CLAUDIO PAUL CANIGGIA EN EL HELLAS VERONA DE ITALIA
FUENTE: KODRO MAGAZINE
En 1988 Claudio Paul Caniggia recaló junto a Pedro Troglio en el Hellas Verona Football Club, aunque un año antes estuvo muy cerca de fichar por la Juventus. Tan cerca estuvo, que el propio jugador dinamitó el acuerdo cuando aceptó hacerse una sesión de fotos con la revista argentina El Gráfico para lucir antes las cámaras con la bianconera. Craso error de juventud.
Aquello sentó muy mal a los directivos de la Vecchia Signora que se retiraron inmediatamente de las negociaciones, y todo acabó con el argentino fichando a la vez por la AS Roma y el Hellas Verona. Los romanos retrasaron uno de los pagos, y el presidente de River, Santilli, perdió la paciencia y lo acabó vendiendo al mejor postor, los de Verona. Tras acabar el caso en los tribunales, los scaligeri ganaron el litigio, pagaron cerca de dos millones y medio de dólares, además de incluir un piso y un coche de lujo (Alpine-Renault), llevarse también al internacional Pedro Troglio y jugar dos partidos amistosos en El Monumental ante River Plate aquel mismo año.
«El Pájaro» llegó a la ciudad de la Arena como si de una estrella del rock se tratara, y dejando claro que lo daría todo para conseguir una plaza en el Mundial de Italia ’90. Tampoco hay que olvidar que en River Plate su entrenador Carlos Timoteo Griguol le quitaba la titularidad.
Es más, en su contrato incluyó una cláusula que obligaba al club a cederlo a la selección argentina siempre que el jugador lo deseara. «Llegaré al Mundial con dos años de experiencia europea, jugando en el país anfitrión, le servirá a Bilardo», aseguraba a los medios en su presentación.
A pesar de que el argentino parecía muy concentrado para triunfar, la afición desconfiaba, por lo que había estado leyendo en la prensa italiana antes de su llegada. La presión mediática (negativa) de su fichaje llegó hasta tal punto que su propio amigo Diego Armando Maradona tuvo que salir a apagar el fuego. «Todavía no ha llegado Caniggia a Italia y ya tiene fama de antipático. Lo que ha trascendido acá es que es loco. Está bien, nosotros le decimos loco, pero se tiene que interpretar como corresponde. Caniggia e fortíssimo, parola di Diego».
Lo cierto es que la prensa italiana no exageraba… la vida nocturna veronesa era bastante animada y no tardó en seducir al delantero argentino. Concretamente, lo hizo a los pocos meses de su llegada de la mano de un popular relaciones públicas, de un centro de belleza de la ciudad, que consiguió convertir el salón en un lugar de encuentro de personalidades, futbolistas y coristas, y Caniggia no podía faltar. Este personaje de la noche veronesa se llamaba Darío Mora, pero era conocido como «Lele».
Evidentemente, a los Carabinieri no se les escapaba aquella incómoda situación y en un informe policial la describieron así: «Una actividad de placer, cuyos ingredientes, sin embargo, no eran solamente fiestas o chicas fáciles, sino también drogas». Entre los clientes de Mora, según las interceptaciones de los Carabinieri, estaban Patty Pravo y, efectivamente, Claudio Caniggia. Las llamadas más comprometidas, que meterán en problemas tanto a Mora como al delantero argentino, parten de un restaurante del centro de la ciudad, la noche después del partido entre el Verona y el Nápoles. En la fiesta de Mora también estaba, como invitado especial, Maradona.
Solo habían pasado un puñado de meses desde que «El Cani» llegó a Italia y ya estaba involucrado en círculos sociales de dudosa reputación, pero también se había ganado el cariño de su afición. Marcó su primer gol en la Serie A al borde de la línea de fuera de juego, con esa postura encorvada que tiene, antes de rematar con una vaselina contra el AC Milan, que era el vigente campeón. «Tenía que ser muy rápido, aprovechar ese metro y medio que apareció de repente. Las defensas italianas eran las más difíciles del mundo, cerradas, siempre muy cuidadosas. Tenías que moverte mucho, porque si no te destrozaban».
En enero de 1989, Caniggia ya era ídolo, había sustituido a Elkjaer en el corazón de los aficionados del Véneto, pero todo se vino abajo ante el Bolonia, chocó contra Ivano Bonetti, se fracturó el peroné y se torció los ligamentos del tobillo. Estuvo tres meses de baja, sin embargo, para Bagnoli hubiera sido mejor tenerlo disponible, al menos para poder controlarlo. En mayo, las relaciones eran tensas, se hablaba de ruptura: Bagnoli, en Cesena, solamente lo utilizó media hora, molesto porque a pesar de que su recuperación de la lesión aún no era completa, había decidido participar en un amistoso benéfico, en Terni, entre Italia y Argentina (Caniggia había marcado tres goles, e Italia era en realidad el Ternana, con Tacconi en la portería). El distanciamiento entre estrella y entrenador se hizo inevitable, así que «El Pájaro» decidió anidar en Bérgamo, en el Atalanta. Atrás quedaron los primeros 21 partidos de Serie A y 9 goles, y la fascinación de los aficionados Gialloblù, que no le perdonaron su marcha.
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