bueno. Pero que te peguen de atrás, eso ya me molesta, ya es de mala leche”.

Uno de los momentos más recordados es un partido ante Independiente, por la última fecha del Torneo Clausura 2002. El diez ingresó en el segundo tiempo cuando Banfield perdía y con ese resultado descendía. A los pocos minutos le hicieron un foul y desde el tiro libre la colgó en un ángulo. Fue el 1-1. Los del Sur, al final, ganaron 2-1 y mantuvieron la categoría. Y “Garrafa” ya era leyenda en otro club. Con Banfield jugó cinco temporadas y se dio el lujo de participar en competencias internacionales.

A los 31 años decidió regresar al club de sus amores, Laferrere. Allí jugó hasta su fatídico accidente cuatro años más tarde. “Amo la moto, siempre me gustó la velocidad”, admitía en una entrevista. No obstante, no necesitó jugar en un club grande para ser una leyenda del fútbol argentino. Tampoco jugó en Europa ni en la Selección, y aún así, miles de personas lo amaron e idolatraron. “Garrafa” vive en banderas, paredes y tatuajes. En la despedida de su cuerpo, hinchas de Laferrere, El Porvenir y Banfield intercambiaban sus camisetas. Porque un tal José Luis Sánchez revolucionó sus corazones. Con fútbol de potrero, sí, pero también con su noble, divertida y humilde personalidad.
FUENTE: LAIZQUIERDADIARIO.COM

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