HISTORIAS DEL DEPORTE

HISTORIAS DEL DEPORTE QUE MERECEN LA PENA SER RECORDADAS

jueves, 31 de marzo de 2022

LOS PROTAGONISTAS

VIDA Y OBRA DEL "CHANGO" CARDENAS 

FUENTE: LAVOZ

Juan Carlos “Chango” Cárdenas, autor del gol más importante en la historia de Racing Club, falleció anoche a los 76 años.



La entidad de Avellaneda, a través de un escueto comunicado, informó del deceso del histórico exjugador santiagueño.

“Estamos muy tristes. Lamentamos comunicar el fallecimiento de Juan Carlos ‘El Chango’ Cárdenas, autor del gol más importante de nuestra historia. Racing Club abraza a todos sus familiares y amigos”, indicó el club albiceleste.

El emblemático exmediocampista anotó el tanto del triunfo con el que el no menos icónico “Equipo de José” (en alusión a los dirigidos por Juan José Pizzuti) obtuvo la primera Copa Intercontinental para un equipo argentino, en la temporada 1967

Ocurrió el 4 de noviembre de ese año en el tradicional estadio Centenario de Montevideo, cuando Racing superó al Celtic de Escocia por 1-0, con ese recordado tanto de Cárdenas, que tomó la pelota fuera del área y la impulsó con violencia hacia el arco de John Fallon para colgarla en un ángulo.

Con ese triunfo, la Academia logró su única Copa Intercontinental, en un partido desempate jugado en territorio uruguayo, luego de haber perdido en la ida por 1-0 en Glasgow y haber ganado por 2-1 en Avellaneda, en el desquite.

Cárdenas había arribado a Racing en el año 1962, procedente del Unión de su provincia natal. Fue cedido a préstamo una temporada a Nueva Chicago, en la vieja Primera B, y luego volvió a la institución de Avellaneda, donde jugó su primer encuentro oficial en 1964.

En Racing permaneció hasta 1972, cuando emigró a México para alistarse en los clubes Puebla y Veracruz. Volvió a la Academia para jugar el Campeonato Nacional 1976 y se retiró como futbolista al año siguiente.

En el equipo de Avellaneda, el laborioso número 10 logró 92 goles en 322 encuentros oficiales.

Como entrenador, “Chango” tuvo paso por clubes de ascenso como All Boys, Deportivo Armenio y General Lamadrid, al que inclusive condujo en una campaña en la que el equipo de Villa Devoto subió a la Primera C (1984).


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miércoles, 30 de marzo de 2022

LA MAQUINITA DEL FUTBOL

LA HUNGRIA DE LOS AÑOS 50

FUENTE: KODRO MAGAZINE



Conocidos como “El Equipo de Pro”, “Los Magiares Poderosos”, los “Magníficos Magiares” o en húngaro los “Aranycsapat” la Hungría de los años 50 fue una de las mejoras selecciones de la historia, la obra maestra del fútbol.

El todopoderoso equipo, dirigido por Gusztáv Sebes, incluía figuras de la talla de Ferenc Puskás, Zoltán Czibor, Sándor Kocsis, Nándor Hidegkuti, Ferenc Szusza, József Bozsik y Gyula Grosics, sin olvidar la gran ausencia de László Kubala que tan solo disputó 6 partidos con la selección de su madre patria entre 1946 y 1947, antes de pasarse a Checoslovaquia y España.

Tal fue la consistencia de este bloque que se mantuvo invicto durante ¡32 partidos consecutivos! Sin olvidar su capacidad de arrollar ofensivamente a sus rivales. Prueba de ello fueron los 27 goles anotados en el Mundial de Fútbol de 1954 que a día de hoy aún es un récord que ninguna selección ha podido superar.

La etapa de máximo esplendor de los “Aranycsapat” tuvo lugar entre 1950 y 1956, en la que registraron 42 victorias, 7 empates y solamente una derrota, en la final de la Copa del Mundo de 1954 en Berna contra Alemania Occidental. Bajo el sistema de calificación Elo, método utilizado para ordenar a los equipos según su potencial, los húngaros lograron la calificación más alta registrada nunca por un equipo nacional (2231 puntos el 30 de junio de 1954), justo por delante del segundo, Alemania (2223 puntos, 13 de julio de 2014).

Gusztáv Sebes, hijo de un humilde zapatero, destacó en etapa juvenil con el Vasas SC. Por aquel entonces compaginaba su pasión por el fútbol con los movimientos sociales, llegando a trabajar como organizador sindical en Budapest y luego en París, donde trabajó como instalador durante cuatro años para la marca Renault en Boulogne-Billancourt. Fue entonces cuando jugó la liga amateur del campeonato francés con el equipo de su fábrica, el Club Olympique Billancourt.

Al regresar a Hungría en 1927 fichó por el Hungária FC MTK Budapest, donde compartió alineación con  los que serían sus futuros asistentes Jenő Kálmár y Pál Titkos. Durante aquella etapa que se extendió hasta 1940 (año de la desaparición del club), tuvo tiempo de ganar la liga húngara en tres ocasiones y la copa húngara una vez. Tras su retiro dirigió al Szentlõrinci AC, WMKASE, Csepeli WMFC, Buda foki MTE y en 1949 se erigió en el nuevo seleccionador nacional húngaro. A modo de apunte hay que recordar que en 1945 volvió a calzar sus botas para jugar algunos minutos con el recién refundado MTK Budapest.

Fue en aquel periodo inicial con la selección cuán do tuvo la suerte de poder contar con la estrella juvenil del Vasas de Budapest, un tal László Kubala, aunque la ilusión duro poco porque en enero de 1949 el jugador huyó de Hungría para escapar de la dictadura comunista. No olvidemos que al final de la II Guerra Mundial, Hungría había quedado bajo control de la URSS y se impuso la prohibición de salida del país sin permiso gubernamental.

El “Telón de Acero” era famoso por imponer restricciones a la salida de deportistas de élite para jugar en países del bloque occidental, y en el caso húngaro se trataba de una prohibición absoluta, y el joven Kubala, ferviente anticomunista, tuvo claro que su futuro pasaba por emigrar.

La derrota ante Checoslovaquia un domingo 10 de abril de 1949 por 5-2 marcó curiosamente un antes y un después para los pupilos de Sebes.  Aquella derrota fue el detonante que activó la maquinaria de “El Equipo de Oro”. Y es que desde  esa fecha hasta 1956, Hungría disputó cincuenta y cuatro partidos, perdiendo solamente uno.

El verano de 1952 la fría Helsinki se convirtió en el escenario de su primer gran golpe, la capital finesa acogía los Juegos Olímpicos. En la disciplina de fútbol el equipo magiar, aún desconocido para el gran público, arrasó literalmente. Por aquel entonces los Juegos Olímpicos no era un torneo menor, sino todo lo contrario.

La primera víctima fue Rumanía en la ronda preliminar por un apretado marcador de 2-1, posteriormente vapulearon por 3-0 a Italia, ya bicampeona del mundo por aquel entonces, habiendo ganado  precisamente su segundo Mundial en 1938 en Francia, derrotando a Hungría en la final. Tras los italianos, Turquía salió humillada 7-1, y en la semifinal, la poderosa Suecia de Lindholm sucumbió por 6-0.  En la final disputada el 2 de agosto de 1952 la Yugoslavia de Vujadin Boskov cayó por 2-0. Euforia en las calles de Budapest y de toda Hungría, no solo por el campeonato conseguido, sino porque habían presenciado el ensamblaje de una máquina de fútbol perfecta que interpretaba el credo táctico del 4-2-4 y el 3-2-5.

Además, en aquellos sistemas los futbolistas no tenían una posición fija en el campo, iban rotando su demarcación según el momento del partido desconcertando totalmente a sus rivales. Y cuando atacaban o defendían lo hacían todos en bloque y con agresividad máxima para desgastar las fuerzas de sus rivales. Hungría no solamente se coronó campeón olímpico en Helsinki sino que entre 1948 y 1953 conquistó cada edición de la Copa Dr. Gerö, un torneo amistoso de fútbol creado por el austríaco Hugo Meisl y disputado entre las cinco selecciones de fútbol más poderosas de la época en Europa Central entre 1927 y 1960.

El mayor reconocimiento a ojos del mundo llegó el 25 de noviembre de 1953 en el “Match of the Century”, cuando los magiares derrotaron en el Estadio  de Wembley a la selección de fútbol de Inglaterra, convirtiéndose así en el primer equipo no británico en ganarle en dicho estadio y con Puskás como estrella absoluta.

Era conocido que Sebes planificaba con destreza como desarmar a sus rivales, pero lo hizo de forma mucho más meticulosa y “sádica” contra Inglaterra, entendía perfectamente lo que podía suponer  para el fútbol húngaro el poder dar una campanada de tal calibre en el nido de los creadores del fútbol. Las malas lenguas incluso explicaban que pidió prestados los balones más pesados que utilizaba la FA inglesa para que su equipo pudiera practicar con ellos, y hasta llegó a modificar su campo de entrenamiento para que las dimensiones coincidieran con las de Wembley.

También organizó partidos de entrenamiento contra clubes húngaros a los que se les había ordenado jugar al estilo inglés, y el 15 de noviembre de 1953, dos semanas antes del segundo partido contra Inglaterra, Hungría se enfrentó a Suecia, entrenada por el inglés George Raynor, empatando a 2. Pero aquel no fue el último partido de preparación antes del gran duelo. Sebes y los “Poderosos Magiares” realizaron una parada en París para disputar un  partido de preparación contra el antiguo equipo de su seleccionar, el Club Olympique Billancourt, al que vencieron por 18-1 ante 3.000 espectadores. Pura poesía. Hungría llegó a su gran prueba de fuego y se enfrentó a un combinado absoluto inglés que incluía al primer Balón de Oro Stan ley Matthews, Stan Mortensen, Billy Wright y Alf Ramsey, casi nada. Tal fue la superioridad húngara que la prensa inglesa reconoció que les pasaron por encima literalmente. Resultado final de 3-6 con una impresionante exhibición de fútbol, en la que Hidegkuti marcó un triplete y Ferenc Puskás anotó dos goles más.

Tras el partido, se organizó una revancha como preparación para la Copa del Mundo de 1954, que tuvo lugar en el Népstadion de Budapest, y en la que Hungría protagonizó otra impresionante actuación, pero esta vez mucho más arrolladora, 7-1. Les salió muy mal la jugada a los ingleses.

Tal fue la huella histórica dejada por los magiares y por Puskás entre el respetuoso público inglés, que en 2016 fue un éxito absoluto una exposición dedicada al capitán húngaro en el Museo Nacional de Fútbol de Inglaterra que atrajo a más de un cuarto de millón de visitantes.

La quinta edición de la máxima competición de selecciones dio inicio en Suiza el 16 de junio del 54. “Casi treinta partidos invictos”,  este era el cartel de presentación de los húngaros en la prensa internacional para la gran cita.

El primer partido del grupo les emparejó contra la exótica Corea del Sur, que salió vapuleada por un brutal 9-0, y pudieron ser unos cuántos más. Días después fue el turno de Alemania Federal, que sucumbió en el St. Jakob Park de Basilea por un humillante 8-3 y pidiendo la hora desesperadamente al árbitro.

El primer puesto del grupo era para los húngaros. En cuartos de final la Brasil post Leônidas da Silva y pre Pelé les esperaba en Berna. Aquel partido aún es recordado a día de hoy como uno de los más agresivos y violentos de la historia de los Mundiales, evidentemente acabó en victoria para los magiares, 4-2.

Los húngaros se habían deshecho casi sin pisar el acelerador de los subcampeones del anterior Mundial. Para agrandar su leyenda, en semifinales le  esperan los vigentes campeones: la bicampeona y potente Uruguay, que cuatro años antes había protagonizado otra de las grandes gestas de este deporte: “El Maracanazo”. Los charrúas cayeron 4-2, en un partido en el que Puskás no participó debido a molestias físicas. El once inicial desplegado por Sebes ante Uruguay estuvo formado por Bozsik, Grosics, Lóránt, Hidegkuti, Palotás, Budai II., Zakariás, Buzánszky, Lantos, Czibor y Kocsis.

El mítico 4 de julio de 1954 el Wankdorsfsta dion de Berna, lleno hasta la bandera con 60.000 espectadores en sus gradas, recibía a las cinco de la tarde a Hungría y Alemania Federal, que se disputarían la Copa Jules Rimet. Nadie esperaba otro resultado que no fuera la victoria magiar ante un equipo al que ya habían goleado y humillado en la fase de grupos por 8-3.

Hungría empezó amilanando a sus rivales alemanes, y a los ocho minutos ya ganaba por 2-0, fruto de los goles de Puskás y Czibor. Y cuándo los magiares mejor jugaban, el cielo de Berna casi por  intervención divina se cubrió de nubes y empezó una asfixiante lluvia que ayudó a apagar la máquina húngara y a permitir a los alemanes empatar el partido ¡antes del minuto 20! Con aquel empate en el marcador se llegó al descanso. El secreto de aquel inesperado cambio del signo del partido se debió al material técnico usado por los alemanes…

El representante de la por entonces incipiente y desconocida marca deportiva Adidas, Adolf Dassler, había calzado a su selección con unas innovadoras botas de tacos que permitían fijar distintos tipos de tacos según las necesidades del partido. La segunda parte se desarrolló bajo una lluvia inclemente y un terreno de juego impracticable, que  convirtió el césped del Wankdorsfstadion en un barrizal que anulaba por completo la superioridad  técnica de los húngaros. Mientras los jugadores ale manes parecían fijados al césped gracias a la marca Adidas, los jugadores húngaros hacían esfuerzos infructíferos por mantener el equilibrio con sus botas de fabricación nacional.

La superioridad técnica incontestable de los magiares había quedado sepultada por la superioridad tecnológica en el calzado de los alemanes que, cuando corría el minuto 84 de partido, pusieron el 3-2 en el marcador gracias a un tanto anotado por Rahn. Quedaban solamente seis minutos para la finalización del encuentro y Hungría se lanzó a la desesperada al ataque, llegando Puskás incluso a anotar un gol que fue anulado por fuera de juego previo de Hidegkuti, pero el ímpetu en aquellos minutos finales fue totalmente estéril. Alemania Federal se proclamó ante todo pronóstico, y por primera vez, campeona del mundo de fútbol.

El sueño magiar se había esfumado cuando menos se esperaba y el hijo de un zapatero tuvo que ver  cómo su sueño mundialista se esfumaba precisamente por utilizar un calzado inadecuado.

Sebes tras el subcampeonato en el Mundial de  1954 siguió al frente de la absoluta húngara, volviendo a enlazar una racha de partidos seguidos sin perder, 18, destacando la prestigiosa victoria ante la URSS de Lev Yashin el año 1955 en Moscú, que supuso la primera derrota de la selección soviética en casa en toda su historia.

El octubre de 1956 el ambiente social que se vivía era de pura represión política. La Revolución Húngara está a punto de estallar, y en medio de toda esta agitación, el equipo más poderoso de la Hungría de la época, el Honved, preparaba su partido correspondiente a la Copa de Europa contra el campeón español, el Athletic Club. Estaba programado el partido de ida en Budapest para el 22 de octubre, pero la organización decidió invertir el orden de los encuentros, habida cuenta del clima prerrevolucionario que se vivía en Hungría. Así, el Honved viajó hacia España y un día después del partido el pueblo húngaro tomó las calles de Budapest y de las principales ciudades alzándose contra el régimen comunista. Había estallado la Revolución Húngara del 56.

El Honved, ante la gravedad de los acontecimientos, decidió no volver a Hungría y el partido de vuelta se jugó en terreno neutral, concretamente en Heysel, Bruselas. Tras el partido varios de sus jugadores, con Puskás, Czibor y Kocsics a la cabeza, decidieron no volver a su país y pidieron asilo político en España, que no dudó en concedérselo. Así empezó la disolución del combinado dirigido por Sebes, que fue total cuando más jugadores de equipos punteros húngaros (Ujpest Dozsa, Ferencvaros, MTK,  Videoton y Vasas) decidieron tomar la misma resolución. Con ello, la Federación Húngara los declaró personas non gratas y una vez sofocada la revuelta por los soviéticos nunca más volverían a jugar con  la selección nacional que los había visto triunfar y rozar la gloria aquella inefable tarde en Berna.

La era de los “Magiares Mágicos” terminó con el inicio de la Revolución Húngara de 1956, y quedó sepultada el siguiente año cuando Sebes dejó de ser seleccionador húngaro. A pesar de ello el orgullo húngaro se mantuvo vigente y la selección húngara siguió jugando muy bien y ganando casi todos sus partidos. Cuando todo apuntaba a que sería en el Mundial de 1958 de Suecia cuando les llegaría por fin su primer campeonato, la historia de nuevo les truncaría la ilusión. Hungría se presentó con un equipo en el que no se advertía la ambición de antaño y con graves síntomas psicológicos tras el desmembramiento del equipo, unido a la fatídica  final del anterior Mundial. Todo ello supuso una  pesada losa sobre la espalda de los nuevos jugadores encargados de llevar la gloria a su país.

Tras superar a Noruega y Bulgaria en la fase de clasificación, Hungría quedó encuadrada en el Grupo C junto a Suecia, México y Gales. Comenzó el campeonato con un empate ante los británicos, partido seguido por una derrota ante los anfitriones nórdicos, que dejaría una contundente victoria ante el combinado americano en el último encuentro les dejaba empatados con los galeses. Fue necesario un partido de desempate en el que salieron vencedores los británicos por 2-1, eliminando así del torneo a los magiares, que sin poder contar con la mayoría de sus estrellas, vieron como se les escapaba de nuevo la oportunidad de coronar sus éxitos con la prestigiosa Copa del Mundo.

La enésima decepción llegó con la eliminación en octavos de final de la primera Eurocopa de la historia, provocando que el equipo no pudiera disputar la fase final en Francia (semifinales y final). Una decepción que solamente fue sofocada por la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de 1960 celebrados en Italia, y el nacimiento de una nueva esperanza, el centrocampista János Göröcs 


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Etiquetas: GRANDES EQUIPOS

sábado, 26 de marzo de 2022

EL GOL DE ARCO A ARCO

DENTRO DE UNOS DIAS SE CUMPLEN 34 AÑOS DEL GOL DEL ARQUERO ROBERTO MEDRAN

FUENTE: DIARIO LA OPINION




Dentro de pocos dias se cumplirán 34  años del recordado gol histórico de arco a arco que convirtió Roberto Medrán jugando para el Deportivo Mandiyú de Corrientes. Fue un 8 de abril de 1988, marcando un antes y un después en su carrera. Pionero en arqueros goleadores, si lo hubiese convertido en estos tiempos seguramente su conquista ya estaría dando la vuelta al mundo gracias a las redes sociales y a los canales deportivos de TV. Pero en Youtube aún se lo puede ver más allá de que su calidad no es HD. Esa tarde, el equipo correntino se floreaba con un 7 a 0 como local ante el Deportivo Maipú de Mendoza en el viejo Nacional B 1987/88, por la 35ª fecha. Con figuras rotulantes como Pedro Barrios, José Pepe Basualdo, Martínez, Adolfino Cañete, entre otros, el elenco del viejo y recordado Juan Manuel Guerra, que venía puntero, se preparaba para ascender a Primera División. A los 13’ del segundo tiempo, el 2 a 0 llegó de manera asombrosa. Es que nuestro rafaelino Beto Medrán lo convirtió de arco a arco. Su víctima fue Orlando Murcia y así lo rememoró ante LA OPINION. “Fue algo inesperado para mi y para todos. La jugada se inició luego de haber descolgado un centro y con la pelota en las manos llegué hasta el borde del área grande. Jugaban Coquito Rodríguez y Oddine, los dos delanteros de punta que tenía Mandiyú en ese momento, y apunté a ellos dos allá arriba. La pelota llegó hasta el otra área, picó, Oddine intenta controlarla, Murcia, que era el arquero del elenco mendocino salió e interpretó que iba a parar, pero el balón le pasó por arriba y se metió dentro del arco. El árbitro Juan Carlos Biscay, en ese momento, da el gol y me señalaba a mi con el dedo, dándome el gol. Entonces, la gente empezó a gritar ese gol y esa jugada insólita que después tuvo mucha repercusión y mucho tiempo en vigencia. Muchos decían que había mucho viento y que ese factor contribuyó para que la pelota vuele y viaje tan lejos, pero la realidad es que había poco viento. Se jugaba con una pelota chica y pesada, que tenía una estrellita en el medio, y no se movía tanto como se mueven ahora. Mi virtud no era ponerla al pecho del compañero en el mediocampo, sino pegarle lejos. Fue una circunstancia de juego que no esperaba, al igual que Murcia. Personalmente, no soy de verlo muy seguido en internet, salvo algunas veces cuando estoy aburrido. Fue un gran momento que ya pasó, porque ahora mi cabeza está metida en Ferro. Aunque siempre es lindo recordar cosas que uno vivió. Soy más reconocido en Corrientes que acá..."

EL DIA DESPUES
“Ese fue el primer gol de arco a arco que hizo un arquero en la vieja Nacional B. Y los días posteriores fueron normales, más allá de que se habló de ese gol por varios días más. Pero no le di mucho importancia porque estaba mentalizado y ansioso en ganar el campeonato y lograr el ascenso a Primera División, porque teníamos un gran equipo con jugadores importantes. La gente empezó a corear mi nombre más seguido durante los partidos. Pero fueron semanas lindas y momentos históricos que uno tuvo la suerte de vivir en el fútbol, que te da un poco de cada cosa, alegrías y tristezas. Ese año, aparte de hacer el gol, pudimos ascender y por suerte nos fue bastante bien a todos. Posteriormente, el arquero fue evolucionando y empezaron a aparecer varios que hacían goles, ya sea de penal o de tiro libre o de cabeza, como por ejemplo José Luis Chilavert, Carlos Bossio, Sebastián Cejas, Saja, Mario Cuenca, Luchetti, Rogerio Ceni, Ahora ya es normal que un arquero patee penales, como Sebastián Bértoli y Luis Ardente, entre otros. Una sola vez me tocó patear un penal, y fue en la Liga Rafaelina, cuando jugaba para Atlético y contra un equipo de Esperanza. Me lo atajó el arquero, y a partir de allí no lo hice nunca más”.

RECORD DE INBATIBILIDAD
Más allá de ese gol, al Beto también se lo recuerda por alcanzar una cifra de imbatibilidad en LRF. “Nunca pensé que iba a estar tantos minutos sin recibir un gol. Fue otra de las cosas insólitas. Estaba jugando en Estudiantes de Río Cuarto y el ‘9’ me fue a buscar. Se gastó mucho dinero porque compraron el pase y cuando vine el técnico era el Pelado Veronesse, que quería armar un equipo importante porque hacía muchos años que 9 de Julio no salía campeón. Me hicieron un gol en el primer tiempo, fue el Flaco Riberi en cancha de Atlético, donde ganamos 2 a 1. Y después tuvimos la suerte de que no nos conviertan más durante casi todo el torneo, hasta en la anteúltima fecha, en cancha de Ferro, un día de mucha lluvia. Y ahí murió la racha invicta de 1.267 minutos. Fue en 1982. El periodismo también habló mucho de eso. Pero lo más importante es que el “9” pudo volver a salir campeón luego de 17 años”. Esa cifra sigue siendo una de las más altas del fútbol argentino, ya que en Primera División, Carlos Barisio, arquero de Ferro Carril Oeste, entre el ‘78 y el ‘82, llegó a 1.075 minutos invicto.

TAMBIEN EZEQUIEL
Para no ser menos que el Beto, su hizo Ezequiel, ex arquero de Atlético y Boca, entre otros, también se dio el lujo de hacer un gol. Fue en noviembre de 2012 jugando para Cobresal de Chile en la victoria por 2 a 0 ante su ex equipo, La Serena. “Fue de cabeza a la salida de un córner, y que sirvió para zafar del descenso. Y bueno, que él haya hecho también un gol es otra de las anécdotas inolvidables que te dejó el fútbol. Su carrera me ha hecho también muy feliz. Pudo conocer el mundo gracias al fútbol y lo pude seguir y ver”.

NADA PENDIENTE
“Estoy muy agradecido con la gente y con el periodismo de Corrientes, que siempre me llama. Uno ha dejado un lindo recuerdo allá, y también acá. El fútbol me dio mucho y también le he dado mucho. Mientras tanto, me siento muy cómodo y feliz en Ferro.

TRAYECTORIA
Medrán se formó en Ferro y debutó en Primera en Atlético a los 16 años. También pasó por Unión de Santa Fe, Estudiantes de Río Cuarto, 9 de Julio, Sportivo Belgrano, Rosario Central, Mandiyú de Corrientes (8 años) y se retiró a los 38 en Patronato. Jugó 18 años en Primera. Luego fue fue entrenador de arqueros en Atlético junto a Sergio Podio y como DT dirigió a Ramona, Quilmes, 9 de Julio y Ferro, este último en varias ocasiones.

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Etiquetas: HISTORIAS QUE VALEN LA PENA CONOCER

viernes, 25 de marzo de 2022

HISTORIAS PARA LEER

ANTONIO PIOVOSO EL ARQUERO DESAPARECIDO 

FUENTE:EL GRAFICO



Sebastián Piovoso no es futbolista y ya nunca lo será: se lo impiden sus 34 años y la pancita de quienes amamos al fútbol desde las tribunas. Arquitecto recibido en la Universidad de La Plata, empleado estatal de ARBA y sin pasado ni presente como jugador, técnico o dirigente –básicamente, los tres motivos por los cuales son entrevistados los personajes de El Gráfico–, su infiltración en un mundo desconocido tiene una raíz poco deportiva y toda social. En el diccionario de las profesiones menos habituales del fútbol, Sebastián ejerce una tarea única: es el tributante de la memoria de Antonio Enrique Piovoso, el Tano, un arquero que atajó tres partidos para Gimnasia La Plata en 1973 y que no sólo es su tío, sino el único futbolista que jugó en la Primera División de AFA y desapareció en el apocalipsis de la dictadura. Es el jugador robado por los militares en 1977, pero también olvidado por el fútbol.

Una tibia tarde de agosto se despereza, y Sebastián, o Piovo para sus amigos, entra al lugar que eligió para la entrevista, el bar de una estación de servicio, en el centro de La Plata. La mayoría de las mesas están vacías, un par de clientes solitarios hojean el diario, y un televisor sintoniza un canal de noticias al que nadie le presta atención: es un ambiente impersonal –y algo sombrío– que favorece al sobrino del futbolista desaparecido para sentarse por primera vez enfrente de un periodista. Una escenografía más lujosa sería una vulgaridad para una charla en la que empiezan a quedar atrás décadas de silencio familiar y camuflaje del dolor. Tampoco los Piovoso hablaban del Tano. Ni siquiera puertas adentro.




Sebastián se presenta con la voz pausada, acepta un cortado que llega en bandeja de plástico y saca de su mochila un sobre tan amarillento que parece anclado en la década del 70, y algo de eso hay: más que un sobre, es un cofre que, durante tres décadas y media, protegió una historia fotográfica. Desde su interior salen imágenes, recortes y objetos. Algunas son postales deportivas: ahí está, en blanco y negro, el Tano Piovoso en la cancha del Bosque y abrazado a Hugo Orlando Gatti, su compañero de equipo en el Gimnasia del 73, con fondo de tribunas repletas antes de un partido, o durante un entrenamiento en su paso previo por las divisiones inferiores de Estudiantes, sosteniéndose en un arco de la vieja cancha de 1 y 57. Una curiosidad: en esas fotos con botines, buzo y bermudas (look de la época, incluso las de Gatti muestran un bolsillo delantero) Piovoso no tiene los guantes puestos, sino que los sostiene con la mano derecha. Suena a declaración de principios: las manos libres.

Del sobre ajado, que Sebastián heredó hace pocos años de su abuela paterna, Elsa Mengarelli, la madre del Tano, también emergen diarios de la época y medallas que ganó en infantiles. Los recuerdos familiares ya son a color: el Tano en un registro civil, como testigo de un casamiento, o recostado en un jardín. Estética setentosa, barba selvática, patillas profusas, pantalones Oxford. Y un régimen asesino: todos los testimonios fotográficos son anteriores al 6 de diciembre, el día de su secuestro, cuando tenía 24 años. “Es lo que junté por ahora”, dice Sebastián, y dan ganas de abrazarlo.

Entre los 30 mil desaparecidos de la última dictadura (1976-1983) hay varios deportistas (Miguel Sánchez, el atleta con cuyo nombre fue bautizada la temporada 2013/14 del fútbol argentino, la jugadora de hockey Adriana Acosta y los muchachos de La Plata Rugby Club, entre muchos otros), pero futbolista de AFA (y encima de Primera División) que figuren en el “Nunca Más” hay uno solo, y ese es Piovoso Mengarelli. Además del Tano, otros jugadores fueron víctimas de la dictadura, como el arquero de Almagro en Primera B en 1975, Claudio Tamburrini, que estuvo detenido en un centro clandestino hasta que se fugó atando sogas una madrugada de tormenta eléctrica. Si se le suma el caso inverso, el del fútbol como refugio laboral de presuntos victimarios, como el ex arquero de Central, Edgardo Andrada, el Gato, que fue investigado por su supuesta participación en el secuestro de dos militantes hasta que en 2012 la Justicia dictaminó su falta de mérito, se llega a una extraña línea en común: desaparecidos, secuestrados y sospechados de represores confluyen en el más especial de los puestos, el arquero.

La reconstrucción de un jugador desaparecido no es fácil. La memoria emotiva del fútbol sólo rescata a los triunfadores, y Piovoso, un discreto arquero, fue olvidado incluso por muchos ex compañeros y rivales. No es el caso de Rodolfo Lara, periodista de Clarín y ex volante de las inferiores de Estudiantes, el primero que en 2009 publicó, en un pequeño recuadro, un tributo al Tano. “El era categoría 53 y yo 52, así que no compartimos equipo, pero nos conocíamos”, recuerda Lara, y repasa una jugada que sintetiza el ADN atrevido de Piovoso: “Fue en la Quinta, un San Lorenzo-Estudiantes. El Tano Pasini (Salvador, hoy técnico de Merlo) era el 10 de ellos y tenía la pelota en mitad de cancha, pero el otro Tano, el nuestro, Piovoso, salió del área y se le tiró a los pies. Ese era su estilo: arriesgado”.

Piovoso, que nació en La Plata el 13 de agosto de 1953, era hincha de River y fundamentalista de Gatti. Algo de loco tenía: atajaba a pesar de sus 177 centímetros. La foto con su ídolo evidencia su baja estatura para un puesto casi prohibido para quienes miden menos de 1,80: Gatti, con 1,82, parece un NBA a su lado. Pero como el Tano no se regía por convenciones, sino por creencias, siempre quiso ser arquero: Sebastián evoca que el kilómetro cero de su tío fueron las infantiles de Peñarol de Gonnet y después sí, se incorporó a la categoría 53 de Estudiantes, un grupo en el que la mayoría de los chicos se quedó en el camino antes de llegar a la Primera, salvo la excepción de Néstor Chirdo (Estudiantes, Racing y Lanús).


Piovoso recorrió las inferiores de Estudiantes en simultáneo a la consagración del equipo de Osvaldo Zubeldía en Argentina, América y el mundo, pero su Everest fue la Tercera. En la categoría superior a la suya, la de jugadores nacidos en 1952, el número 2 era su único hermano, Héctor Alfredo (padre de Sebastián), que se retiró en la Sexta. En ese equipo además jugaban Oscar Suárez de 5 (el pibe que en 1976 murió de paludismo tras una gira de Temperley por África), Osvaldo Palín González de 8 (con paso posterior por Villa San Carlos, Quilmes y Rayo Vallecano) y Humberto Moirano de 9, un nombre que en el fútbol no dice nada pero en la vida del Tano fue todo: se hicieron tan amigos que compartieron hasta el último segundo en que una patrulla militar se llevó al estudiante de arquitectura que, pocos años atrás, había atajado en los dos grandes de la ciudad.

Por algún motivo que tanto tiempo después no puede ser decodificado (¿una pelea con uno de sus técnicos, Rubén Cheves o Juan Urriolabeitia?, ¿falta de nivel para Primera?), Piovoso se fue de Estudiantes sin haber debutado. Condiciones parecía tener: enseguida entró a Gimnasia como tercer arquero del plantel profesional en 1973, detrás de Gatti y Daniel Guruciaga. En las diapositivas del archivo de El Gráfico de aquel año, se lo ve al Tano entrenando en un equipo que, entre otros jugadores, tenía a Carlos Della Savia, Hugo Gottfrit y Carlos Bulla, y era dirigido por José Varacka.

Piovoso no alcanzó a ser titular en Primera, pero jugó tres partidos. Es toda una rareza: lo que pocas veces ocurre, que un arquero se lesione durante el partido y tenga que ser reemplazado, sucedió tres veces en tres meses, y en todas entró el Tano, una por Guruciaga y dos por Gatti.



Su debut fue el 19 de abril, contra Argentinos en La Paternal, en un partido que estaba 0-0 a los 41 minutos cuando el Tano ingresó por Guruciaga. Podría haber sido un estreno triunfal, porque hubo un penal para Gimnasia que Antonino Spilinga le atajó a Aldo Villagra, pero terminó en derrota por los dos goles que el Tano, ya cerca del final, recibió de Horacio Raúl Cordero.




El 24 de junio, también por el Metropolitano 73 que ganaría Huracán, se repitió esa dualidad: la alegría de jugar en Primera empañada por una derrota. Piovoso reemplazó en el minuto 75 a otro arquero, esta vez Gatti, y el empate parcial 2-2 con All Boys se convirtió en derrota 3-2: entró el Tano y a los ocho minutos recibió un gol de Domingo Cavallo, homónimo del futuro ministro de Economía.

Hasta que cuatro días después, el jueves 28 de junio por la noche, en el Bosque, por tercera vez, sucedió lo mismo, pero esta vez sería letal: en un Gimnasia-Central televisado del que no hay imágenes, el Tano reemplazó a Gatti en el entretiempo (1-1) y, como si fuese una maldición, su equipo volvió a perder (2-1). Su yunque fue un tiro libre de Aurelio Pascuttini, a los 42 del segundo tiempo, que todas las crónicas coinciden en adjudicárselo a un Piovoso con manos de manteca. “La victoria llegó por un grave error de Piovoso, que fue el corolario a una desafortunada actuación”, escribió Horacio Pagani para El Gráfico, que lo calificó con 3 puntos, mientras que La Capital de Rosario subrayó que el arquero estaba “completamente nervioso”. El Tano había tenido mejores actuaciones, o al menos El Gráfico le puso 6 contra Argentinos (ante All Boys jugó 15 minutos y no fue calificado), pero está claro que ese gol de Central (“Un foul de Grottfit contra Carlos Colman a 25 metros que fue rematado por Pascuttini, pasó las manos del arquero y llegó a la red”, detalló el diario rosarino) significó su final en Primera, una trayectoria muy corta, pero en la que enfrentó a rivales emblemáticos como José Pekerman (Argentinos), José Pepe Romero (All Boys), Daniel Killer o Carlos Aimar (Central).

Cuarenta años después, Pascuttini no sólo no registra la endeble reacción de Piovoso, sino que ni siquiera recuerda su propio gol ni ningún otro detalle de aquel partido. En una bruma similar se difuminó desde entonces la carrera del Tano. Algunos testimonios sostenían que Piovoso pasó a Villa San Carlos en 1974, pero un par de jugadores de aquel plantel que participaba en Primera C, consultados por El Gráfico, lo descartaron.

Sí puede reconstruirse que, a partir de 1974, Piovoso jugó en el interior de Buenos Aires. El fútbol chacarero le permitía estudiar arquitectura de lunes a viernes en La Plata, seguir viviendo en 132 entre 45 y 46, viajar el sábado y jugar el domingo: en 1974 lo hizo para Atlético Mones Cazón, a 40 kilómetros de Pehuajó, en 1975 fue el arquero de Athletic de Azul y en 1976 atajó en Nación de Mar del Plata. A su último club no llegó solo desde La Plata, sino con otros dos ex jugadores de Gimnasia, Norberto Fabbián y Miguel Angel Restelli, refuerzos que no impidieron el descenso de Nación a la B marplatense. En el torneo siguiente, el de 1977, Eduardo Basigalup, que el año anterior había visto desde las inferiores cómo atajaba Piovoso, fue su reemplazante en Nación, en el arranque de una carrera que lo consagraría en Ferro.

El 6 de diciembre de 1977, ya alejado hacía un año del fútbol, Piovoso fue detenido en su lugar de trabajo: mientras terminaba quinto año de Arquitectura, era dibujante en el estudio 2a&2i, en las galerías Williams, centro de La Plata. Los testimonios coinciden en que el Tano, que no tenía militancia comprometida, a lo sumo el reparto de algunos volantes algunos años atrás, y, aparentemente, más para ligar alguna muchacha (una de sus especialidades) que por convicción política, fue secuestrado por haber estado en el lugar equivocado: los militares fueron a buscar a otra persona (Jorge Martina) y, en su brutalidad, también lo cargaron. Su amigo Moirano (murió en 2003), obligado a mirar a la pared, escuchó cómo decían “a vos te llevamos por pelo largo” y, cuando se dio vuelta, Piovoso ya no estaba. Ya nadie tampoco lo vería. Desde entonces, su cuerpo (y el de Martina) no apareció, en un secuestro también explicado en el documental “Deportes, desaparecidos y dictadura” que el periodista Gustavo Veiga estrenó en agosto.

En 1993, Sebastián se enteró de imprevisto de su tío desaparecido: tenía 13 años y, en una sobremesa, a un familiar se le escapó el comentario. Muchos años después, otra serie de casualidades lo llevó a preguntarle a Elsa, su abuela, sobre el Tano, y por primera vez de un sobre amarillento salieron estas fotos junto a Gatti y en las inferiores de Estudiantes. Solo, sin más ayuda familiar (su abuela murió), Sebastián también supo que su tío tenía ojos turquesas, que manejaba un Citroen, que dormía protegido por los posters de Los Beatles que colgaban en su casa, y que era futbolero, tan futbolero que el fútbol, justamente, no puede seguir olvidándolo.

Andrés Burgo (2013)

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miércoles, 16 de marzo de 2022

HISTORIAS DE COLECCIÓN

 CHUCK WEPNER: LA VERDADERA HISTORIA DE ROCKY BALBOA

FUENTE: EL ROUND FINAL



“Chuck” Wepner combatió contra el legendario Muhammad Alí en 1975, pero es recordado por inspirar al boxeador más importante de la historia del cine: Rocky.

Por Javier M. Occhiuzzi

El “sangrador de Bayonne” era su apodo y Charles Wepner su nombre. Como boxeador su récord es casi desconocido, pero tuvo la oportunidad de enfrentarse al más famoso campeón de boxeo de todos los tiempos: Muhammad Alí. Fue un combate en 1975 que inspiró al personaje principal de la película de 1976, Rocky. Esta es su historia.

Charles “Chuck” Wepner, boxeador norteamericano nacido el 26 de febrero de 1939 en Bayonne, Nueva Jersey, compitió en la categoría de los pesos pesados de 1964 a 1978. Su record no tenía nada de especial. A lo largo de su carrera consiguió 35 victorias (17 de ellas por K.O.), 2 empates y sufrió 14 derrotas. Llegó a ser el número 8 en el ranking mundial de los pesos pesados.

A nivel técnico no tenía nada destacable ya que su estilo era torpe, tosco y de pegada fuerte. Su apodo “The Bayonne Bleeder” (El Sangrador de Bayonne) surgió de la facilidad con la que sus cejas solían empezar a sangrar abundantemente durante los combates, lo que obligaba a los árbitros a parar la pelea aunque Wepner estuviera en condiciones de seguir. Él mismo asegura que recibió a lo largo de su carrera 338 puntos de sutura en sus cejas.

A grandes rasgos podemos decir que no era un gran boxeador, pero si un gran perdedor. Combatió y perdió con los mejores peleadores de su generación, como George Foreman (le ganó en el tercer asalto por TKO el 18 de agosto de 1969 en el Madison Square Garden), Sonny Lyston (el 29 de junio de 1970) o Joe Bugner (el 8 de septiembre de 1970).

Sin lugar a dudas su derrota más famosa, y en la que se demostró que tenía una mandíbula dura como piedra, fue la que sufrió a manos de Muhammad Alí el 24 de marzo de 1975 por el Campeonato Mundial de los Pesos Pesados en el Richfield Coliseum de Ohio. Wepner aguantó 15 asaltos además de tirarlo a Alí, cuando el campeón había prometido que su rival caería en el 3° round.

La pelea empezó con un Muhammad Alí dominando a su rival, mientras Wepner sólo se defendía; no obstante al noveno asalto el retador decidió atacar con todas sus fuerzas a Alí. Sangrando como siempre, Wepner resistía los ataques del campeón. Un golpe certero del retador tira a Muhammad Alí a la lona por primera vez en muchos años, lo cual sorprende al público. Muhammad Alí, el campeón, “el más grande” acaba de ser derribado por un “Don Nadie” con el estilo boxístico de un cavernícola. El réferi comienza el conteo hasta que este se levanta.

Una vez de pie, Alí siguió su ataque cada vez más potente contra Wepner, pero éste no caía, resistiendo hasta el decimoquinto asalto, el asalto final. La tenaz resistencia de Wepner sigue sorprendiendo a todos, pues no se esperaba que Muhammad Alí, campeón mundial debiera esforzarse tanto para reducir a un retador viejo y desconocido. Diecinueve segundos antes de la campana final las ráfagas de golpes del campeón hicieron doblar la rodilla a Wepner quien pierde por K.O. técnico.

Wepner representaba a los boxeadores de los clubes de barrio, con más coraje que técnica y sobre todo un corazón de luchador que estaba dispuesto a dejar todo sobre el ring. El combate que enfrentó a Wepner contra Alí inspiró a Sylvester Stallone para crear a Rocky, el boxeador más famoso de la historia del cine. El actor idolatraba a Alí pero cuando vio el coraje de Wepner, quedó impresionado. Tres semanas después de la pelea tenía escrito el guión original de la película Rocky.

Stallone anunció que el personaje de Rocky llegó a su final y tendrá su última aparición en Creed II: “Aunque me rompe el corazón, lamentablemente todas las cosas deben pasar… y terminar. Les quiero, gente amable y generosa, y lo más maravilloso de todo, es que ROCKY nunca morirá porque él vive en ustedes…”, comunicó en su cuenta de Instagram.

Fuente: La Izquierda Diario (laizquierdadiario.com)

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martes, 15 de marzo de 2022

HISTORIAS PARA LEER

EL RETORNO DE TOM BRADY EN LA NFL

FUENTE: INFOBAE




Menos de dos meses después de comunicar su retiro, el legendario Tom Brady, de 44 años, cambió su decisión y anunció este domingo que regresará a la NFL la próxima temporada con los Tampa Bay Buccaneers para conseguir un nuevo trofeo.

“Estos dos últimos meses me he dado cuenta de que mi lugar sigue estando en el campo y no en las gradas. 


Ese momento llegará. Pero no es ahora”, dijo en un mensaje en sus redes sociales. “Quiero a mis compañeros de equipo y a mi familia, que me apoya. Ellos hacen que todo sea posible. Volveré para mi 23ª temporada en Tampa, tenemos asuntos pendientes”, agregó el mariscal de campo, que posee un récord de siete títulos de Super Bowl.


La última temporada, el norteamericano no había mostrado signos notables de que la edad lo estaba alcanzando, al haber liderado la NFL con 43 pases de touchdown y 5,316 yardas aéreas, con un promedio de más de 312 yardas por juego, el más alto de su carrera.


Desde que fue seleccionado en un asombroso 199º puesto del Draft de 2000, Brady lideró a los New England Patriots durante dos décadas extraordinarias en las que cosecharon seis títulos de Super Bowl, siempre bajo la batuta de su mentor, Bill Belichick. En 2020, el mariscal de campo abandonó la franquicia de su vida para sumarse a los Buccaneers, que eran uno de los equipos más débiles de la NFL y no clasificaba a los Playoffs desde 2007. Desde allí comandó con 43 años a los Bucs a un nuevo título de Super Bowl ante los Kansas City Chiefs en 2021.


El ahora el ganador de tres premios MVP (Jugador Más Valioso), 15 elecciones al Pro Bowl (Juego de las estrellas) y líder histórico en yardas de pase, regresará por más. El séptimo campeonato de su carrera, logrado a los 43 años, lo catapultó al panteón de los más grandes del deporte estadounidense, junto a mitos como Michael Jordan, Babe Ruth o Tiger Woods.


Hace poco más de un mes, Brady había anunciado su retiro de la actividad profesional a travñes de un mensaje en las redes sociales: “Hay un reto físico, mental y emocional cada día que me ha permitido maximizar mi máximo potencial. Y me he esforzado al máximo durante estos 22 años. No hay atajos para el éxito en el campo o en la vida. 


Es difícil para mí escribir esto, pero ahí va: No voy a asumir más ese compromiso competitivo. He amado mi carrera en la NFL, y ahora es el momento de centrar mi tiempo y energía en otras cosas que requieren mi atención”. Parece que estos días fueron suficientes para que el mariscal entendiera que aún tiene algo que darle a la NFL.

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domingo, 13 de marzo de 2022

EL HOMBRE QUE HIZO CAMBIAR LAS REGLAS DE LA NBA

KAREEM ABDUL-JABBAR

FUENTE : INFOBAE



Hay atletas que pasan por el deporte y quedan en la memoria colectiva. Por su abrumador talento, por todo lo que ganaron, por lo que generaron en los hinchas... Y hay otros que incluso van más allá, que no les alcanza con eso, con subir al olimpo de los dioses y pertenecer al firmamento de las estrellas más brillantes. Son aquellos que tienen interiormente una necesidad de ir más allá, de hablar –para los que quieren escuchar y los que no-, de luchar, ayudar y hasta concientizar. En definitiva, de dejar una huella, un legado social que sirva para una sociedad más justa.


Este es el caso de Kareem Abdul-Jabbar, uno de los 3/5 basquetbolistas más importantes de la historia del segundo deporte con más federados en el mundo. Por lo que hizo en la cancha, claro: seis veces campeón de la NBA (cinco con los Lakers y uno con los Bucks), ocho premios de MVP (seis de fase regular y dos en finales), 19 veces elegido para el All Star, 11 veces en el quinteto defensivo y otras 10 en el quinteto ideal. Un pivote distinto que se retiró siendo el máximo anotador (38.387 puntos), taponador, reboteador defensivo y el que más partidos y minutos disputó de la historia. 


Y que, además, es considerado el mejor de la historia colegial –de ambos, a nivel secundario y universitario-, un jugador tan dominante que obligó a cambiar reglas del deporte (la NBA prohibió la volcada), que inventó uno de los movimientos más novedosos y difíciles de detener en la historia (Gancho Cielo) y que, por si fuera poco, se dio el lujo de jugar hasta los 42 años entre los mejores del mundo. Difícil ser más que eso, ¿no? Bueno, Kareem lo hizo. En esta nota les contaremos por qué...


Cuando nació, el 16 de abril de 1947, en Harlem, mítico barrio de Nueva York, no lo hizo con el nombre que hoy lo conocemos. Cora, una madre sobreprotectora, y Ferdinand, su estricto padre, lo llamaron Ferdinand Lewis Alcindor Jr y, con el tiempo, sería famoso ya como Lew Alcindor, hasta que a los 24 años se lo cambiaría por el actual, cuando decidió adoptar el Islam como religión tras un profundo cambio interior y en sus pensamientos. Lo primero que llamó la atención del chico fue su cuerpo: al nacer pesó seis kilos y midió casi 60 centímetros. 


Pero, al revés de lo que podría pensar, Lew se enamoró primero del béisbol, el llamado “pasatiempo preferido” de los estadounidenses. No fue hasta que su madre lo llevó a ver una película de los míticos Globetrotters –justamente de Harlem- que se decidió a practicar básquet. Más motivado aún cuando el crecimiento no se detuvo: a los 14 años medía 1m75 y a los 14 ya había superado los dos metros (2m03) y podía volcar la pelota. Tampoco sorprendió que fuera el jugador más dominante, primero de la región y luego de todo el país hasta llegar hoy a ser mencionado, por los especialistas, como el mejor de la historia en high school. De hecho, ganó tres títulos en la ciudad y apenas perdió 6 de 102 partidos, logrando una racha de 71 triunfos al hilo, promediando 20 puntos y 20 rebotes.


Pero, de a poco, fuera de la cancha, comenzó a verse su otro lado, en especial en el tercer año en el secundario, cuando empezó a sufrir el racismo en carne propia. El pivote lo padeció en cada ámbito, él lo admitió: en la escuela católica a la que asistía, en la iglesia y hasta en su equipo de básquet, en el que el entrenador lo llegó a acusar de “actuar como un negro”. 


Fue la tarde en la que volvió a su casa y le gritó a su madre, quien no era totalmente negra. “Desearía que no tuvieras nada de blanco en vos. Porque odio cada parte blanca que tengo yo”, le dijo antes de encerrarse en su habitación. Fue un despertar para Lew, quien comenzó a interesarle el tema racial y se metió de lleno en el Harlem Renaissance, movimiento cultural impulsado por artistas, escritores e intelectuales negros que potenciaron el amor por la literatura y la historia.


Justamente, Lew se interesó por los pioneros del básquet, nada menos con Rens de Nueva York, el primer equipo profesional de afroamericanos y el primer gran equipo de la historia. Creado en 1923, ganó 2318 de 2699 partidos y un título mundial, pero sobre todo luchó por la igualdad en una época de máxima discriminación y segregación, inspirando a millones, como a Alcindor, quien justamente cerró el círculo hace 11 años cuando, ya retirado, hizo una película llamada En los Hombros de los Gigantes, contando su legado de aquel grupo de negros. 


“Esta era una historia muy importante para contar. El deporte es un lenguaje en común, que mucha gente entiende, y este equipo no sólo fue el mejor de nuestro país en la época sino que dio un ejemplo, hizo posible que los estadounidenses vieran a los afroamericanos de otra forma, y de alguna manera ayudó a derribar barreras y muros”, contó Kareem sobre el documental.


Tras el secundario, el camino de Alcindor tomó otro rumbo, lejos de casa. Cuentan que uno de los motivos por el que eligió la beca de UCLA (Universidad de California en Los Angeles) tuvo que ver con el lugar donde iba, de una mayor aceptación por la diversidad racial, un tema candente todavía en USA. Allí encontró terreno fértil para continuar sus progresos como jugador, de la mano de John Wooden, un maestro que se convirtió en un mito viviente tras ganar 10 títulos de la NCAA, dos de ellos justo antes que llegara Alcindor y tres más con él, dominando a nivel nacional con una marca de 88-2. Sí, apenas dos partidos perdidos, siendo Lew elegido el mejor de las tres temporadas (cinco premios en total).


En el tercer año, el pivote anotó 56 puntos en un juego y luego estiró el récord a 61. Durante una racha invicta de 30 partidos, promedió 29 puntos, 67% de campo y 15.5 rebotes. “La única forma de ganarle a Alcindor es rezar por las tres F: foreign court (que juegue de visitante), friendly officials (arbitraje amigable) y foul out him (sacarlo por límite de faltas)”, aseguró Johnny Dee, coach de Notre Dame. 


Uno de esos juegos llegó el 20 de enero de 1968 en lo que quedó en la historia como El Partido del Siglo. El estadio Houston Astromode albergó la cifra récord de 52.693 espectacdores y fue el primer partido de fase regular universitario televisado para todo el país en horario de máxima audiencia. Aquel día, Alcindor, que venía con un problema en el ojo, no jugó bien (15 puntos) y Houston le rompió el récord de 47 partidos invictos que traía UCL. Lew tendría revancha en el Final 4 de ese año, ganando por 32 puntos camino al segundo título. El tercero llegó al año siguiente, terminando su curso universitario con 26.4 puntos y 15.5 recobres.


Su dominio fue tal que, en 1967, antes de su tercer año universitario, la NCAA prohibió la volcada en lo que se conoció como la Ley Alcindor. Nunca se supo si realmente fue por él, pero al pivote le sirvió para terminar de mejorar su juego, sobre todo finalizar el desarrollo de un lanzamiento que había comenzado a practicar a los 10 años: el Gancho Cielo, ese movimiento en el que el jugador gira hacia la izquierda, generalmente hace un par de pasos y lanza con el brazo derecho extendido. La altura del tiro –gracias a la talla del jugador y a la longitud del brazo- y la eficacia del jugador lo hicieron imposible de taponar.


Estaba claro que quien pudiera elegirlo en el draft de la NBA se sacaría la lotería y el beneficiado fue Milwaukee. En esa época los dos equipos con peor récord de la temporada dirimían esa suerte con el lanzamiento al aire de una moneda y en 1969 los Bucks tuvieron más suerte que los Suns y se quedaron con la nueva joya universitaria. Lew, claro, tuvo un impacto inmediato: promedió 28.8 puntos y 14.5 rebotes para que Milwaukee ganara 56 de 82 partidos y llegara a segunda ronda de playoffs, luego de que en la temporada anterior hubiese ganado 27 de 82. En la segunda la mejora los llevó directamente hasta la gloria. Los Bucks se impusieron en 66 de 82 partidos –sumando 12 de 14 en playoffs-, ganando la final con barrida incluida: 4-0 a Baltimore. Aquel, con Alcindor tomando por asalto la competencia (31.7 y 16), fue uno de los grandes equipos de la historia.


Luego de aquel festejo, el mejor jugador del mundo tomó una decisión que cambiaría su vida y sería la exteriorización de una metamorfosis interior que venía experimentando desde hacía años: pasó a llamarse Kareem Abdul-Jabbar, en árabe كريم عبدالجبار , que significa “Noble y Sirviente del Poderoso”. Pero, claro, no fue una decisión caprichosa, de la noche a la mañana. Inquieto y curioso, gran lector y analista de la realidad, aquel talentoso muchacho había quedado cautivado con los discursos de Martin Luther King. “Sólo verlo y darme cuenta de cuál era su propósito me motivó. Todo tuvo sentido desde ese momento. Entendí de qué se trataba mi comunidad”, recordó en una charla realizada en la Universidad de Brown en 2017.


No fue el único que impactó su vida. Su compromiso con el activismo se alimentó también con la ideas de Malcom X. “Leer su biografía me cambió totalmente”, admitió. Y ni hablar cuando vio la determinación de Muhammad Ali, deportista estrella como él que se animó a plantarse al sistema al negarse a incorporarse a las Fuerzas Armadas para la Guerra de Vietnam. Aquella determinación, pese a que le costó cara al mejor boxeador de la historia, inspiró y motivó a quien se convertiría en su amigo. Al punto de convencerlo de seguir su camino. 


Meses después fue él, con apenas 21 años, quien renunció a participar con USA de los Juegos Olímpicos de México 68, en protesta a ese trato desigual que recibían los afroamericanos en su país. “Era un reto hermoso jugar contra los mejores del mundo. Pero la idea de ir a México a pasármelo bien me pareció muy egoísta, dada la violencia racial que reinaba en mi país. No podía sacudirme el pensamiento de que si iba y ganaba, iba a contribuir a honrar a una nación que nos negaba nuestros derechos”, contó años más tarde en su libro “El entrenador Wooden y yo”, publicado en 2017. La siguiente, claro, fue su conversión al Islam, que comenzó durante su época universitaria pero se animó a hacer pública luego del anillo, en 1971.


No pocas críticas le trajo su decisión, incluso dentro su familia. Sus padres no lo aprobaron, según él reconoció, y muchos fanáticos blancos nunca se lo perdonaron. “Parecía que había pisoteado la bandera estadounidense”, admitiría él, años después. Incluso algunos fanáticos lo llamaban Lew y se enojaban cuando Kareem directamente los ignoraba. 


El, hasta ahí distante y malhumorado en público, se volvió directamente inaccesible para todos, público, periodistas y hasta algunos amigos blancos. Para él, aseguró, fue una “transformación espiritual” y la ratificación de un camino hacia la absoluta conciencia social. “Fue mi forma de sumar mi voz al movimiento de derechos civiles para denunciar el legado de la esclavitud”, contó.


La situación pública y su compromiso “político” no modificó un ápice su nivel, volviendo a ser el goleador, ahora con la impactante cifra de 34.8 puntos, y el MVP de la temporada por segundo año seguido. El pivote mantuvo su dominio, pero no pudo repetir el éxito colectivo (perdió una final del Oeste y otra de la NBA) y en 1975, pese a volver a ser el MVP (27.7 puntos, 17 rebotes y 4.1 tapas), exigió ser canjeado a los Lakers, argumentando que Milwaukee era una ciudad inadecuada para sus necesidades culturales. Está claro que sus intereses iban más allá del básquet y que su etapa en los Bucks estaba cumplida…


Ya en la segunda temporada en los Lakers su impacto se notó y el equipo ganó 13 partidos más, llegando hasta la segunda ronda de playoffs, aunque esa mejora colectiva no se pudo sostener y Kareem empezó a perder su motivación, mostrando algunos rasgos de su carácter difícil, como cuando le dio una trompada a un rival (Kent Benson), fracturándose su mano y siendo multado en 5.000 dólares. 


Todo cambió cuando llegó Magic Johnson, el mágico base novato, que arribó en 1979 y potenció tremendamente al equipo y generó una segunda juventud en Abdul Jabbar. El pivote promedió 24.8 puntos, 10.8 rebotes y 3.4 tapas, camino al primer título en LA, tras vencer a Philadelphia en la final. En 1982 repetirían la conquista y en los dos años siguientes perderían la final para recuperar el trono en 1985 y repetirlo en 1987 y 1988, jugando en muy buen nivel, ya con 40 años. Fue la década del gran clásico ante los Celtics de Larry Bird y Robert Parish, con quien tuvo grandes duelos. Se retiró en 1989, a los 42, con promedios impactantes (24.6 puntos, 11.2 recobres y 3.6 tapones), dejando una huella imborrable dentro de la cancha.


Pero su impacto nunca se detuvo fuera del campo. Ni siquiera cuando durante tres años peleó (y venció) a una leucemia que le descubrieron. Decidió producir, guionar y relatar la película sobre Harlem Rens, aquel primer team negro que venció a los equipos de blancos pero, a la vez, ayudó a generar un cambio. 


En 2016 recibió el mayor honor que puede tener un ciudadano estadounidense: el primer presidente afroamericano de la historia, Barack Obama, lo condecoró con la Medalla Presidencial de la Libertad por su aporte al interés nacional, la cultura y la paz mundial. Al año siguiente, cuando la protesta de Colin Kaepernick –arrodillarse durante el himno estadounidense, símbolo de opresión, para él- dividió al país y le costó a la estrella su lugar en la NFL, defendió abiertamente la postura. 


“La gente se enfoca más en el gesto que en el problema. Acá lo que sucede es que los estadounidenses negros son demasiado propensos a ser baleados sin razón alguna. Debemos cambiar eso”, aseguró Kareem. Siempre sus enfoques fueron con extrema claridad y contundencia, apuntando a las formas pacíficas que lo inspiraron (Malcolm X, Luther King, Bill Russell y Ali) y a la educación.


Así Kareem combatió el racismo de todas las formas que pudo. Culto y preparado, Abdul Jabbar escribió 14 libros, varios apuntados a contar historias de afroamericanos y su lucha, sabiendo que la palabra escrita es una herramienta muy poderosa. También lo hizo en la cancha. 


En los años 70, por caso, dentro de la propia NBA, cuando empezó a ser vista como una “liga demasiado negra” y su popularidad y asistencia a los estadios descendió drásticamente, generando el descenso de los contratos de TV. Se dio a partir de 1976, cuando la competencia absorbió la ABA, liga llena de afroamericanos talentosos, lo que generó una oleada que terminó de generar una abrumadora mayoría de negros, algo que molestó a muchos blancos. 


Así fue que, a su manera, el racismo pegó donde más dolía, en la economía y la crisis se profundizó. Y fue con jugadores como Abdul-Jabbar que volvió a ganar terreno hasta la aparición de Magic y sus duelos con Larry Bird. Un blanquito de Indiana, que había llegado a la católica y blanca Boston. Y un chico negro de Michigan, que se había sumado a la multiracial Los Angeles. Así se formó una rivalidad histórica. El blanco contra el negro. Los Celtics contra los Lakers.


Luego llegó la explosión con Michael Jordan y hoy la NBA es tal vez la organización deportiva más prestigiosa del mundo. Y un ícono de la lucha contra la desigualdad social, como lo ha demostrado con hechos permanentes. Tal vez el más importante fue obligar a vender las acciones de los Clippers a un multimillonario (Donald Sterling) que, como dueño de la franquicia, expuso sus pensamientos y acciones racistas en audios viralizados… 


Fue la misma NBA que, hace días, condecoró a Abdul-Jabbar con el premio a la Justicia Social en la 22° edición de los Premios a las Leyendas. “Es un orgullo que la NBA y muchos de sus jugadores quieran este cambio, esta hermandad que sigue empujando hacia la justicia social. E trabajo está lejos de estar terminado, debemos seguir transpirando cada día, buscando pequeñas victorias”, dijo, con gran brillantez, a los 74 años.


Sin medias tintas ni eufemismos, Kareem se ha expresado públicamente. Como lo hizo hace casi dos años, en una columna de opinión que escribió en el diario Los Angeles Times luego del asesinato de George Floyd a manos de la Policía de Minneapolis. “En Estados Unidos el racismo es como el polvo en el aire: parece invisible -incluso aunque te ahogue- hasta que dejás entrar la luz. 


Y ahí ves que está en todas partes”, escribió. Sin eufemismos, ni pelos en la lengua. “Parece que ha comenzado la temporada de caza de negros”, pegó. Para luego hablarle a la gente “que no entiende las protestas raciales. ¿No se dan cuenta que mucha gente está siendo empujada hacia el límite? Hoy hablamos del Covid, pero el racismo es mucho más mortal”, agregó en la columna publicada en el Times durante agosto del 2020, siempre atacando con dureza al Partido Republicado y puntualmente a Donald Trump.


Pero, más allá de exponer desigualdades con palabras, nunca abandonó los hechos y seguramente su acción más impactante fue cuando, en 2019, subastó gran parte de los recuerdos más importantes de su carrera, incluyendo cuatro de sus seis anillos de campeón. El impactante gesto, que contó con 240 productos puestos a la venta, recaudó 2.850.000 dólares –lo más caro fue el anillo de campeón de 1987, vendido en 398.937 dólares- que fueron destinados a su organización benéfica, la Fundación Skyhook, para ayudar a los niños que quieran mejorar sus conocimientos en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. 


Una curiosidad: hasta subastó los míticos lentes para jugar que usó en el final de su carrera: en la puja llegaron a 12.750 dólares. “Era elegir entre almacenar trofeos en un cuarto o ayudar a cambiar la vida de niños. La decisión fue muy sencilla: vender todo y comenzar otra historia”, contó el creador del Gancho Cielo, en una declaración que resume su pensamiento. “Antes que mi carrera, prefiero mirar la cara entusiasmada de esos niños y pensar en lo que pueden llegar en el futuro”, cerró con su habitual seriedad pero dejando entrever su emoción.


Una forma de que su legado vaya más allá de lo que hizo en una cancha.




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Relator deportivo desde el año 1988, en Radio desde 1986, la intención de volcar en este Blog escritos para un futuro libro que viene demorado.
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