jueves, 30 de julio de 2020

UN JUGADOR INOLVIDABLE

GRZEGORZ LATO UNA HUELLA MARCDA A FUEGO

Grzegorz Boleslao Lato nacido el 8 de abril de 1950 en Malbork,es un exfutbolista y entrenador polaco.Fue miembro de la generación dorada de jugadores de fútbol de Polonia que saltó a la fama en los años 70 y principios de los 80. Durante una década, representó a Polonia en 5 grandes torneos comenzando con el oro en los Juegos Olímpicos de Verano en Múnich en 1972 y terminando con un tercer puesto en la Copa Mundial de Fútbol de 1982 en España. Alcanzó la cima de su carrera en la Copa del Mundo de 1974,donde fue el máximo goleador y el único polaco hasta la fecha que ganó el honor. Después de retirarse de su carrera como jugador tuvo una breve temporada como entrenador en varios clubes dentro y fuera de Polonia. Lato, como miembro de la Alianzade Izquierda Democrática, fue senador polaco por la región de Rzeszow, entre 2001 y 2005. El 30 de octubre de 2008, fue elegido presidente de la Asociación Polaca de Fútbol (PZPN). Como presidente del PZPN supervisó el torneo de la Eurocopa 2012, que fue co-organizado por Polonia. Finalmente fue sucedido por Zbigniew Boniek el 26 de octubre de 2012.


Trayectoria

Stal Mielec

Lato llegó a Stal Mielec cuando era adolescente en 1966. Durante los siguientes 14 años, llevó a Stal de la Segunda División a la máxima categoría del fútbol polaco y su época más exitosa en su historia. Durante su tiempo allí, el club ganaría el Ekstraklasa de la Primera División polaca dos veces, en 1973 y 1976, así como participaren regularmente en competiciones europeas. Esta era de éxito culminó con su aparición en los cuartos de final de la Copa de la UEFA 1975-76. Inspiró la buena forma del club con su prolífico goleador, acumulando 111 goles en 272 apariciones. Fue el máximo goleador del Ekstraklasa durante las temporadas 1972-73 y 1974-75.

Carrera posterior

En 1980, después de cumplir 30 años, Lato finalmente fue libre de dejar Polonia para seguir su carrera en el extranjero. A pesar de su edad, sus actuaciones internacionales le habían despertado interés. Lato terminó recibiendo una invitación personal de Pelé para jugar para el New York Cosmos. Sin embargo, finalmente decidió establecerse en Bélgica jugando para el K.S.C. Lokeren,anotando 12 goles en 2 temporadas. En 1982, Lato decidió seguir adelante, firmando por el Atlante F.C. en México, donde acumuló 15 goles. Pasó el resto de la década de 1980 jugando fútbol amateur en Hamilton, Ontario para Polonia Hamilton, un club fundado por inmigrantes polacos. En 1991 decidió retirarse del fútbol.

Carrera internacional

Lato representó a la selección polaca durante 13 años durante los años 1970 y 1980 ganando un total de 100 partidos. Ganó su primera copa bajo el legendario entrenador de Polonia Kazimierz Górski en un partido de clasificación para el Campeonato de Europa de 1972 contra Alemania Occidental. El juego terminó como 1-3 derrota. Fue capaz de traducir su prolífico récord nacional de golosgos a la escena internacional, donde se hizo famoso por su sorprendente destreza, especialmente en grandes juegos.

Copa del Mundo

Copa del Mundo de 1974

El punto culminante de la carrera profesional de Lato llegó durante la Copa del Mundo de 1974 en Alemania Occidental. Polonia tuvo una primera ronda dura, habiendo sido sembrada en el Grupo 4, junto con Argentina e Italia, así como Haití. Lato pasó a tener un impacto inmediato. En el primer partido de Polonia contra Argentina, anotó 2 goles llevando a Polonia a una victoria histórica por 3-2. Boyado, Polonia martilleó a Haití en el siguiente partido por 7-0, con Lato añadiendo otros 2 goles. Finalmente Polonia venció a Italia 2-1, para poner fin a la fase de grupos como ganadores invictos del Grupo 4.

En la segunda ronda, Polonia fue sembrada en el Grupo B con Alemania Occidental, Suecia y Yugoslavia. Lato continuó su gran forma a medida que avanzaba el torneo. Polonia derrotó a Suecia 1-0 y Yugoslavia 2-1, con Lato contribuyendo con los goles ganadores en ambos partidos. El último partido de Polonia del grupo fue contra Alemania Occidental. Los alemanes también habían derrotado a Suecia y Yugoslavia, ateando a ambos equipos en puntos. Por lo tanto, el juego resultaría decisivo para decidir quién terminaría el Grupo B 1o o 2o -el ganador iría a la final, el perdedor iría al tercer lugar de play-off. Polonia jugó un partido fuerte, a menudo amenazando el gol de Alemania Occidental. Sin embargo, Lato no pudo anotar y Polonia sucumbió a una derrota 1-0, su única derrota del torneo. El último partido del torneo de Polonia fue el tercer lugar de playoffs contra el poseedor Brasil. En un partido apretado, Lato volvió a ser la diferencia, anotando el único gol y llevando a la selección polaca a un final de bronce. Terminó el torneo como máximo goleador,habiendo marcado 7 goles.

Copa del Mundo de 1978

Lato había sido posiblemente el mejor jugador de Polonia en la Copa del Mundo de 1974. Sin embargo, en el momento del torneo de 1978 en Argentina no pudo replicar su gran forma. En la primera ronda, Polonia fue sembrada en el Grupo 2 con Alemania Occidental, México y Túnez. Polonia lo hizo bien, ganando el grupo empatando 0-0 con Alemania Occidental, y ganando contra Túnez y México, 1-0 y 3-1 respectivamente. Lato, sin embargo, sólo fue capaz de marcar un gol, aunque uno decisivo contra Túnez. En la segunda ronda, Polonia se encontró en el "grupo de la muerte" contra Argentina y Brasil -ambos favoritos del torneo- y Perú. Lato, por desgracia, no pudo resucitar el suyo de cuatro años antes, sólo reuniendo un solo gol contra Brasil. Polonia finalmente terminó en tercer lugar después de haber sido derrotada por los anfitriones Argentina y Brasil 0-2 y 1-3 respectivamente. Polonia logró vencer al Perú 1-0, pero eso no fue suficiente para asegurar el segundo lugar en el Grupo B y fueron debidamente eliminados. Después de haber jugado en todos los 6 partidos de Polonia, Lato terminó el torneo con sólo 2 goles.

Copa del Mundo de 1982

Lato tenía 32 años cuando Polonia se clasificó para la Copa Mundial de Fútbol de 1982 en España. Su edad estaba mejorando de él y le faltaba el ritmo electrizante que definió su carrera anterior. Lato todavía era un jugador del primer equipo, pero durante los 8 partidos de Polonia en el torneo sólo logró un gol solitario en la paliza de Polonia 5-1 a Perú en la primera ronda. Sin embargo, varios jugadores se habían levantado en una nueva generación de grandes jugadores polacos, entre ellos Zbigniew Boniek que anotó un hat-trick contra Bélgica- fueron capaces de llenar el vacío. A pesar de su falta de goles, El lato todavía contribuye al juego del equipo y jugó un papel importante. Al final, Polonia alcanzó la playoff sacada del tercer puesto contra Francia. Ganaron 3-2 y Lato añadió otra medalla de la Copa mundial de bronce a su colección

Juegos Olímpicos:

Lato ganó medallas en dos competiciones de fútbol de los Juegos Olímpicos de Verano: una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1972 y una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 1976. Su último partido antes de su retiro fue el 17 de abril de 1984, un amistoso contra Bélgica. Fue sumido en la 85 y Polonia perdió el partido 0-1. Lato acumuló 45 goles y el tercer gol más alto en la historia de la selección polaca, sólo superado por el de Robert Lewandowski y El grupode gol más alto. También tuvo un impresionante récord de goles de 0,43 goles por partido. Fue el primer jugador polaco en alcanzar un siglo de goles.

Carrera gerenciales

En 1996 se graduó de la Escuela de Entrenadores de la Asociación Polaca de Fútbol. Después de terminar su carrera futbolística, se convirtió en entrenador. Inicialmente, fue entrenador en Canadá, donde se convirtió en mánager de North York Rockets 1988-1990. Luego regresó a su antiguo club Stal Mielec 1991-1993 y 1996-1997 antes de entrenar a varios otros clubes polacos: Olimpia Poznan 1993-1995 y Amica Wronki 1995-1996. Tuvo una breve estancia en Grecia como entrenador de AO Kavala 1997 antes de regresar a Polonia y finalmente se retiró de la gestión con Widzew Oóda 1999.

Después del fútbol

Lato, como miembro de la Alianza de Izquierda Democrática, fue senador polaco por la región de Rzeszow, entre 2001 y 2005. En octubre de 2008, fue elegido Presidente de la FA Polaca (PZPN). En una entrevista de 2011, Lato dijo que si Polonia no avanzaba a los cuartos de final de la Eurocopa 2012, entregaría su renuncia al cargo de Presidente de la FA polaca. Después de la derrota de Polonia 0-1 por la República Checa el 16 de junio de 2012 -que oficialmente los noqueó fuera de la Eurocopa 2012 en la fase de grupos- se negó a renunciar. No buscó la reelección y fue reemplazado por Zbigniew Boniek, en octubre de 2012.

Estilo de juego

Bendecido con una notable aceleración, el talentoso derechista siempre estuvo a la altura de las altas expectativas que se le impusieron a nivel internacional. Lato no era conocido como un placer de la multitud, sino más bien como un jugador de equipo consistente. Su gran conciencia en el terreno de juego, junto con su flexibilidad -a menudo jugó como delantero- le permitió alcanzar el éxito a nivel internacional y de club.

FUENTE: ECURED.CU

lunes, 27 de julio de 2020

DEJARON UNA HUELLA

LOS ANGELES CARASUCIAS

¿Puede imaginarse con qué fervor escribirían los periodistas argentinos la rutilante actuación de la Selección argentina en el Sudamericano de Perú de 1957?  Los campeonatos mundiales retornaron en 1950, pero nuestro país no participó y tampoco en 1954, en Suiza. En 1955, la Selección obtuvo el lauro en el Sudamericano de Chile del que estuvo ausente Brasil (Argentina no había concurrido a las ediciones de 1949y 1953). Un año después, perdió la final contra Uruguay en un torneo de carácter extraordinario. Por eso, la gran revancha se pondría en marcha en el Nacional de Lima. El Gráfico reunió al plantel campeón para festejar los veinte años (edición del 29 de marzo de 1977) y los cuarenta (25 de marzo de 1997). Por esos encuentros nos enteramos de algunos pormenores del mítico elenco de Los Carasucias, aquella delantera integrada por Oreste Omar Corbatta, Humberto Maschio, Antonio Angelillo, Enrique Omar Sívori y Osvaldo Cruz. Sin olvidar la solidez defensiva y el rendimiento de los integrantes del medio campo que lo llevaron a ser el equipo con menos goles: Rogelio Domínguez; Pedro Dellacha y Federico Vairo; Juan Carlos Giménez, Néstor Rossi y Angel Schandlein. Más algunos suplentes que ingresaron como Jorge Benegas, Héctor De Bourgoing, Juan Alberto Castro, José Sanfilippo y un joven arquero llamado Antonio Roma.


Una de las delanteras más efectivas de la historia de la Selección, Los Ángeles Carasucias: Corbatta (2 goles), Maschio (9), Angelillo (8), Sívori (3) y Cruz (2) fueron los goleadores en Lima, el otro gol lo hizo Sanfilippo, que era suplente.




La conducción técnica estaba a cargo de Guillermo Stábile, pero “se formó de apuro, unos días antes del campeonato. Jugamos varios amistosos. Me acuerdo que le hicimos 11 goles a Atlanta en la cancha de Huracán” (Maschio). “Llegamos todos con dos o tres kilos de más a Lima. Si nos hubiera tocado algún rival fuerte de entrada, no sé” (Néstor Rossi). La preparación física fue muy simple. Sigue recordando Rossi: “Stábile nos decía: ‘Cada uno de ustedes haga la gimnasia que hace en su club‘. Los de Racing hacían la de ellos, los de River la nuestra y así todos”. El Gráfico del 15 de marzo muestra el desfile inicial con Dellacha portando la bandera celeste y blanca, y resume los dos primeros partidos del torneo aún sin la presencia argentina. Una semana más tarde, llega la primera nota del enviado especial, Frascara, con fotos de Marcos Lerner: “Frente a Ecuador,

Argentina ganó ‘caminando’. Angelillo juega como los ángeles”. Se refiere a la victoria 3 a0 con dos tantos de Angelillo y uno de Sívori. Y agrega: “Lo que encanta de veras es ver en acción a la línea de ataque. Maniobrando con una soltura admirable, a tal punto que uno los mira y piensa que debe ser sencillo hacer lo que ellos hacen… La otra figura de relumbrón esta noche fue Rossi”. “Lima futbolistizada” es el título de la segunda nota donde describe su llegada en avión, la cálida acogida peruana y el magnífico estadio Nacional. Al estilo de esa época, aparece hacia el final el partido anterior al descripto en primer término: habían pasado nueve días desde que la Argentina había goleado 8 a 2 a Colombia con cuatro de Maschio (¡Sí, 4!), dos de Angelillo, Cruz y Corbatta. Tenía razón el gran Pipo Rossi: el primer partido había sido un trámite. Lo curioso es que días después, Colombia sorprende: bate a Uruguay 1 a 0 “hasta este momento, en el partido más interesante del campeonato”.



Los cierres de entonces llevaban a los editores a realizar algunas aclaraciones, sobre todo porque la radio traía información instantánea, en vivo. “La nota Perú-Chile –dice un recuadro con este título en rojo– de nuestro enviado a Lima, pese a haber llegado en términos previstos, queda postergada para la semana próxima, juntamente con la de Argentina-Uruguay… Razones de espacio y el deseo de darle la cabida que merece al comentario de los encuentros Argentina-Ecuador y Uruguay-Colombia así nos lo imponen”. Además, las notas están firmadas con lugar y fecha. También se leen aclaraciones: “Cuando esta edición de El Gráfico salga a la calle, se habrá jugado ya el clásico rioplatense, Uruguay y Argentina. Ese habrá sido el primer compromiso serio de la Selección Nacional”. Y por más serio lo ganó cómodamente, tanto que los jugadores  merecen la tapa: Giménez, Rossi y Schandlein en el número del 29 de marzo. 


Ya con los periodistas bien afincados en Lima, el despliegue de textos y fotos es amplio. “El Gráfico espera haber satisfecho con estas notas del Sudamericano de Lima, la demanda y preferencia de su inmensa mayoría de lectores. Nos gustaría certificarlo través de ellos mismos, los encargadosde juzgar nuestra labor”, dice un epígrafebajo una foto de Corbatta y Angelillo. Trece páginas se destinan para la goleada 4 a 0 a Uruguay (Maschio 2, Angelillo y Sanfilippo). “¿Será tan bueno este equipo?” se pregunta el enviado, incrédulo ante tamaña actuación. En otras páginas comenta más partidos; y hasta el Primer Congreso Sudamericano de los Futbolistas Profesionales, que aprovechó la ocasión para reunirse. Una semana más tarde, el 5 de abril, el team argentino ya es campeón, pero El Gráfico resume la goleada 6 a 2 ante Chile (Sívori 2, Maschio 2, Angelillo y Corbatta de penal). Frascara alaba “la eficacia demoledora del ataque” y advierte que “las perspectivas son favorables para nuestra Selección” en cuanto a derrotar a Brasil y ser campeones. Y continúa, luego de seguir resaltando la delantera: “queremos ver al equipo, al conjunto. Más precisamente, a la defensa en función de jerarquía”.



El festejo llega el 12 de abril: el editor juega con el apodo de Rossi y lo llama “Patrón” en lugar de “Patón” en la página 3 con una gran foto suya. “Digno de todo elogio fue el desempeño del seleccionado argentino frente a los brasileños 3-0. Y tres campeones: Maschio, Angelillo, Rossi”, anticipa Frascara en la bajada. Los goles son anotados por Angelillo, Maschio y Cruz. Los comentarios se opacan por ¡42 fotos! Sin embargo, habrá que esperar una semana para que el equipo en clásica pose en lámina central. Todo un orgullo. Lástima que los Carasucias se fueran enseguida a Europa y que Stábile no incorporará a estos grandes jugadores en el Mundial de Suecia un año más tarde. Tal vez respondiendo a la iniciativa errónea de Raúl H. Colombo, el interventor de la AFA, quien no pidió a los cracks a Italia “porque en nuestro país tenemos jugadores de sobra”.

Así nos fue.


Néstor Saavedra (2009)./EL GRAFICO


sábado, 25 de julio de 2020

DABAN CÁTEDRA

HICIERON HISTORIA: "LOS PROFESORES"

Cinco genios y una cátedra de buen fútbol
El mito que reza que Estudiantes históricamente despreció el buen juego y no tuvo suficiente fineza y habilidad entre sus filas se desmorona, se desbarata, se cae a pedazos ante dos palabras que llevan consigo un enorme significado: Los Profesores. Aunque los mayores logros en la trayectoria de un club tienen que ver con sus títulos, con sus copas, con sus primeros puestos, dentro de la rica historia de Estudiantes hay un gran logro que no tiene que ver con ninguno de esos conceptos: Los Profesores lograron conjugar la habilidad con la precisión; los triunfos con los merecimientos; la alegría con el fútbol. Y, desde luego, merecen tener un lugar de privilegio entre títulos, copas y primeros puestos.



Sbarra, Nery, Scandone, Viola, Rodríguez y Uslenghi. Lauri, Scopelli, Zozaya, Ferreira y Guaita.



Cuando el amateurismo se extinguía y el fútbol argentino estaba en la víspera de un nuevo comienzo, Estudiantes vivió una etapa magnífica. Con Manuel ‘Nolo’ Ferreira, Alejandro Scopelli y Miguel Ángel Lauri en el equipo, demostró un importante avance técnico en 1928. Los tres comenzaron a juntarse, a crear jugadas que los hinchas jamás habían visto, a generar un espectáculo dentro del espectáculo mismo. La ilusión de repetir el título de 1913, quince años después, existió; pero la realidad determinó un tercer puesto que parecía poco para lo que Ferreira y compañía regalaban partido a partido. Estudiantes sumó 53 puntos en 35 partidos, de los cuales ganó 25, empató 3 y perdió 7. Esos números más que interesantes no alcanzaron para arrebatarle el título a Huracán.




Se había despertado una gran expectativa en La Plata, y cuando a ese trío magnífico se sumaron, en 1929, Alberto Zozaya (proveniente de Central Entrerriano de Gualeguaychú) y Enrique Guaita (también desde Entre Ríos) la esperanza creció aún más. El buen nivel que demostraron los cinco juntos en la delantera, desde los primeros encuentros, fue contraproducente para Estudiantes, porque comenzaron a representar a diversos combinados nacionales y el equipo sintió muchísimo sus ausencias.



Ferreira, por ejemplo, fue citado para enfrentar a América de Brasil, a Chelsea de Inglaterra y luego para disputar el Campeonato Sudamericano. Además, jugó para el combinado de Provincia junto a otro integrante del equipo, Viola. Lauri también estuvo en el amistoso ante Chelsea y luego en la Copa Newton. Scopelli enfrentó a los ingleses y participó junto a Lauri en la Newton. Las dificultades para reemplazar a los cracks fueron tan grandes como la admiración que ellos despertaban, y Estudiantes terminó 10º, lejos del título y de las expectativas que había generado. Sumó sólo 16 puntos en 17 encuentros (ganó 7, empató 2 y cayó en 8) y terminó lejos del campeón… Gimnasia y Esgrima La Plata.



La explosión y el reconocimiento para Los Profesores llegaron definitivamente en 1930. ¿De dónde surgió el particular sobrenombre? Más allá de que daban cátedra de fútbol cada fin de semana, la explicación también tuvo que ver con los impecables blazers azules que utilizaban al salir a la cancha; y con que los cinco integrantes de la delantera eran hombres instruidos culturalmente y con una importante base educativa. ‘Nolo’ Ferreira, por caso, era escribano.



La campaña de Estudiantes, ese año, fue magnífica, a la altura de las mejores de su historia. Sumó 56 puntos en 35 encuentros y terminó siendo subcampeón. Obtuvo 27 victorias, 2 empates y 6 derrotas. Anotó 113 goles y le hicieron 39. Ése fue el último torneo amateur en Argentina y lo ganó Boca Juniors.



Además, el equipo viajó a Italia para enfrentar al Torino en un partido amistoso. Las reservas que había en el país sobre cómo le podía ir en Europa fueron innecesarias: Los Profesores también enseñaron en el viejo continente y golearon 5-0, demostrando un gran nivel. El primer campeonato profesional podía quedarse en La Plata. Había que mantener a Lauri, Scopelli, Ferreira, Zozaya y Guaita en el equipo; y conseguir que jugaran siempre, que tuvieran continuidad. Ambos objetivos se lograron y las consecuencias brillaron en el siguiente torneo.



Más allá de las estadísticas… ¿Cómo jugaba ese Estudiantes? ¿Qué lo hacía diferente al resto? Tenía cinco delanteros que se sentían muy cómodos en sus posiciones y que se conectaban, que se entendían a la hora de crear jugadas de un modo casi sobrenatural. De un modo que sólo el fútbol mismo puede explicar. ‘Flecha de Oro’ Lauri era el velocista, el correcaminos imparable por la derecha; metía muchos goles, sí, pero también asistía a sus compañeros de modo notable. 



Sus centros hacia atrás, luego de superar a su marcador, necesitaban de sólo un toque, un soplido, un acto de fe para que la escena terminara en gol y festejo. El ‘Conejo’ Scopelli era el goleador implacable que, sin jugar por el centro del ataque (era entreala derecho), estaba siempre en la posición justa para inflar la red. ‘Don Padilla’ Zozaya era el gol personificado, el verdugo de los arqueros en ese equipo. Implacable, efectivo, letal con los pies y con la cabeza. ‘Nolo’ Ferreira era el capitán y el cerebro, la habilidad, el pase justo, el creador nato. Debía jugar de entreala izquierdo, pero jugaba de todo. Porque empezaba las jugadas en el mediocampo pero llegaba hasta el área rival. Fue uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol argentino. El ‘Indio’ Guaita era el guapo, el que peleaba todas las pelotas, el corredor inclaudicable. Quizá no tenía el talento natural de Scopelli o Ferreira, pero lo suplía con garra y esfuerzo. Y se reía de la historia de que el wing no hace goles: metía uno cada dos partidos. Si los cinco, individualmente, merecían tamaños elogios, la conjunción de todos en una delantera era la razón de la grandeza de Los Profesores.



Hacían lo que querían en la cancha. Desde meterla en un ángulo desde 25 metros hasta terminar dentro del arco con pelota y todo. “Puede ser que a veces nos excedíamos un poco en los pases, pero nunca hacíamos gambetas innecesarias”, explicó, tiempo después, Zozaya. A la vista, lo más notable eran las jugadas entre Ferreira y Scopelli, a puro lujo. La doble pared (un recurso que más de setenta años después está casi en desuso) la generaban cinco o seis veces por partido ante la imposibilidad de los backs de seguir el vertiginoso ritmo de los pases. No eran en vano: muchas de esas hermosas jugadas terminaban en gol. Y los goles de Los Profesores no fueron un puñado: en el torneo de 1931 anotaron 103 tantos, acumulando la escalofriante estadística de 216 goles en dos años. Una cifra escandalosa. “Fueron la mayor expresión de arte colectivo sobre una cancha”, reseñó alguna vez, en la revista El Gráfico, el periodista Félix Daniel Frascara, confeso hincha de Estudiantes y, sobre todo, de Los Profesores.




El debut en 1931 marcó el camino: 3-0 a Talleres de Remedios de Escalada. En ese partido, Alberto Zozaya, a los cinco minutos del primer tiempo, le marcó al arquero Ángel Bossio el primer gol del fútbol argentino en el profesionalismo. En la tercera fecha igualaron 6-6 con Atlanta. El duelo platense ante Gimnasia terminó 1-1. Enrique Guaita señaló el primer tanto pincharrata en el clásico.



Su contundencia en el primer torneo profesional le dolió especialmente a Lanús, el 30 de agosto, cuando perdió 8-0 y se salvó de una goleada mayor jugando como local. Zozaya (4), Ferreira (2), Guaita y Scopelli hicieron aplaudir a rabiar a los espectadores. Esa tarde, Edmundo Piaggio (capitán de Lanús) le pidió al árbitro, a veinte minutos del final, que suspend
iera el partido. En la revancha, Estudiantes ganó por un ajustado 3-2.


El reducto de La Plata era muy respetado por los rivales: Argentinos Juniors, por caso, se fue de allí con un 5-1 en contra. Racing tampoco pudo detener la marcha del equipo en 1 y 57: perdió 6-3, aunque en Avellaneda consiguió rescatar un 1-1. Quilmes perdió 0-2 de local y 2-4 en La Plata. El primer partido ante Vélez terminó con triunfo por 2-1, con tantos de Scopelli y Lauri. Hasta el Boca campeón lo sufrió, pues empataron 2-2 en La Boca (Varallo y Cherro para Boca, dos de Scopelli para el Pincha); y Estudiantes lo cacheteó a dos fechas del final, con un fantástico 4-1 de local. Con el empate, Boca se hubiera coronado campeón ese mismo 27 de diciembre. Empezó ganando el visitante con gol de Tarascone, pero los Pincharratas, con dos tantos de Scopelli, uno de Guaita y uno de Uslenghi, terminaron goleando.
“Ferreira era el verdadero director técnico. Ordenaba y creaba jugadas que luego ensayábamos en los entrenamientos”, contó Zozaya. Más importante que los resultados era el modo en que Estudiantes los conseguía: apelando al fútbol, al toque, al lujo, al deleite visual. En épocas en que la rivalidad no significaba odio, no sorprendía que muchos hinchas rivales terminaran aplaudiendo semejante muestra de fútbol. La materia que quedó pendiente fue ganarle a River: 1-2 de visita (Guaita para el Pincha; dos de Ganduglia para los Millonarios) y 2-3 en casa (Uslenghi y Zozaya para Estudiantes; tres de Castro para River).





En 1931, consiguieron una hazaña no repetida en la historia del fútbol argentino: Zozaya (33 goles) y Scopelli (31) fueron los dos goleadores del año, no sólo de Estudiantes sino del torneo. Aunque en el aspecto defensivo el equipo padeció algunos problemas (recibió 51 goles), hubo jugadores como Uslenghi, Viola y Nery que también tuvieron una muy buena actuación. Esos inconvenientes defensivos fueron clave para no lograr el campeonato, especialmente en las derrotas ante Tigre (0-1) y el 1-2 ante Atlanta en la jornada final, cuando quedó sin chances (debía ganar y esperar que perdiera Boca). Estudiantes finalizó tercero, al sumar 44 puntos en 34 partidos: ganó 20, empató 4 y perdió 10. Estuvo cerca, tuvo su chance, probablemente la mejor de ser campeón profesional hasta 1967. Pero no pudo.



Eduardo Scandone, Alberto Bifaretti (arqueros), Ramón Rodríguez, Roberto Barandiarán, Armando Nery, Luis Comasco (defensores), Alberto Viola, Francisco Pérez Escalá, el uruguayo Ulises Uslenghi, Roberto Sbarra, Raúl Sbarra (mediocampistas), Miguel Lauri, Alejandro Scopelli, Raúl Estevarena –en su único partido marcó un gol–, Alberto Zozaya, Víctor Appólito, Manuel Ferreira, Enrique Guaita, Emilio Quadrio, Horacio Tellechea y Marcelino Padrón (delanteros) integraron el histórico plantel.




Aunque los cinco delanteros titulares continuaron en el club, nada fue lo mismo en 1932. El primer partido, un 6-1 a Gimnasia con goles de Guaita (2), Ferreira (2), Zozaya y Castro, ilusionó a los albirrojos con volver a disfrutar de Los Profesores en todo su esplendor. El segundo empujón para esa posibilidad fue la victoria 6-4 ante Talleres de Remedios de Escalada. Tres veces Guaita, dos Zozaya y Scopelli fueron los anotadores. Pero el primer choque con un candidato puso al equipo de cara a la dura realidad: River lo goleó 5-2 en la vieja cancha de Alvear y Tagle. Siete días más tarde, Racing completó el golpazo con un 4-0 que terminó de derrumbar al equipo. Hubo un poder de gol muy alto (80 tantos), pero mayor desidia defensiva y menor determinación en la búsqueda del título. Los Profesores estuvieron juntos en muy pocos partidos. 





Uno de ellos es quizá el más recordado: por la 9ª fecha, perdían 0-3 con San Lorenzo, el ‘Indio’ Guaita había sido expulsado y quedaban 18 minutos de juego. Fue una de las más grandes lecciones de Los Profesores: con un jugador menos lo dieron vuelta con goles de Zozaya (2), Uslenghi y Ferreira (a un minuto del final) y ganaron 4-3, ante la sorpresa de los hinchas ‘cuervos’ y la alegría albirroja. Las otras grandes conquistas fueron la segunda victoria contra Gimnasia (3-2, dos goles de Guaita y uno de Zozaya) y el triunfo de visitante ante Boca por 2-0. En ese campeonato, Estudiantes terminó 6º, con 40 puntos en 34 partidos. Ganó 16, empató 8 y perdió 10. Metió 80 goles y le hicieron 62. El campeón fue River Plate, de la mano del genial Bernabé Ferreira, que venció en el desempate a Independiente.




El final de Los Profesores como conjunto ocurrió en 1933, año en el que los cinco jugaron sólo dos partidos, los primeros del campeonato. Los dos fueron derrotas: 0-2 en el clásico ante Gimnasia y 0-4 contra Ferro en Caballito. Ese encuentro, disputado el domingo 19 de marzo, fue el último en el que Lauri, Scopelli, Zozaya, Ferreira y Guaita jugaron juntos. Los nombres de Marconi, Oscar y Horacio Tellechea, Castro, Sabio, Liberanone, Simieli y De la Villa intentaron reemplazarlos sin demasiado éxito: era un trabajo demasiado difícil. Hubo dos triunfos resonantes: 4-3 a Boca y 2-1 al campeón San Lorenzo. Pero de poco sirvieron. El 10º puesto de Estudiantes en el torneo (30 puntos en 34 partidos) fue la mejor muestra de que una etapa había terminado y que la reconstrucción llevaría su tiempo…




En 1934, Scopelli ya jugaba para la Roma de Italia; igual suerte corrió Guaita, quien se convirtió en Europa en ‘El Corsario Negro’, ganó el Mundial con Italia y fue el goleador de la temporada 1934/35; mientras que River pagó 12 mil pesos para que Ferreira fuera el asistente estrella de un casi tocayo: Bernabé Ferreira. Lauri y Zozaya se pusieron el equipo al hombro y consiguieron un dignísimo 5º lugar. Retornó ‘Nolo’ Ferreira en 1935, cuando Lauri ya estaba en la curva descendente de su carrera. Ellos, junto a Zozaya, jugaron en el equipo que terminó 7º. ‘Don Padilla’ demostraría su vigencia en 1936, cuando Ferreira y Lauri aportaron sus últimos lujos.




Zozaya era el único que quedaba para 1937, y Guaita se le sumó al regresar en 1938 y 1939. Ambos se encargaron de darle fin a la década de 1930, recordada por todo Estudiantes como la década de Los Profesores. Porque en 1940 ni Lauri, ni Scopelli, ni Zozaya, ni Ferreira ni Guaita se pusieron la albirroja. Porque en 1940, definitivamente, Los Profesores ya eran sólo recuerdo.




Fueron el primer gran ejemplo en el fútbol argentino de que la historia no sólo la escriben los que ganan. Fueron la conjunción ideal de estética y efectividad. Fueron un pentágono relleno de fútbol y goles. Y fueron, sin dudas, una parte grande de la historia de Estudiantes. Fueron Los Profesores, y está muy bien que la historia los recuerde así.



PUBLICADO EN "ESTUDIANTES, 100 AÑOS", AGOSTO DE 2005

Historias de Estudiantes


*El equipo
La formación más repetida con Los Profesores en la alineación era Scandone; Nery y Ramón Rodríguez; Viola, Uslenghi y Pérez Escalá; Lauri, Scopelli, Zozaya, Ferreira y Guaita.


*Devolución de gentilezas
Banfield y Estudiantes igualaban 0 a 0 en un partido correspondiente al Campeonato de 1928 jugado en la cancha de Argentinos de Banfield. A instantes del final, hubo un tiro de esquina a favor del visitante. El gerente de Estudiantes, Rodríguez Ituarte, le comentaba al canchero local (que estaba apoyado en el alambrado) la mala suerte del equipo, que había merecido la victoria. “No importa, ustedes han dictado cátedra”, le respondió el canchero. ‘Nolo’ Ferreira, que iba a ejecutar el córner, lo escuchó y le dijo con una sonrisa: “Vea, amigo, este gol se lo dedico a usted”. Realizó el tiro de esquina, la pelota dibujó una rara trayectoria y terminó dentro del arco. Y el canchero, incrédulo, giró hacia el público gritando: “¡Me lo dedicó a mí! ¡Me lo dedicó a mí!”.


*Compañeros de oficio
El plantel de Estudiantes se había alojado en un humilde hotel durante una gira por el interior del país. Tras varios días allí, el delegado del club pidió la cuenta y, al verla, no pudo creer que fuese tanto dinero. De pronto, Miguel Ángel Lauri se hizo cargo de la situación, pidió hablar con el dueño del hotel y, cuando se hizo presente, le dijo: “La cuenta es excesiva. Estuvimos una semana y no consumimos más que unos veinte vasos de leche por día…”. El propietario respondió que allí se cobraba pensión completa aunque no se llegase a cumplir el tiempo estipulado en los registros. “Debería hacer una rebajita, máxime tratándose de un compañero de oficio”, le pidió Lauri. “¡Ah, perdón! Eso es otra cosa. Ignoraba que usted fuese fondero”, se disculpó. El jugador le dijo que no lo era. “¿No? ¿Qué es usted, entonces?”, preguntó el dueño. Y Lauri le respondió: “¿Yo? ¡Soy ladrón!”.


*Los Profesores sean unidos
Quizá el gran entendimiento que Los Profesores tenían dentro del campo de juego estuvo influido por su muy buena relación fuera de él. Pocos conocen que hicieron una promesa que la esposa de Miguel Lauri contó muchos años después: “Se prometieron casarse todos en una misma iglesia, la de Nueva Pompeya. Primero fueron Guaita y Ferreira, que se casaron juntos. Después, Scopelli, luego nosotros y el último fue Zozaya”, recordó Amelia Maggi de Lauri.


*El gol de la casilla
En La Plata, Estudiantes recibía a River por la 21ª fecha del Campeonato de 1932. El goleador Zozaya, cerca del arco rival, despidió un fuerte remate. La pelota pegó en el travesaño y picó dentro del arco, para luego salir. El árbitro, Vicente De Angelis, no lo cobró y los jugadores locales le protestaron con insistencia. Enojado, el referí se retiró a los vestuarios (entonces llamados casillas). Se difundieron muchas versiones de lo que sucedió allí dentro: desde que dirigentes de Estudiantes fueron a pedirle que lo cobrara, hasta que el presidente del club llegó a amenazar a De Angelis con una pistola. Lo único seguro es que el árbitro, al volver al campo de juego, convalidó el tanto, desde entonces recordado como ‘El gol de la casilla’.


FUENTE: MARTINEZTEVEZ.BLOGSPOT.COM

jueves, 23 de julio de 2020

HICIERON HISTORIA : "LA MAQUINA DE RIVER PLATE"

SHOWS, GOLES Y LA ADMIRACIÓN DEL PÚBLICO EN GENERAL 

“Salíamos a la cancha y nuestra táctica era clara: agarrar la pelota, tocarla, meter una gambeta, esto, lo otro y el gol caía sólo. Generalmente tardaba en llegar y la angustia era porque los partidos nunca podíamos definirlos pronto. Dentro del área claro que queríamos hacer el gol, pero en el medio nos divertíamos, si nadie nos apuraba”. Juan Carlos Muñoz explicaba así porqué, a los delanteros de La Máquina, los apodaban los Caballeros de la Angustia. Casi una declaración de principios y una definición en sí misma, Muñoz aseguraba que no tenían prisa por convertir porque, fruto del dominio abrumador que desplegaban, sentían que podían hacerlo cuando ellos quisieran.

QUINTETO HISTÓRICO. Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustau eran los delanteros del mítico equipo de La Máquina. Ganaron tres títulos en cinco años.




La Máquina de River nació en 1942, luego de una victoria 6-2 contra Chacarita. Antes habían existido varios intentos de bautizar de esa manera a un equipo que se destacaba por su precisión de relojero, pero fue Borocotó, el periodista de El Gráfico, el que popularizó el apodo en la crónica del partido. “Jugó como una máquina el puntero”, fue el título del comentario, que hacía particular hincapié en el poderío ofensivo del vigente campeón.


Si bien la leyenda del equipo trascendió por sus atacantes, es un acto de justicia histórica reconocer que cada nombre tiene ganado a pulso su lugar en el recuerdo. En el 2-3-5 de Renato Cesarini el arquero era el peruano José Eusebio Soriano, uno de los mejores talentos surgidos de su país; Vaghi y Yácono –precursor de la marca personal, apodado Estampilla- los centrales; Rodolfi, Ramos y Ferreira los mediocampistas; y Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau el quinteto de delanteros que hizo mítico a ese River.



No obstante, La Máquina extendió sus fronteras y se convirtió en una referencia a una época de River, superando así la barrera de un equipo –y de una delantera- en particular. Esa época va, concretamente, desde 1941 hasta 1946 inclusive. En ese lapso, contra lo que generalmente se cree, el quinteto fantástico sólo actuó en grupo en 18 partidos, y como espina le quedó jamás haber enfrentado a Boca. Sin embargo, durante esos años River trajo a Sudamérica una nueva forma de concebir el fútbol. Como dice Pablo Ramírez en el apéndice de Fútbol Todo tiempo e historias de La Máquina –el libro de Carlos Peucelle que recientemente fue reeditado-, “en ese equipo se dio una conjunción casi mágica de futbolistas excepcionales que lograron la armonía que sólo se consigue jugando juntos con frecuencia”.



El “Todo tiempo” del título del libro de Peucelle, que fue uno de los creadores del equipo en las sombras, se refiere en gran parte a la concepción que esos jugadores tenían del juego. Todos hacían todo. Entraban, salían, tocaban y devolvían. “Cambiaban de posiciones con una sincronización matemática”, agrega Ramírez. Una idea ancestral del Fútbol total y del juego de posición de la Holanda de Cruyff. Una muestra de que La Máquina hizo escuela rompiendo los moldes de su contexto histórico.



Las principales batutas de aquella afiladisima orquesta fueron cinco. Adolfo Pedernera era el jugador cerebral, el estratega desde el medio para adelante. Ángel Labruna el martillo, el goleador infalible de esos Caballeros de la Angustia que demostraban todo su potencial cuando iban perdiendo y sorprendían al público –cuando no lo desesperaban- por su tranquilidad. José Manuel Moreno era un tiempista, el que más se retrasaba del quinteto para abastecer a sus compañeros desde el comienzo mismo de la jugada; y Juan Carlos Muñoz y Félix Loustau oficiaban de extremos. Se ocupaban de oxigenar al equipo por los costados. Chaplin, como era apodado Loustau, era una debilidad de Peucelle, que lo llamaba “Ventilador”. Según él, era el encargado de darle aire y una posibilidad de descarga siempre fresca a ese River que se abalanzaba en ataque sin pruritos conservadores a cuestas.


Como se puede concluir, todos los integrantes del quinteto triunfaron en River y se convirtieron en glorias del club. Sin embargo sus éxitos fueron más individuales que colectivos. Paradójicamente, en ese equipo que nada lo hacía sin el apoyo de todas sus partes, Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau apenas compartieron la cancha en un puñado de partidos; pero se transformaron en leyendas, cada uno por su lado, en compañía de otros maestros de la pelota (Deambrossi, D’Alessandro, Di Stéfano…) que, sin haber ocupado los más altos lugares de la marquesina, derrocharon talento en los promisorios estadios del fútbol argentino.



La grandeza de La Máquina, no obstante, no se encuentra en una multiplicidad de títulos. Aunque River fue campeón en 1941, 1942 y 1945, en su época no logró el mayor de los reconocimientos. Jamás fue récord de recaudación, y muchas veces ni siquiera llenaba la cancha. El público, tal vez, no supo interpretar el potencial de ese equipo que rara vez se vio eclipsado por el juego rival.



Ese River, al que sólo el tiempo parece haberle dado la razón, marcó la historia del fútbol argentino. A partir de aquella gloriosa década del cuarenta, el juego de estos lares quedó emparentado con la belleza y el romanticismo. A su vez, el Millonario se erigió como un cultor de ese estilo. La Máquina, sin dudas, trazó un antes y un después de su recorrido triunfal.



Matías Rodríguez/EL 
GRÁFICO

EL HINCHA PAGABA PARA IR A VERLO

LA HISTORIA DE CARLOS "EL LOCO" SALINAS



    Fue un día de semana, en la madrugada, en el barrio de Once. El bar tenía luces dicroicas, mesas de plástico en la vereda y mozos desalineados pero con moño. Afuera, un toldo viejo y roto cubría las mesas vacías. Los parroquianos hablaban poco.

    A lo lejos, se vio llegar a un hombre. La camisa sucia, el cuerpo quebrado, un bolso deportivo vacío en la mano. Se desplomó en una silla sin mesa, solitaria como un islote. No pidió nada. Al rato, se quedó dormido, aferrado al bolso. Cuando despertó, balbuceó algunas palabras.
    -Ustedes saben quién soy yo. ¡Qué van a saber, porteños ignorantes!
    -No, no sabemos -respondió uno, desganado, como quien le habla a un idiota.
    -Soy Carlos Horacio Salinas. He sio' campeón del mundo con Boca. ¿Ven este bolso? Estaba lleno de dólares. Un millón he llegao a tener.
    -¿Y qué le pasó, maestro? -preguntó otro de la mesa.
    -Me lo he gastao en putas y en merca. Yo soy el Loco Salinas. Y ustedes no son nadie.
    Carlos Horacio Salinas alguna vez fue grande. No sólo porque jugó en River, Boca, Independiente, Chacarita y Argentinos Juniors, sino porque sus goles -que definieron campeonatos- lo transformaron en un mito del fútbol de la década del '70. El público lo ovacionaba al grito de “¡tucumano! ¡tucumano!” y los abanderados del buen fútbol decían que el “Semilla” -así lo llamaban en su barrio La Ciudadela- era un crack.
    “Lo único que lamento es no haber estado en Buenos Aires para el partido entre Boca y el Borussia Mönchengladbach. Quería ver jugar al Loco Salinas”, dijo César Luis Menotti, a propósito de la primera final de la Copa Intercontinental, que luego ganaría con un gol del tucumano.
    El Loco inspiraba respeto y a la vez formaba parte de una maquinaria que comenzaba a generar dinero. Rápido, hábil y peleador, Salinas no sólo recogía elogios, sino también fortunas. En 1981, por ejemplo, cobró 250 mil dólares cuando Boca decidió venderlo a Argentinos Juniors.
    ¿Por qué se deshicieron de él y de otros jugadores? Porque Boca quería comprar a un pibe que la rompía: Diego Armando Maradona.
    La llegada de Maradona a Boca fue el comienzo de la abundancia, pero también el inicio del fin. Conforme los pases se iban sucediendo, Salinas empezó a ganar dinero pero a perder motivación. Y empezó a quemarse los dólares. Llegó a tener dos autos BMW, siete departamentos y todas las modelos que quiso. Pero mientras vivía las noches de una Buenos Aires que en aquel entonces era “la París de Sudamérica”, su juego sólo sabía empeorar.
    Pasó un cuarto de siglo desde su retiro. Después de una juventud de lujo y declive, queda un hombre ermitaño y de risa forzada que dice tener voces adentro de su cabeza. Hoy, el Loco Salinas parece un loco en serio.
    -No quiero saber nada de ese hijo de puta -contesta la ex mujer de Salinas, con un enojo viejo, desde el portero de un edificio.
    Luego da unas coordenadas vagas de una calle en Caballito. Dice que ahí vive la mujer. Hasta ahora, sólo me gané una puteada. Toco de nuevo, dispuesto a ser contundente.
    -Hola, soy tucumano como Horacio. Quiero hacerle una entrevista -digo en una exhalación rápida.
    -Para en un bar acá a dos cuadras. Chau -me cuelga-.
    Son las diez de la mañana. En el bar, las manchas de humedad forman extrañas nubes, como mapas de países inexistentes de un mundo rancio. El encargado conoce a Salinas. Me quedo una hora, dos, tres. Cansado de esperar, salgo a dar una vuelta a la manzana. Y lo encuentro caminando solo, con las manos en los bolsillos.
    Ropa deportiva, zapatillas nuevas y la cara picada por una vieja viruela, Salinas habla fuerte y me agarra del antebrazo para enfatizar lo que dice. Saco el grabador.
    -Éramos siete hermanos: cinco varones y dos mujeres. Mi hermano llegó a ser capitán de Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Cuando yo tenía 14 años, le dijo a mi vieja: ‘Mandámelo a Horacio para que no esté al pedo en Tucumán’. Vivíamos en una pensión. Mientras ellos jugaban, yo estaba al costado. A veces, me hacían entrar un rato. Un día, la selección juvenil fue a hacer pretemporada a Jujuy y jugó contra el equipo de mi hermano. Entré en el segundo tiempo y les di un baile a todos. Ahí comenzaron a conocer a Carlos Horacio Salinas -cuenta mientras apura una porción de muzzarella. Es hora del almuerzo.
    Luego de ese partido, llegaron al club jujeño telegramas de San Lorenzo y de River pidiendo al jugador. Aunque siempre fue de Boca, Salinas eligió al equipo de la banda roja.
    El paso por River fue fugaz. Después de un clásico con Boca, Salinas cambió la camiseta con un rival. Al día siguiente, fue a cobrar un premio al Monumental con la camiseta de Boca -el club del que es hincha- puesta. Así se paseó por todo el hall de entrada de la cancha.
    -Pibe, ¿cómo va a venir así al club? Usted está loco -le dijo Rafael Aragón Cabrera, presidente de River.
    Al mes lo vendieron a Chacarita. Allí hacía caños, metía goles y jugaba con la tranquilidad que tenía al borde de la cancha en Jujuy. Estuvo dos años y era capitán indiscutido.  Toto Lorenzo, técnico de Boca, puso los ojos en ese tucumano de 20 años, crack y pendenciero. Dice que lo cagaron con el pase, pero que no le importaba nada. Quería jugar en su Boquita.
    -Nunca supe cuánta guita pagaron por mi pase. Sé que el presidente se quedó con el 15 por ciento que me correspondía. ¡Pero no me importaba nada! Total después recuperaba la guita. Con Boca hice un contrato importante. Cobraba cuatro o cinco veces más que en Chacarita, tenía viajes, amistosos… En Boca se te abre la cabeza.
    Con ese pase se le cumplió el sueño del pibe. Salinas recuerda el episodio hablando de sí mismo en tercera persona, como Maradona.
    -Salinas se puso la titular de Boca y no se la sacó más -dice y da golpes en la mesa. Salinas gambeteó a cuatro e hizo un golazo -sigue con el pecho inflado.
    En otra entrevista, días después, dirá que fueron cinco adversarios.  Cuando cuenta la historia, el mozo del bar gesticula detrás de él. Deben haber escuchado la historia algunas veces.
    -Ganamos el Torneo Metropolitano, la Copa Libertadores y la Intercontinental. La gente de Boca no se olvida más de nuestra generación. Los de ahora -los Riquelme, los Barros Schelotto y todos esos- son olvido. Se acuerdan de nosotros. Hay gente que me ve en la calle o en el subte y me dice: “Usted sigue siendo el ídolo de Boca. Usted es Salinas”.
    Salinas jugó en Boca desde 1978 a 1980. Fue un romance tan intenso como tormentoso. De gira, eran constantes las llegadas tarde del Loco. Después de ganar la Copa Intercontinental y con el desafío de retener la Libertadores, Boca jugó en el torneo local contra Huracán. En el medio del partido, Salinas agarró del cuello al árbitro Gnecco y lo suspendieron por 25 partidos. La vuelta a las canchas le duró dos partidos y en el tercero fue expulsado contra Estudiantes. Volvió en 1980, pero en el medio de un amistoso se sacó un botín y se lo tiró a un hincha.
    Mientras Salinas se hacía expulsar tontamente, los hinchas llenaban las canchas para ver jugar a otro pibe que la rompía: Maradona.
    En lo que fue la transferencia más resonante de la historia del fútbol argentino, el club de La Ribera le pagó a Argentinos Juniors dos millones y medio de dólares y cedió los pases definitivos de cuatro jugadores: Carlos Randazzo, Osvaldo Santos, Eduardo Rotondi y el indisciplinado Salinas.
    -Por ese pase me dieron 250 mil dólares en la mano. Era buena guita era. Pero lo mismo pensé: ¡Qué suerte puta la mía! Me quedé varios años en Boca y justo ahora tiene que venir el mejor del mundo. ¿Por qué me tengo que ir yo y no otro? Cuando llegué a Argentinos me dieron medias rotas y las canchas eran un desastre.
    En Boca, Salinas ganaba campeonatos y en Argentinos peleaba por el descenso. Con un gol suyo, el Bicho se salvó de caer en la B Nacional. Pero él se quería ir. Buscaba volver a Boca o a otro club grande. Lo compró Independiente, donde tuvo un paso sin gloria. Y de ahí a Independiente de Medellín, donde lo apodaron El Pájaro Loquillo. Su única motivación, en aquellos años, era el dinero. El fútbol colombiano, a inicios de la década del 80, no tenía prestigio pero sí excelentes contratos porque la mayoría de los clubes estaban manejados por los carteles del narcotráfico.
    Después de tres años en Colombia, pasó a Racing de Córdoba. Y de ahí tuvo una brusca caída a Alumni de Villa María, en la liga cordobesa de fútbol. Hizo un intento más en Medellín y luego su hermano lo convocó a Gimnasia de Jujuy en la B Nacional. Jugó sólo dos partidos.
    -Mi hermano era técnico del club. Jugábamos contra Quilmes. Recibí una pelota solo en el área, frente al arquero. Tenía mil opciones para definir. Era un gol que mi vieja con tacos altos hacía. Y la tiré afuera. Cuando terminó el partido, pensé: Carlos Salinas no puede errar este gol. Dije chau. Colgué los botines. No jugué más.
    Salinas se retiró a los 31 años y hoy tiene 58. Lleva más de un cuarto de siglo como ex futbolista. No tiene ni busca trabajo. Ahora vive en un departamento de Caballito -lo único que le queda- lleno de cosas que no son suyas porque decidió echar violentamente a unos inquilinos morosos. Cobra una jubilación de Boca y dice que no necesita nada más. Las palabras son de un monje despojado, pero los gestos -por momentos- están cargados de bronca.
    -No quiero laburar. No tengo ganas. Lo mío ha sido el fútbol y chau. Nada más. Es lindo ganar mucha plata y toda la que gané me la gasté yo solito. Así como he venido de Tucumán en bolas voy a volver en bolas. Pero quién me quita lo bailao. Ahora, ¿pa qué quiero tanta guita? La gente habla de plata plata plata. Yo necesito 40 pesos para pagar una pizza y yerba para el mate. ¿Pa qué quiero un auto? ¿Adónde voy a ir? Antes tenías puteríos, cabaret, minas lindas.  A las minas de ahora no las uso ni pa darme calor en los pies. Los días de Salinas son sencillos. Se levanta tipo diez u once de la mañana. Al mediodía baja al bar de la esquina. Se pide media pizza, vuelve a comer y se tira a dormir la siesta. Amanece por segunda vez a las cinco o seis de la tarde. Ve un poco de tele y antes de medianoche está en cama.
    -¿Te dejó amigos el fútbol?
    -Ni uno. Cuando la carrera se termina, cada chancho a su rancho. Nos juntamos solo una vez al año para celebrar la Intercontinental. ¿De qué voy a hablar con mis ex compañeros? ¿Qué les voy a preguntar? Ellos saben mi vida y yo sé la de ellos. Hay una falta de comunicación entre nosotros. ¿Sabés por qué?
    -¿Por qué?
    -Porque adentro de la cancha vos te manejás con gestos, con miradas. Y llegás a saber qué piensa y qué quiere el otro con sólo mirarlo. Lo nuestro no es hablar.
    -Pero cuando te retirás tenés que hablar más, ¿no?
    -Yo no tengo teléfono. No quiero hablar con nadie y no quiero que nadie me hable. La gente está muy pelotuda. No te cuenta nada interesante, no te dice nada, andan con miedo. Se toman la vida muy a pecho. ¿Y qué es la vida? Decime vos. ¿Qué es? Nada es la vida.
    -¿Cuál es la diferencia entre Batistuta y yo? La guita. El es millonario pero no puede estar parado ni una hora porque tiene las rodillas rotas.
    -¿Qué hace Batistuta, decime?
    -No sé, ¿qué hace?
    -Nada. Igual que yo.
    Ahora me guiña el ojo: Salinas parece un perro envejecido.
    -Todos los ex futbolistas estamos al pedo./www.tucumanzeta.com y www. uncanio.com.ar
    Dos momentos complicados
    Diario Clarín, 6 de mayo de 1987. “Apresan por narcotráfico al ex futbolista Salinas. El juez le dictó prisión preventiva como autor prima facie de comercialización de estupefacientes, a raíz de haberse hallado 30 gramos de cocaína en su domicilio, una cantidad de picadura de marihuana y una balanza fraccionadora”.
    Le correspondía una pena de tres a doce años de prisión, pero pasó cuatro meses en el Pabellón 49 del penal de Villa Devoto. Salinas dice que le hicieron una cama.
    “Fue la peor cagada que me mandé. Yo andaba de noche en esos años. Fui a un boliche de la avenida Santa Fe y me levanté a una mina. Estaba linda la guacha. De boludo la llevé a mi casa y le invité merca. Yo no tomaba nunca. Tenía para convidar nomás. Volvió al otro día y ahí cayó la cana”.
    -¿Y la balanza, Horacio?
    -Era para pesar cartas. Hay mucha gente que me manda cartas. Son mis admiradores.
    -¿Cómo fueron esos meses?
    -Bien…  sin problemas. Me esperó el director de seguridad y dijo: "Él es Salinas, ídolo de Boca, no lo van a poner con los otros". La pasé bien, tenía visita todos los días. Pero las cosas comenzaban a cambiar. Antes, la policía me cuidaba. Y después me metía adentro.
    Diario Popular, 27 de octubre de 1988.
    “Carlos Salinas quiso arrojarse de un piso once. Víctima de una intensa crisis depresiva que lo venía jaqueando desde el momento mismo que se separara de su esposa, el ex futbolista intentó quitarse la vida, pero la oportuna intervención de familiares y vecinos impidieron que se arrojara”.
    Salinas dice que fue todo una mentira, que lo quieren perjudicar. Sí recuerda que su compañero en Boca, Rubén Suñé, se tiró de un séptimo piso en junio de 1984, con tanta suerte que cayó en un toldo y se salvó.
    -Pero yo no, nunca. Ni de un sótano me puedo tirar. Yo tomo la vida como viene. También dicen que soy alcohólico, que ando tirado, que soy un pobre infeliz. La gente ni me conoce. Yo no jodo a nadie. Con los únicos que hablo es con estos boludos del bar y con vos.

    POR: DIEGO JEMIO / ESPECIAL PARA MÁS DEPORTES/ DIARIO LOS ANDES/ SEPTIEMBRE DEL 2014

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