"EL PERRO VERDE" QUE ABANDONO EL FUTBOL A LOS 24 AÑOS
FUENTE: "TyC SPORTS"
Ser realmente soberano de sus actos, tomarse la vida, llenarla. Ser muchas cosas pero siempre con la misma esencia. Ex futbolista, albañil, ex militante político, escritor, artista. Todo esto es Kurt Lutman. El fútbol construyó parte de lo que es. Hizo las inferiores en Newell's, debutó en Primera en 1994, pasó por Godoy Cruz y Huracán de Corrientes, retornó al club rosarino, hasta que a los 24 años decidió no jugar más. "En el 2000, cuando volvía de jugar contra Boca en Reserva porque estábamos separados del plantel de Primera por algunos conflictos, le dije a mi compañero Jorge Priotti que no quería jugar más. Me agarró como una especie de lucidez", aclara Lutman.
Se puede sentir hastío por algo que uno amó desde chico. La alienación aparece en la repetición. El hartazgo no tuvo que ver con el juego sino con lo periférico. "Te cuento un detalle, yo no había podido ver nunca a Los Redondos, y una vez estábamos en la concentración de Newell´s y en la televisión Crónica titula: 'Último recital de Los Redonditos', y pensé, no puede ser, me estoy perdiendo esto por el fútbol. Yo ya estaba harto, venía desarrollando la actividad de manera sistemática desde que era muy chico y casi en formato de alta competencia", recuerda este volante categoría 76 que tuvo como compañeros a Fabricio Fuentes, Diego Crosa, Leo Biagini, Germán Real.
-¿Fuiste feliz con el fútbol?
-Pasé por momentos que son muy parecidos a la felicidad. No te podría decir que fui feliz siempre o que nunca lo fui. Yo pude jugar el clásico en cancha de Central antes de retirarme y fue un momento maravilloso. Lo que había era un agotamiento más profundo, que tiene que ver con hacer siempre lo mismo. Se ve que el ser humano cuando hace algo que le gusta y lo repite hasta el hartazgo, eso hace ruido. Tampoco sé si a todos les pasa lo mismo. El fútbol está tan metido en nuestro imaginario social, provoca tanta admiración en nuestros bordes, que cuando nos queremos correr, lo primero que aparece es una primera línea de gente que nos quiere, que nos frena y nos dice "adónde vas, si estás viviendo algo maravilloso". Cuando dejé de jugar me largué como albañil, me enseñó el oficio un amigo y yo era feliz. Ahí empecé a investigar cómo era esto de lo mecánico y como hace mella en el alma.
-¿Y estás de acuerdo con la formación que recibiste en tu etapa de Inferiores?
-Lo que hay es una formación limitada, funcional a un sistema de juego y a un mecanismo que es el fútbol de alta competencia. En nuestra época nos formaban para no equivocarnos, entonces la cosa se volvía mecánica para poder ser efectivo, porque el error en el fútbol es un pecado. Entonces la improvisación comienza a quedar de lado. Yo estuve muy enojado con esa etapa de la formación y llegué a la conclusión que es una etapa que te limita mucho pero que es muy funcional para la alta competencia.
-¿Y no crees que el fútbol en Inferiores habilita prácticas que en otros ámbitos estarían vedadas, por ejemplo el funcionamiento de las pensiones?
-Sí, es verdad, se acumulan pibes en una pensión, les hacen pasar necesidades en nombre del sacrificio. Eso es una trampa porque lo que uno ve es una institución ausente. Además se vulneran derechos porque hay muchos que son menores. Hay una teoría que se asoma que tiene que ver con la meritocracia. que propone que el que no llegó es porque no se esforzó lo suficiente. El tema es cuando el sacrificio se hace algo central y el disfrute se empieza a recluir. Pareciera que en el fútbol de alto rendimiento el disfrute está emparentado con el desorden, con la falta de compromiso. Incluso se les ha caído a futbolistas como Brian Sarmiento que se reía, bailaba y eso cuando uno gana está legitimado pero cuando perdés se dice, “viste, estos son los que están de joda”.
-Por tu manera de pensar, ¿te peleaste con el entonces presidente Eduardo López?
-Me peleé pero no fui el único. Desde que asume Eduardo López lo hace de manera muy tirana, pagando los sueldos cuando él quería. Él tenía un sistema que era deber diez meses y llegado fin de año llamaba a los empleados a cobrar y les pagaba cuatro meses y les hacía firmar todos los recibos. Se quedaba con un pedazo de ese dinero. Ese mecanismo perverso los que éramos hijos de laburantes lo conocíamos de primera mano, entonces por eso había un vínculo diferente. Tenía compañeros que no compartían mi mirada pero estaban en lo cierto porque López les había mostrado un costado mucho más amable. Yo fui una parte muy chiquita de un grupo de gente que se sentía incómoda con esa forma de operar y fue quedando en el camino. Lo que pasa es que en esa época los medios de Rosario estaban ligados a López y no salía esa batalla.
-¿Eso tuvo un costo?
-Con el diario del lunes te digo que estuvo mal diseñada la pelea porque estratégicamente yo tendría que haber esperado a tener más espalda. Porque eso te autoriza y te garantiza hacer cosas que cuando sos un pibe con pocos partidos te desechan. En lo estratégico en parte me jugó en contra y a la vez fue maravilloso porque me sacó de un lugar que de algún modo yo quería salir. Viste que en el fútbol cuando a alguien no se le puede encasillar, se dice que es un perro verde
-¿Vos fuiste un perro verde?
-Era un perro verde porque cuando enfrentaba al arquero la tiraba afuera (se ríe). Pero lo raro fue que empecé a militar en un organismo de Derechos Humanos como Hijos. Había otro registro y muchas veces esa experiencia de correrse de lo estipulado se daba en el Nacional B o en lugares donde los focos no estaban.
-¿Existe un estereotipo del futbolista?
-Yo creo que hay más plasticidad, que el futbolista de hoy se movió de esos lugares. No creo que se pueda hablar de un estereotipo, creo que hay un montón de jugadores que se alejaron de la orilla y eso es maravilloso. No conozco a un futbolista que cuando se lo convoque para juntar plata para la escuela a la que fue, no esté ahí firme y de manera silenciosa. Sí siento que moverse y poner en discusión algunas cosas tiene un costo y el ejemplo es el Patón Guzmán. En el marco de la desaparición de Santiago Maldonado, cuando él llega al país para concentrar con la Selección lo hace con una remera que decía “¿Dónde está Santiago?”. Y meses después lo limpian y yo de eso me acuerdo porque lo conozco y lo quiero. Cuando alguien tiene la osadía de salirse de la cancha y poder ver qué pasa en el país y decirlo, por supuesto que tiene un costo concreto. Hay un disciplinamiento.
-¿Por qué todavía cuesta reconocer la homosexualidad en el fútbol argentino?
-Es un tema que te retrotrae a la crianza. Los pibes que están jugando ahora fueron criados hace 20 años en un hogar en donde la cultura machista estaba muy instalada. Así fuimos formados. Yo también si me encontraba en el vestuario con alguien homosexual hubiese sido uno de los primeros que lo habría fustigado. Más allá de que después uno empieza hacerse preguntas y a romper ciertas lógicas, lo que uno reproduce es lo que mamó. Incluso no creo que haya una posición tomada, lo que hay es una repetición cultural de eso que se nos enseñó y todavía no se entró en conflicto con esa idea, con la profundidad que tiene el tema. Y muchas veces no es uno el que habla sino la construcción cultural que hicieron de uno.
-¿Qué estás haciendo hoy?
-Estoy criando a mis dos hijos Juan y Francisca. Padeciendo ese salto que dan los pibes que se van a la mierda y uno queda ahí pintado. Por otro lado estoy compartiendo charlas en torno al deporte y al arte desde una perspectiva de inclusión social. Estoy caminando algunos lugares, comunas, que me convocan para poder pensar algo que está bastante en crisis, que es cómo a la edad de la primera infancia se selecciona quién juega y quién no, porque lo que se busca es la victoria. Ese paradigma que está instalado en la alta competencia se trasladó a los clubes de barrio y en lugar de habilitar a todos los pibes y las pibas para jugar, se los selecciona porque lo que impera es el ganar.
-¿Y qué te moviliza?
-Yo creo que después de la pandemia quedé como gran parte de la población con un sinsabor y con niveles de falta de deseo muy grandes. Pasé por ataques de pánico y por estados de ánimo que seguramente vivieron otros. Estoy tratando de ir a ese lugar de deseo que a veces lo encuentro y a veces no. El arte juega un papel importante porque cada vez que escribo me acerco mucho a esa fibra que me conecta con la vida.
-¿Seguís vendiendo libros en bicicleta?
-Está interrumpido porque la economía me pasó por arriba y se me hizo difícil después de que vendí todos los libros poder reeditarlos. El mango siempre fue destinado a morfar. Yo no tengo editorial, no tengo a alguien que lo haga por mí. Las reediciones las hago yo, entonces últimamente estuvo suspendido por falta de recursos. Pero lo voy a seguir haciendo.
-¿Cómo ves a Rosario en relación a lo que se habla del narcotráfico?
-Lo que sucede es la ausencia del Estado y la gran desigualdad. Entonces hay un caldo de cultivo y no solo en Rosario. Yo voy a distintas comunas y se me convoca para lo mismo, que tiene que ver con cómo hacemos para que el deporte sea una herramienta que pueda presentarse como un escenario posible en lugar de la droga. Es un problema nacional que muestra la ausencia del Estado que se cansó de repetir slogans muy sensibles, cuando en lo concreto dejó por fuera a los barrios más desprotegidos. Yo estoy muy triste con la política.
-¿Qué lectura haces del fenómeno Milei?
-A mí me da mucha pena. Hay una ausencia de un proyecto político, de quienes deberían proponer otra construcción mucho más amable y que garantice derechos. Ese proyecto se ausentó entonces lo que hay es una bronca muy grande que termina canalizando un tipo que realmente es peligroso, y ojalá que no gane porque se van a venir tiempos tremendos. Ya estamos viviendo un presente terrible pero se van a venir momentos peores. Ya prometió la eliminación del Estado y creo que el Estado es el que nos tiene que garantizar los derechos.
-A mil días de su muerte, ¿qué te provocó Maradona?
-Todos teníamos relación con Maradona porque él se encargaba que eso sucediera. Él creaba vínculos aun con la gente que no lo había visto nunca. Yo la parte que más rescato de Diego es la del enfermero. Para mí era un enfermero que se encargó de poder sanar un pedacito de la profunda herida que tiene este pueblo y de demorarle la muerte. Hay un testimonio que a mí me impactó mucho cuando él murió. En la cancha de Argentinos le hacen un reportaje a un muchacho que estaba doblado por el dolor y ante la pregunta contesta: “Yo te voy a contar qué fue para mí Maradona. Nosotros en el 86 no teníamos qué comer;vivíamos en una pieza mi compañera, mis hijos y yo. Salíamos a cartonear, a veces comíamos y a veces pasábamos de largo. Cuando salimos campeones del mundo, la alegría fue tan grande que nosotros pudimos aguantar ese hambre un tiempo más". En definitiva lo que el tipo decía es que Diego lo que hizo fue demorarnos la muerte. Y esa parte es la que más me conmueve de Maradona.
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