miércoles, 29 de septiembre de 2021

GRANDES FIGURAS PARA RECORDAR

GEORGE HAGI EL MARADONA DE LOS CARPATOS 

FUENTE: KODRO MAGAZINE 

Gheorghe Hagi, más conocido como Gica Hagi o «El Maradona de los Cárpatos», es considerado el mejor futbolista rumano de todos los tiempos y uno de los mejores centrocampistas ofensivos europeos de los años 80 y 90. Tenía una izquierda prodigiosa, un auténtico cañón especialmente efectivo a balón parado, con una gran habilidad en el regate, y un atuendo inconfundible con sus inseparables tobilleras blancas, que causaron auténticos estragos en los niños futbolistas de los años 90.




Gheorghe Hagi, nacido en Săcele (Constanţa) el 5 de febrero de 1965, inició su carrera profesional en 1982, jugando para el FC Farul Constanţa hasta 18 partidos, anotando 7 goles. Sus sorprendentes tardes de gloria le permitieron debutar con la selección rumana absoluta en 1983, a los 18 años, enfrentando a Noruega, en un partido celebrado en Oslo, y hasta disputar el año siguiente la Eurocopa de Francia.

En 1983 firmó por el Sportul Studenţesc de Bucarest, donde fue captado por uno de los hijos del dictador Ceaușescu, que ejercía como patrón del club. Allí mostró su gran potencial futbolístico, anotando 53 goles en 92 partidos de liga. En el Sportul podía permitirse continuar con sus estudios de ciencias económicas. En un partido decisivo ante el Dinamo de Bucarest, llegó a marcar 4 goles y llevó al modesto Sportul a la segunda plaza de la temporada 1984-1985 por primera y última vez en la historia. En 1985 y 1986, se proclamó máximo goleador de la liga rumana, con 20 y 31 goles respectivamente.


En el invierno de 1987, se produjo su traspaso al Steaua de Bucarest, antes de que el equipo jugase la Supercopa de Europa 1986. En principio, el contrato era por un solo partido, pero, tras marcar el gol de la victoria en la final contra el Dynamo de Kiev, hizo que el equipo no quisiese devolverlo al Sportul Studenţesc, así que le renovaron el contrato por unos años, bajo el consentimiento del clan dictatorial de los Ceaușescu. Durante su etapa en el Steaua de Bucarest (1987-1990), jugó 97 partidos y marcó 76 goles.

En 1988, llegó a las semifinales de la Copa de Europa, siendo el máximo goleador de aquella edición, y a la final al año siguiente, siendo el campeón de la Liga Rumana en 1987, 1988 y 1989 y ganando también la Copa de Rumania en esos mismos tres años. En 1989, es declarado segundo mejor jugador de la Copa de Europa (solo por detrás de Van Basten) y segundo mejor jugador joven de Europa en el premio BRAVO de la revista italiana Guerin Sportivo (el primero fue Maldini). De este modo, el Steaua se convirtió en un equipo respetado en Europa, e invicto y temible en Rumanía. Gică Hagi fue la cabeza visible del que aún hoy día es considerado el mejor equipo rumano de la historia. La derrota que sufrió en la final de la Copa de Europa de 1989, ante el AC Milan, por 4-0, fue imborrable para un Hagi acostumbrado a ganar por aquel entonces.

Llegaron ofertas de Italia, la liga más importante de Europa en aquel momento, y los gigantes de la Serie A, el Juventus y el AC Milan, parecían disputarse sus servicios. Pero Hagi no iba a ninguna parte. Con la Securitate, una de las policías secretas más conocidas del bloque comunista, fue una decisión fácil. Las repercusiones podrían haber sido graves: «Cada vez que iba a Occidente a jugar partidos fuera de casa, recibía ofertas», dijo Hagi. «Me habría encantado medirme con jugadores de Occidente. Habría sido fácil para mí desertar, pero no quise hacerlo. Probablemente no habría vuelto a ver a mi familia».

A cambio de su lealtad, Hagi recibió regalos del hijo del presidente Nicolae Ceaușescu. Un Mercedes con chófer y un chalet con piscina fueron solamente dos de las prebendas que le permitieron sentirse más igual que los demás. Para Hagi, como para tantos rumanos, se abrió un nuevo mundo con la caída del gobierno comunista de Ceaușescu. Nadie podía prohibirle salir del país en busca de una vida mejor. Después de representar a su país en la Copa del Mundo de 1990 en Italia, fue transferido al Real Madrid. Con 25 años y en la plenitud de su carrera, Hagi parecía haber encontrado un escenario propicio para mostrar su talento y cumplir su deseo de medirse con los mejores de Occidente.

Pero al entrar en el vestuario del Real Madrid, Hagi no pudo mantener la irreverencia chulesca que había cultivado en su juventud. Años de ser el pez más grande en el pequeño estanque rumano, aislado de las «verdaderas» estrellas del fútbol occidental, le habían generado un complejo de inferioridad que le hacía temblar ante personalidades de fama mundial como Emilio Butragueño y Hugo Sánchez. «He fracasado», dice Hagi. «Ante todas esas superestrellas, casi me cago en los pantalones».

Después de marcar unos míseros 15 goles en 64 partidos disputados a lo largo de dos temporadas, se encontró sentado entre ancianos jubilados a orillas del lago de Garda, en Italia, recién fichado por el Brescia, preguntándose qué había salido mal. El 20 de marzo de 1994, tres meses antes del primer partido de Rumanía en Estados Unidos 94, se alineó en Wembley ante 17.000 espectadores para disputar la final de la Copa Anglo-Italiana contra un equipo del Notts County en el que figuraban tipos con apellidos como Cherry, Draper y Legg. La redención debía parecer muy lejana.

Finalmente esa temporada consiguió el ascenso con el Brescia a la Serie A, para posteriormente volver a descender antes de disputar el Mundial. En su corta trayectoria en Italia solamente pudo sumar 31 partidos y 9 goles.

Rumanía, que se había colado en la Copa del Mundo de 1994 gracias a un penalti fallado por Paul Bodin que ha quedado grabado en la memoria de los aficionados galeses, no estaba llamada a hacer un buen papel. Su grupo incluía al país anfitrión, Estados Unidos, a una potente Suiza y a una Colombia que había completado una goleada a domicilio contra Argentina (5-0) que marcó una época en su camino hacia la clasificación.

La selección rumana logró clasificarse como primera de grupo y se midió en octavos de final a Argentina, el 3 de julio en el Rose Bowl. Los europeos vencieron 3-2 a los sudamericanos con dos goles de Ilie Dumitrescu y uno de Gheorghe Hagi. El 10 de julio se enfrentaron en cuartos de final a la selección de Suecia en el Stanford Stadium. El partido finalizó empate a dos goles tras disputar la prórroga y Florin Răducioiu anotó los dos goles de los rumanos. En la tanda de penaltis, Suecia (tercera en el podio final de la Copa del Mundo) venció por 4–5 tras el fallo final de Miodrag Belodedici y el gol de Henrik Larsson. Con este resultado, 6º, la selección de Rumania logró su mejor puesto en una Copa del Mundo. Gica Hagi fue el jugador más destacado de Rumanía, lo que le valió su traspaso al FC Barcelona de Johan Cruyff.

La marcha de Michael Laudrup al final de la temporada 1993-1994 permitió la incorporación de un nuevo jugador extranjero en la plantilla. La Supercopa de España contra el Zaragoza, de la temporada 1994-1995, fue su carta de presentación. Debutó en la ida en la Romareda con victoria del Barça por 0 a 2. A pesar de que los aragoneses se impusieron en el Camp Nou por 4 a 5, el título se quedó en Barcelona.

Después de dos temporadas en el club, las dos últimas con Johan Cruyff en el banquillo, con 7 goles en 35 partidos, fichó en 1996 por el Galatasaray de la liga turca. Allí jugó durante cinco años, consiguiendo una Copa de la UEFA como título más destacado, y sus mejores registros fuera de Rumanía con 55 goles en 132 partidos.

En la Copa Mundial de Fútbol de Francia de 1998, Rumanía salió primera de su grupo, después de ganar los partidos frente a Colombia (1-0) e Inglaterra (2-1) en el último minuto; luego empató 1-1 frente a Túnez. Hagi seguía siendo la clave del equipo, ya no tan explosivo como en el mundial anterior, pero siempre cerebral y preciso. Rumanía llegó a octavos de final, pero fue eliminada 1-0 por Croacia con un penalti de Šuker.

Tras el mundial, Hagi decidió retirarse de la selección, aunque luego volvió para disputar la Eurocopa del 2000. Más tarde, con 35 años, terminó su carrera deportiva. Hagi jugó, en total, con la selección de su país en 3 Mundiales de Fútbol (Italia, EE. UU. y Francia). También disputó 3 Eurocopas (Francia, Inglaterra y Bélgica y Países Bajos 2000). El mundial del 94 fue, por primera vez, capitán de su país; llevó el brazalete hasta que se retiró. Disputó con la selección 125 partidos y marcó 35 goles, siendo el máximo goleador rumano de la historia.

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