miércoles, 15 de enero de 2020

UNA HISTORIA QUE VALE LA PENA LEER

KAZU MIURA EL JAPONÉS QUE LE SIGUE DANDO A LA REDONDA 

Kazu Miura fue el primer futbolista japonés que jugó en Brasil e Italia. Ídolo de jovencitas, delantero de talento, showman televisivo y víctima de su fama, Kazu Miura resume en su biografía la historia del fútbol japonés desde los años 80 a la actualidad. Porque, con 49 años, aún juega como profesional.





En 1982 el grito de Marco Tardelli después de lograr su gol en la final del Mundial emocionó a millones de italianos; la Real Sociedad ganó la liga en la última jornada con goles de Zamora y LópezUfarte; Ferrocarril Oeste dio la vuelta como campeón con Héctor Cúper sobre el césped y un gol de Peter White coronó al Aston Villa campeón europeo. Ese mismo año un joven japonés se subió a un avión con 15 años y se largó a Brasil decidido a ser jugador de fútbol profesional. Soñaba ser como Zico, Falcao y Sócrates, los héroes trágicos de un partido inmortal jugado en Sarriá ese mismo año.


Casi 35 años después ese japonés aún juega a fútbol. Kazu Miura (Shizuoka, 1967) goza del estatus de icono del fútbol nipón y pregona a los cuatro vientos que jugará como profesional hasta los 50 años. Su objetivo es superar el récord de Stanley Matthews, quién colgó las botas en 1961 con medio siglo de vida en sus desgastadas piernas. Con 49 años, Kazu Miura juega en el Yokohama FC de la segunda división nipona.


Miura juega como y donde quiere. Dispara desde el centro del campo y sus compañeros de equipo no protestan. No da entrevistas y entrena cuando no tiene algún show en su cargada agenda. Protagonista de varios programas televisivos, Kazu Miura es el ídolo de diferentes generaciones de japoneses. Él mismo admite que su vida es el gran resumen del boom del fútbol nipón. Ni corto ni perezoso, se ha definido como “el Rey del fútbol japonés”, siendo bautizado por el pueblo como ‘King Kazu‘.


Miura aún es el mismo enfant terrible de siempre. Aún tiene la misma mirada que tenía ese chico que fue la cara mediática de la liga profesional japonesa cuando esta nació en 1992. Aún es ese delantero que escandalizó a los japoneses más conservadores con sus bailes brasileños para celebrar los goles. Sus movimientos de pelvis le convirtieron en el amor platónico de millares de chicas. Las escuelas de samba en Japón proliferaron a inicios de los años 90. Y el culpable fue Miura. La ‘Kazu dance’ se bailó en todas las discotecas japonesas en 1993.

El veterano delantero se volcó con las víctimas del tsunami y dio unas botas para que fueran subastadas. Botas que se vendieron por más de 70.000 dólares

Más de 20 años después Miura no se saca la fama de encima. Después del terremoto, ‘tsunami’ y tragedia de Fukushima, lideró sobre el césped una selección de estrellas de la J-League en un amistoso contra la selección absoluta nipona. Delante de 60.000 espectadores, ‘King Kazu’ marcó un golazo que arrancó la sonrisa del seleccionador Alberto Zaccheroni. El veterano delantero se volcó con las víctimas de la tragedia y dio unas botas para que fueran subastadas. Botas que se vendieron por más de 70.000 dólares mientras que las de jugadores de la selección como Tulio Tanaka o Kengo Nakamura no llegaron a los 5.000. Las cámaras, que siempre han amado a este indómito delantero, buscaron Miura en un amistoso entre el Yokohama y el Kawasaki Frontale y hasta un informativo conectó en directo con el estadio cuando se le pidió al que fue internacional japonés que se dirigiera a la grada con un megáfono para dar un mensaje de fuerza y amor al pueblo japonés después de una tragedia de esa magnitud.




Con 52 años, el reinado de ‘King Kazu‘ tiene buena salud pero el camino hasta la fama fue duro. Como lo ha sido el trayecto del fútbol japonés hacia la madurez actual.



Para entender cómo el fútbol se metió entre ceja y ceja de Kazu Miura cuando era un renacuajo, se tiene que conocer el contexto. En Japón la fiebre por el deporte rey se despertó durante la década de los años 60. La alargada sombra del dominio americano posterior a la Segunda Guerra Mundial dio alas al béisbol y eclipsó al fútbol, que tenía cierta tradición ya desde los años 20.



Pero en los años 60 se inició el cambio: se organiza la primera liga, unificando las competiciones amateurs de equipos propiedad de empresas donde los jugadores eran trabajadores, con otras formadas por estudiantes de las universidades. Las dos esferas donde estaba recluido el fútbol hasta entonces. Los primeros frutos de esta liga llegaron con la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de México (1968) y el primer jugador nipón fichado por un club europeo, Yasuhiko Okudera, que militó en el Colonia, el Hertha y el Werder Bremen de 1977 a 1986.




La renovada Federación japonesa se sumó a la causa con la organización del Mundial juvenil en 1979 (ese donde Maradona brilló con luz propia) y el gran éxito de conseguir ser sede cada año de la Copa Intercontinental desde 1981. Ese mismo año Yoichi Takahashi publica el primer número del cómic Captain Tsubasa, publicación que rápidamente hecha raíces en un mercado listo para abrirse al deporte rey. Durante los años 80, el fútbol japonés no deja de crecer. Y Kazu Miura vivía entonces su infancia, listo para recibir estos estímulos balompédicos.




Hasta el mismo Takahashi reconoció que el guión de Captain Tsubasa caminó en paralelo a las aventuras de Miura. El dibujante se inspiró en algunas de sus peripecias para moldear el personaje que llegaría a nuestras televisiones convertido en Oliver Atom. Sí, el de Campeones; el de esa serie con catapultas infernales y disparos imposibles. En el manga original, también Oliver marcha de Japón a Brasil para crecer como futbolista, siguiendo los pasos de Kazu Miura.




Ese viaje alocado de Miura a Brasil fue clave en el fútbol japonés, para alegría de Saburo Kawabuchi y Kenji Mori, los padres de la liga de fútbol profesional. Justo en el momento en el que el fútbol nipón tenía que dar el salto de calidad, la figura de este delantero atrevido, técnico y rápido emergió desde el otro lado del mar. 




Kawabuchi, un ex jugador que se quedó impactado con el poder del fútbol para vehicular las comunidades en Alemania, lideró en 1987 la campaña para crear la liga de fútbol profesional nipona con la ayuda del presidente de la Federación, Kenji Mori. Cuando en 1993 se jugó el partido inaugural, sobre el césped del estadio Nacional de Tokyo estaba Kazu Miura, a quien Kawabuchi convirtió en el centro de una agresiva campaña de marketing. “Mucho le debemos a Kazu Miura. Podíamos fichar a muchos extranjeros famosos, pero necesitábamos a nuestro héroe para que la gente lo amara. Miura fue nuestro hombre”, reconoce Kawabuchi.




La historia de cómo Miura se convirtió en el mejor futbolista japonés es una historia de superación. Kazuyoshi Kazu Miura brilló liderando el equipo de su escuela, al que dio tres títulos de campeón de Shizuoka. Hijo de una familia de clase mediana que nunca destacó en nada, Miura se obsesionó con la idea de ser profesional y decidió ese 1982 que se largaba a Brasil. Sus padres le negaron el permiso, pero él los desafió y voló a Sao Paulo. De la misma forma que algunos japoneses se enamoran de la tauromaquia y aparecen en Sevilla pidiendo ponerse delante de un toro, Miura llegó a diferentes escuelas de fútbol pidiendo una oportunidad para demostrar que podía cortar las dos orejas y el rabo.




Este acto de rebelión lo convertiría en una leyenda. Miura llegó a Sao Paulo y buscó el apoyo de la potente comunidad de descendientes de la inmigración japonesa en Brasil, la comunidad nikkei. Trabajando con ellos, durmiendo con familias o en pensiones en barrios llenos de drogas y prostitución, Miura consiguió con dedicación sus oportunidades en el fútbol base del Santos, el Palmeiras y el Juventus. Inicialmente la cosa no funcionó, y sacando dinero de debajo de las piedras (guía turístico, ayudante en intercambios de estudiantes, vendedor…) mantuvo vivo su sueño en equipos muy pequeños como el Matsubara, club de los japoneses de Sao Paulo, o el XV de Jáu, donde consiguió por fin ser famoso después de marcar un gol al Palmeiras.




Con 22 años, Miura fue fichado por el Coritiba, donde marcaría dos goles en 21 partidos con su estilo de juego anárquico, lleno de jugadas individuales con la cabeza agachada. Con 23 años volvería al Santos, donde tuvo sus minutos en el equipo juvenil en 1986, llegando a marcar algunos goles en Primera División. Miura nunca dejó de ser un suplente en el ‘Peixe’, pero cuando la prensa japonesa descubrió su historia, el joven se encontró trabajando cada día con muchos periodistas nipones que seguían cada entrenamiento, cada partido, cada día de su vida. “Cuando Japón pedía fútbol, descubrimos a un japonés jugando en la Meca del fútbol. Fue perfecto”, añade Kawabuchi.




Kazu Miura volvió en 1990 a Japón cuando ya se estaba preparando el nacimiento de la J-League. Se enroló en el Yomiuri, club histórico que con el nacimiento de la liga profesional se rebautizó como Verdy Kawasaki. El resto es historia. La J-League buscaba un héroe y Miura estaba en el sitio adecuado y en el momento ideal. El partido inaugural de la liga lo jugó su Verdy. Pese a ser derrotados ese día por el Yokohama Marinos, los verdes ganaron la primera liga con dos goles de Miura en la final. Por esas mismas fechas Miura se casó con una popular actriz y el chico tímido que barría el suelo de una pensión brasileña para pagar menos se convirtió en protagonista de anuncios de televisión, con un montón de paparazzi esperando a la salida de los restaurantes.




Miura sólo se quedó con la espina de no jugar un Mundial. En las clasificaciones de 1994 se salió con 12 goles en 14 partidos, pero los japoneses perdieron el partido clave contra Arabia Saudita. En 1998, Takeshi Okada lo dejó fuera de la lista final en una decisión que aún hoy muchos no comprenden. Okada, un metódico trabajador heredero de la mejor tradición de disciplina nipona, nunca se entendió con ese delantero que se ponía tinte en el pelo, bailaba samba y salía en las revistas. Un delantero obsesionado en ser protagonista de grandes historias, como su breve paso por la Serie A italiana (1 gol en 24 partidos con Genoa en la temporada 1993/94), Croacia o Australia. Aventuras que realizó acompañado siempre por decenas de periodistas enloquecidos por el estilo de vida de un tipo que siempre saludaba a todo el mundo diciendo “boa sorte” en portugués, pero con ataques de divismo que evitaron que aún fuera más grande como delantero. Pero sus 55 goles en 88 partidos con la azul de la selección siempre saldrán en su defensa cuando alguien le critique a ‘King Kazu‘ que dejó de preocuparse por jugar en equipo, para alimentar un ego que ayudó a crecer a un fútbol donde, normalmente, el ego individual pinta poco. Así es Kazu Miura, quien sigue recibiendo una ovación en cada estadio a medida que se acerca a esos 50 años hasta los que quiere seguir reinando.


FUENTE: PANENKA ORG


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