jueves, 25 de noviembre de 2021

HISTORIAS DE VIDA

DE REPARTIDOR A UN GOL HISTORICO EN LA CHAMPIONS LEAGUE 
FUENTE: MARKETING REGISTRADO


Nunca es tarde para brillar” sería el lema que acompaña a Junior Messias, el delantero del Milan que marcó un gol histórico para vencer al “Atleti” y mantener vivas las chances de clasificar a la próxima ronda. 7 años, 11 meses y 27 días después el club italiano volvió a ganar un partido de Champions League y su goleador tiene una historia muy particular.



Junior Walter Messias era un talento más en las inferiores del Cruzeiro, sin embargo a los 20 años se encontraba en la 3° división de Brasil. Un choque automovilístico que casi le cuesta la vida lo llevó a tomar la decisión de tomarse un avión y mudarse a Italia, donde su hermano se abría camino en el mundo del fútbol. 

Sin tener a la pelota como prioridad, comenzó a trabajar en Turín como albañil, hasta que llegó a conocer a Oscar Arturo Vargas, un peruano que tenía una empresa de electrodomésticos para ofrecerle ser repartidor y a la vez unirse a un equipo local formado por latinos. Su talento volvió a renacer y estuvo a la vista de varios fanáticos, entre ellos Ezio Rossi, un ex defensor del Torino que lo ofreció a varios equipos de la Serie D.

Uno de los equipos le ofrecía 500 euros menos de lo que ganaba como repartidor, pero fue finalmente el Casale que lo fichó por un sueldo de 1200 euros al mes y el brasileño respondió de la mejor manera: 21 goles en 32 partidos y un ascenso directo lo llevaron a ser visto por los clubes de arriba para que después de algunos años, sea nuevo jugador del Crotone de la Serie B. En resumen, Messias debutó profesionalmente en 2018, a los 27 años de edad.

En ese primer año lograron el ascenso a la Serie A, pero en la temporada siguiente su rendimiento no logró salvar a su equipo de bajar de categoría pero sí de quedar en la mira del Milan, quién lo adquirió a préstamo en el último día del mercado de pases del pasado verano.

Su primer gol con el equipo fue nada más y nada menos que por Champions League y dejó al club “Colchonero” con muy pocas posibilidades de pasar a 8vos de final y fue fruto de un trabajo de muchos años, que logró concretarse a sus 30 años y pudo dejar un mensaje que emocionó y motivó a muchos otros:

Se lo dedico a mi familia y a mis amigos en Brasil, pero sobre todo a quienes creyeron en mí e hicieron posible mi fichaje. Mi camino ha sido diferente al del resto, así que este gol va por ellos" afirmó en la zona mixta tras el partido

"Esto es lo más importante que me ha sucedido en la vida, aunque ahora no tengo que dejar de ser humilde. Nunca puedes hundirte cuando las cosas no salen o creérsela por los elogios. Hay que mantener un equilibrio  

martes, 23 de noviembre de 2021

LA HISTORIA DE ROBERTO MOURAS

EL IDOLO QUE FUE SOLIDARIO HASTA SU LTIMO DIA 

FUENTE: INFOBAE 

Hay ídolos populares que trascienden a su actividad. Roberto José Mouras fue más allá del automovilismo. Pero no solo por sus méritos arriba de un auto de carrera donde sobresalió por su tricampeonato en el Turismo Carretera. Es cierto que aún eriza la piel cuando se ven algunas competencias en las que nunca dio por perdida una batalla. Sin embargo, fue una persona que sigue siendo muy recordada por sus buenas obras. Su historia es la de uno de los mejores pilotos que dio la Argentina y la del campeón solidario. El que no vivió en una burbuja y tuvo compromiso social para ayudar a los que más necesitaban.




Nació un 16 de febrero de 1948 en Moctezuma, un pueblo del partido bonaerense de Carlos Casares. Luego se mudó a la ciudad homónima y realizó sus estudios secundarios. Fue un gran amigo, vecino y como vivió en una localidad de la provincia de Buenos Aires, donde el TC siempre pisó muy fuerte, mamó su amor por las carreras. A los 18 años se inició en los zonales gracias a la peña “El platino roto” con un coche de la marca de sus amores: un Chevrolet 400 Súper Sport y no tardó en ganar su primera carrera.


Pronto se hizo conocido. Le gustaron los desafíos y en 1966 hasta se le animó a un mano a mano contra una avioneta. Fue en una estancia llamada La Manuela de Mensi Hermanos, en Moctezuma. Roberto con su Chevrolet 400 y enfrente tuvo a un representante del aeroclub local, Héctor Campins, a bordo de la aeronave, un PA 11. Mouras patinó y derrapó en su salida. Perdió terreno, pero en los últimos 400 metros ganó la pulseada.


En 1968 llegó al ámbito nacional y lo hizo en la categoría Turismo Anejo J, hoy llamada Turismo Nacional. Fue con un Torino, misma marca con la que dos años más tarde debutó en el TC. Fue el 30 de agosto de 1970, en la Vuelta de Chivilcoy y finalizó octavo en la carrera que ganó Luis Rubén Di Palma (Torino), quien llevó como acompañante a Palito Ortega.


El “Príncipe de Carlos Casares” (uno de sus apodos), en poco tiempo se ganó el respeto de sus colegas. Entre ellos Carlos Marincovich que lo ayudó a sumarse al equipo oficial de General Motors (GM). En 1974 el sueño se hizo realidad ya que pudo competir en una de las escuadras más importantes y con una de las cupé Chevy de color rojo. La marca del Moño Dorado tuvo dos corredores de primer nivel para pelear por el título.


Mouras tuvo un estilo de manejo agresivo que en ocasiones lo llevó a superar los límites y sufrir fuertes accidentes. Pero también supo ser muy preciso y cuando tuvo un buen auto se lució. En GM forjó una gran relación con el preparador preponderante de Chevrolet, Jorge Pedersoli, quien atendió el impulsor del Trueno Naranja, el coche con el que Carlos Alberto Pairetti fue campeón en 1968. Junto a Omar Wilke fueron los artífices del mítico “7 de Oro”, en base a los colores que llevaba por su auspiciante. Fue el coche con el que logró seis triunfos consecutivos en 1976. Un récord que aún no fue batido y que en que las condiciones actuales por las penalizaciones de 30 kilos al ganador de una final (20 y 5 kg. más en caso de repetir), es imposible que se repita. Pero no pudo ser campeón. Por un accidente en la Vuelta de Salto donde fallecieron tres espectadores, la temporada se cerró con tres fechas en el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires Oscar y Juan Gálvez. Allí el equipo oficial Ford fue superior y dos victorias de Héctor Luis Gradassi le aseguraron su cuarta corona.


Hacia 1980 el “Toro” Mouras (otro de sus apodos) metió el cambio. Pedersoli recogió el guante por una modificación en el reglamento técnico de la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC). “Hubo una discusión porque quisieron homologar a toda costa un block pesado que se usaba en las camionetas. Me levanté y les dije a los miembros de la comisión directiva ‘con ese motor, yo les gano’. Volví al taller y le dije a Wilke que armemos un Dodge. Él me preguntó ¿quién lo va a correr? Le respondí ¡Roberto!” Los preparadores la vieron venir y no la pifiaron. En la temporada 1980/1981 Antonio Aventin le dio el primer título de la historia a la marca del Carnero.

En ruta y en autódromos con rectas largas como el de Buenos Aires, las cupé Dodge GTX mostraron un gran rendimiento por su impulsor, pero en particular por su aerodinámica. Con este modelo Mouras volvió al triunfo en 1981 y ganó un total de 27 carreras. Se quedó con los títulos en 1983, 1984 y 1985. Fueron los años de aquellas luchas épicas con Oscar Roberto Castellano, su rival más fuerte en la popular categoría.


Cada vez que ganó cumplió con su rito de volver a Carlos Casares. Siempre festejó con los suyos. Su costumbre era detenerse en una imagen de la Virgen de Luján que estaba en el ingreso a la ciudad. Sus recibimientos fueron una fiesta y saludó a todos sus vecinos arriba de un camión de bomberos. Era y es el gran orgullo de los casarenses. Ya consagrado, se multiplicó el idilio con el público en todo el país y comenzaron a trascender sus primeras historias en las que ayudó a la gente. Por ejemplo en una carrera un señor se le acercó a pedirle un autógrafo para su hija y le contó:


-Ella discapacitada y las pocas veces que se pone feliz es los domingos cuando usted gana, le dijo el hombre.

-Uy, qué lindo señor, ¿cómo se llama la nena?, le preguntó Roberto.

-Nadia, y somos de Azul. Yo solo vine para verlo a usted, y llevarle este regalo, le respondió.

-Está bien, acá está la firma. Pero, ¿me da su dirección?, se interesó Mouras.

- ¡Cómo no, Roberto! Y por favor gane, así cuando vuelvo la encuentro a ella contenta, concluyó el padre que cumplió con su misión.


El Toro hizo lo suyo, ganó y alegró a Nadia. Aquel padre jamás se imaginó que una semana más tarde el mismo Mouras se iba a aparecer en su humilde casa de Azul. Fue un respiro. Una caricia al alma para la dura situación que atravesó esa familia, por una operación que necesitaban hacerle a la niña y que no tenían los recursos suficientes para afrontarla. Entonces Roberto les pidió que le hicieran todo lo necesario, sin reparar en costos, y les aseguró que unos “amigos suyos” se ocuparían de todo. Desde ya la plata la puso él.


Hubo otra historia similar con un joven de Neuquén. Fue en una carrera en Viedma en 1985, donde también venció Roberto. El papá del chico le pidió un autógrafo, le contó que su hijo estaba por operarse y luego Mouras también ayudó a esa familia.

Pero esas anécdotas no fueron casos aislados. Cada vez que Mouras vino a Buenos Aires para visitar el taller de Pedersoli en San Martín, compró zapatillas, alimentos y juguetes para el hogar “Mi Casa Grande”, un centro para chicos de la calle de Carlos Casares. Lo hizo solo, para que nadie se entere.


También en Carlos Casares ayudó a un hogar de ancianos y a un grupo de mujeres que conformaban una comisión de enfermeras. No se olvidó del pueblo en donde nació y le dio una mano a una escuela de Moctezuma. Siempre estuvo cuando la gente de su pueblo lo necesitó.


Aunque también fue solidario con sus colegas y con el TC. Cuando promedió 1985 era cuestión de tiempo para que lograra su tercera corona. Incluso tuvo el margen para dejar por algunas carreras el Dodge ganador e intentó probar con un Chevrolet. El auto no anduvo como esperó. Y para abrochar su nuevo título volvió a la cupé GTX. Se consagró otra vez. Entonces la ACTC le pidió si podía cambiar de marca para 1986, así la mayoría de la gente renovaba sus expectativas con los otros pilotos. Él aceptó a pesar de que supo que era muy difícil que pudiese revalidar el cetro. No obstante, más allá de su gesto para ayudar a la paridad, el desafío de ser campeón con Chevrolet pudo más.


Le costó volver a ser ganador con la marca de sus amores. En esa temporada logró apenas un triunfo. En 1987 sumó tres. Recién en 1988 volvió a estar en la conversación de la lucha por el título. Obtuvo dos victorias, pero fue más regular y culminó tercero en el campeonato. Un solo festejo en 1989 lo dejó sin chances por la corona. Fue por más en 1990 y plasmó cuatro éxitos, pero tuvo seis abandonos y ese año fue campeón otro gran baluarte de Chevrolet, Emilio Salvador Satriano. Tras una solitaria celebración en 1991, para la temporada siguiente fue por todo…


En 1992, ante el reciente retiro del Pincho Castellano, muchos se preguntaron si Mouras seguiría su camino a fin de año. Tal vez lo pensó, pero no quiso colgar el casco sin ser campeón con Chevrolet. Fue la bandera de la marca. Ganó en el arranque corrido en Santa Teresita y a mitad de temporada se impuso en un carrerón en Buenos Aires. En la recta final del campeonato, él, Oscar Raúl Aventin (Ford) y Juan Manuel Landa (Dodge), fueron los principales candidatos.


El 22 de noviembre en el circuito semipermanente de Lobos (penúltima fecha) lideró la carrera ante el ataque de José María Romero (Dodge). El Chevrolet de Mouras empezó a doblar de costado. Y faltando seis vueltas sufrió el accidente que le costó la vida. Se le rompió la goma delantera izquierda y golpeó de su lado contra un talud. El impacto fue letal para él y su acompañante Amadeo González. Hubo dos hipótesis sobre la rotura de la goma, nunca confirmadas. Una que afirma que estaba muy gastada. Para sacarle el dibujo se torneaban esas cubiertas y en velocidad se adherían al asfalto por el calor, pero también se degradaban. La otra conjetura es que se habrían roto los anclajes del elástico de la suspensión.


Tenía 48 años. Fue declarado ganador post mortem. Esa fue la victoria número 50 del Toro. Corrió 259 finales, es decir que festejó en una de cada cinco disputadas. Hoy el más ganador en actividad es Guillermo Ortelli (también referente de Chevrolet) con 32 triunfos. Mouras todavía es el segundo más vencedor en la historia del TC, superado solo por Juan Gálvez, con 56 éxitos, el más campeón de la octogenaria categoría con nueve campeonatos.


Su muerte fue impacto. Era uno de los últimos grandes ídolos que estuvo en actividad en aquellos años junto al Obispo Satriano, el Puma Aventin, Juan Antonio DeBenedictis y Osvaldo Eduardo Morresi, cuyo fallecimiento, que también fue por un accidente en la ruta, el 27 de marzo de 1994 en La Plata, promovió que la ACTC termine con las carreras en esa clase de escenarios. Por eso convocó al Flaco Traverso para que vuelva a la categoría ese año e intentar promover las carreras en autódromos. El 16 de febrero de 1997 en Santa Teresita fue la última competencia en ruta.


Si bien se dedicó a atender su campo, la gran pasión de Mouras fue el automovilismo. Era muy humilde. Mantuvo un perfil bajo y evitó las polémicas. Su hidalguía dentro y fuera de la pista fue reconocida por sus rivales“Tuve poca relación con él debajo del auto. Éramos muy ásperos corriendo, pero siempre tuvo unos códigos admirables. Lamenté mucho su partida”, aseguró el Pincho Castellano, tricampeón en 1987, 1988 y 1989.


“Nunca integró la Comisión Directiva de la ACTC, pero todos los martes estaba en nuestra sede. Se tomaba su te y siempre participaba dando su opinión”, recordó el Puma Aventin, bicampeón en 1991 y 1992 y presidente de la ACTC entre 2002 y 2013. “Fue el hijo que me dio la vida”, confesó Pedersoli.


Realmente fue un grande y un ídolo mío. Era el que más apreciaba de todos los colegas de mi época. Le debo muchas sensaciones fuertes y favores, ya que era una persona que ayudaba mucho. En un momento llegó a darme un auto para correr. Tuvo gestos realmente invalorables que nunca los voy a olvidar”, afirmó otro gran ídolo como “Jhonny” DeBenedictis. “Tuvimos varias carreras donde anduvimos juntos a fondo. Era muy difícil ganarle porque Roberto no podía perder y murió en su ley, dando la vida por la victoria”, agregó el ex piloto de Necochea.


Infobae habló con José Luis Riga, quien fue su acompañante durante varios años. “Era muy pensante, arriba y abajo del auto. Él se sentía responsable de los accidentes cuando nos pasaba algo a nosotros. Buscaba la forma de ir lo más rápido posible y explotar el coche al máximo. Era muy suave para manejar. Muy fino, con una sensibilidad única para llevar el auto. Tenía tiempo hasta preguntarte algo o decirte lo que pasaba atrás”.


En lo personal Roberto tuvo tres hijos, Natalia, Roberto y Robertino. Los tres están muy orgullosos de su padre. Natalia, quien es actriz, pudo conocerlo y tenía siete años cuando falleció: “Recuerdo que jugábamos juntos jugando. Tengo muchas muñecas que me regaló él, y le mostraba cómo les daba la mamadera, cómo las cuidaba y hacia dormir y les cambiábamos la ropa”.


“También los paseos en auto con mamá y papá, escuchando música en la cupé Renault Fuego roja que conservamos al día de hoy. Y las compras mensuales en el supermercado, jugando con los changuitos, como si fueran autos”, agrega.

“En cada salida, era común que se acercaran personas a pedirle un autógrafo a papá. Él era muy amable con ellos. Y también con nosotras en casa. Era cariñoso, tranquilo, siempre sonriente. También era muy prolijo, nunca estaba desalineado, ni de ‘entre casa’. Le gustaba tomar té. Y si me portaba bien, me daba ‘un marrón’ (como le decía yo al billete de $10) por semana”, recuerda.


“Me enseñó, junto con mi mamá por supuesto, la empatía. Y pudo transmitirme sus valores con el ejemplo. El cariño, amor y respeto ante todo. Jamás me gritó. Incluso cuando estaba en casa atendiendo llamados importantes o complejos, siempre tenía buenas respuestas hacia mí, o buena forma de explicarme que quizás ese no era el momento para jugar o distraerlo. También con su ejemplo me enseñó que se puede ser apasionado y competitivo, y al mismo tiempo humilde y centrado”, concluye.


En tanto que hay un culto por Mouras. Está su museo en Carlos Casares y hay otro lugar muy especial. Una semana después de su fallecimiento un vecino de Lobos comenzó un tributo que hoy sigue. Fue al punto del accidente ubicado en la ruta 205 en el kilómetro 101, cerca del cruce con la ruta 41 donde hay un santuario en el que los fanáticos le rinden homenaje. El alma mater de esta obra es Fernando García de la Vega. “Soy hincha de Chevrolet y tengo devoción por Roberto. Empezamos con mucho sacrificio poniendo unos ladrillos y un mármol. Luego un herrero hizo una cruz. Más tarde gente de todo el país empezó a golpear la puerta de mi casa y me quería dejar las cosas. Entonces les dije que las dejaran en el lugar del accidente. Luego le hicimos el piso. Le pusimos los troncos mirando hacia la ruta. Todo se hizo gracias a los empresarios de la ciudad como por ejemplo un comercio de la construcción que hizo el quincho”, le cuenta a Infobae. Otra persona clave en esta historia es Oscar Galetto quien se ocupa de su mantenimiento.


Por su parte ACTC le rindió su homenaje con el autódromo que lleva su nombre en La Plata, inaugurado en 1996. También con dos de sus categorías promocionales, el TC Mouras y el TC Pista Mouras. La mayoría de sus pilotos no habían nacido cuando Roberto partió.


“Un piloto nace, pero también se hace”, afirmó Roberto José Mouras en una de sus tantas “tiraditas” en la ruta, en las que solía probar con zapatos y con el cronómetro en su mano derecha. Pero él también nació para ser campeón y hacer historia. Para dejar su sello arriba y abajo del auto. Como corredor y hombre solidario. Fue admirado por sus propios rivales. Es querido y respetado por las hinchadas de todas las marcas. Y es ídolo de muchos jóvenes que nunca lo vieron correr. Por todo esto el Toro es resistente al olvido y a cada segundo se agiganta su leyenda.


lunes, 22 de noviembre de 2021

EL DUEÑO DE BOEDO

LA HISTORIA DEL VASCO LANGARA

POR: ALEJANDRO FABBRI

La historia del delantero que encontró refugio en San Lorenzo tras la Guerra Civil Española y se convirtió en ídolo. Fue odiado por Franco, Mussolini y Hitler.



Tenía 27 años cuando llegó al puerto de Buenos Aires desde tierras mexicanas. El final de la Guerra Civil Española lo sorprendió integrando el seleccionado de Euzkadi, el País Vasco, que cumplía la parte final de una gira larguísima que empezó en la convulsionada Europa y siguió en tierras americanas, buscando ayudar a la República Española en su terrible lucha contra el fascismo español que encarnaba Francisco Franco.

Isidro Lángara había nacido muy cerca de Donostia, el nombre vasco de San Sebastián. Arrancó muy joven y pronto todos se dieron cuenta de sus habilidades como futbolista, a partir de un físico imponente y un remate fortísimo. Fichó por Esperanza, luego Tolosa y a los 18 años, se lo llevó Oviedo, el cuadro asturiano de camiseta azul. Debutó en 1930 y cuando cumplía su tercera temporada allí, en la segunda división española, lo convocaron a jugar para la Selección. En 1933 ascendió con su equipo y fue tres veces seguidas el goleador del campeonato.

Fue titular de España en la Copa del Mundo de 1934. Le metió dos goles a Brasil y fue molido a patadas por los italianos en el choque por cuartos de final. Lesionado, no pudo jugar el desempate que fue, obviamente, ganado por los hombres que Mussolini había amenazado con el oprobio si no ganaban el torneo. Cuando los fascistas lanzaron su proclama contra la República, estaba de vacaciones en su región natal.

Acusado de reprimir a los obreros asturianos durante su servicio militar, fue indultado y pasó a colaborar con la República asediada. En 1937 se incorporó al seleccionado de Euzkadi y salieron de gira. Jugaron y asombraron en distintos países, hasta que el 1° de abril de 1939 el franquismo dio por terminada la guerra, iniciando su nefasto ciclo político-militar. Ni él ni sus compañeros quisieron volver a una España destruida y vengativa para quienes no se pasaron al bando vencedor.

Para ese momento, ya se había ganado el odio de los dictadores. Mussolini porque casi le arruina a Italia la Copa del Mundo de 1934 y lo sacaron a patadas del partido. Franco porque se anotó en el seleccionado de Euzkadi para recorrer el mundo defendiendo los valores republicanos y Hitler porque en un amistoso entre Alemania y España en 1935, le hizo dos goles a los germanos en la cara del más horrible de los asesinos.

Tras jugar el torneo mexicano con el Deportivo Euzkadi, su compañero Ángel Zubieta lo convenció de venir a Buenos Aires. Llegó a mediados de mayo de 1939 y se presentó ante sus flamantes compañeros en San Lorenzo de Almagro. El equipo venía mal, con apenas dos éxitos en nueve fechas. Había escepticismo, poca confianza en el fornido vasco que era anunciado como la gran novedad. La fecha señalada para el debut fue el 21 de mayo de 1939 y en el Gasómetro. El rival era River Plate, que por el contrario, había perdido apenas dos veces, con seis victorias y un empate.

Tardó siete minutos en llamar la atención. Tiro libre ejecutado por Bartolomé Colombo y cabezazo potente, a media altura, para vencer al arquero uruguayo Besuzzo. El popular Carlos Peucelle empataría a los 13 minutos de la misma forma, pero Isidro Lángara, dos minutos después, lo pondría al Ciclón en ventaja tras empalmar un centro de Ballesteros. A los 21 casi rompe el arco millonario al conectar un pase de Taquito Beristain, el wing izquierdo. La gente ya deliraba y no entendía de dónde había salido semejante goleador. Faltaba algo más.

A los 35, Lángara vio que el arquero Besuzzo dudaba en salir, que el zaguero Cuello no rechazaba, saltó y con la punta del botín derecho empujó la pelota al arco de River. Fue 4-1 en 35 minutos y con los cuatro goles del mismo jugador. Quedaría en la historia grande del fútbol criollo. Vasco, debutante, cuatro goles a River en 35 minutos. El partido acabó 4-2, pero la pregunta que algunos se hacían era si Lángara era una golondrina de verano o lo suyo podía seguir adelante.

El formidable delantero jugó todos los partidos hasta el final del torneo, que fueron 25. Metió 34 goles y escoltó al tremendo Arsenio Erico. Para 1940, Lángara compartiría el primer lugar entre los máximos anotadores junto con Delfin Benítez Cáceres, con 33 goles en 34 partidos. En 1941 haría 24 goles en 30 partidos, quedando 1942 con 15 goles en 27 presencias y cerrando su ciclo para 1943, con 4 goles en 5 encuentros.

En suma: jugó 121 partidos oficiales y metió 110 goles. Lo tentaron de México, ya había cumplido los 31 años y decidió volver a la tierra azteca. Se fue de Buenos Aires querido por todos, envidiado por muchos y dijo que regresaría. Haría 95 goles más en el torneo mexicano, jugando para el Real Club España. Puso fin a su exilio en 1946 y volvió a su tierra, tan castigada por la represión franquista, a su querido Oviedo. Se retiró en 1948 y decidió retornar a México, porque no era la España donde quería vivir.

San Lorenzo lo esperó con los brazos abiertos y allí fue, como director técnico en la temporada de 1955, pero no le fue tan bien como en sus tiempos de centrodelantero y goleador. Nunca fue campeón con el Ciclónpero marcó una época y dejó un recuerdo imborrable. Esta semana se cumplieron los 79 años de su irrupción en el fútbol argentino y la memoria hay que ejercitarla con semejante futbolista. Isidro Lángara, vasco, goleador y antifascista.

Nota: 442 Perfil.com

jueves, 18 de noviembre de 2021

SE CUMPLEN 70 AÑOS DEL PRIMER PARTIDO TELEVISADO EN ARGENTINA

 SAN LORENZO VS RIVER 1 A 1 

FUENTE: EL GRAFICO

se cumplen hoy 70 años del primer partido que se vio por TV, el cruce entre San Lorenzo y River Plate (1-1) por el torneo de Primera División, el 18 de noviembre de 1951.



Era la época en que los porteños se arrimaban a las vidrieras de las casas de artefactos para el hogar y se asombraban con la exhibición de los primeros televisores, con grandes gabinetes, que habían llegado al país.

La TV comenzó a transmitir apenas un mes antes de emitir el primer partido de fútbol, el 17 de octubre de 1951, cuando se conmemoró el Día de la Lealtad en Plaza de Mayo, que recordaba la movilización del 17 de octubre de 1945 por la la libertad de Juan Domingo Perón, ahora presidente.

Tres semanas después, el 4 de noviembre, Canal 7 -emisora pionera y única durante los próximos nueve años- comenzó sus transmisiones para que fueran captadas por los pocos aparatos que había en la plaza comercial.

El 11 de noviembre se realizaron, en todo el país, las elecciones presidenciales para el período 1952-1958, en las que la mujer argentina votó por primera vez, y Perón resultó ganador con el 62,5% del electorado.

Una semana después, el 18 de noviembre y por la 33ra. fecha del Campeonato Argentino de la AFA, se decidió la televisación del partido entre el Ciclón y River, que se hizo con equipos muy precarios.

La transmisión contó con los relatos de Ernesto Veltri, locutor radial que se iniciara junto al periodista Félix Daniel Frascara, y que con el nombre de Néstor del Campo se había dedicado a cantar tangos en la década del 40.





Los comentarios correspondieron al uruguayo Enzo Ardigó, una voz tradicional de la radiofonía de la época, que prolongaba las "e" cuando decía “evidentemeeeeente amigos”, que luego se hizo popular en las transmisiones de Radio Rivadavia, primero al lado de Alfredo Curcu y luego junto a José María Muñoz.

Esa tarde soleada de noviembre de 1951, un enorme camión de exteriores, con la forma de un colectivo, se instaló desde muy temprano en la puerta del estadio de la avenida La Plata para comenzar con la transmisión. Fue una sorpresa de los espectadores que, muy a la usanza de la época, llegaban a la cancha vestidos con sombrero, camisa y corbata.

Esos equipos habían sido traídos desde los Estados Unidos por Jaime Yankilevich, inmigrante búlgaro llegado al país en los años 20, y su hijo Samuel, para las transmisiones de LR3 Radio Belgrano.

Mientras la temperatura trepaba a los 35 grados, según los periódicos de entonces, la transmisión contó con dirección de Nicolás del Boca, el padre de la hoy actriz Andrea del Boca, quien también manejó una de las tres cámaras distribuidas estratégicamente en el estadio, colmado con casi 60 mil espectadores y en el que se generó una recaudación de 59.833 pesos.

River, dirigido por José María Minella, llegó a ese partido con 40 puntos, dos menos que el líder Banfield, que esa tarde tuvo fecha libre, con lo que los millonarios buscaban un resultado para acercarse a la punta.

Banfield terminaría el torneo puntero junto a Racing, y se debieron jugar dos recordadas finales en las que la Academia se impuso y consiguió su primer tricampeonato (1949, 50 y 51).

En tanto, San Lorenzo le quería dar batalla a River con un equipo de figuras dirigidas por José Hipólito Fossa, donde se destacaban Oscar Basso y Armando Farro.

Ese día actuó un hasta entonces desconocido joven sanjuanino, el Negro José Maravilla, quien con un oportuno cabezazo sería el autor del primer gol televisado en la historia del fútbol argentino.

Luego igualaría el marcador, de penal y con certera ejecución, Santiago Vernazza, delantero de temible remate que también pasó por Platense y Milan de Italia y que ese año señaló 21 tantos con la camiseta de la banda roja.

San Lorenzo formó aquel día con Mirko Blazina, Antonio Martínez, Oscar Basso, Angel Zubieta, Doroteo Cívico, Osvaldo Fontana, Ernesto Picot, José Maravilla, Juan Benavídez, Armando Farro y Oscar Silva.

Para River jugaron Amadeo Carrizo, José Ramos, Norberto Pacha Yácono, Lidoro Soria, Julio Venini, Héctor Ferrari, Santiago Vernazza, Juan José Pizzutti, Walter Gómez, Angel Labruna y Félix Loustau.


 FUENTE: TELAM

miércoles, 17 de noviembre de 2021

UN SABIO DE LA VIDA

CARLOS TIMOTEO GRIGUOL

CADENA 3

CARLOS TIMOTEO GRIGUOL dejó una profunda huella en nuestro fútbol que va más allá de su exitosa trayectoria como respetable futbolista y prestigioso director técnico.



El Viejo era un sabio maestro de la vida. Simple, modesto, generoso, solidario, estudioso, divertido, docente full time, Carlos Griguol siempre tuvo una visión superadora, por encima del fútbol, de la pelota y de los resultados.

Nunca perdió la tonada, pese a que se fue a los 19 años, ni la chispa cordobesa, ni el DNI made in Las Palmas, su barrio.

“Timo” fue uno de los más admirables y entrañables personajes que nos regaló el fútbol.

A sus jugadores no sólo les hablaba de táctica y de fútbol, los mandaba a terminar el secundario o a hacer cursos, les recomendaba como invertir: siempre primero la casa y después el auto.

El viejo Maestro solía ironizar, a aquellos jugadores que querían comprarse un auto antes que un departamento les decía que era muy difícil invitar a un amigo a pasar al baño del coche.

Timoteo se interesaba por los problemas y por el bienestar de las familias de sus dirigidos.

Para Griguol, la mayor alegría era ver a sus jugadores encaminados en la vida.

Los educaba a nivel social, les enseñaba a estar presentables, les exigía el respetuoso hábito de decir “buen día”, “muchas gracias” y “por favor”.

Sus planteles asumían como un compromiso social ineludible visitar periódicamente hospitales y cárceles.

Orden, respeto, disciplina, no exento de alegría y optimismo eran los valores que el viejo Maestro pregonaba en cada lugar donde dirigió.

Para saber manejarse ante la prensa, les daba un grabador a los jugadores y entre ellos se hacían reportajes para practicar.

Por cada club que pasó propició una transformación que los hizo mejores.

Personalmente se involucraba para que a los chicos de las inferiores no les faltara nada, para que el campo de juego estuviera impecable, para que los predios estuvieran perfectos, para que no faltaran pelotas para entrenar, para unir a los grupos hacía fiestas donde todos se disfrazaban, subastaba camisetas u organizaba cenas para recaudar fondos para el club, o para determinadas subcomisiones u obras.

Al final de cada práctica personalmente colaboraba para reunir las pelotas y los elementos utilizados.

Sus equipos eran sólidos, inteligentes, armados de atrás hacia adelante, tácticamente impecables, intensos, solidarios trabajaban las pelotas paradas, eran combativos y punzantes.

Sus detractores decían que “Timo” era un técnico defensivo.

Su obra máxima fue el Ferro de comienzos de los ‘80, campeón en el ‘82 y en el ‘84, el primero en forma invicta.

Su jugador fetiche fue Alberto “el Beto” Márcico, un talento al que pulió desde los 19 años, en el inicio de su carrera en Ferro y al que disfrutó en Gimnasia cuando comenzaba a despedirse.

En Rosario Central, en Gimnasia y en Ferro lo adoran, incluso la entidad de Caballito le erigió una estatua y en el “Lobo” platense lo declararon socio honorario.

Carlos Timoteo Griguol fue más cordobés que La Cañada, nació en la “Docta” un 4 de septiembre de 1934.

Hijo de Mafalda y de Carlos, Timoteo era el único varón entre dos hermanas.

Sus padres eran quinteros y cultivaban papas, acelga, zanahorias, se levantaban a las 5 de la mañana y trabajaban hasta la noche.

Durante su niñez, el cordobés estudió en un colegio de curas salesianos. Timoteo iba a misa por la mañana y jugaba a la pelota por la tarde. Allí nació el futbolista.

A los 12 años empezó a trabajar junto a sus padres en el campo, de sol a sol, allí aprendió lo que significa el esfuerzo y la honestidad.

Allí nació el profesional serio y el hombre de bien.

A los 14 años fue campeón en Córdoba con el club de su barrio y de sus amores: Las Palmas.

A los 19 años llegó a Buenos Aires citado para probarse en Atlanta.

Era un 5 metedor, de gran estado físico, inteligente, un volante de quite y distribución, que se la bancaba contra todos y que no se privaba de voltear algún muñeco habilidoso, cuando era necesario.

En Atlanta, siendo futbolista, se enamoró de Betty, su esposa de toda la vida. Ella jugaba al básquetbol en la institución de Villa Crespo. Del matrimonio nacieron cuatro hijas mujeres.

Dicen que las únicas personas que tienen el poder de sacar a Griguol por unos minutos del fútbol son sus nietos.

Durante su carrera como futbolista entre los años 1956 y 1969 actuó en 392 partidos (entre primera división, Copa Suecia y Copa Argentina) y convirtió 32 goles.

Debutó profesionalmente en Atlanta y allí logró ganar su primer título como jugador profesional: la Copa Suecia de 1958.

En 1959, fue parte del plantel de la Selección Argentina que conquistó el Campeonato Sudamericano.

Al finalizar su carrera comenzó a trabajar en las divisiones inferiores del club rosarino.

En primera comenzó dirigiendo Rosario Central en el año 1971 en forma interina.

Sobre mediados del Metropolitano de 1973 tomó el cargo de entrenador principal (reemplazando a Ángel Tulio Zof) y se mantuvo en el mismo en un exitoso período que se extendió hasta 1975.

Con Central ganó el Torneo Nacional de 1973, su primer título como entrenador, con sólo 37 años de edad.

A ese equipo, se lo conoció como “Los Picapiedras”, debido al juego rústico -según sus críticos- pero efectivo que empleaba.

El equipo base del ‘73 formaba con Biasutto; Jorge González, Daniel Killer, Pascutini y Mario Killer; Cai Aimar, Eduardo Solari y Poy; Bóveda, Cabral y Aricó.

En el ‘74 Central compró a Mario Kempes, quien resultó el goleador de la temporada.

Con los canallas rosarinos, fue también subcampeón del Metropolitano de 1974 y del Nacional de ese año.

Luego pasó por los Tecos de Guadalajara y Kimberley.

En 1980 asumió como entrenador de Ferro Carril Oeste, club en donde se mantuvo en el cargo hasta 1987. Con los verdes de Caballito obtuvo dos subcampeonatos consecutivos en 1981: en el Metropolitano de ese año peleó el torneo hasta la última fecha con el Boca de Maradona y en el Nacional cayó en la final ante el River Plate de Kempes.

Al año siguiente, llegaría el primer título de la historia de Ferro, obteniendo de forma invicta de la mano de Griguol el Torneo Nacional, derrotando a Quilmes en las finales.

Aquel Ferro “modelo ‘82” tenía a Basigalup; Gómez, Cúper, Rochia y Garré; Carlos Arregui, “el Cacho” Saccardi y Cañete; Juárez, Márcico y Crocco.

Dos años más tarde, llegaría el segundo título de los de Caballito, en 1984, el conjunto de Timoteo ganaría el Torneo Nacional derrotando en las finales a River Plate por 3 a 0 y 1 a 0.

Aquel Ferro formaba con Basigalup; Agonil, Cúper, Marchesini y Garré; Arregui, Brandoni y Cañete; Noremberg, Márcico y Gargini.

Esa versión del equipo de Caballito era una máquina perfecta, tenía un funcionamiento admirable, daba la sensación que era imposible convertirles un gol, fue un equipo muy táctico, muy inteligente al que sumaba el talento del “Beto” Márcico.

En aquellos años Ferro era un club modelo presidido por un gran dirigente: Santiago Leyden.

En los ‘80, Ferro fue múltiple campeón en basquetbol con León Najnudel (el padre de la Liga Nacional) como DT y en vóley, donde el responsable técnico era nada menos que Julio Velasco.

De León Najnudel, su amigo, tomó conceptos tácticos del básquet, que aplicó al fútbol, por ejemplo las jugadas marcadas. De esta manera, en Ferro, Mario Gómez por la derecha y Oscar Garré por la izquierda eran los encargados de levantar su mano y señalar con los dedos la jugada 1, 2 o 3, antes de un córner o un tiro libre

Griguol fue un adelantado en el uso de imágenes para preparar los partidos, utilizaba los viejos videos de VHS, había armado un sala de edición para marcarle jugadas a sus dirigidos.

En 1987 pasó, sin demasiado éxito, a River donde ganó la Copa Interamericana y un clásico para el infarto a Boca por 3 a 2, después de ir perdiendo por 2 a 0 y con un agónico gol del “Negro” Omar Palma a los 87 minutos, en el minuto 90 del partido Jorge Comas desvió un penal a favor de Boca.

Griguol regresaría a Ferro en 1988 y permanecería hasta 1994. Dirigió en total en el club 580 partidos, en los cuales obtuvo 217 triunfos.

En 1994, tomó el cargo en Gimnasia y Esgrima La Plata, con el que consiguió tres subcampeonatos (Clausura 1995, Clausura 1996 y Apertura 1998).

No le fue bien en el Betis de España, volvió a la Argentina donde dirigió al “Lobo” platense, a Unión de Santa Fe y cerró su carrera en la temporada 2003/2004 en su cuarto período como DT de Gimnasia de La Plata.

Estando en Ferro, un día citó a los integrantes de la categoría ‘75. Eran chicos de las inferiores, quienes seguramente pensaron: “Qué bueno, nos citaron para entrenar con la Primera”. Pero en lugar de eso Timoteo los puso a todos en fila y les dio una bolsa de semillas: y los puso a sembrar toda la cancha, él mismo se sumó al trabajo de campo, subido a un tractor.

La idea era sembrar no solo la cancha, sino también lo que se llama el sentido de pertenencia, la identificación de los pibes con el club.

Cuando sus equipos salían a la cancha, tenía la costumbre de pegarle con la palma de la mano en el pecho a cada jugador, decía que cuando el jugador se está vistiendo antes del partido, tiene como una angustia. Y pegándole en el pecho lo sacás un poco de esa angustia y se suelta más rápido.

Aseguran que la pasión mayor de Timoteo son las gorras. El hombre quiere tapar su bocha pelada. Por cada país que le toca viajar, siempre se compra una. En París, se compró una hecha de gamuza, de varios colores —azul, rojo y marrón, entre otros— y arriba tiene un “gran pompón".

“Timo” tenía dos cables a tierra para descargar tensiones, subirse al tractor para cortar el pasto en Estancia Chica y tocar la batería, siguiendo el ritmo de algún CD, en su casa.

Ese es el personaje, el que cuando daba la formación de Gimnasia a la prensa acudía a la muletilla “Comu-é”, cuando olvidada de algún nombre y por eso prefería anunciarla en cordobés y con apodos; por ejemplo: “hoy salimos con el Leo, el Topo, el Indio, Guli, el Yagui, el Chirola, el Pampa, el Grillo, el Mellizo y el otro Mellizo”, en referencia los Barros Schelotto.

Sebastián “el Chirola” Romero y Mariano Mesera eran dos pibes a los que “Timo” promocionó y se habían ganado un lugar entre los titulares del “Lobo” platense. Un día aparecieron con una baja nota en la libreta del colegio. Ese fin de semana debieron repasar la lección en el banco de suplentes.

Carlos Timoteo dejó una profunda huella en el fútbol, que fue más allá de la pelotita y su circunstancia.

El Viejo es un gran tipo.

Querido y querible.

Docente y decente.

Respetable y respetuoso.

Consejero aconsejable.

Un formador, bien formado.

Un educador del fútbol.

Un buceador de conocimientos

Una usina generadora de buenas ideas.

Griguol fue mucho más que un buen ex jugador y un prestigioso técnico.

El viejo y querido Timoteo fue un sabio Maestro de la vida.

POR : JORGE PARODI

martes, 16 de noviembre de 2021

COMO EN LA DECADA DEL 70

UN VIEJO RECEUERDO: EL METEGOL

Un juego, once piezas que buscan sin cesar el arco rival. Táctica y técnica. Es fútbol, sí, pero de mesa. Le decimos metegol. A fuerza de grandes exponentes en distintos clubes a lo largo de la provincia de Buenos Aires y algunos puntos del interior, Argentina trabaja a contrarreloj para poder viajar al próximo Mundial de este deporte, que nació como tal en los años 70'.



En la previa de la cita mundialista, la segunda en Francia, más precisamente en Nantes, Doble Amarilla habló mano a mano con Daniel Juárez, el número 1 del ránking nacional y presidente de la Asociación Argentina de Jugadores de Metegol.

Ser jugador, médico cirujano y Presidente de la Asociación que nuclea a los jugadores de todo el país debe ser tarea complicada por eso es indispensable saber a quién tenemos enfrente. Daniel Juárez se define como: "un jugador de metegol, que hoy un poco por mi trayectoria soy el presidente de la Asociación Argentina de Jugadores de Metegol elegido por el resto de los jugadores. En este momento soy el número 1 del ranking de la Asociación Argentina". Obviamente, el fútbol de mesa o metegol es amateur, pero eso no cambia el pensar y el sentir por el deporte de Juárez "No vivo del metegol, vivo de la medicina a la que amo mucho pero amo mas el metegol y si fuese mi elección viviría del metegol"

El metegol es un juego muy presente en escuelas, colegios y clubes de barrio. Sin embargo, también tiene su lado profesional que el Presidente de AAJM nos ayuda a conocer: "La Asociación Argentina de Jugadores de Metegol, con sede en Buenos Aires es miembro de la Federación Internacional de Fútbol de Mesa, que reconoce a una asociación por país. Hay tres torneos nacionales y cinco provinciales que se organizan donde se puedan. Depende de la buena predisposición de los jugadores de llevar un torneo a su ciudad, se han hecho en Córdoba, Mendoza, Santa Fe, en Bariloche, pero la gran mayoría se hacen en el club Juventud de Bernal, que es la sede principal en Argentina y donde se llevará a cabo la Copa Argentina, el 10, 11 y 12 de Diciembre.” 

El metegol deja de ser un juego para convertirse en deporte y como todo deporte tiene su cita mundialista en este caso es cada dos años y Argentina no solo compite contra los rivales de turno que llegan a ser 60 de todas partes del mundo, sino contra una economía que torna muy difícil, el hecho de viajar a Europa con tan poca diferencia, en este sentido, el jugador argentino más determinante de los últimos tiempos asegura: “Hay jugadores muy buenos para dobles, pero no tan bueno para individuales y al revés y también hay jugadores intermedios, que son muy estables y toleran muy bien la presión. Hay un jugador-seleccionador que la tiene más difícil porque podría usar el ranking y listo pero en este momento no podemos solventar el viaje y la estadía a Francia por lo que además del ranking y las cualidades de los jugadores, debe elegir a los que se puedan pagar el viaje, esa es un limitante muy importante". En el mismo sentido Juárez agrega: "no es barato que viajen 6 personas a Francia. Nosotros tenemos un equipo competitivo. Pero tienen que viajar los mejores. En 2013 Argentina salió subcampeón. Los argentinos nos adaptamos... pero con los aéreos no podes negociar.  El deporte que no es fútbol vive esto"

Daniel Juárez responde con una tranquilidad y un conocimiento sorprendente por lo que es imperativo que nos cuente todo lo que sabe de la historia de este deporte, que abra esa famosa bitácora que todos los deportistas llevan consigo y relata:  “Conozco a todos los que comenzaron este deporte y como dice el lema de la Federación Internacional 'un viejo juego, un nuevo deporte'. Esto empezó a cambiar en los años 70 más precisamente en el año 1977 se lleva a cabo un torneo que fue conocido 'como el juego del millón de dólares' y a partir de ahí comienza el profesionalismo y los jugadores se vuelven más expertos sobre todo en Estados Unidos. La misma organizadora realiza un gran torneo en el Luna Park también en el 77 y estuvieron ahí los que yo llamo mis maestros, los que me enseñaron un montón y me mostraron el juego. En el 2009 surge la Asociación Argentina de Jugadores de Metegol que hoy es la que nuclea y es la única que es miembro reconocida de la Federación Internacional"

"100 metegoles para las escuelas" es un proyecto sostenible a nivel mundial iniciado por la Federación Internacional de Metegol, que tiene como objetivo proporcionar a los colegios metegoles de forma gratuita, para desarrollar este deporte entre los más jóvenes. Destacando valores educativos básicos: "Respetar para divertirse", "Concentrarse para progresar", "Analizar para adaptarse", "Socializar para aprender a compartir" y "Divertirse para ganar confianza" 

domingo, 14 de noviembre de 2021

HISTORIAS DE VIDA QUE VALE LA PENA CONOCER

VIDA Y OBRA DE VICTORIO CASA: "UNO DE LOS CARASUCIAS DE SAN LORENZO" 

FUENTE: DIARIO UNO.COM.AR

Baleado frente a la ESMA. Victorio Casa jugaba en San Lorenzo y en una noche accidentada perdió parte del brazo derecho. Era un wing rápido y habilidoso que integró el equipo llamado Carasucias en la década del sesenta.


El muchacho de ardientes 21 años había tenido una noche de fiesta y arriba de su Torino continuaba con los cariños a la chica que lo acompañaba. En la oscuridad de la avenida Libertador paró su auto y siguió con los mimos. La acalorada función de amor estaba en su apogeo, por eso la pareja no escuchó una voz que venía desde unos metros más allá.

Los sacó de su tierno momento placentero una ráfaga de ametralladora, que le descolgó el brazo derecho al joven, por arriba del codo.

Lo que no escucharon era la voz de advertencia de un soldado que hacía guardia nada menos que frente a la Escuela de Suboficiales de Mecánica de la Armada (ESMA), que años después sería la sede del horror de cientos de torturados y desaparecidos y que actualmente es el Museo de la Memoria.

Ese 11 de abril de 1965 quedó como una noche nefasta, la más fea de su vida, para Victorio Francisco Casa, un marplatense jodón y mujeriego, como la mayoría de los integrantes de aquel equipo de San Lorenzo que quedó en la historia como los Carasucias.

Pocas veces en su vida quiso hablar del episodio: "A las ocho y media de la noche salimos con mi peluquero y dos minitas. Fuimos en mi auto, para el lado de la cancha de River. Comimos un choricito... pasó una hora. Volvimos por la Costanera. Estábamos escuchando Inolvidable, de Tito Rodríguez. Me metí por una calle muy oscura y paré el coche. Entonces sentí el ruido de la ametralladora. ¡Pa, pa, pa y pa! Cuando me vi, no tenía la mano. Seguí con el auto hasta Libertador".

Y continuó el relato: "Un tachero me reconoció y me llevó al hospital Pirovano. El doctor me dijo: "Pibe, no es nada". "¿No es nada? Tengo la mano en la mano, hermano". Me anestesiaron. Pensé que estaba muerto. Al otro día, el doctor me dijo: "El brazo lo tenés". Me había puesto una venda y la escarbé. ¿Qué lo voy a tener?".

Esa vez el loco wing izquierdo no pudo gambetear los balazos.

Había llegado del Deportivo Norte, de la B de Mar del Plata, en 1961 y debutó con 18 años en la Primera de San Lorenzo el 9 de setiembre de 1962, contra Ferro.

Junto con Doval, Veira, Areán, Telch, Rendo, Albrech y en la defensa el mendocino Rolando Gramari armaron un equipo que se divertía y hacía felices a sus hinchas al verlos jugar con tanta libertad de movimiento y con jugadas que se acercaban más a un picado del barrio que al fútbol profesional.

Victorio Casa llegó a la Selección nacional y fue campeón de la Copa de las Naciones en Brasil en 1964, superando nada menos que a los locales que venían de ser bicampeones del mundo.

Pero esa ráfaga le truncó la carrera, o mejor dicho le aceleró el retiro.

Su voluntad lo llevó a reaparecer en San Lorenzo, 45 días después. Porque el 25 de mayo de 1965, en el partido ante Banfield, otra vez Casa entró a la cancha pero desde ese día pasó a ser el Manco Casa.

La herida sin cicatrizar, la multitud que lo ovacionaba en el viejo Gasómetro y al wing izquierdo no se le movió un pelo. "Había que ser duro para entrar", contaba años después.

Roberto Tech, Narciso Doval, Héctor Veira y José Nano Areán  eran los más bromistas del grupo con el  Manco Casa, los chistes eran constantes y su brazo ortopédico aparecía en cualquier lugar del vestuario.

Jugó dos años más, pero su estabilidad no era la misma. Sus gambetas eran más predecibles, aunque volvió a destacarse algunas tardes, pero nunca fue igual. Terminó en el fútbol de EE.UU.

Es la historia del Manco Casa que alguna vez fue tapa de El Gráfico. Murió el 6 de junio de 2013, en Mar del Plata.

Ese equipo no pudo ser campeón con Casa, pero en 1968 esos jugadores, más maduros, festejaron el título del Metropolitano invictos.

"HISTORIAS QUE VALEN LA PENA CONOCER"

LA HISTORIA DE LOS HERMANOS BONETI FUENTE: "KODRO MAGAZINE" Ivano y Dario Bonetti fueron los únicos hermanos de la mítica plantill...