EL INOLVIDABLE RAFAEL ALBRETCH
hora que el León se ha coronado recordé al enorme zaguero Rafael Albrecht. Es San Miguel de Tucumán una ciudad argentina propicia para le emergencia de prodigios: allí fue la declaración de la independencia, allí nacieron el perro-gato, el súper-bebé de más de cinco kilos y el cerdo deforme con ojos de espanto.
Allí también nació el defensa goleador José Rafael Albrecht: un fuerte central que hizo volar al alemán Helmut Haller en el mundial del 66: “le pegué con todo: rodilla, muslo y cadera, ¡cómo voló!”, dijo Albrecht al recordar la escena: “Yo pegaba fuerte, muy fuerte, pero sin mala intención y de frente”.
El seis tucumano fue campeón con San Lorenzo Almagro en 1968 y con el León mexicano jugaría el espectro temporal que va de 1970 a 1974. En León llegó a ser jugador y técnico. Albrecht, avisan los manuales de futbol, es el séptimo defensa con más goles en la historia del balompié mundial.
En total convirtió 95 goles, casi todos de penal. Su promedio en México como lanza-penales ha sido sólo superado por Sigifredo Mercado, quien también jugó en el León: treinta tiros desde el manchón y sólo uno fallado. Además José Rafael Albrecht poseía el señorío y la clase de un súper crack.
Su elegante estampa se agigantaba cuando pedía la pelota para tirar los penales. Lo hacía con parsimonia impar, a paso y medio del balón, en la otra orilla de quienes, como Cuauhtémoc Blanco, necesitan gran espacio, mucho vuelo para perfilar los cobros. Rafael Albrecht jugó con aquel maravilloso trabuco de la década de los setenta donde plantaron cara, entre otros, Chepe Chávez, Manuel Guillén, Jorge Davino, Mario Ayala, los hermanos Razo, el Cuirio Santoyo, Chino Estrada, Darío Miranda, Roberto Salomone y Juan Valiente.
Tres desgracias ensombrecieron la vida del defensor leonés que se retiró con el Atlas. Una: la rescisión del contrato con el San Lorenzo le llegó por telegrama. Dos: en 1971 lo atropelló un automóvil.
Tres y más grave: estuvo varios días en coma tras haber sido arrollado por un tren en el paso a nivel de Donato Álvarez, en Caballito en 1989. Pero la resistencia y la reciedumbre del baluarte defensivo posibilitaron el milagro y ahora José Rafael Albrecht ya puede incluso caminar, caminar y pasar frente a Avenida de la Plata 1600, donde su corazón se inflama al evocar los gritos festivos de la tribuna. “El máximo triunfo de mi carrera fue ganar el Metropolitano del 68 con los Matadores. En ese equipo jugaban bien hasta los malos”, genio y figura de Rafael Albrecht.
FUENTE: MILENIO 2020 /gilbertoprado@hotmail.com
hora que el León se ha coronado recordé al enorme zaguero Rafael Albrecht. Es San Miguel de Tucumán una ciudad argentina propicia para le emergencia de prodigios: allí fue la declaración de la independencia, allí nacieron el perro-gato, el súper-bebé de más de cinco kilos y el cerdo deforme con ojos de espanto.
Allí también nació el defensa goleador José Rafael Albrecht: un fuerte central que hizo volar al alemán Helmut Haller en el mundial del 66: “le pegué con todo: rodilla, muslo y cadera, ¡cómo voló!”, dijo Albrecht al recordar la escena: “Yo pegaba fuerte, muy fuerte, pero sin mala intención y de frente”.
El seis tucumano fue campeón con San Lorenzo Almagro en 1968 y con el León mexicano jugaría el espectro temporal que va de 1970 a 1974. En León llegó a ser jugador y técnico. Albrecht, avisan los manuales de futbol, es el séptimo defensa con más goles en la historia del balompié mundial.
En total convirtió 95 goles, casi todos de penal. Su promedio en México como lanza-penales ha sido sólo superado por Sigifredo Mercado, quien también jugó en el León: treinta tiros desde el manchón y sólo uno fallado. Además José Rafael Albrecht poseía el señorío y la clase de un súper crack.
Su elegante estampa se agigantaba cuando pedía la pelota para tirar los penales. Lo hacía con parsimonia impar, a paso y medio del balón, en la otra orilla de quienes, como Cuauhtémoc Blanco, necesitan gran espacio, mucho vuelo para perfilar los cobros. Rafael Albrecht jugó con aquel maravilloso trabuco de la década de los setenta donde plantaron cara, entre otros, Chepe Chávez, Manuel Guillén, Jorge Davino, Mario Ayala, los hermanos Razo, el Cuirio Santoyo, Chino Estrada, Darío Miranda, Roberto Salomone y Juan Valiente.
Tres desgracias ensombrecieron la vida del defensor leonés que se retiró con el Atlas. Una: la rescisión del contrato con el San Lorenzo le llegó por telegrama. Dos: en 1971 lo atropelló un automóvil.
Tres y más grave: estuvo varios días en coma tras haber sido arrollado por un tren en el paso a nivel de Donato Álvarez, en Caballito en 1989. Pero la resistencia y la reciedumbre del baluarte defensivo posibilitaron el milagro y ahora José Rafael Albrecht ya puede incluso caminar, caminar y pasar frente a Avenida de la Plata 1600, donde su corazón se inflama al evocar los gritos festivos de la tribuna. “El máximo triunfo de mi carrera fue ganar el Metropolitano del 68 con los Matadores. En ese equipo jugaban bien hasta los malos”, genio y figura de Rafael Albrecht.
FUENTE: MILENIO 2020 /gilbertoprado@hotmail.com
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