viernes, 21 de diciembre de 2018

LA GRAN REVOLUCION

ZICO EN EL KASHIMA ANTLERS 


Zico en el Kashima Antlers:


.....Corría el año 1993 y el Kashima disputaba la Copa del Emperador contra el Tohoku Sendai. Zico ya tenía 40 años y llevaba dos enrolado en la última aventura de su soberbia carrera. Antes ya se había retirado para arrancar una breve carrera política como Secretario Nacional de Deportes. Pero la oferta japonesa para regresar era tentadora. Tan grande como la pasión que Zico siempre ha puesto en todo lo que hace. Con las rodillas reventadas, pero armado con la fe de un evangelizador y una gigantesca capacidad de convicción, Zico mantenía aun ardiendo la llama de su técnica infusa y la ilimitada creatividad que le habían coronado como uno de los mejores jugadores de la historia. Esas cualidades que otro escritor, su compatriota Armando Nogueira, condensó en una metáfora maravillosa: “Zico juega al fútbol como si la pelota fuera una rosa entreabierta entre sus pies”.



Demasiada belleza como para no causar un impacto inmediato en tiempos en los que el fútbol japonés pagaba a precio de oro a algunas estrellas veteranas que permitieran alcanzar a su incipiente liga profesional una jerarquía diferente. En su primera campaña Zico fue máximo goleador y ascendió con el Kashima, que gracias a él abrazó los cánones del profesionalismo. No pudo consagrarse campeón de la liga japonesa. En la final de la primera edición, en 1993, el Kashima, con Zico y su excompañero en el Flamengo Alcindo, perdió ante el Verdy Kawasaki, cuya principal referencia era el brasileño Bimarck. Zico no acabó aquel partido. Sufrió una de las escasas expulsiones de su carrera, pero había popularizado el fútbol más creativo en el imperio de la disciplina y el orden.


Meses después el estadio del Kashima despedía a Zico con la reverencia con la que se contempla a una divinidad. De manos del primer ministro nipón Tsutomu Hata recibió el título de ciudadano honorífico de Kashima y las llaves de la ciudad, que también eran las del corazón de su gente. Transformó un club de fábrica en una firma con historia y tradición. Hoy tiene una estatua en su honor a la entrada del estadio. Tras homenajear a Zico el Kashima abrió sus puertas a otros jugadores brasileños. Costosas flores raras y atractivas como Leonardo, Jorginho o Mazinho, campeones del mundo que instauraron la tradición brasileña en Japón. Con el nuevo siglo llegaron dificultades económicas, pero ni aun entonces el Kashima abandonó esa senda. Desde Zico más de 50 brasileños han portado el escudo de la cornamenta. Y por su banquillo pasaron ilustres técnicos como Oswaldo de Oliveira o Paulo Autuori.


Fuente: El País

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