jueves, 13 de junio de 2019

HOY ESTARÍA CUMPLIENDO AÑOS UN LOCO LINDO DEL BASQUETBOL

OSCAR DELFOR "MANDRAKE" IBAÑEZ-PARTE 2



Por VICKY CHÁVEZ
La nota fue publicada en la revista Siete Días en 1969. El dueño del ejemplar de la revista es Demecio “Tito” Contreras, que fue amigo de Ibáñez.



 
Neuquén >
 Nació en Chovet, provincia de Santa Fe, el 13 de junio de 1936. Dio sus primeros pasos en el deporte en el año 1952, mientras realizaba sus estudios secundarios en el reconocido colegio técnico Otto Krause.
En el año 1953 jugó en Independiente de Avellaneda. Posteriormente entre 1955 y 1960 jugó en el Deportivo San Andrés. En el año 1961 jugó una temporada en Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque y en 1962 regresó a San Andrés. En 1973 emigró al Sur para radicarse en Cinco Saltos, Río Negro. Al año siguiente se trasladó a vivir a Neuquén, donde se casó con Rosa y nacieron sus cuatro hijos.
Con su radicación en el Sur, el deporte se impregnó de basquetbol.
Este reconocido basquetbolista, dirigente del deporte, Oscar Delfor Ibáñez, fue un dirigente muy querido por los deportistas, lo llamaban “Showman, educador, loco, hacedor de campeones, amigo". Un hombre sensacional.
 



En el artículo que vamos a sintetizar anunciaba su retiro a los 33 años de edad, en el año 1969, en Bs. As.



 
“No juego más, me retiro del básquet”, farfulló la semana pasada Oscar Ibáñez (33, soltero) ante las atónitas miradas de los directivos del Club San Andrés, campeón del Torneo Metropolitano de básquet de la última temporada. En medio del estupor alguien alcanzó a replicarle: “Pero, loco, justo ahora te vas a ir…”. La decisión de Ibáñez parece haber sido tomada pacientemente; no es un arrebato, ni siquiera existen dificultades entre él y la institución de la provincia de Buenos Aires: “Sucede que estoy saturado; hace 17 años que vengo manipulando la pelota, encestando todas las semanas”, se justificó frente a sus compañeros de equipo.
Lo cierto es que cuando el loco Ibáñez se despoje de la casaca de San Andrés, el básquet argentino habrá perdido a uno de sus últimos magos”, quizás el heredero de la prosapia que cultivaron Carlos Furlong, Roberto Viau y más recientemente Ricardo Alix.  Habrá quedado archivados las inimaginables filigranas que Oscar  Ibáñez dibujara sobre el piso de todas las canchas argentinas y los imprevistos tantos logrados a base de un dribbling endemoniado. Quizás haya sido el único basquetbolista argentino requerido por el prestigioso conjunto norteamericano The Harlem Stars, para sumar sus malabares a las piruetas de los negros, durante una gira internacional.




“Es que el loco hace desaparecer la pelota, la esconde; el loco inventó el básquet”, exageraba un simpatizante del San Andrés. Pero no estaba demasiado lejos de la  realidad; Ibáñez antes que nada, fue un hombre espectáculo, jugó para el público, creativamente; además ostenta un record pocas veces igualado: diez años como goleador de su equipo y cuatro temporadas como máximo scorer del Campeonato Metropolitano hablan a las claras de su efectividad.




Al borde de convertirse en un recuerdo, el loco, Mandrake o el  mago, como lo llaman sus amigos, reveló a Siete Días algunos de sus más fervientes recuerdos y proyectos.




 
Un prócer del tablero

“Hace dos años -esto está escrito en 1969- cuando jugó a préstamo para Argentino de Quilmes, de Mar del Plata, frente al Palmeiras de Brasil, Ibáñez desató la euforia de los aficionados de la ciudad atlántica. El fenómeno ocurrió en momentos en que avanzaba vertiginosamente eludiendo a los morenos defensores del Palmeiras; se balanceaba meneando la cintura con la pelota rebotándole en la mano derecha; de pronto penetró en la llave, se clavó en el pisó y amagó con la mano izquierda hacia atrás; todo el Palmeiras se dio vuelta buscando la pelota, mientras él encestaba con lanzamiento de mano derecha. “Creo que fue mi mejor tanto- memora-, pero hubo otros que ya ni recuerdo”.




 
¿Dónde se inició?

En Independiente de Avellaneda, cuando tenía 16 años; a los pocos meses ya jugaba en Primera. En 1956 llegué al San Andrés, que militaba en tercera categoría, al año siguiente ascendíamos a segunda y en 1959 llegábamos a primera; aquella final contra 17 de agosto fue la que me hizo más feliz.



¿A qué jugador de básquet admiró más?

Sin dudas, a Ricardo Alix; él tenía más contextura, pero pienso que yo lo superaba en habilidad.



 
Si tuviera que hacer un parangón entre su estilo y el de algún jugador de fútbol, ¿a cuál elegiría?

Creo que a Orestes Corbatta, aquel famoso puntero de Racing, porque reunía gambeta y gol, como yo.




¿A usted le interesa más el espectáculo que el resultado?

Para mí no hay prioridades cuando existe calidad; me gusta ganar, me gusta el espectáculo y creo que todo lo que hice en el básquet es eso.




¿Por qué se negó a integrar el equipo de The Harlem Stars?

Fundamentalmente, por amor a San Andrés. Los norteamericanos me pagaban 400 dólares por mes, pero aquí me sentía  necesario, casi imprescindible; además ya lo dije, a mí me gusta ganar y The Harlem Stars me contrataba solamente para dar espectáculo. 




 
¿Cómo definiría su estilo de juego?

En realidad, no tengo estilo; creo que en cada partido hago un juego diferente, porque soy un intuitivo; según la marca que me toque, invento una manera de superarla.
Soy lo que se dice, un espontáneo; a tal punto que cuando ando feliz, mi juego es alegre y vistoso, pero si estoy con mufa también trasmito la tristeza al básquet.



 
En este momento opaco para el básquet argentino ¿qué les sugeriría a los clubes?
Lo mismo que algunos sugieren para el fútbol: que formen equipos a base de calidad, habilidad y efectividad, y que se olviden de las recetas que todo lo reducen a  la fuerza y la potencia. Un equipo de básquet debe estar constituido por cinco inventores al servicio del tanto y no por cinco autómatas  sin sentido de la creación.
Esto no quiere decir que haya que olvidar la planificación, de ninguna manera, pero se debe evitar que los planes limiten la capacidad creadora de los hombres.



 
¿Por qué nunca fue incluido en  la Selección?

Es algo que yo también me pregunto; creo que son esas fallas de los entrenadores, quizá recelos personales, vaya a saber.



 
¿Qué es lo que más anhela en estos momentos?

Que me dejen continuar mi trabajo de formación y enseñanza con los pibes del San Andrés, porque estoy preparando un equipo que va a hacer historia dentro de dos años. Para más adelante aspiro llegar a la dirección técnica de la selección nacional; sería lo mejor que me podría suceder.



 
¿De qué manera está formando ese equipo que va a hacer historia?

Inculcándole por sobre todo un sentido pasional hacia el deporte, espiritual se  quiere, aunque esté fuera de moda; enseñándole a ser mejor no solo en el básquet sino en la vida, porque esa debe ser la base sobre la cual aprenderá las técnicas, que es lo más fácil. Luego le explico todas las trampas  y por último lo dejo hacer, lo dejo inventar para que recree. A esta altura  ya tengo cinco pibes que conforman un conjunto homogéneo en el terreno de la amistad, del aprendizaje técnico   y del nivel creativo, tres elementos que los van a hacer imparables.




 
Así, con este misticismo que imprimió a su actividad y que ahora prolonga en las divisiones inferiores del San Andrés, Mandrake Ibáñez   ha decidido “esconder” la pelota por última vez; ahora se ha hecho un pase a sí mismo: acaba de convertir un tanto en contra. Aunque él insista en que está “saturado”, el básquet aún lo necesitaba, precisamente en este momento en que la habilidad está ausente. “Mi manera de seguir en esto es preparar el futuro equipo del club; dentro de dos años, cuando los muchachos estén en condiciones, voy a jugar una temporada con ellos”. Habrá que esperar hasta entonces, para volver a verlo haciendo esos pases mágicos, que tan bien justifican su sobrenombre”.




 
Esto lo relataba la revista Siete Días del año 1969, cuyo ejemplar mantiene aún un hombre del basquetbol del Neuquén de ayer, Demecio “Tito” Contreras.
Enorme valor es tener este documento que obra como testimonio de Oscar Delfor Ibáñez, un personaje  que llegó a Neuquén a formar a los futuros hombres del mencionado deporte: la impronta que  dejó es imborrable. Fue dueño de una humildad incalculable, su figura deportista fue de nivel nacional y sin embargo se radicó en una  ciudad del interior argentino, para transmitir toda su sapiencia en lo que a básquet se refiere.



 
(*) La nota del domingo 30 de octubre titulada "Demecio Contreras, del fútbol a la fábrica de mosaicos” fue autoría de Vicky Chávez.


FUENTE: LA MAÑANA DEL NEUQUEN

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