miércoles, 8 de diciembre de 2021

LA HISTORIA DE UN GRAN BASQUETBOLISTA

VIDA Y OBRA DE MIRZA DELIBASIC

FUENTE: MCNBIOGRAFIAS.COM/OSCAR PEREA RODRIGUEZ

Delibasic, Mirza (1954-2001).

Jugador de baloncesto bosnio, nacido en Tuzla el 9 de enero de 1954 y fallecido en Sarajevo el 8 de diciembre de 2001. Actuando en el puesto de base o en el de escolta, la magia de este baloncestista, 1'97 m de altura, impregnaba cada una de sus acciones hasta el punto de elevar un simple juego, el baloncesto, a la categoría de arte, por la mezcla de precisión, estética y talento con que Mirza aderezaba su juego. Tirador implacable desde larga distancia, dotado de unos fundamentos de dribling y bote impresionantes, Delibasic fue además privilegiado por su visión de juego, lo que, unido a su altruismo, provocó que de sus manos salieran algunas de las más bellas asistencias del deporte de la canasta. Mucho antes de que el NBA Earvin Magic Johnson diera pases por la espalda mirando hacia otro lado, el genio de Tuzla ya los hacía.



El príncipe del baloncesto europeo

Delibasic nació en el seno de una familia bosnia de confesión musulmana. A pesar de que él no profesó en demasía la religión de sus padres, éstos debieron de sentir una premonición al bautizar a su hijo como Mirza, que en árabe significa 'príncipe'. El pequeño Mirza ya destacó como deportista en su infancia, pues con doce años logró proclamarse campeón infantil de la entonces República Yugoslava de Bosnia-Herzegovina en la modalidad de... tenis. En efecto, las raquetas fueron el primer compañero deportivo de Delibasic, aunque el frío de su Tuzla natal hizo que la mayor parte de su entrenamiento fuera en pista cubierta; ahí fue donde Mirza, para mayor gloria del balón naranja, descubrió el deporte que le habría de catapultar al Olimpo de la Fama. Con catorce años debutó en el modesto Sloboda Tuzla y rápidamente comenzó a despuntar en campeonatos locales, como en 1970, cuando aupó a la selección de la República de Bosnia al campeonato yugoslavo en categoría cadete. En 1972, Delibasic formó parte de la selección junior yugoslava que se alzó con la medalla de oro en el Campeonato de Europa Junior, siendo el líder de ese conjunto y su jugador más destacado, lo que le abrió las puertas para abandonar el modesto Sloboda Tuzla y fichar por el Bosna de Sarajevo. Por aquel entonces, ya era conocido en toda Yugoslavia con el apodo de Kindje.

En el equipo de la capital bosnia se convirtió en uno de los mejores jugadores de la competitiva liga yugoslava, dominada por el Partizán de Belgrado y por la Jugoplástika de Split. Delibasic jugaba entonces de alero y obtuvo medias anotadoras extraordinarias (29 puntos por partido en la temporada 1975-76), pero los títulos seguían cayendo del lado de los poderosos clubes de Belgrado. El seleccionador nacional yugoslavo, el croata Mirko Novosel, quedó cautivado de inmediato del juego del escolta bosnio, así que le convocó para el primer equipo que iba a competir en el Campeonato de Europa de 1975, celebrado precisamente en Belgrado. Yugoslavia se alzó con la medalla de oro y los precisos tiros de Delibasic ayudaron sobremanera a este triunfo, que continuaba la senda victoriosa de la selección plavi en las citas internacionales. Curiosamente, en ese campeonato se retiraba del equipo nacional uno de los fabulosos talentos yugoslavos de la canasta, el alero Nikola Plecas; Delibasic tomó el relevo generacional y ocupó el puesto de Plecas para formar parte de uno de los equipos más grandes de la historia del baloncesto: la selección yugoslava de los grandes genios, como Zoran Slavnic, Cresimir Cosic, Dragan Kicanovic, Drazen Dalipagic, Damir Solman o Rajko Zizic. Al año siguiente, en los Juegos Olímpicos de Montreal '76, únicamente la fastuosa selección norteamericana que, a las órdenes de Dean Smith, fue armada para olvidar la afrenta olímpica de Múnich '72, pudo batir a Yugoslavia, aunque Delibasic obtenía su segunda medalla, de plata en este caso, en su segunda convocatoria con la selección absoluta.

Por lo que respecta a la competición doméstica, el entonces entrenador del Bosna de Sarajevo, Bogdan Tanjevic, comenzó a dar minutos de juego a Delibasic en el puesto de base, lo que, unido a la llegada del pívot Zarko Varajic, repercutió en una mejora general del juego del Bosna, convertido de inmediato en la alternativa baloncestística a los equipos de Belgrado. Con Mirza al mando de las operaciones, su media de anotación no se resintió (entre 25 y 26 puntos de media), sino que sus compañeros se beneficiaron de sus mágicas asistencias. Por aquella época, Delibasic solía anotar con frecuencia 40 o incluso 50 puntos en algunos partidos, cuando en el baloncesto FIBA no existía la canasta de 3 puntos. Teniendo en cuenta que gran parte de los lanzamientos exteriores del alero bosnio se producían desde distancias lejanas, sería inimaginable hasta dónde podía haber llegado su producción ofensiva en caso de contar con esta norma. Gracias a su aportación ofensiva, el Bosna de Sarajevo irrumpió con fuerza en la liga yugoslava, superando al Partizán de Belgrado y empatando a triunfos con la Jugoplástika de Split, de tal modo que fue necesario disputar un encuentro de desempate entre ambos conjuntos en pista neutral. Finalmente, la Jugoplástika se proclamaría campeón de liga, con una canasta de Damir Solman en el último segundo.

Después de alzarse con una nueva medalla de oro con Yugoslavia en el Campeonato de Europa de Lieja '77, la temporada 1977-78 significó la consagración de Delibasic como el mejor baloncestista de Yugoslavia, llevando al Bosna de Sarajevo al doblete: campeón de Copa y campeón de Liga. Kindje, además de desquitarse de la final del año anterior, dio muestras de su carácter competitivo: el 21 de marzo de 1978 se disputó en Banja Luka la final de la Copa Korac entre el Bosna de Sarajevo y el Partizán de Belgrado, título que cayó en manos del equipo capitalino de Yugoslavia. Una semana más tarde, el Bosna debía rendir visita a Belgrado en la penúltima jornada de Liga doméstica, en un encuentro en el que ambos se jugaban el título. Delibasic no estaba dispuesto a permitir un nuevo tropiezo y acabó con la hegemonía del Partizán en un partido memorable, en el que anotó 36 puntos ante un ambiente hostil para dar la victoria al Bosna y vengar la derrota de Banja Luka ocurrida una semana antes. Como colofón, en el Mundial de Filipinas '78, Delibasic se proclamaría campeón del mundo al derrotar Yugoslavia en la final del campeonato a la no menos poderosa selección de la URSS. El propio técnico soviético, Alexander Gomelski, no dudó en alabar el juego de Delibasic y señalarle como el mejor jugador del continente. Como muestra de la inmensa valía del bosnio, valga un detalle significativo: cuando la liga profesional NBA apenas prestaba atención a los jugadores europeos, por considerarles netamente inferiores a los norteamericanos, los diversos ojeadores desplazados a Manila no dudaron en señalar que el único con posibilidades reales de participar en ella era precisamente Mirza Delibasic.

En la temporada 1978-79, Delibasic traspasó su condición de mejor jugador yugoslavo a nivel internacional, pues se convirtió en el amo del continente. Aunque el Bosna no pudo revalidar el título nacional, el club de Sarajevo se coronó como campeón de Europa al batir por 96-93 al intratable conjunto italiano del Emerson de Varese, con Dino Meneghin y Bob Morse de figuras, en uno de los partidos más memorables de la historia del baloncesto: la final de la Copa de Europa disputada en Grenoble el 5 de abril de 1979. Delibasic, jugando de base, anotó 30 puntos, a lo que hay que sumar la mayor parte de los 45 puntos encestados por Varajic, que se benefició de los pases letales de Mirza ante los dobles marcajes que el conjunto italiano realizaba sobre él, en un estéril intento de anular su juego. A pesar de toda la tradición del baloncesto yugoslavo, y pese también a que los plavi dominaban los campeonatos europeos desde Barcelona '73, fue el Bosna de Sarajevo, de la mano de Delibasic, el primer club yugoslavo en alcanzar el máximo cetro continental, acabando con la hegemonía que los equipos españoles (Real Madrid), soviéticos (TSKA de Moscú) e italianos (Varese, Milán...) mantenían en esta competición.

En el verano de 1979, Delibasic y sus compañeros de selección tuvieron que conformarse con la medalla de bronce en el Europeo de Turín '79, al ser derrotados en semifinales por la URSS en lo que constituía la primera victoria soviética contra Yugoslavia en ¡13! años. En la temporada 1979-80, de nuevo Delibasic volvió a coronarse como el más grande, haciendo campeón de la liga yugoslava al Bosna de Sarajevo y alcanzando la cumbre más imposible: el oro olímpico de Moscú '80. Es preciso decir que Estados Unidos no compitió en la cita por el boicot de Washington a los Juegos, y que la gran favorita, la URSS, fue apeada sorprendentemente de la final por la subcampeona olímpica, Italia. Pero no es menos cierto que Yugoslavia coronaba una impresionante trayectoria deportiva en el baloncesto de la mano de una generación irrepetible de baloncestistas.

La temporada 1980-81, la última que Delibasic jugó en el Bosna, se saldó con sabor agridulce: el Partizán volvió a imponer su ley en la competición doméstica, a pesar de que al Bosna se había incorporado otro de los grandes baloncestistas bosnios, el alero Emir Mutapcic. En cambio, el genio de Tuzla volvió a conseguir la medalla de oro en el Europeo de Praga '81. Al acabar el campeonato balcánico, el Real Madrid consiguió hacerse con sus servicios no sin trabas, ya que en la entonces Yugoslavia comunista estaba prohibido que los deportistas abandonasen el país antes de cumplir 28 años y a Mirza le faltaba uno, aunque su calidad de héroe nacional le sirvió para poder solapar esta cuestión. El club blanco, en una maniobra que más adelante se repetiría con otro inolvidable jugador balcánico, Drazen Petrovic, intentaba evitar así que los puntos de Kindje impidiesen al Real Madrid optar a los títulos, como fue el caso de la Copa de Europa de 1979, en la que Delibasic, con una portentosa exhibición de 44 puntos en el Pabellón de la Ciudad Deportiva, apartó al equipo madrileño de la final.

La liga española (entonces organizada por la Federación y no por la todavía nonata ACB) carecía de competitividad y, a través de las jornadas a doble vuelta, únicamente el bífido enfrentamiento Real Madrid-Barcelona acababa por decidir el vencedor. El equipo catalán se alzó con la victoria en el pabellón madridista durante la primera vuelta, con una gran actuación de su refuerzo americano, Marcellus Starks, pero en la devolución de visita, Delibasic realizó un auténtico partidazo en el Palau Blaugrana (26 puntos), dio la victoria a su equipo y, de camino, se alzó con su primer título de liga en España. No tuvo suerte Delibasic en la Copa de Europa, donde el otro extranjero madridista (en la liga española el reglamento sólo permitía uno), el americano Joe Chrnelich, fue un fiasco absoluto y lastró las opciones de su equipo. En el Campeonato del Mundo de Colombia '82, Yugoslavia bajó un peldaño al tener que conformarse con la medalla de bronce, derrotando en la final de consolación precisamente a la selección española por 117-113, en un partido polémico por las decisiones arbitrales pero en el que Delibasic, de nuevo, se convirtió en la pesadilla de sus defensores. El Mundial '82 fue la última presencia de Kindje en la selección yugoslava: en sus 175 partidos internacionales, Yugoslavia ganó 147, una marca estratosférica.

En la temporada 1982-83, Delibasic contó con la ayuda de otro compatriota suyo, Drazen Dalipagic, para intentar el asalto a la Copa de Europa, aunque los cada vez más potentes equipos italianos cerraron de nuevo su paso. En la competición hispana, el nuevo reto de imponerse al Barcelona acabó de forma rocambolesca, en la que tal vez haya sido la liga española más sorprendente de la historia: al quedar igualados a victorias, y al no ser la diferencia de puntos suficiente, ningún factor particular podía decantar el título, por lo que se decidió que, excepcionalmente, el vencedor saliera de un duelo singular, una auténtica final de liga, entre ambos equipos. El encuentro, disputado en Oviedo el 7 de abril de 1983, acabó con victoria del Barcelona (76-70), en el que Epi, con una defensa extraordinaria, anuló a Delibasic y se convirtio en verdugo de los blancos con una actuación portentosa en ataque. Los círculos internos madridistas, así como la siempre mordaz prensa de la capital, señalaron a Delibasic como el culpable de este fracaso, lo que sirvió para que, de una manera que no merecía, el gran jugador bosnio fuese despedido del club y saliera por la puerta de atrás.

Esta triste situación sólo fue el preludio del destino cruel que aguardaba en la vida de Delibasic. Tras salir de España, su amigo y compatriota Bogdan Tanjevic había conseguido convencerle para jugar en el equipo italiano de Caserta durante la temporada 1983-84; en un entrenamiento previo al inicio de la temporada, Mirza Delibasic sufrió un infarto cerebral que por poco no acaba con su vida. Ante los informes médicos, se tuvo que retirar del baloncesto con tan solo 29 años, cuando todavía le quedaban muchas canastas por encestar y cuando, en Caserta, hubiera formado la pareja anotadora más explosiva de la historia del baloncesto, ya que su compañero de equipo iba a ser el inconmensurable Óscar, el genial tirador brasileño.

Apartado de la práctica activa, regresó a Sarajevo junto a su familia. Allí continuó ligado a la cantera del Bosna, ayudando a las categorías inferiores de su club para la formación de una nueva generación de talentos, entre los que cabe destacar a Pedrag Danilovic y Nenad Markovic. Lamentablemente, otro regate del destino cercenaría a estos jóvenes: la guerra civil yugoslava (1991-1996), en la que el antiguo país balcánico se escindió en pedazos a través de las armas y el sufrimiento. Mirza Delibasic vio empeorar su salud a pasos agigantados, toda vez que la guerra se había llevado por delante a amigos y seres queridos. La vida fue tan macabra, para él y para los demás, que se dio la horrorosa circunstancia de que el deportista al que seguramente habían aplaudido todos los combatientes en el conflicto fratricida se vio obligado a cambiar las zapatillas por las botas militares, el parqué por las trincheras y el balón de baloncesto por el fusil. En su calidad de coronel del ejército bosnio, Delibasic fue constantemente perseguido por las autoridades serbias, que le consideraban un traidor a la patria. Únicamente en una ocasión volvió a dejarse ver por los escenarios baloncestísticos acostumbrados: cuando acompañó a la selección de Bosnia-Herzegovina como entrenador ayudante al Eurobásket de Alemania '93. En 1996, tras la finalización de la guerra, Delibasic continuó ligado al baloncesto bosnio como Director Técnico del Bosna, pero su salud ya era muy precaria por el cáncer que sufría, lo que le obligaba a pasar grandes períodos de tiempo en el hospital de Sarajevo. En abril del año 2001, el Comité Olímpico Internacional le condecoró con la medalla de la Orden Olímpica, en un sentido homenaje al que acudió su hijo Darío, nacido de su primer matrimonio y que siguió sus pasos como jugador de baloncesto en el Estrella Roja de Belgrado, así como su actual esposa, Slamica Suka, y su hijo pequeño, Danko.

Su muerte, ocurrida el 8 de diciembre de 2001, paralizó al país que le veneraba como mito por no haber querido abandonar Sarajevo durante los bombardeos serbios. Se decretó luto oficial por parte del gobierno y a su funeral asistieron más de 10.000 personas, en lo que constituyó una muestra más del cariño y de la admiración que Delibasic despertaba entre sus compatriotas. Para todos aquellos que le vieron jugar, todos aquellos que pudieron disfrutar de sus pases impensables, de sus tiros lejanos encestados, de sus malabarismos acrobáticos y, en definitiva, del arte convertido en deporte, el baloncesto ya estaba huérfano de magia desde su retirada, desde el día en que la frágil salud del príncipe le impidió seguir impartiendo su proverbial sabiduría entre dos tableros. Antes que sus vicisitudes y su triste final, ha de prevalecer la imagen de un príncipe que, con el balón en las manos, era capaz de arrancar al espectador esa tremenda mezcla de sentimientos, admiración y sorpresa, emoción y alegría, perfección y atrevimiento, con la que sólo los más grandes genios son capaces de deleitar a quienes gozan de su arte: así fue Kindje.

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