miércoles, 5 de julio de 2023

RECUERDOS QUE SIEMPRE QUEDARAN EN LA RETINA

EL DIA QUE MARADONA ERA PRESENTADO EN EL NAPOLI

FUENTE: "EL GRAFICO"




Si hace falta un ejemplo, esta frase lo dice todo:

Maradona, ere el Carlos Gardel de la pelota

Tal cual. "Ere", sin la ese final. La enorme bandera con los colores del Napoli (celeste fuerte con letras blancas) pendía de la bandeja superior del estadio San Paolo, mientras la barra de Forcella —uno de los barrios de Nápoles— gritaba "¡Diego! ¡Diego!" al compás de cien tamboriles.

¡Vamos, Maradona, todavía!

Enfrente, en la otra cabecera, otra enorme insignia identificatoria de "La barra de Posillipo", que lidera el argentino José Alberti, le arrimaba a Diego la frase de estímulo que parecía provenir de cualquier barrio de Buenos Aires.

Maradona pensaci tu se non succede mo'non succede chiu.

L'Argentina tua sta aca, non potinmo chiu aspetta.

Es una cuarteta del "Himno a Maradona" que los altavoces repiten una y otra vez. Algo así como una plegaria para que Maradona cumpla el milagro de hacerle ganar al Napoli su primer campeonato de la Serie "A": "MARADONA OCUPATE VOS/ SI NO SUCEDE AHORA NO SUCEDERA MAS/ LA ARGENTINA TUYA ESTA AQUI/ NO PODEMOS ESPERAR MAS". De pronto, calla el "Himno" y los altavoces derraman los compases de Choclo", ahora adaptado a una letra litúrgica (el "Tango a Maradona") con la que Nápoles quiere meterse debajo de la piel del nuevo ídolo y ganarle el corazón.

Cierro los ojos. No, no estoy en Buenos Aires. Y este estadio ni se asoma al Riachuelo, ni tiene a sus espaldas el enorme río color terracota, ni se yergue sobre las chimeneas laburantas de Avellaneda. Esta es Nápoles, es el estadio San Paolo. Nápoles, la del Vesubio y del mar transparente, por veinticuatro horas —gracias a Diego Maradona— vestida "a la Argentina".

Hay un relámpago en mi mente. Y re-paso todas las claves descifratorias que nos han hecho a nosotros, argentinos, un poco napolitanos: la inmigración cuyos barcos partían del puerto de Nápoles, los sainetes de Vaccarezza heredados de la vieja "sceneggiata" napolitana, la lúgubre filosofía existencial de Discépolo, la mitología maleva (¿cuántos saben en la Argentina, por ejemplo, que nuestro "guapo¨ es una institución de rancia estirpe napolitana?), el aporte al lunfardo. Y. sobre todo, esta incapacidad tan propia de nosotros para los términos medios que constituye uno de los aspectos menos equilibrados de nuestra idiosincrasia: amamos frenéticamente u odiamos con enfermiza pasión. Sin términos medios. Pasando de uno al otro extremo con irracional facilidad. Es ahí donde nuestros ancestros napolitanos suelen hacernos la zacandilla.

Amor u odio. Hoy, amor. Capaz de todo. Como el de este Gennaro Espósito (120 kilos de peso. desocupado), que el viernes pasado, al enterarse de que el Barcelona no quería vender a Maradona, y después de haber intentado con otros "tifosi" tomar por asalto el consulado es-pañol en Nápoles, se encadenó a las rejas del San Paolo. "estampita de Diego en mano, jurando no soltarse hasta que el pase no se concretase.

Lo imagino a Gennaro allá arriba, envuelto en una bandera de su Napoli idolatrado, rimando el nombre de Diego, como aquel Vittorio Gassman que en un filme de Dino Risi encarnaba al "tifoso" de este club increíble.

Una ovación que me daña los oídos me saca de mis pensamientos. Allí está. emergiendo por el túnel. Diego Armando Maradona. Sonriente, pero sin poder di-simular su emoción. Una bufanda con los colores del Napoli al cuello, una remera celeste, zapatillas albiazules. El San Paolo tiembla hasta los cimientos. Y la explosión, seguramente, agita incluso las quietas aguas del golfo, algunos kilómetros más allá.

Una explosión que sella el comienzo de una historia de amor: la de los napolitanos y de Maradona.

Nápoles, acá estoy...  

Diego había llegado a Italia el día anterior, en el vuelo AZ 357 de Aldaba que une Barcelona con Roma. No había querido viajar por Iberia, como homenaje a la empresa aérea estatal del país donde jugará. Ocupó, con Jorge Cyterszpiler a su lado, el asiento "K" de la fila 4 del Boeing "Cittá di Aquileia". El comandante Antonio Ussai lo invitó a pasar a la cabina de control. "Maradona sufrió una breve turbación cuando avistamos la isla de Cerdeña y le dije que estaba viendo el país que lo estaba esperando", cuenta ahora Ussai. De vuelta a su puesto, comió langosta. Y apenas bebió un sorbo del espumante italiano abierto en su honor.

En el aeropuerto de Barcelona, había dicho las últimas palabras de fuego contra los dirigentes del club catalán:

"Son los peores del mundo. . . Llegaron incluso a decir que no tengo un centavo, yo que podría prestarle plata a ellos". Pero esa bronca contenida se había borrado de su cara cuando el Boeing inició la maniobra de aproximación hacia el aeropuerto de Fiumicino, donde tocó tierra, puntual. a las 14.05 horas del miércoles 4 de julio de 1984.

Las instrucciones de los dirigentes del Napoli habían sido precisas. Y la mayor parte de los periodistas y fotógrafos que querían tener acceso al área restringida se quedaron afuera. Sólo seis de ellos pudieron llegar hasta el pie de la escalerilla, por donde Diego bajó a las 14.30. Lo esperaban tres automóviles con chapa de Caserta. una ciudad cercana a Nápoles: un BMW blanco, un Volvo metalizado, un Range Rover. Doscientos policías rodeaban al avión. Para Maradona. ni control de pasaporte ni control aduanero alguno: "No se había producido nunca algo así. es el mecanismo destinado a los reyes y a los jefes de Estado". comentaba después un empleado del aeropuerto.

AI margen del contrato  que liga a Maradona con el Napoli por los próximos cuatro años (800.000 dólares por temporada), hay ocho cláusulas particulares entre el club y el jugador. Se trata de un anexo con todo aquello que el Napoli debe garantizar a Diego. Son éstas:

1) Maradona recibirá el 15 por ciento de los 13.000 millones de liras que Ferlaino pagó por su pase (o sea alrededor de 1.700 millones de liras. equivalentes a un millón de dólares).

2) A Maradona le destinarán una villa con piscina sobre el mar.

3) El Napoli entregara a Jorge Cyterszpiler una casa

4) El Napoli pondrá a disposición del jugador dos automóviles (en Barcelona tenía cinco).

5) Por cada partido amistoso que el Napoli realice con la presencia de Maradona. al jugador le corresponderá el 25% de lo pactado.

6) El Napoli concederá a Maradona diez pasajes aéreos Nápoles-Buenos Aires-Nápoles

7) Los premios por partido serán dobles.

8) Los ingresos publicitarios se dividirán así: por la 3 fotografías colectivas del equipo irán directamente al Napoli: si Maradona viste la camiseta del equipo, el jugador se llevará el 50% y otro 50% el club; si Mara dona apareciera vestido con ropas civiles, se llevara el 80% y el Nápoli el 20%

"Quiero ser el ídolo de los pibes pobres..."

Antes de meterse en el Range Rover con Cyterszpiler, Maradona aceptó hablar con los periodistas:

"Quiero convertirme en el ídolo de los pibes pobres de Nápoles, que son como era yo cuando vivía en Buenos Aires", dice serio y concentrado. No omite nuevos y durísimos juicios contra los dirigentes del Barcelona: "Son como la peste, hay que vacunarse contra ellos, pero ya se van a arrepentir por haberme hecho lo que me hicieron-. Y vuelve a rebatir que no es cierto, que no está en crisis económica: "Son rumores falsos, me acusan de ser rico, pero mi mente es pobre, porque quedó la misma que tenía años atrás, cuando jugaba por las calles de Buenos Aires. Con un colofón: "Soy rico, pero de espíritu".

Pocos minutos después, la caravana dejó el aeropuerto por un portón reservado. A las 16.00 horas ya estaba viajando por la autopista "A 2" rumbo a Nápoles, con el BMW a sus espaldas que llevaba a los dirigentes Antonio Tagliamonte y Enrico lsaia.

Hacía calor, un calor pegajoso "a la napolitana". Las calles estaban desiertas. Destino: el estadio San Paolo, para el primer control médico. Cuentan que Diego Pidió que le dejasen pisar el césped y que Permaneció mudo por algunos minutos, contemplando el estadio desierto y silencioso. Sólo algunos "tifosi" se habían dado cuenta de que estaba allí. Y, otra vez Por una salida secundaria, el Range Rover que huye y se dirige al puerto, donde están los aliscafos que llevan a la isla de Capri. Allí fue recogido por el yate Silfra II", del dirigente Tagliamonte, un neo hombre de negocios. Ya en Capri, en otro automóvil. Maradona fue llevado al restaurante "La Capannina", que estaba cerrado, y después al "Quisisana", donde comió tortellini con crema. Pasada la medianoche, embarcó nuevamente en el "Silfra II" que puso proa a Nápoles. Poco antes de las dos de la madrugada, Diego se desplomaba, exhausto pero feliz, en una cama de la habitación 212 del hotel Excelsior.

Jueves 5 de julio de 1984. Lo despertaron temprano, á las 08.30 horas. Diego desayunó (junto al infaltable Jorge Cyterszpiler) café con leche, medialunas y jugo de frutas.

Ahora, en una "mini", lo llevaron a una clínica situada en via Manzoni, en el centro de Nápoles. Allí lo sometieron a una segunda revisión médica, radiografiándole las piernas, extrayéndole sangre para ser analizada y haciéndole una radioscopia de tórax. Poco antes del mediodía, y ante el asedio de los cronistas que amenazaban con voltear la puerta de la clínica, Diego fue sacado por una puerta secreta llamada "de los adioses", pues por allí salen los difuntos.

Mientras tanto, ya Nápoles estaba vestida de fiesta. Centenares de chicos (los famosos "scugnizzos") invadieron la céntrica via Roma con la cara de Diego sobre el pecho, estampada en las reme-ras color celeste. De las casas de música, de los puestos callejeros, se alzan los compases de "El Choclo" con la letra del "Tango a Maradona". Explotan cohetes, cañitas voladoras, petardos de todo tipo. Los vendedores ambulantes ofrecen tambores para ir al estadio ("O'tamburiello e'Maradona") y gorros con la leyenda "Diego, tu sei 'na cosa grande". Hay un enorme cartelón que quiere expresar en un fatigoso castellano su agradecimiento: "Bienvenido, Diego". Sí, "bienvenido". Muchos se preguntan si ya habrá llegado a Pompeya Carmelo Buttafuoco, el "ti-foso" que salió el día antes, descalzo y con un burro, que es el símbolo del Napoli, para agradecer a la virgen haber permitido la compra de Maradona. Cincuenta kilómetros sobre el asfalto quemante, pero con el corazón encendido de agradecimiento.

A las 13.30, Maradona, Cyterszpiler y los dirigentes Tagliamonte y Celentano estaban almorzando (langosta asada en manteca) en "La Sibilia", una trattoria de Pozzuoli. "Estoy cansado pero muy contento de estar entre ustedes". diría Diego a los pocos periodistas que le habían se-guido el rastro. Dos horas después llegaba al estadio, donde fue presentado privadamente a cada uno de los dirigentes. El presidente Corrado Ferlaino sintetizó el pensamiento de todos "Hoy comienza un ciclo, estamos cansados de pelear por no irnos al descenso. Nápoles se merece de una buena vez un título de campeón, por eso trajimos a Maradona. . . –

Puntualmente, a las 17.30, comenzó la conferencia de prensa. Estaban presentes 242 periodistas y fotógrafos de todo el mundo. Una ráfaga de preguntas obvias lo ametrallaron, mientras Maradona no cesaba de acariciar una pequeña estatuilla que le había regalado el escultor napolitano Genaro Sguro. Nada original ni novedoso, hasta que Alain Chaillon, de la televisión francesa, interrogó: "Quisiera saber si usted conoce que en Nápoles está la Camorra y que también está presente en el fútbol..."

Diego palideció por un instante. Era una pregunta fuera de libreto. La respuesta vino de Ferlaino. Colérico, enfurecido, el presidente se puso de pie: "Su pregunta es ofensiva, me mortifica. Le ruego que se vaya de acá. . ." Chaillon no se movió. Y entonces Ferlaino gritó: "Bien, entonces yo lo expulso como presidente del Napoli, ¡afueral..." A Chaillon no le quedó otro remedio que irse, antes de que el servicio de orden, con poca delicadeza, lo pusiese de patitas fuera del salón. Lo que siguió no interesó más a nadie. Se estaba a minutos no más del plato fuerte a pocos metros de allí, en el estadio repleto.

A las 18.25, Diego pisó la gramilla. La tierra pareció abrirse por esa ovación interminable. De las tribunas aterrizaba una histeria incontenible: cohetes, claveles blancos y azules, papelitos multicolores. Diego empezó a dar una especie de vuelta olímpica, saludando a las tribunas y tirándoles besitos. Nápoles estaba a sus pies. Terminado el giro, encaró hacia el centro del campo, donde había una enorme bandera del Napoli. Allí tomó el micrófono y dijo, en italiano: "Buenas tardes, napolitanos. Estoy muy feliz de encontrarme entre ustedes". Alguien le tiró una pelota que Diego —luego de lucirse haciendo jueguito— pateó bien lejos, de voleo como una ofrenda al público. Y el estadio San Paolo rugió. Con un rugido que parecía provenir de miles y miles de leones enjaulados.

En ese momento, una corona simbólica había sido colocada sobre las sienes de Maradona, consagrado el rey de Nápoles.

A Diego lo esperan en Nápoles para la concentración que se iniciará el próximo 25 de julio. Hubiera deseado algunos días más de descanso en la Argentina, pues ha estado muchos días bajo presión, pero el técnico Marchesi lo quiere para esa fecha.

Además, deberá solucionar algunos aspectos logísticos de importancia. Por ejemplo, dónde vivirán él y sus acompañantes. Según parece, la Villa Chieffi, que está en el barrio de Posillipo asomada al mar y que en tiempos pasados era residencia estival de la casa real de Saboya, es demasiado chica para las necesidades de Maradona. Quizá su morada definitiva sea la Villa Ema, que en otras épocas perteneciera al conde Baracca, un castillo paradisíaco levantado en medio de un parque de ensueño.

Esta y otras cuestiones las deberá resolver Diego a su regreso a Italia, dentro de quince días, cuando ya habrá pasado la conmocionante euforia inicial y el fútbol, con su verdad inapelable, se prepare para reencontrarse con su magia...

BRUNO PASSARELLI (Corresponsal en Italia) /Fotos: STEFANO MONTESI (Enviados especiales a Nápoles)

Hay coincidencias increíbles: el Jumbo de Alitalia que me llevaba a Roma, en el vuelo AZ 577, aterrizó en Fiumicino apenas media hora antes del avión que, desde Barcelona, traía a Italia a Diego Armando Maradona como flamante jugador del Napoli. Los periodistas italianos —entre los que sigo contando con muchos amigos— creyeron entonces que todo obedecía a un plan preestablecido para encontrarme con Diego en el aeropuerto romano.

Pero se llevaron una gran desilusión: mi viaje a Italia fue por un asunto de negocios, aunque confieso que me hubiera gustado muchísimo asistir a la fiesta en el estadio San Paolo. Lamentablemente, no pudo ser. Los dirigentes del Napoli no me habían invitado. Y cuando lo hicieron, yo ya estaba lejos, ocupado con mis cosas, por lo que me resultaba imposible llegar a tiempo.

Diego ahora está en Buenos Aires y no tengo ninguna duda de que, en más de una ocasión, habrá recordado lo que le dije tantas veces: "El público de Nápoles es fantástico, no hay nada igual en el mundo...". Y reconocerá que tenía razón. Porque, aun sin haber estado, no tengo que esforzarme mucho para imaginar lo que fue esa fiesta. Los napolitanos son así: abren el corazón de par en par y entregan todo sin escatimar absolutamente nada. No hay otros hinchas como ellos en ninguna parte.

Como era previsible, desde que estoy en Italia, no cesan de preguntarme sobre Diego y de hacer comparaciones entre él y yo, olvidando que los parangones no tienen mucho sentido en el fútbol, sobre todo con casi veinte años de diferencia. Basta recordar algo: Diego iba a llegar en helicóptero; yo, en 1965, puse los pies en la estación ferroviaria de Mergellina…

Me hubiera gustado encontrarme con mi viejo amigo Franco Janich, quien en 1975 era el director deportivo del Napoli. Fue en los tiempos en que yo entrenaba a River Plate. En la canchita auxiliar, en un día de práctica, vi un partido entre las séptimas de River y de Argentinos Juniors. Hubo un pibe que me deslumbró: no tenía todavía 15 años, pero hacía cualquier cosa con la pelota. Cuando lo encontré a Janich, le dije: "Compren enseguida a ese chico, va a ser un fenómeno". Claro, en Italia las fronteras estaban cerradas a los extranjeros, pero a Janich le di la solución: hacer jugar al pibe en otro país (recuerdo que le hablé de Bélgica), reteniendo obviamente la propiedad, hasta que el impedimento se terminara. Después no pasó nada, no sé por qué. Ni hace falta que diga que ese mocoso era Diego Maradona.

En los años siguientes, una y otra vez, hablé en Italia con la gente amiga sobre quien sería indudablemente un enorme talento futbolístico. Se lo mencioné al abogado Gianni Agnelli antes del Mundial de 1978, y creo que Agnelli —un hombre que tiene gran olfato futbolístico— se lo indicó a mi amigo Boniperti, presidente de Juventus, pero Giampiero no inició ninguna gestión. Cuando quiso hacerlo, en junio de 1980, viajando jun-tos de incógnito a Buenos Aires, era demasiado tarde: ya estaba en marcha la negociación que lo llevaría al Barcelona.

En el Napoli, Maradona va a vivir una aventura digna de una fábula. Va a encontrar el calor, el afecto y la protección que, según dice, le faltaron siempre en el Barcelona. Pero debe corresponder, y estoy seguro de que lo hará, entregándose entero, en cuerpo y alma, al club y a la ciudad que está detrás. Algo así como ser digno de los napolitanos, quienes ya han demostrado su seriedad no sólo por el modo tenaz y profesional con que manejaron la negociación, sino también reforzando considerablemente el equipo para que sea fuerte y competitivo.

Al Napoli llegan dos delanteros ideales para complementarse con Diego: Bertoni y Penzo, un muchacho que jugó el año pasado en Juventus y que la mete siempre adentro, aun con sus límites técnicos. A mí me hace acordar a veces a Luisito Artime. Además, compró a Salvatore Bagni, un mediocampista de marca y lucha, que viene del Inter y es titular en la actual Selección de Enzo Bearzot. A ellos se les van a sumar quienes han quedado del equipo del año pasado: el arquero Castellini, Marino, Ferrario (un stopper grandote y muy fuerte), Bruscolotti... En síntesis, el Napoli tiene todo para armar un conjunto combativo y de personalidad en el que Diego tendrá toda la libertad que necesita para imponer su talento. También me gustó mucho lo que dijo el técnico Rino Marchesi: "¿Cómo voy a hacer jugar a Maradona? Como él quiera. . . ¿O voy a ser tan tonto de indicarle yo a un genio como Diego lo que tiene que hacer en la cancha?".

Y ahora, con relación a España, Diego tendrá una gran ventaja: en Italia se juega fuerte, pero los defensores son más nobles, más leales, van siempre de frente. Claro está, no le van a dar espacio, tendrá siempre uno o dos contrarios siguiéndolo por toda la cancha. Ya se vio lo que pasó en el Mundial de España cuando lo marcó Gentile. Y acá se me ocurre que tenía razón Agnelli, que es un gran entendedor de fútbol, cuando dijo que Maradona muestra un defecto: "No sabe ser en la cancha malo como era Sivori".

Diego soporta demasiado el rigor de los contrarios, se resigna a los golpes. Y después, cuando reacciona, lo hace infantilmente, sin lo que en Italia llaman "furberia", y que no tiene en español una traducción exacta. Entonces sucede lo que le pasó en el partido contra Brasil del Mundial '82: le pega una patada en el estómago a Batista y lo expulsan. Cuidado... no es que critico su reacción. En lo que no estoy de acuerdo es en la forma. También vale el ejemplo de todo lo que le hizo Gentile en Barcelona: conmigo, estoy seguro, las cosas no habrían funcionado igual. . . Así como él me podía hacer de todos los colores, yo me habría sacado más de un gusto. Y lo mismo habría hecho Pelé, que era un fenómeno, pero en la cancha se las sabía todas, recurría a cualquier artimaña y, si era necesario, respondía golpe por golpe. Con Pelé nos enfrentamos tres veces y siempre se produjo algún corto circuito: ninguno de los dos nos achicábamos en los topetazos ni un milímetro.

Si Maradona aprende esto, o sea ser más "furbo", puede tener en Italia una trayectoria fenomenal. Es uno que lucha siempre, que no se rinde, que no acepta perder por nada del mundo. Eso es lo que los napolitanos quieren. Y con su zurda hace lo que quiere.

El Napoli, comprándolo, ha hecho un negocio gigantesco: no sólo porque con los abonos del próximo Campeonato ya pagará práctica-mente los siete millones del pase, sino porque Diego no tiene todavía 24 años. Basta echar una ojeada a los otros extranjeros que terminan de llegar a Italia: Rummenigge va a cumplir 29 años, y Sócrates tiene 30. De los que ya están, Zico tiene 31; Platini, 29; Falcao, 30... Diego recién cumple los 24 el próximo 30 de octubre. Es decir que se trata de una inversión que puede tener para el Napoli un rédito fabuloso, económico y deportivo.

El próximo Campeonato Italiano va a ser apasionante con tantas estrellas. Y estoy seguro que el Napoli —mi Napoli—, con Diego, va a estar peleando bien arriba, como gran protagonista. Diego, el que yo conozco, no el del Barcelona, no va a de-fraudar en Italia. Tiene demasiado amor propio y unas ganas enormes de demostrar que esos 80.000 napolitanos que se dieron cita en el San Paolo no se equivocaron al depositar en él su confianza incondicional.

ENRIQUE OMAR SIVORI

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