"EL LOBO FISCHER"
FUENTE: PROYECTO BOEDO
Hay jugadores que quedan en la historia por distintos motivos. Puede ser por la capacidad de hacer muchos goles, la calidad de juego, goles claves en partidos definitorios, características que los hacen únicos, personalidad, y otras muchas cosas más. Cuando se reúnen varias situaciones de éstas en una sola persona, entonces se convierten en leyenda, en ídolos eternos, en personajes amados por quienes los vieron jugar.
Ese es el caso de Rodolfo José Fischer, “El Lobo”, el misionero que llegó de Oberá para convertirse en uno de los máximos ídolos de la historia azulgrana. Y no fueron fáciles los comienzos porque cuando llegó a “El Ciclón”, tenía características muy distintas al juego habilidoso y lleno de talento, que mostraban las figuras de aquél San Lorenzo, Veira, Doval, Areán, por citar a los más notables. Pero se ganó su lugar, se comenzó a destacar y en poco tiempo pasó a ser figura indiscutida de San Lorenzo y del fútbol argentino. Porque Fischer fue de esos jugadores que admiran, reconocen y recuerdan los hinchas de cualquier club.
Su trayectoria en San Lorenzo habla de 144 goles en 276 partidos, cifras que se incrementan con sus actuaciones en Botafogo de Río de Janeiro y Vitoria de Bahía, en las tierras de Pelé (a quién Fischer admiraba) donde llegó casi al centenar de goles y en su paso por el fútbol colombiano, considerando solo sus participaciones en clubes de primera división. Pero la idea de ésta nota es resaltar sus características y los hechos inolvidables que lo colocan en ese pedestal reservado para pocos, el de ser parte de los grandes de la historia de nuestro querido San Lorenzo y del Fútbol Argentino todo.
El Lobo era pura potencia. Arrasaba con su vértigo y su fuerza. Sus mejores producciones eran cuando se proyectaba ofensivamente por la franja izquierda del ataque azulgrana donde desplegaba a pleno sus características ideales para el contragolpe. De tranco largo, fuerte, alto, tenía la virtud de realizar con extraordinaria eficacia su jugada preferida, la famosa “bicicleta”, esa que le pedía la hinchada, y que provocaba una sensación de admiración y estupor cada vez que encaraba. Porque cuando Fischer tomaba la pelota para lanzarse en ofensiva, la tribuna estallaba, porque El Lobo no la iba a defraudar.
Si a esto le sumamos, su tremenda capacidad de gol, sus grandes asistencias, y el prodigarse siempre dejando hasta la última gota en un despliegue inclaudicable de ir siempre a todas, sin dar ninguna pelota por perdida, con una capacidad física admirable, hizo que su figura cobrara dimensiones de ídolo.
Dueño de una fuerte personalidad, con un gran amor propio y confianza en sus condiciones, sabía de su importancia en la formación azulgrana y los rivales sabían que había que neutralizar al alto misionero para disminuir las posibilidades de “El Ciclón”. Era preocupación permanente para los rivales. Defensores de distintas características y verdaderos cracks del fútbol argentino, tenían grandes dificultades a la hora de intentar anularlo. Se puede citar al peruano Julio Meléndez, excelente zaguero de Boca Juniors o al mejor “Mariscal” Perfumo del gran Racing Club de aquellas épocas. Es que El Lobo no se rendía nunca y exigía los 90 minutos, por abajo, por arriba, metiendo desbordes, diagonales o remates furibundos desde afuera del área. Sin ser un notable cabeceador, iba bien arriba, y complicaba permanentemente. Una virtud de El Lobo era bajar pelotas en el área para que algún compañero definiera. Hizo goles de todos los tipos, de notable factura a pura potencia ó pateando desde ángulos imposibles o arrastrando o empujando pelotas que parecían perdidas. Tuvo un gran asistidor en el “Tano” García Ameijenda. Talentoso jugador que habilitaba a Fischer con precisión, poniéndole pelotas que El Lobo explotaba en beneficio del equipo. Solía en sus desbordes llegar hasta el fondo de la cancha y tirar unos centros que eran medio gol o meter las diagonales que terminaban con la pelota en el arco contrario por su gran efectividad.
Hoy en día, hay quienes sostienen que era zurdo. Pero no, su pierna hábil era la derecha. Ocurre que sus grandes desbordes los generaba por la izquierda. Había logrado producto de su perseverancia, de quedarse practicando después de los entrenamientos, de darle una y otra vez con la pierna izquierda, un dominio de la misma que le permitía ser eficaz también al utilizarla. En la final del Metro de 1968, el día de la consagración de “Los Matadores” como primer campeón invicto del profesionalismo argentino, fue el Lobo quién definió el partido con tremendo e inmortal zurdazo desde fuera del área. Con ese gol alcanzó a Obberti de Los Andes en la cima de los goleadores del torneo. También iba a ser el máximo goleador del campeonato Nacional de 1969.
Hizo varios “hat trick”, memorables goles a todos los grandes de nuestro fútbol. Porque en las paradas más bravas, ahí aparecía en todo su esplendor. Son muchos los recuerdos de partidos donde su figura fue decisiva. La mencionada final del Metro 68, aquella semifinal del 71 con Independiente donde anotó de cabeza a los 90 minutos el 2 a 2 y forzó al alargue y la posterior definición por penales, que nos depositó en la final, los 3 goles a River en Abril de 1972 en el Monumental de Núñez en un histórico 4 a 0 que terminó con el ciclo de Didí como entrenador millonario. Los grandes goles a Boca y River y muchos otros partidos. Recuerdo nítido un partido televisado de 1971, cuando vencimos a Colón 4 a 2 y ese día hizo 3 goles y le atajaron un penal. Siempre peleando los primeros puestos entre los goleadores del campeonato, en épocas de Bianchi, “Pinino” Mas, Yazalde, Morete, Obberti y otros notables. Cuando se fue al Botafogo en 1972, se despidió con el gol sobre la hora para ganarle a Lanús 1 a 0 y dejar a San Lorenzo en la punta de la tabla de posiciones. Se iba con la marca en ese torneo, de haber anotado 11 goles en 12 partidos y ser el máximo goleador del campeonato.
Volvió a vestir nuestra camiseta en 1977 y en el debut marcó un gol de penal a Ferro en una lluviosa jornada. Además le marcó muchos goles a Huracán, siendo sus dos primeros tantos en primera, al eterno rival.
A nivel de selección, cómo olvidar el orgullo qué me hizo sentir cuando en 1971 y por la Copa Roca, le anotó 2 goles al Brasil campeón del Mundo en un partido que terminó 2 a 2 en cancha de River. Uno de ellos un golazo espectacular desde fuera del área al arquero Félix. Y todavía nadie volvió a marcar 4 goles en un partido oficial de la Selección desde que Fischer le hizo 4 al seleccionado de la Concacaf en la Copa Independencia de Brasil en 1972. Fue el primer jugador en ser convocado a la Selección Nacional jugando en un club extranjero (Botafogo de Río de Janeiro – Brasil). Justamente, hechos como consagrar al primer campeón invicto del fútbol argentino marcando el gol del campeonato, mantener esa marca de 4 goles desde 1972, ser el primer convocado desde el extranjero a la selección, son hitos que graban a fuego su nombre entre los grandes del fútbol argentino de todos los tiempos.
Pero más allá de los hechos históricos, de los números y los récords, Fischer fue un futbolista valorado por sus condiciones de jugador fundamental en cualquier formación azulgrana y preocupación permanente de los rivales. Esa indescifrable “bicicleta” que desconcertaba a sus marcadores y lo proyectaba en velocidad (a pesar de tener un físico atlético, pero pesado por su contextura y altura) tenía una ferviente obsesión de terminar con la pelota en la red.
También supo jugar de delantero central, aunque siempre con esa tendencia a desplazarse hacia la franja izquierda del ataque, y lo hacía con mucha eficacia. Mucho se dice de la habilidad de un futbolista. Yo considero que hay distintas habilidades. ¿O no era hábil un tipo que se cansaba de hacer goles, aunque no fuera un prodigio de la gambeta? Fischer era de esos goleadores natos, con el talento y la habilidad de concretar en la red, los avances ofensivos de El Ciclón. Nada menos.
Una característica de Fischer era que jugaba con las mismas ganas, fuerza y despliegue sea un entrenamiento, un amistoso o un partido oficial. El iba fuerte a cada pelota, claro que iba fuerte, pero de frente, leal, como se debe jugar al fútbol. Es un ejemplo a imitar. Hay muchas anécdotas que definen a El Lobo. Lo más importante es que fue un futbolista que por sus características, su presencia, su poder goleador, su empuje, sus ganas, su entrega, su potencia y su célebre “bicicleta” se convirtió en un jugador inolvidable.
El Lobo Fischer, ídolo eterno de San Lorenzo, goleador implacable.
Por Adrián Pullés, autor del libro “Goleadores históricos de San Lorenzo”
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