EL PLATENSE 5- RACING CUB 5 DE 1938
FUENTE: "XENEN.COM.AR"
El título llama la atención y es completamente subjetivo. Pero aquel domingo 22 de mayo de 1938, en Manuela Pedraza y Crámer, Platense y Racing Club brindaron un espectáculo irrepetible. Por alternativas, emoción y goles - pasadas ocho décadas - aún no se repitió un partido con características similares.
1938 quedó en la historia como el año de los goles en el fútbol argentino. El promedio de gol fue altísimo, casi cinco por encuentro. Fue la temporada qué Independiente - brillante campeón - y Racing superaron la barrera de los cien goles. En el caso de la Academia con un récord imbatible: convertir 24 goles en tres jornadas consecutivas.
Entre 1936 y 1938 ningún partido de primera división finalizó 0 a 0. El fútbol era un espectáculo de goles que movilizaba al pueblo. Colectivos, trenes y tranvías llevaban a los hinchas por los diferentes estadios porteños. En una Buenos Aires sin demasiadas actividades recreativas, el fútbol era un espectáculo tan fascinante que la salida del domingo estaba cantada.
Para aquel 1938 hacía veinte años que Platense se había afincado en Manuela Pedraza y Crámer, esa nebulosa geográfica entre Núñez y Saavedra. El mítico templo calamar, en el cual durante la fresca tarde del domingo 22 de mayo de 1938 - mientras el mundo del fútbol estaba pendiente de la inauguración del Monumental Stadium de River Plate - se jugó un partido inigualable. Se enfrentaban Platense y Racing Club.
Sexta fecha del campeonato. Racing llegaba entonado luego de vencer 3 a 2 a Boca Juniors en un partidazo. Platense no se quedaba atrás: había convertido diez goles en las últimas dos fechas (6 a 2 a Gimnasia y 4 a 0 a Talleres). Desde temprano se fueron llenando los tablones calamares. Más de veinte mil hinchas dejaron en boleterías 14.958 pesos, récord de recaudación del estadio en la temporada.
La hinchada de la Academia se movilizó en masa hacia Saavedra. Los que llegaban desde Avellaneda lo hacían en el tranvía 3 o 65. Eran días que no había separación de tribunas por colores, pero el grueso de la vieja Guardia Imperial se ubicó en la tribuna de calle Amenabar. La Academia tenía un gran equipo en nombres pero descompensado dentro del campo de juego. Pero brillaba esa delantera con nombres delujo: Oscar Cañoncito Larretchart, Vicente Bordadora Zito, Evaristo Ómnibus Barrera, Mateo Pont y Enrique Chueco García.
Platense tenía su fuerte en el mediocampo. Allí estaban Gregorio Esperón, jugador de Selección Argentina, el durísimo veterano rosarino Cataldo Spitale - guapo entre guapos - y el juninense Mario Pajoni, un exquisito con la pelota que una vez retirado dirigió algún partido en 1944 por huelga de árbitros, con la particularidad de utilizar anteojos.
A las 14:58 los equipos ya estaban dentro del campo de juego. Para darle marco de partido importante, el juez designado fue el británico Isaac Caswell. Pelón, con finos cabellos rubios en las sienes y en su camiseta bordado el escudo con los tres leones del imperio británico. Don Caswell había llegado al país en un intento de la Asociación del Fútbol Argentino de poner freno a los fallos escandalosos de los árbitros criollos. Amado u odiado, la figura de Caswell no pasaba desapercibida.
Racing comenzó con todo, atacando hacia el arco de la calle Crámer. A los ocho minutos de juego, la primera emoción: Mateo Pont recibió por izquierda, combinó con Evaristo Barrera. El cordobés, con sus cien kilos y fuerza inusitada, sorprendió algo fuera de su repertorio: una hábil gambeta. Pasó de largo Segundo Ibañez y con un potente derechazo batió al arquero Oscar Bermúdez.
No cesaban los festejos cuando volvió a caer la meta local. Otro cordobés de la Academia, Dante Bianchi, metió la pelota en el área. El back izquierdo Antonio Blanco la paró y quiso salir jugando. El chiquito Larretchart leyó bien la jugada y se la robó. Su remate fue tapado por Bermúdez, pero el rebote lo tomó Mateo Pont, quién anotó el 0-2.
22 minutos de juego, el defensor racinguista Luis Villa sale desde el fondo. Habilita a Enrique García que bajó a recibir. El Chueco gambeteó rivales por la raya izquierda haciendo delirar a sus hinchas. Su centro fue conectado por Barrera, quién batió nuevamente la meta calamar. 0 a 3 y fiesta académica.
Cuando Racing comenzaba a florearse y se presumía una goleada notable, José María González se lesionó. El Ruso - o Llamarada por el color rojo intenso de su cabello - no pudo continuar el partido y la visita debió seguir el encuentro con diez hombres. José Coché García ocupó la posición de back izquierdo. A pesar de la desventaja, a los 40 minutos del primer tiempo llegó el 0 a 4: Barrera e Ibáñez forcejean en el área una pelota aérea enviada por Larretchart. Ambos caen en el césped. Hoy un delantero pediría penal, pero el Ómnibus la siguió desde el piso donde logró conectar la pelota para batirlo por una vez más.
Los jugadores racinguistas se fueron ovacionados a descansar al vestuario. Mario Fortunato, entrenador de la Academia, decidió el regreso al campo de juego de José María González. Fortunato era un estudioso del fútbol, uno de los primeros técnicos preocupados por la táctica y la estrategia, y entendía que era mucha ventaja jugar con un futbolista menos. Para que volviera González a la cancha, cambió el equipo: mandó a la cueva a Alfredo Díaz. García nuevamente en su posición. El Ruso se ubicó como wing derecho. Allí estaba jugando con gran acierto el petiso Larretchart quién pasó a ocupar el lugar de Díaz como half derecho. Era un invento, pero ganando 4 a 0 ¿Qué podía pasar?
Platense salió a jugar la segunda etapa con orgullo. Antonio Campilongo era un wing derecho encarador. Figura emblemática en Saavedra. Luego jugó en Roma y continuó la dinastía familiar ligada al Marrón con su hijo, el dibujante CEO, quién siempre recordó en su obra al equipo donde brilló su padre. Campilongo movió la estantería. La defensa de Racing comenzó a hacer agua. Así llegó el primer descuento calamar: córner de Campilongo, el arquero Ángel Capuano, cegado por el sol de frente, sale a destiempo; permitiendo que Juan Prado marque el 1-4.
El griterio de su tribuna animó a los locales. Luego que le anularan un gol por off-side, el centrodelantero Adolfo Juárez fue en búsqueda de otro descuento. Este llegó a los 18 minutos: luego de eludir a Vicente Zito y Luis Villa su remate cruzado dejó sin chances a Capuano. 2-4.
Festejo local y preocupación en la visita. Maltrecho, José María González volvió a la defensa. El Colorado - conocido por su dureza - era más útil metiendo murras en el fondo qué de espectador privilegiado. Los últimos quince minutos de juego tuvieron de todo. A la media hora, Cataldo Spitale habilitó al insider derecho Eduardo Oviedo, quién abrió juego hacia Campilongo. Cuando le salió Díaz, el Turco le tiró un caño, mandó el centro para que el rosarino Máximo Fernández concretara el 3-4.
Las tribunas bramaban. De alegría o bronca. Pero todo era un pandemonio. Una caldera de emociones. El aliento era ensordecedor. 34 minutos. Foul de Luis Villa a Prado. Centro enviado por Spitale. Capuano, nuevamente enceguecido, no retiene el balón. Cataldo Spitale, a la carrera, convierte el empate de Platense. 4 a 4. Lágrimas en rostros curtidos. Una hazaña futbolística inmensa.
Pero quedaban diez minutos de juego y era demasiado tiempo. Platense siguió yendo al ataque. Antonio Blanco tocó para Máximo Fernández, quién abrió para Adolfo Juárez. El centrofoward su remate pegó en la base del palo izquierdo. Alcanzó a tomar el rebote y lo mandó a la red. El milagro se había consumado. Platense, que perdía 0-4 daba vuelta el partido para ponerse 5-4. Cinco goles en sólo 24 minutos.
La responsabilidad pasó a ser toda de la Academia. Desde las tribunas locales llegaban las cargadas. También dentro del campo, ya que los muchachos del Marrón le recordaban a la Bordadora Zito y Enrique García sus filigranas con el partido 0-4. A falta de cinco minutos, García ingresó al área calamar. Habilitó a Vicente Zito quién señaló el 5-5 con un fuerte remate de derecha. Su festejo fue increíble: buscó la platea de Damas para agarrarse sus genitales mientras gritaba como poseído. Como era de suponer el escándalo fue mayúsculo.
Antes que el partido se suspendiera, con una multitud exacerbada en las tribunas, el inglés Caswell decidió terminar el partido antes de tiempo. Eran las 17:08 del domingo 22 de mayo de 1938. Pasaron exactos 8o años del partido más espectacular que se recuerde en nuestras canchas.
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