EL JUGADOR "TRUCHO" QUE QUISO JUGAR EN RIVER PLATE
FUENTE: "TyC SPORTS":
Si el Diablito Claudio Echeverri está a punto de sumarse a los privilegiados que jugaron en la Primera de River en el profesionalismo, ya sea en partidos oficiales o amistosos, el caso más curioso de esa lista de predilectos es la presencia de un futbolista trucho. O futbolista fantasma. O futbolista apócrifo. Un jugador que no existió, que no era real, pero que se puso la banda roja.
Un par de horas antes de un partido de verano en 1977 ante Aldosivi en Mar del Plata, un periodista le preguntó cómo se llamaba al jugador que, ya había trascendido desde el cuerpo técnico, debutaría esa noche. Lo insólito es que el futbolista respondió con evasivas a la pregunta más sencilla, “No sé cómo me llamo, pregúntale al técnico”, y entonces apareció el mítico Ángel Labruna y “anunció” que el debutante se llamaba Luis Rodríguez. Ya durante el partido, la transmisión de TV y los relatores de radio hablaron toda la noche del tal Rodríguez y así lo repitieron los diarios del día siguiente. Sin embargo, era un nombre ficticio. No existía ningún Luis Rodríguez: en verdad se llamaba Braulio Castro. Pero nadie lo sabía.
Aunque en 1975 había ganado al fin el título que se le negaba desde 1957, River la pasaba mal a comienzos de 1977. Boca no sólo había sido bicampeón del año anterior: a fines de diciembre había ganado la primera final superclásica, el 1 a 0 del Nacional de 1976 que, hasta 2018, sería la única definición entre Boca y River de la historia. No sólo eso: en 1976, River también había perdido su segunda final de Copa Libertadores, ante Cruzeiro. El partido previo al River-Aldosivi en Mar del Plata, 48 horas antes, había sido un desastre: el 3 de febrero, Everton de Chile había goleado 6-2 al equipo de Labruna por el torneo Hexagonal jugado en Viña del Mar. Muchos jugadores no querían al técnico y hablaban abiertamente de su intención de destituirlo.
Por ejemplo, Alejandro Sabella, luego entrenador de la Selección Argentina –hombre al que nunca se le escapaba una palabra de más-, declaró en esas horas turbulentas: “Yo estoy enfrentado a Labruna. Se lo dije cara a cara: jugar así no es beneficioso para mí, ni para él ni para River”. El técnico de River, a su vez, no se quedaba atrás: “De 90 partidos del año, jugó 80 y sólo hizo dos goles”. A la espera del comienzo de la actividad oficial, programada para el 20 de febrero, River seguía su gira de amistosos preparatorios. Y buscaba refuerzos. Ya asegurado el regreso del goleador Víctor Marchetti, River negociaba por otros delanteros: René Houseman (futuro campeón del mundo y finalmente jugador de River en 1981), Fernando Morena (mediocampista ofensivo de Peñarol, luego jugador de Boca) y Daniel Astegiano (atacante de Independiente).
Justamente, un ex jugador de Independiente y Boca, Alcides “Cacho” Silveira, se había acercado en enero de 1977 al presidente de Independiente, Julio Humberto Grondona –que dos años más tarde asumiría el gobierno de la AFA- y le ofreció a un ignoto delantero uruguayo de procedencia mexicana. Pero Don Julio no lo aceptó: “Me ofrecieron a un pibe uruguayo, Braulio Castro, pero estoy cansado de estas historias, después son jugadorcitos de mitad de cancha. No quiero saber con cosas raras”.
El tema es que, en un River en crisis, el propio Castro terminaría sumándose a la concentración del equipo de Labruna en Mar del Plata. El 5 de febrero, en la previa del amistoso ante Aldosivi, un periodista de El Gráfico le preguntó:
-Nos dijeron que jugaste en Nacional de Montevideo, en la selección uruguaya, en México y que tenés el pase libre. ¿Nos podrías dar tus datos personales?
-No, no sé cómo me llamo. Pregúntele al técnico.
-¿Cómo que no sabe como se llama?
-No, no sé. Que le diga Labruna cómo me llamo.
Y entonces, ante la pregunta a Labruna –“¿Cómo se llama el refuerzo?”-, el mito que comparte estatua con Marcelo Gallardo en la entrada al club sacó a relucir toda su picardía y respondió con un nombre genérico, común: Luis Rodríguez.
-¿De dónde viene?-, quiso saber el periodista.
-Se lo digo después para no entorpecer las tratativas.
Con la presencia del propio Sabella, Reinaldo Mostaza Merlo y Juan José López, River venció 4 a 2 a Aldosivi en un partido en el que Rodríguez –mencionado así por todos los relatores- hizo poca cosa como puntero izquierdo: un par de amagues y no mucho más, hasta que Labruna lo sustituyó a los 21 minutos del segundo tiempo. Era un plantel con tan pocos delanteros que el uruguayo fue reemplazado por Rodolfo Raffaeli, un defensor que pasó a jugar de puntero. Algo más insólito había ocurrido el año anterior, cuando el arquero suplente, Luis Landaburu, había jugado de delantero en el segundo tiempo de un amistoso ante San Martín de San Juan.
Para la revista River, el debut de Rodríguez fue “discreto, hay que esperar”. Jorge Kiper, el presidente de la Subcomisión de fútbol, coincidió con ese diagnóstico futbolístico, pero le confió al periodista de El Gráfico un dato que –se suponía- no debía trascender: “Hay que esperarlo, tiene algunas cosas parecidas a su padre. ¿Sabe quien era? El ‘Manco’ Castro”.
En rigor, el directivo cometió un error: Braulio Castro era hijo de su padre homónimo, que jugó en la selección uruguaya de 1932 a 1937, y en cambio el Manco Castro –campeón del mundo en 1930- se llamaba Héctor. Pero más allá del detalle, obviamente la mentira que habían armado entre Labruna, el supuesto Rodríguez y Silveiro ya había quedado al descubierto con la confesión de Kiper: Braulio Castro (h) era un delantero uruguayo que entre 1972 y 1974 había jugado en Nacional y luego en Jalisco, de México. Se supone que también había jugado para la selección de Uruguay el Sudamericano Sub 20 de 1971, en Paraguay. La decisión de falsear su nombre fue porque la Federación de México no le había dado autorización para que jugara en un club de otro país hasta que no arreglara su situación con el Jalisco.
Sin embargo, sólo la revista El Gráfico blanqueó esa truchada esa semana: la revista River, en cambio, se prestó al juego a medias. “Contra Aldosivi debutó ‘Luis Rodríguez Castro’, y entrecomillamos su apellido porque estamos convencidos de que no se llama así, pero hay cosas de los negocios. Estará a prueba dos partidos más en Mar del Plata. Contra Aldosivi mostró bastante poco”.
La segunda oportunidad para Rodríguez, o para Castro, llegaría cuatro días después, en un 2 a 2 entre River y la Selección Argentina de César Luis Menotti que se preparaba para el Mundial 78. El futbolista trucho fue un desastre: Labruna lo sacó a los 45 minutos. Después del partido, la revista River habló con Castro, que le apuntó al periodista de El Gráfico:
-Como estoy jugando sin autorización del Jalisco, me cambié el apellido para no tener problemas. Pero un periodista malentendió lo que le dije, y puso que yo no sabía cómo me llamaba.
Castro también hizo una autocrítica: “No jugué a mi nivel, venía de vacaciones, estaba falto de fútbol y terminé muy cansado”. Pero Labruna ya le había bajado el pulgar y no esperó al tercer partido de prueba, ante Boca en Mar del Plata, para declarar que no lo incorporaría al plantel: “La verdad no demostró mucho, jugó mejor el primer partido que el segundo. No lo puse contra Boca porque iba a ser un partido muy trabajado”, dijo el técnico.
A los pocos días, River debutaría con un 6-2 ante Temperley, el primer paso hacia el título de campeón en el Metropolitano 1977. Lo haría sin la presencia de Braulio Castro, de quien se sabría muy poco a partir de entonces, salvo que jugaría 10 partidos y anotaría un gol para Quilmes en 1980. Futbolistas que jugaron a prueba en River en un amistoso y no quedaron en el plantel hay muchísimos, como el brasileño Julio Cesar en 1983 y Enzo Trossero en 1986, pero futbolistas truchos, sólo hubo uno. El falso Luis Rodríguez.
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