EL TRAGICO FINAL DE VICTORIO " CASA
FUENTE: "TyC SPORTS":
“Casita fue un grande y de no haber mediado aquello, hubiera sido más grande todavía. A veces me daba vergüenza gritar un gol mío porque él se pasaba a cuatro o cinco tipos, los dejaba tirados y me la dejaba servida. Fue un grande con todas las letras”. La frase es de Héctor Veira, y está dedicada a su amigo Victorio Casa, con quien coincidió en las juveniles de San Lorenzo y en el recordado equipo de los Carasucias.
El Bambino hablaba de lo había ocurrido el domingo 11 de abril de 1965. En aquella fecha, se había suspendido el fútbol por una terrible lluvia que invadió a Buenos Aires. El cuadro de Boedo debía visitar a Argentinos Juniors por la primera fecha del Torneo Local, todos los futbolistas habían sido liberados de la concentración y Casa había decidido salir en una noche que le cambiaría la vida.
El propio Casa detalló aquella trágica secuencia: “Había llegado el martes de Mar del Plata. Martes, miércoles, jueves y viernes me acosté a las 9. Y el sábado nos concentramos. Si la fecha no se suspendía me iba a dormir temprano y no pasaba nada. A las 7 dejé a Telch (Roberto), que estuvo a punto de venir conmigo. Los fuegos artificiales fueron a las 9. ¡Se salvó el Oveja!”.
El marplatense estaba en su auto, un Valiant blanco, junto a su amigo y peluquero José Ariel Delgado y dos mujeres cuando decidió estacionarse enfrente de la Escuela de Mecánica de la Armada (Ex ESMA, hoy Espacio Memoria y Derechos Humanos), donde el estacionamiento estaba prohibido por ser una zona militar.
Un guardia lo vio y le hizo señas para que se retire, pero él no se dio cuenta por el volumen de la música. ¿Qué pasó? El centinela le disparó al auto con una ametralladora, lo que le provocó a Casa la pérdida del brazo derecho. Por fortuna, a sus acompañantes no les ocurrió nada.
Herido, Casa caminó por Av. Libertador hasta que un taxista hincha del San Lorenzo lo reconoció, lo subió a su auto y lo trasladó al Hospital Pirovano. El director del hospital, doctor Marcos Sonneberg, había resuelto someterlo a una operación de urgencia. “Su brazo era una verdadera papilla”, describió el médico al ver que le destrozaron el cúbito y el radio al delantero.
Además, una radiografía mostró que había recibido otro disparo en el abdomen, sin orificio de salida, pero con la “suerte” de que el proyectil se alojó debajo de una costilla y no le dañó ningún órgano vital.
Apenas días después, recibió visitas en el hospital con un inesperado y sorprendente sentido del humor que mantuvo a pesar de la tragedia que sufrió. “Perdone que no le de la derecha, es que no la tengo”, se había disculpado irónicamente Casa del locutor Antonio Carrizo, que pasó a saludarlo.
Al mes del accidente volvió a entrenar. Regresó oficialmente el 25 de mayo por la novena jornada del campeonato ante Banfield (derrota 2-0) y fue uno de los mejores del cuadro de Boedo. “Fue el Casa conocido. El de la pirueta intrascendente o el de la apilada genial. Sufrió las consecuencias de integrar un equipo derrotado. Sin moral. Donde acaso –paradójicamente- era la excepción. Por entereza. Por ganas. Por amor propio”, calificó la revista El Gráfico.
Victorio Casa se percibía como un futbolista muy ágil, rápido, que tenía una gambeta corta que era difícil, y que todos le querían “dar”. “Recuerdo una vez que gambetee a Perfumo (Roberto) varias veces y me dijo ‘lisiado, te voy a matar’ y me pegó una patada que me sacó de la cancha 10 minutos”, había contado el wing por izquierda.
Ya siendo El Manco Casa, jugó un año más en el Cuervo con un brazo ortopédico. Después pasó a Platense, luego jugó en Estados Unidos (Washington Whips y Washington Darts -era el jugador mejor pago de la North American Soccer League-) y terminó su carrera en Quilmes de su Mar del Plata natal en 1971. Tras el retiro, fue empleado del casino de La Feliz.
“Lo que más me dolió en toda la vida fue cuando San Lorenzo me dejó libre. Me pusieron de excusa que me daban el pase para que yo ganara más plata y lo mío no era la plata, yo había hecho mucho por el club. La hinchada me adoraba y yo los adoraba a ellos. Imaginate que vos tengas un perro al que le cortan la pata y lo tirás a la calle, es lo mismo”, lamentó quien posteriormente vistió los colores del Calamar.
El Manco creció en el barrio La Florida de Mar del Plata. A los 16 años ingresó a Deportivo Norte, del barrio La Perla de la ciudad balnearia, y dos años después se probó en San Lorenzo, club en el que jugó 72 partidos y marcó cinco goles en cuatro años.
El 12 de diciembre de 1965, en el Gasómetro, jugaban San Lorenzo y Boca. El Manco Casa convirtió en gol un centro que le tiraron y que el arquero Antonio Roma y el defensor Carmelo Simeone, del Xeneize, le reclamaron al árbitro del partido pidiendo mano del delantero Azulgrana. A lo que Casa le manifestó al juez: “Señor, ¿cómo va a ser mano? ¡Si soy manco!”. Finalmente, el referí convalidó la acción y fue gol del Ciclón. Una vez finalizado el encuentro, el atacante marplatense le había reconoció a sus compañero que le había dado "un cortito" con el muñón a la pelota.
Los históricos Carasucias fueron un equipo emblemático del Ciclón por haber tenido en su plantel varios pibes surgidos del semillero azulgrana con grandes condiciones futbolísticas que fascinaron a las cuervas y los cuervos, y a todo el fútbol argentino, en la década del 60. Narciso Doval; Fernando Areán; Roberto Telch; Ignacio Santamaría; el mecionado Veira y el propio Casa fueron algunos de aquellos jóvenes.
El entonces conocido como “Popoff” Casa debutó contra Ferro, en el Viejo Gasómetro, junto a Telch y Santamaría, el 9 de septiembre de 1962 con victoria por 3-2. El entrenador era José Ramos, pero quien los promovió fue el capitán del equipo José Sanfilippo, autor de dos goles en ese partido, y también quien los motivó antes del bautismo en Primera: “Chicos, como si fuese Tercera”, les había pedido el Nene.
Casita, como lo llamaban los amigos, fue un extremo izquierdo gambeteador que también vistió la camiseta de la Selección Argentina, dirigido por otro marplatense como José María Minella. Formó parte del plantel nacional que ganó de manera invicta la Copa de las Naciones de 1964 disputada en Brasil, en la que derrotaron al equipo del en ese momento bicampeón del mundo Pelé -más adelante tres veces a campeón del mundo-.
“Me gustaba mucho gambetear. Tendría que haber largado más la pelota, pero me gustaba y a la hinchada también, y yo hacía lo le gustaba a la hinchada”, había descripto su propio juego el Loco Casa en una entrevista con Mundo Azulgrana. Victorio Casa no vivió una vida, vivió dos. Un ejemplo de resiliencia. Un histórico de San Lorenzo de Almagro y del fútbol argentino.
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