CARLOS TIMOTEO GRIGUOL
CADENA 3
CARLOS TIMOTEO GRIGUOL dejó una profunda huella en nuestro fútbol que va más allá de su exitosa trayectoria como respetable futbolista y prestigioso director técnico.
El Viejo era un sabio maestro de la vida. Simple, modesto, generoso, solidario, estudioso, divertido, docente full time, Carlos Griguol siempre tuvo una visión superadora, por encima del fútbol, de la pelota y de los resultados.
Nunca perdió la tonada, pese a que se fue a los 19 años, ni la chispa cordobesa, ni el DNI made in Las Palmas, su barrio.
“Timo” fue uno de los más admirables y entrañables personajes que nos regaló el fútbol.
A sus jugadores no sólo les hablaba de táctica y de fútbol, los mandaba a terminar el secundario o a hacer cursos, les recomendaba como invertir: siempre primero la casa y después el auto.
El viejo Maestro solía ironizar, a aquellos jugadores que querían comprarse un auto antes que un departamento les decía que era muy difícil invitar a un amigo a pasar al baño del coche.
Timoteo se interesaba por los problemas y por el bienestar de las familias de sus dirigidos.
Para Griguol, la mayor alegría era ver a sus jugadores encaminados en la vida.
Los educaba a nivel social, les enseñaba a estar presentables, les exigía el respetuoso hábito de decir “buen día”, “muchas gracias” y “por favor”.
Sus planteles asumían como un compromiso social ineludible visitar periódicamente hospitales y cárceles.
Orden, respeto, disciplina, no exento de alegría y optimismo eran los valores que el viejo Maestro pregonaba en cada lugar donde dirigió.
Para saber manejarse ante la prensa, les daba un grabador a los jugadores y entre ellos se hacían reportajes para practicar.
Por cada club que pasó propició una transformación que los hizo mejores.
Personalmente se involucraba para que a los chicos de las inferiores no les faltara nada, para que el campo de juego estuviera impecable, para que los predios estuvieran perfectos, para que no faltaran pelotas para entrenar, para unir a los grupos hacía fiestas donde todos se disfrazaban, subastaba camisetas u organizaba cenas para recaudar fondos para el club, o para determinadas subcomisiones u obras.
Al final de cada práctica personalmente colaboraba para reunir las pelotas y los elementos utilizados.
Sus equipos eran sólidos, inteligentes, armados de atrás hacia adelante, tácticamente impecables, intensos, solidarios trabajaban las pelotas paradas, eran combativos y punzantes.
Sus detractores decían que “Timo” era un técnico defensivo.
Su obra máxima fue el Ferro de comienzos de los ‘80, campeón en el ‘82 y en el ‘84, el primero en forma invicta.
Su jugador fetiche fue Alberto “el Beto” Márcico, un talento al que pulió desde los 19 años, en el inicio de su carrera en Ferro y al que disfrutó en Gimnasia cuando comenzaba a despedirse.
En Rosario Central, en Gimnasia y en Ferro lo adoran, incluso la entidad de Caballito le erigió una estatua y en el “Lobo” platense lo declararon socio honorario.
Carlos Timoteo Griguol fue más cordobés que La Cañada, nació en la “Docta” un 4 de septiembre de 1934.
Hijo de Mafalda y de Carlos, Timoteo era el único varón entre dos hermanas.
Sus padres eran quinteros y cultivaban papas, acelga, zanahorias, se levantaban a las 5 de la mañana y trabajaban hasta la noche.
Durante su niñez, el cordobés estudió en un colegio de curas salesianos. Timoteo iba a misa por la mañana y jugaba a la pelota por la tarde. Allí nació el futbolista.
A los 12 años empezó a trabajar junto a sus padres en el campo, de sol a sol, allí aprendió lo que significa el esfuerzo y la honestidad.
Allí nació el profesional serio y el hombre de bien.
A los 14 años fue campeón en Córdoba con el club de su barrio y de sus amores: Las Palmas.
A los 19 años llegó a Buenos Aires citado para probarse en Atlanta.
Era un 5 metedor, de gran estado físico, inteligente, un volante de quite y distribución, que se la bancaba contra todos y que no se privaba de voltear algún muñeco habilidoso, cuando era necesario.
En Atlanta, siendo futbolista, se enamoró de Betty, su esposa de toda la vida. Ella jugaba al básquetbol en la institución de Villa Crespo. Del matrimonio nacieron cuatro hijas mujeres.
Dicen que las únicas personas que tienen el poder de sacar a Griguol por unos minutos del fútbol son sus nietos.
Durante su carrera como futbolista entre los años 1956 y 1969 actuó en 392 partidos (entre primera división, Copa Suecia y Copa Argentina) y convirtió 32 goles.
Debutó profesionalmente en Atlanta y allí logró ganar su primer título como jugador profesional: la Copa Suecia de 1958.
En 1959, fue parte del plantel de la Selección Argentina que conquistó el Campeonato Sudamericano.
Al finalizar su carrera comenzó a trabajar en las divisiones inferiores del club rosarino.
En primera comenzó dirigiendo Rosario Central en el año 1971 en forma interina.
Sobre mediados del Metropolitano de 1973 tomó el cargo de entrenador principal (reemplazando a Ángel Tulio Zof) y se mantuvo en el mismo en un exitoso período que se extendió hasta 1975.
Con Central ganó el Torneo Nacional de 1973, su primer título como entrenador, con sólo 37 años de edad.
A ese equipo, se lo conoció como “Los Picapiedras”, debido al juego rústico -según sus críticos- pero efectivo que empleaba.
El equipo base del ‘73 formaba con Biasutto; Jorge González, Daniel Killer, Pascutini y Mario Killer; Cai Aimar, Eduardo Solari y Poy; Bóveda, Cabral y Aricó.
En el ‘74 Central compró a Mario Kempes, quien resultó el goleador de la temporada.
Con los canallas rosarinos, fue también subcampeón del Metropolitano de 1974 y del Nacional de ese año.
Luego pasó por los Tecos de Guadalajara y Kimberley.
En 1980 asumió como entrenador de Ferro Carril Oeste, club en donde se mantuvo en el cargo hasta 1987. Con los verdes de Caballito obtuvo dos subcampeonatos consecutivos en 1981: en el Metropolitano de ese año peleó el torneo hasta la última fecha con el Boca de Maradona y en el Nacional cayó en la final ante el River Plate de Kempes.
Al año siguiente, llegaría el primer título de la historia de Ferro, obteniendo de forma invicta de la mano de Griguol el Torneo Nacional, derrotando a Quilmes en las finales.
Aquel Ferro “modelo ‘82” tenía a Basigalup; Gómez, Cúper, Rochia y Garré; Carlos Arregui, “el Cacho” Saccardi y Cañete; Juárez, Márcico y Crocco.
Dos años más tarde, llegaría el segundo título de los de Caballito, en 1984, el conjunto de Timoteo ganaría el Torneo Nacional derrotando en las finales a River Plate por 3 a 0 y 1 a 0.
Aquel Ferro formaba con Basigalup; Agonil, Cúper, Marchesini y Garré; Arregui, Brandoni y Cañete; Noremberg, Márcico y Gargini.
Esa versión del equipo de Caballito era una máquina perfecta, tenía un funcionamiento admirable, daba la sensación que era imposible convertirles un gol, fue un equipo muy táctico, muy inteligente al que sumaba el talento del “Beto” Márcico.
En aquellos años Ferro era un club modelo presidido por un gran dirigente: Santiago Leyden.
En los ‘80, Ferro fue múltiple campeón en basquetbol con León Najnudel (el padre de la Liga Nacional) como DT y en vóley, donde el responsable técnico era nada menos que Julio Velasco.
De León Najnudel, su amigo, tomó conceptos tácticos del básquet, que aplicó al fútbol, por ejemplo las jugadas marcadas. De esta manera, en Ferro, Mario Gómez por la derecha y Oscar Garré por la izquierda eran los encargados de levantar su mano y señalar con los dedos la jugada 1, 2 o 3, antes de un córner o un tiro libre
Griguol fue un adelantado en el uso de imágenes para preparar los partidos, utilizaba los viejos videos de VHS, había armado un sala de edición para marcarle jugadas a sus dirigidos.
En 1987 pasó, sin demasiado éxito, a River donde ganó la Copa Interamericana y un clásico para el infarto a Boca por 3 a 2, después de ir perdiendo por 2 a 0 y con un agónico gol del “Negro” Omar Palma a los 87 minutos, en el minuto 90 del partido Jorge Comas desvió un penal a favor de Boca.
Griguol regresaría a Ferro en 1988 y permanecería hasta 1994. Dirigió en total en el club 580 partidos, en los cuales obtuvo 217 triunfos.
En 1994, tomó el cargo en Gimnasia y Esgrima La Plata, con el que consiguió tres subcampeonatos (Clausura 1995, Clausura 1996 y Apertura 1998).
No le fue bien en el Betis de España, volvió a la Argentina donde dirigió al “Lobo” platense, a Unión de Santa Fe y cerró su carrera en la temporada 2003/2004 en su cuarto período como DT de Gimnasia de La Plata.
Estando en Ferro, un día citó a los integrantes de la categoría ‘75. Eran chicos de las inferiores, quienes seguramente pensaron: “Qué bueno, nos citaron para entrenar con la Primera”. Pero en lugar de eso Timoteo los puso a todos en fila y les dio una bolsa de semillas: y los puso a sembrar toda la cancha, él mismo se sumó al trabajo de campo, subido a un tractor.
La idea era sembrar no solo la cancha, sino también lo que se llama el sentido de pertenencia, la identificación de los pibes con el club.
Cuando sus equipos salían a la cancha, tenía la costumbre de pegarle con la palma de la mano en el pecho a cada jugador, decía que cuando el jugador se está vistiendo antes del partido, tiene como una angustia. Y pegándole en el pecho lo sacás un poco de esa angustia y se suelta más rápido.
Aseguran que la pasión mayor de Timoteo son las gorras. El hombre quiere tapar su bocha pelada. Por cada país que le toca viajar, siempre se compra una. En París, se compró una hecha de gamuza, de varios colores —azul, rojo y marrón, entre otros— y arriba tiene un “gran pompón".
“Timo” tenía dos cables a tierra para descargar tensiones, subirse al tractor para cortar el pasto en Estancia Chica y tocar la batería, siguiendo el ritmo de algún CD, en su casa.
Ese es el personaje, el que cuando daba la formación de Gimnasia a la prensa acudía a la muletilla “Comu-é”, cuando olvidada de algún nombre y por eso prefería anunciarla en cordobés y con apodos; por ejemplo: “hoy salimos con el Leo, el Topo, el Indio, Guli, el Yagui, el Chirola, el Pampa, el Grillo, el Mellizo y el otro Mellizo”, en referencia los Barros Schelotto.
Sebastián “el Chirola” Romero y Mariano Mesera eran dos pibes a los que “Timo” promocionó y se habían ganado un lugar entre los titulares del “Lobo” platense. Un día aparecieron con una baja nota en la libreta del colegio. Ese fin de semana debieron repasar la lección en el banco de suplentes.
Carlos Timoteo dejó una profunda huella en el fútbol, que fue más allá de la pelotita y su circunstancia.
El Viejo es un gran tipo.
Querido y querible.
Docente y decente.
Respetable y respetuoso.
Consejero aconsejable.
Un formador, bien formado.
Un educador del fútbol.
Un buceador de conocimientos
Una usina generadora de buenas ideas.
Griguol fue mucho más que un buen ex jugador y un prestigioso técnico.
El viejo y querido Timoteo fue un sabio Maestro de la vida.
POR : JORGE PARODI
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